2 Cor 5_14_21
2 Cor. 5:14-21 Is 5:1-7 Fil. 3:12-21 Mt 21:33-43 286 218 231
"El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él."
A veces se nos vienen textos bíblicos que nos resumen de manera magistral algunas de las doctrinas más fundamentales de la Biblia. Este texto es uno de ellos. Tenemos aquí en forma breve todo lo esencial acerca de cómo Dios salva a los seres humanos perdidos. Queremos ver, luego, esta mañana, dos grandes fundamentos para la seguridad de la salvación. Cuando Pablo repasa las gloriosas verdades de nuestro texto, lo que busca es darnos personalmente este consuelo y llevarnos también a un vivo deseo de compartir con otros las inestimables bendiciones de conocer a nuestro Salvador. Así comienza recordándonos que
I. La muerte de Cristo es el fundamento básico. En conexión con esto nos recuerda de lo que da valor a todo el mensaje cristiano.
A. Cristo murió en lugar de todos. Toda la Escritura presenta la muerte de Cristo como el punto central en la historia del mundo. A su tiempo, Cristo murió por los impíos. La muerte de Cristo es presentada como una muerte expiatoria, una muerte en lugar de los pecadores, un pago por los pecados de todos ellos. Y la Biblia afirma que él es la propiciación, eso es, que él es el pago y la ofrenda y sacrificio adecuado para nuestros pecados. Pero luego sigue: y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Pero de esto siguen algunas conclusiones importantes. Lo primero que menciona Pablo es que
Entonces todos cuentan por haber muertos. Todos pecamos. Nuestra propia conciencia tiene que convencernos de esto. Y si lo dudamos, sólo tenemos que mirar la explicación que Jesús dio de los mandamientos de Dios en, por ejemplo, el sermón del Monte. Pero la paga del pecado es muerte. Por medio del pecado nos pusimos bajo un juicio, una sentencia de condenación, que nos hacía reos de muerte eterna. Pero si Cristo ya murió como propiciación, como sacrificio y ofrenda, o sea, en pago por nuestros pecados, el precio ya fue pagado. No importa quién lo haya hecho, nosotros o un Substituto adecuado, lo importante es que ya fue pagado. Ya que Cristo murió por todos, Dios cuenta a todos como si ellos personalmente hubieran muerto y pagado ya la deuda total de sus pecados.
Ciertamente Dios no hizo eso para que nosotros siguiéramos como esclavos del pecado. El objetivo fue que ya no vivamos para cumplir nuestros deseos naturales. Son esos mismos deseos de venganza, de herir, de emborracharse, de pecar sexualmente, de quitar a nuestro prójimo sus posesiones o su buen nombre que en primer lugar nos llevaron a la condenación. Se ha debido solamente a su inexplicable amor y gracia que Cristo no sencillamente nos abandonó a nuestra suerte para que pereciéramos eternamente. ¿Cómo podríamos despreciar esta gracia de Cristo siguiendo en esa misma manera de vivir?
3. El propósito de nuestra vida es hacer la voluntad de Cristo. El nos ha redimido y rescatado. Ha pagado un alto precio. Ha tenido que entregar su misma vida para lograr el objetivo de nuestra redención. Eso lo hizo para el mundo entero. Y el deseo de Dios es que todo el mundo llegue a confiar en la salvación que ha proporcionado para todos en la muerte y la resurrección de Cristo.
B. El murió y resucitó por nosotros. Desafortunadamente, hay muchos en los cuales los grandes objetivos de Dios que hemos mencionado no se realizan. En incredulidad rechazan el propósito salvador de Dios para con ellos y quedan en su condenación. Pero Pablo por el momento no quiere considerar a tales personas, sino a los que efectivamente han creído. Por eso específicamente menciona que Cristo murió y resucitó por nosotros.
1. Hemos llegado a confiar en esta muerte de Cristo. Hemos llegado a reconocer efectivamente que todo lo que hizo Cristo lo hizo personalmente para nosotros. De este modo todo lo que Cristo hizo en general por el mundo ha llegado a ser nuestro tesoro personal. Y también esto tiene sus conclusiones necesarias.
2. Ya no juzgamos a las personas según criterios naturales. No evaluamos a las personas ya según su prestigio en este mundo, su riqueza, su posición social o su poder e influencia. Sabemos que todas estas cosas nada tienen que ver con su relación con Dios. Nadie será salvo por ninguna de estas cosas, ni siquiera por su propia santidad y obras. Todo lo que cuenta en esta vida es la fe en Cristo.
El que está en Cristo es una nueva criatura. Ya nos es esclavo del pecado y de la necesidad de hacer todo para servirlo a él. Tiene una nueva naturaleza, un nuevo destino, y un nuevo Señor. De hecho:
Todo es hecho nuevo en Cristo.
C. Dios es el origen de todo esto. El hombre, que estaba muerto en delitos y pecados, no tenía ninguna habilidad de mejorar su situación delante de Dios. Como esclavo del pecado, no pudo hacer más que servir al pecado y merecer la condenación. Pero Dios tomó la iniciativa.
1. El ha cambiado nuestra posición delante de él. Antes éramos pecadores condenados, ahora somos limpios y justos delante de Dios. No es como si algo se hubiera cambiado en nuestra condición natural, ni tampoco como si el corazón de Dios se haya cambiado, sino que nuestra posición delante de Dios fue cambiado. En vez de vernos con toda nuestra culpa y pecado, y por tanto tener que pronunciar sobre nosotros la sentencia de la condenación, ahora nos ve a través del filtro de Cristo con su santidad e inocencia. Pablo nos da más detalles de esta gran transacción.
2. En primer lugar nos dice que eso lo ha hecho por medio de Cristo.
Dios estaba en Cristo. Cristo es un hombre, uno que pudo ponerse bajo la ley de Dios y uno que fue capaz de sufrir y morir. Pero no fue solamente un hombre. Dios mismo estaba en ese hombre. En él habitaba toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Así Cristo fue un Substituto adecuado y aceptable por los hombres tanto en su obediencia a la ley de Dios, y en su muerte en lugar de todos los que habían pecado.
De esta manera Cristo obró la reconciliación del mundo. Él obedeció en lugar de todos los hombres, y él pagó el castigo merecido por todos los pecadores en el mundo. Luego, basado en esta obra de Cristo,
(1) La reconciliación consiste en no contar contra los hombres sus pecados. Esto es de suma importancia. No es que nosotros ni ninguna otra persona haya sido digna, haya hecho algo para disminuir nuestro pecado. No es como si por un intento de reforma nos hayamos preparado para reconciliarnos con Dios. La reconciliación consiste en esto, que Dios mira precisamente a mí, que he pecado, y no toma en cuenta mis pecados, no los ve; no pronuncia contra mí el juicio que he merecido a causa de ellos. Pero, ¿cómo puede ser posible todo esto? ¿Realmente será así que Dios, el Dios santo y justo, no tome en cuenta mis pecados y actúe como si yo jamás haya cometido un solo pecado? Bendito sea Dios que definitivamente así es la cosa. Y la base de todo esto la tenemos en el último versículo de nuestro texto.
Cristo fue inocente de todo pecado. Cristo, como el Santo Hijo de Dios, no pudo ser tocado por el pecado. Fue el único totalmente santo e inocente, con quien el pecado no tuvo absolutamente nada que ver. Sin embargo,
Dios lo hizo a Cristo pecado. A este Hijo santo e inocente, Dios lo trató como la encarnación del pecado mismo, sujetándolo a toda la ira y el castigo que un Dios justo puede visitar a un pecador, hasta el extremo de abandonarlo a las mismas penas del infierno durante las horas oscuras en la cruz. Y Cristo soportó todo, y cumplió todo, y todo fue en nuestro lugar.
Nosotros, por otro lado, cometimos pecado. Todo lo que pudimos ofrecer a Dios no fue nada sino pecado y abominación delante de Dios. Pero, por el maravilloso intercambio,
Nosotros somos hechos justicia de Dios. Los pecadores son contados justos, declarados inocentes, y se convierten en herederos de todas las bendiciones celestiales que mereció el inocente Cristo.
Todo esto fue hecho por toda la humanidad. Cristo tomó el lugar de todos los pecadores y ganó para todos los pecadores perfecto perdón para todos sus pecados. Pero todo esto no aprovecha nada si los hombres no saben nada de esto, si se quedan en incredulidad o ignorancia de estos grandes beneficios de Cristo. Por esto Dios ha provisto un medio por el cual los hombres pueden tener la oportunidad de participar personalmente en todos los beneficios de la reconciliación. Así vemos que
II. La palabra de la reconciliación es el segundo fundamento.
A. Dios estableció un medio para distribuir los frutos de la muerte de Cristo. Se dice que el hambre en el mundo no se debe a una falta de alimentos a nivel mundial, sino a la mala distribución de ellos. Pues Dios no solamente ha preparado una maravillosa salvación, sino también ha provisto un medio para distribuirla.
A nosotros nos encomendó la administración de la reconciliación. Son los hombres, específicamente los creyentes, los que hemos recibido la comisión de llevar lo que ha sido nuestro mayor tesoro también a otros que aún carecen de él. Y Dios nos ha dado una manera sencilla y accesible para que podamos ser sus agentes en esta gran tarea. Es cierto que Cristo solo ha provisto la reconciliación. Aun así, Dios no ha comisionado a ángeles, ni la comunica por revelaciones directas, sino lo hace por medio de nosotros los hombres, utilizando la manera que él mismo nos ha indicado.
Se distribuye a través de la palabra de reconciliación. Sí. Es cuando se proclama a los pecadores que todo lo que hemos oído en la primera parte de nuestro mensaje fue hecho también por él, que él, un pecador, también puede encontrar pleno perdón en Cristo, que Cristo ya pagó el precio adecuado por sus pecados, que la reconciliación que Cristo ganó para todos es ofrecido a él, y cuando esa predicación es creída, también se recibe individualmente ese perdón de los pecados.
a) Esto nos convierte en embajadores de Cristo. Todo el que anuncia a otro que también es pecador igual como él, que Cristo ha muerto por él, que le ha perdonado a él, no actúa por sí solo, sino en nombre de Aquél que murió y resucitó por todos. Y la reacción de los hombres a este mensaje pronunciado por hombres pecadores es entonces su reacción al santo Cristo mismo. Cuando un cristiano comunica el evangelio Dios mismo está allí.
c) El está rogando por medio de él. A través de los humildes siervos de la palabra, uno se enfrenta al mismo Dios, que viene con todos sus beneficios y bendiciones, y busca entrada al corazón humano.
B. Por tanto rogamos a todos a recibir la reconciliación. La reconciliación ya fue cumplida. Cristo ya pagó por los pecados de todos, y por lo tanto también por los tuyos. No permitas que sea en vano. No rechaces tan gran tesoro que te trae eterna salvación. Recibe, con corazón totalmente creyente, esta maravillosa palabra de reconciliación. Amén