Una Fe Viva vs Una Fe Muerta
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Introducción
Introducción
El concepto de “fe” es un asunto bastante personal.
En el mundo en que vivimos hay muchas personas que dicen tener fe en un poder superior.
Otros están relacionados con un grupo religioso (p.ej. iglesia).
Sin embargo, tener “fe” se ha convertido en algo bastante abstracto. Tener fe se ha convertido en una simple esperanza o idea personal acerca del propósito de esta vida, la vida más allá de la muerte, etc.
En otras palabras, uno puede creer en lo que uno quiera y a final de cuentas no importa que la fe de una persona contradiga lo que otra persona crea; porque a final de cuentas todos tienen la razón ya que es asunto de fe.
Cada quien puede tener sus propias creencias y nadie pregunta “qué tal si es un mero invento mío y no tengo la razón.”
Nosotros creemos que la salvación de una persona depende de la fe. La Biblia revela:
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
Somos declarados juntos delante de Dios, en base a la fe en él, en base a lo que hizo su Hijo Jesucristo al morir en la cruz.
Somos declarados libres de culpa y condenación cuando confiamos enteramente en la oferta de salvación que Dios nos da.
Este fue un punto bastante controversial durante el tiempo de la reforma de la Iglesia.
“Si alguien dice que solo por fe los impíos están justificados (que no se requiere nada más para obtener justificación y que no es necesario usar la propia voluntad), que sea anatema.”
La Iglesia Católica Apostólica y Romana (ICAR) se enfrentó ante los reformadores que recuperaron el mensaje bíblico que el hombre es salvado/justificado en base a la fe, aparte de las obras.
Los reformadores predicaron que nuestras obras no contribuyen para nada en nuestra salvación.
Por tanto, la ICAR declaró “anatema” (maldito) a todo aquel sostenía esta enseñanza bíblica.
Muchos reformadores perdieron sus vidas porque afirmaban que la salvación es únicamente en base a la fe en Jesucristo.
A esta anatema la ICAR agregó:
“Si alguien dice que los justos no deben, por sus buenas obras hechas en Dios, esperar y esperar la recompensa eterna de Dios a través de Su misericordia y el mérito de Jesucristo, que sea anatema.
“Si alguien dice que los justos no deben, por sus buenas obras hechas en Dios, esperar la recompensa eterna de Dios a través de Su misericordia y el mérito de Jesucristo, que sea anatema.”
En esta condena, la ICAR declaró que el hombre debe mirar a sus propias obras y tener que en base a ellas, Dios debe recompensarlo con la salvación eterna.
En base a estas dos enseñanzas ningún miembro de la ICAR tiene seguridad de su salvación.
Es posible que hoy fueron a misa y mediante el sacramento de la misa recibieron gracia.
Sin embargo, esa misma noche cometieron un pecado mortal (p.ej. glotonería) lo cual mató la gracia de Dios en ellos. Están ahora en pecado mortal lo cual puede condenar sus almas si no se arrepienten antes de morir.
Por cierto, los miembros de la ICAR que no van a misa cada domingo son culpables de pecado mortal ya que este pecado aparece en la lista de pecados mortales.
La respuesta de los reformadores fue que los creyentes son salvos solo por la fe y que podemos tener la seguridad de nuestra salvación ya que somos salvos por gracia y no en base a nuestras obras. Sin embargo, muchos cristianos profesantes han caído en un error igual de grave.
Existen personas que dicen ser creyentes, como uno de los candidatos a la nominación presidencial de su partido. Esta persona esta casado con un hombre, pero dice que el actual presidente no vive de acuerdo a lo que la Biblia dice que debe ser un cristiano.
Una de las representantes de la cámara de representantes es una católica devota, pero apoya ferozmente el aborto.
Luego escuchamos de tantos que dicen ser creyentes pero matan, hurtan, adulteran, abandonan a sus familias, etc.
En otras palabras, aunque estas personas profesan ser cristianas, su vida cotidiana testifica todo lo contrario.
Pero, la pregunta es:
¿Si la salvación es por fe y no por obras, será la fe de estas personas genuina?
Pero, quizá más importante: ¿cómo puedo saber, si mi propia fe es una fe genuina?
Para esto dirigimos nuestra atención a la carta que escribe Santiago donde habla acerca de:
Una fe muerta
Una fe viva
Tres ejemplos
I. Una fe muerta
I. Una fe muerta
Para entender lo que es una fe muerta o una fe viva, Santiago introduce el concepto de la fe y las obras.
La fe es la confianza que nosotros depositamos en Dios y en su obra de redención.
Las obras se refieren a nuestra vida cotidiana, a lo que hablamos, lo que hacemos, etc.
Santiago afirma que existe una fe, que no viene acompañada por obras, y por tanto se considera una fe muerta.
Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
Esta fe muerte es la que tiene toda aquella persona que solo tiene fe, pero su vida no es caracterizada por obras de piedad que dan testimonio de una vida cristiana.
Su vida no esta alineada con lo que la Biblia revela acerca de cómo vive un creyente.
La fe de esta persona consiste solamente en una “creencia intelectual” acerca de ciertos conceptos religiosos.
Tal vez ha memorizado un credo.
Tal vez conoce el contenido Bíblico.
Tal vez conoce mucha doctrina y enseñanza Bíblica.
Sin embargo, su vida no ha sido adornada por obras que deben existir en un creyente.
Para poder entender un poco más el concepto de una fe muerta, Santiago da una ilustración:
Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
En este caso hay una hermano necesitado y otra persona que puede aliviar su situación de necesidad.
Santiago 2:15-16
El hermano que puede aliviar el sufrimiento, mira al necesitado y le desea buenas cosas, le da un buen saludo, quizá hasta pide a Dios que el necesitado sea bendecido.
Sin embargo, Santiago ve las acciones de esta persona como totalmente inútiles o muertas; no porque orar por una persona sea malo, o porque desear lo bueno para le necesitado en si sea malo. Más bien, lo ve de forma negativa porque pudiendo aliviar su necesidad/sufrimiento al momento, no hizo nada.
En esos momentos lo que se requería era acción, obras, algo tangible que trajera alivio a la persona.
Por tanto, las buenas intenciones o deseos fueron inútiles/muertos. Eran vacíos, muertos, falsos, porque pudiendo hacer algo al respecto - no hizo nada.
La fe muerta es algo serio ya que esta fe no puede salvar a la gente.
Quienes poseen una fe muerta, a final de cuentas serán condenadas.
De hecho, viven ahora bajo condenación. Podríamos decir que estas personas se están engañando a si mismas pensando que son salvos, cuando en realidad nunca han experimentado el nuevo nacimiento.
II. Una fe viva
II. Una fe viva
La fe viva es muy distinta ya que no se manifiesta en meras palabras sino en acción.
Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
La fe viva, es una fe que se manifiesta exteriormente mediante las obras.
La fe viva, no existe, no se produce, no se fortalece, no crece, en base a las obras sino que las buenas obras son una manifestación de que la persona que está obrando realmente posee una fe genuina.
Las obras jamás serán la fuente de nuestra salvación sino que son una manifestación externa que testifica acerca de quienes son los hijos de Dios.
Nosotros somos seres humanos y no podemos hacer una determinación infalible acerca de quienes poseen una fe viva.
Sin embargo, el concepto da una fe viva nos ayuda a identificar a aquellos que pertenecen al pueblo de Dios:
Los creyentes tienen fe en el Dios de la Biblia. Han depositado su esperanza en Cristo Jesús.
Las vidas de los creyentes manifiestan las buenas obras que agradan a Dios.
¿Cuales son las obras que son el resultado de una fe viva?
Abstenerse de lo que no agrada a Dios.
Manifestar el fruto del Espíritu.
Vivir una vida santa de servicio a Dios.
Es por eso que vemos pasajes como:
El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
III. Tres ejemplos
III. Tres ejemplos
Para entender bien la distinción entre la fe muerta y la fe viva, Santiago nos da tres ejemplos de fe:
Los demonios
Abraham y Rahab
En cuanto a los demonios sabemos que ellos fueron ángeles creados por Dios que un día se rebelaron contra su creador prefiriendo rebelarse bajo el liderazgo de Lúcifer.
Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
Los demonios tienen un concepto acerca de Dios.
Ellos estuvieron en la presencia de Dios.
Santiago 2:
Ellos tuvieron una posición de honor.
Ellos conocen de Dios puesto que son su creación.
Sin embargo, su rebelión resultó en su caída.
Tanto conocimiento que tuvieron acerca de Dios fue vano puesto que su rebelión iba en contra de lo que conocían acerca de Dios.
Santiago presenta un segundo ejemplo - Abraham y Rahab,.
Santiago no podría haber escogido dos personas más distintas.
Abraham es el padre de la fe.
Cuando hablamos de Abraham hablamos de un hombre piadoso que aprendió a confiar en Dios.
La primera vez que aparece Rahab en la Biblia aprendemos que ella era una ramera.
¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
Sin embargo, ambos poseyeron la misma fe, una fe genuina.
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
Ambos fueron salvados porque depositaron su fe en Dios.
Santiago 1:21
Y aunque uno era uno de los patriarcas de la fe y la otra era una mujer de un pasado muy oscuro - ambos poseyeron una fe genuina que se manifestó exteriormente mediante las obras.
En el caso de Abraham, Dios le demandó que le sacrificara a su propio hijo. Abraham obedeció a Dios porque al reconocer a Dios como Señor dee su vida, no podía más que ser obediente al llamado de Dios.
En el caso dee Rahab, ella arriesgo su propia vida al esconder a los espías Israelitas cuando fueron a explorar la tierra de Jericó. Ella lo hizo sin importar el costo de su obediencia.
Conclusión
Conclusión
Analicemos nuestras propias vidas para ver si podemos una fe genuina o una fe muerta.
Nuestras obras son las que testificarán si podemos una fe que nos salva.
Esta clase de autoreflexion puede llevarnos a perder la esperanza porque no somos los cristianos que debemos ser.
Fallamos constantemente.
Tenemos días que nos sentimos cerca de Dios y otros que actuamos como si no le conociéramos.
Sin embargo, pensemos en esto:
Los ángeles que se rebelaron contra Dios no tienen esperanza. Ofendieron a Dios una vez y eso selló su destino eterno. Para siempre están perdidos.
Sin embargo, nosotros como seres humanos imperfectos fallamos una y otra vez, y en ocasiones como estas Dios sigue mostrando su amor hacía nosotros al redarguirnos, a convencernos de nuestras muchas faltas, y acercarnos más y más hacia él.
En esto vemos el amor de Dios hacía nosotros que él nos amó primero y perfeccionará la obra que empezó en cada uno de nosotros.
estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;