Efesios 1.3-6 (2)
En el original griego estos doce versículos constituyen una sola oración compleja. A medida que Pablo dicta, las palabras fluyen de su boca en una cascada continua. No hace pausas para respirar ni pone puntos aparte en sus frases.
Charles Hodge: ‘Estas bendiciones son espirituales no meramente porque pertenecen al alma, sino porque son derivadas del Espíritu Santo, cuya presencia e influencia constituyen la gran bendición obtenida por Cristo.’
el Padre que elige (vv. 4–6), el Hijo que redime (vv. 7–12) y el Espíritu que sella (vv. 13–14), y cada estrofa con el refrán ‘para alabanza de su gloria’ (vv. 6, 12, 14). Aunque esto parece demasiado estructurado para ser probable, sin embargo el contenido trinitario del párrafo sigue siendo obvio.
Primero, Dios el Padre es la fuente o el origen de toda bendición que disfrutamos. Su iniciativa se advierte claramente porque él mismo es el sujeto de casi todos los verbos principales de estos versículos
ahora estamos en Cristo y pertenecemos a la nueva humanidad redimida. Es en Cristo que Dios nos ha bendecido y nos ha elegido en la eternidad (vv. 3–4). Es en su Amado que nos ha otorgado su gracia, para que en él tengamos redención o perdón (vv. 6–7). Es en Cristo que los primeros cristianos judíos llegaron a ser pueblo de Dios (vv. 11–12) y en él también los creyentes gentiles fueron sellados como pertenecientes a Dios (vv. 13–14). Es también en Cristo que Dios ha delineado su plan para unir todas las cosas en él o bajo su mando (vv. 9–10). En un tiempo nosotros, los gentiles, estuvimos ‘separados de Cristo’ y por lo tanto sin esperanza y sin Dios (2:12), pero ahora en Cristo hemos sido colmados de bendiciones.
Por supuesto que aún tenemos que crecer en madurez en Cristo, ser transformados a su imagen y explorar las riquezas de nuestra herencia en él. Por supuesto, también Dios puede brindarnos muchas experiencias más profundas y más ricas en el camino. No obstante, si estamos en Cristo, toda bendición espiritual nos pertenece ahora mismo.
¿Qué son estas bendiciones con las que Dios nos ha bendecido en Cristo? Están desarrolladas en el resto del pasaje. Se relacionan con el pasado (antes de la creación del mundo, v. 4), el presente (lo que tenemos en Cristo ahora, v. 7) y el futuro (los que hemos puesto nuestra esperanza en Cristo,
1) Alabado sea Dios por sus bendiciones espirituales vs 3
Lo que Pablo enfatiza aquí es que la bendición que Dios nos da en Cristo es espiritual. Probablemente intenta un contraste con los días del Antiguo Testamento cuando las bendiciones prometidas por Dios eran en su mayor parte materiales. Quizás el ejemplo más llamativo se encuentre en Deuteronomio 28:1–14,
A fin de no dejar lugar a dudas, Pablo añade a este adjetivo ‘espiritual’ la cláusula en las regiones celestiales (v. 3), o mejor aun, ‘en los cielos’, ya que no sugiere ninguna ubicación geográfica (en tois epouraniois). Esta es la primera oportunidad en la que utiliza esta admirable expresión, que aparece cinco veces en Efesios y ninguna vez en las otras cartas. ¿Qué significa? La palabra ‘cielo’ se usa en las Escrituras de diferentes maneras. Los autores antiguos distinguían entre ‘el cielo de la naturaleza’, ‘el cielo de la gracia’ (vida eterna ya recibida y gozada por el pueblo de Dios en la tierra) y ‘el cielo de gloria’ (el estado final de los redimidos). Pero ‘los cielos’ o ‘las regiones celestiales’ deben entenderse de manera diferente de todos estos. No es el cielo visible, ni gracia, ni gloria, ni ninguna morada espacial literal, sino el invisible mundo de la realidad espiritual
Entendemos que no es verdad que el Antiguo Testamento considere los bienes materiales como de mayor valor que los espirituales, puesto que se enseña claramente lo contrario en pasajes tales como Gn. 15:1; 17:7 Sal. 37:16; 73:25; Pr. 3:13, 14; 8:11, 17–19; 17:1; 19:1, 22; 28:6; Is. 30:15; cf. Heb. 11:9, 10, sin embargo, es verdad que entre los dos testamentos existe una diferencia de grado en cuanto a la complejidad de los detalles con que las bendiciones terrenales o físicas se describen (Ex. 20:12; Dt. 28:1–8; Neh. 9:21–25).
El Nuevo Testamento, aunque de ninguna manera quita importancia a las bendiciones terrenales (Mt. 6:11; 1 Ti. 4:3, 4), pone todo su énfasis en lo espiritual (2 Co. 4:18), y bien pudo ser que para acentuar esta diferencia entre la antigua y la nueva dispensación, se declara aquí que el Padre de nuestro Señor Jesucristo nos ha bendecido con toda bendición espiritual.
no obstante el contexto indica que el apóstol está pensando especialmente en—o resumiendo todos estos beneficios bajo—aquellos que se mencionan en el párrafo presente, a saber, elección (y su acompañamiento, predestinación a la adopción), redención (implicando el perdón y la gracia sobreabundante en forma de toda sabiduría y discernimiento), y la certificación (“sellados”) como hijos y herederos.
La frase “en los lugares celestiales” o sencillamente “en los celestiales” (usado en el sentido local en 1:20; 2:6; 3:10, y probablemente también en forma local en 6:12) indica que estas bendiciones espirituales son celestiales en cuanto a su origen, y que desde el cielo descienden a los santos y creyentes en la tierra
A) Nos escogió para ser santos vs 4
Elegir significa tomar o escoger algo de (para sí mismo)
una eternidad pasada en la que sólo existía Dios en la perfección de su ser.
Era una decisión definida, porque el verbo exelexato (él escogió) es aoristo
La inmutabilidad del plan eterno de Dios con respecto a sus elegidos no fue una invención paulina. Fue enseñanza de Jesús mismo. Fue él quien se refirió a aquellos que amó como los que le fueron dados (véase Jn. 6:39; 17:2, 9, 11, 24; cf. 6:44).
Es digno de especial consideración que Pablo no dice, “El Padre nos eligió porque supo de antemano que seríamos santos”
La gente encuentra difícil la doctrina de la elección. ‘¿No elegí yo a Dios?’ pregunta alguien indignado. A lo que debemos responder: ‘Sí, por cierto que fue así, y libremente, pero sólo porque en la eternidad Dios te había elegido primero.’ ‘¿No me decidí yo por Cristo?’ pregunta otro, a lo que debemos responder: ‘Sí, por cierto que lo hiciste, y libremente, pero sólo porque en la eternidad Dios primero se había decidido por ti.’
El sujeto es “nosotros”, no todos los seres humanos. Este pronombre “nosotros” ha de ser entendido a la luz de su contexto. Pablo está escribiendo a “santos y creyentes” (v. 1). Dice que el Padre nos ha bendecido a “nosotros”, esto es, “todos los santos y creyentes” (en este caso la referencia específica es a los que están en Efeso) incluyendo a Pablo (v. 3).
Karl Barth de que en conexión con Cristo toda la humanidad sin distinción ha sido elegida, y que la diferencia fundamental no es entre elegidos y no elegidos sino más bien entre los que se hallan conscientes de su elección y los que no lo están.
él mueve y fortalece de tal manera esa voluntad para que pueda, cual árbol bueno, llevar fruto de buenas obras … Así la voluntad, siendo entonces renovada, no sólo es movida y conducida por Dios, sino que, siendo movida por Dios, obra también ella misma.
Algunos piensan que creer que somos uno de los que Dios ha elegido es el pensamiento más arrogante que se puede sostener. Y así sería si imagináramos que Dios nos ha elegido por algún mérito propio. Pero no hay lugar alguno para el mérito en la doctrina bíblica de la elección. El caso es precisamente lo opuesto. Dios le explicó a Israel que no los había elegido porque sobrepasaran a las otras naciones de alguna manera, porque en realidad no eran superiores. ¿Por qué entonces? Simplemente porque los amaba.
Sus consecuencias prácticas siempre deben ser que vivamos, por un lado, santos y sin mancha delante de él (v. 4) y, por el otro, para alabanza de la gloria de su gloria (v. 6).
nosotros ¡totalmente indignos ante su presencia! No trata de dar explicaciones de cómo es posible para Dios hacerlo. Se da cuenta perfectamente que cuando el hombre se enfrenta a tal manifestación de maravillosa gracia, la única respuesta adecuada es adoración y no el entrar en explicaciones.
Es por esta razón contextual (y también por otras) que no puedo estar de acuerdo con la argumentación de Karl Barth de que en conexión con Cristo toda la humanidad sin distinción ha sido elegida, y que la diferencia fundamental no es entre elegidos y no elegidos sino más bien entre los que se hallan conscientes de su elección y los que no lo están.
La doctrina de la elección es un incentivo para la santidad, no una excusa para el pecado
Algunos parecen imaginar a un cristiano hablándose a sí mismo en estos términos: ‘Yo soy uno de los que Dios ha elegido, salvo y seguro. Así que no hay necesidad de que me preocupe por la santidad. Puedo comportarme como lo desee.’ Pero tal asombrosa presunción no tiene apoyo alguno en la verdadera doctrina de la elección. Es más bien al revés. Porque Pablo escribe aquí que Dios nos eligió en Cristo para que seamos santos y sin mancha delante de él (v. 4). ‘Sin mancha’ (amōmos) es la palabra que se usa en el Antiguo Testamento para un sacrificio ‘inmaculado’. ‘Santo y sin mancha’ aparece en 5:27 (RVR) y en Colosenses 1:22 (RVR), donde se señala nuestro estado final de perfección. Pero el proceso de santificación comienza aquí y ahora
Las palabras que parecen unir el privilegio y la responsabilidad de nuestra adopción están en la expresión delante de él (v. 4) que significa ‘ante sus ojos’ o ‘en su presencia’. Porque vivir nuestra vida ante la presencia consciente de nuestro Padre es a la vez un privilegio inmenso y un constante desafío para agradarlo.
Según el propósito que ya se ha establecido, es evidente que la elección no conduce al hombre solamente hasta medio camino; le lleva hasta el final. No solamente le guía a la conversión; además, hasta la perfección. Se propone hacerle santo—es decir, limpio de todo pecado y separado enteramente para Dios y su servicio—e irreprensible—esto es, sin mancha alguna (Fil. 2:15), como un sacrificio perfecto.
C)
B) Nos predestino para ser sus hijos vs 5-6
En la ley romana (parte del trasfondo de los escritos de Pablo) los hijos adoptivos gozaban de los mismos derechos que los otros hijos
Redención (apolutrōsis) significa ‘liberación por el pago de un precio’; se aplicaba especialmente al rescate de los esclavos. Aquí se la equipara con el perdón, porque esta liberación es un rescate del juicio justo de Dios sobre nuestros pecados, y el precio pagado fue el derramamiento de la sangre de Cristo cuando murió por nosotros en la cruz.
Pero la condición de hijo también impone responsabilidades. Porque el Padre celestial no mima a sus hijos. Por el contrario, ‘nos corrige para nuestro verdadero provecho, para hacernos santos como él’. Así que las dos declaraciones de Pablo son paralelas, que nos predestinó para ser … hijos suyos (v. 5) y nos escogió … para que seamos santos (v. 4). El