Pruebas testimoniales de nuestra justificación
Introduction
El evangelio es el punto focal del la vida cristiana. En ello nuestra vida se sostiene y sin él, se derrumba. No hay fundamento más solido en donde se pueda edificar la vida del creyente que no sea en la verdad del evangelio. Su exclusivo mensaje tiene como fin declarar el asunto más importante: La gloria de Dios en la salvación de los pecadores. Es aquí en donde su plan soberano, traspasa las fronteras del entendimiento humano. La Sabiduría Divina, se contrasta con la necedad humana. La Soberanía de Dios se eleva infinitamente por sobre la incapacidad del hombre y la Santidad y Justicia de Dios se revelan paralelamente con su Misericordia y Gracia. Esto es lo que el Apóstol Pablo declaró inspirado por El Espíritu Santo en cada una de sus cartas.
Cuando el Evangelio le fue revelado por el Señor Jesucristo, Pablo se dispuso a traspasar esta verdad de manera clara y sin alteraciones. Su animo pronto por predicar a Jesucristo y este Crucificado fue en momentos entorpecido pero en absoluto menguado. El reto actual de la iglesia contemporánea, es mantenerse firme y defender las verdades que expone Dios en su evangelio. Ese siempre ha sido el reto de la iglesia de Cristo desde su primeros años de existencia. Judas lo expresa muy bien al decir, que debemos contender ardientemente por la fe entregada y anunciada una sola vez a los Santos. La lucha a la cual somos llamados es agonizante. debemos gastar si es necesario todas nuestras energías en pos de contribuir en la defensa de las doctrinas del cristianismo.
El Dios cuya gracia proclamaba Pablo es el único Dios que hace maravillas: crea el universo de la nada, resucita a los muertos y justifica a los impíos. Este último es el mayor de todos los milagros: la creación y la resurrección representan el poder del Dios vivo dando la vida, pero la justificación de los impíos es a primera vista una contradicción con su carácter de Dios justo, Juez de toda la tierra que, en sus propias palabras, no “justificará al impío” (Éxodo 23:7). Pero precisamente la cualidad de la gracia divina consiste en el hecho que, en el mismo acto de extenderla al hombre que no la merece, Dios pone de manifiesto que él es “el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:26). El entendimiento que de Dios tiene Pablo está por completo en armonía con la enseñanza de Jesucristo. El Dios que encontramos en una parábola tras otra perdonando libremente al pecador o dando la bienvenida al hijo pródigo que vuelve a casa no está ejerciendo su misericordia a expensas de su justicia: sigue siendo el Dios coherente consigo mismo y cuya coherencia es la razón por la que los pecadores no han sido “consumidos” (Malaquías 3:6); o dicho en palabras de otro profeta del Antiguo Testamento: “no retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (Miqueas 7:18).
Bosquejo
- Nuestra unión con Cristo en su Crucifixión. (20a)
- La presencia vivificante de Cristo.(20b)
- El amor de Cristo y Su muerte sustitutiva. (20c)