Jesús ora por su glorificación

Juan: Sermones expositivos  •  Sermon  •  Submitted
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En la glorificación de Jesús vemos cumplido EL PROPÓSITO más grande de Dios: su propia gloria en la salvación de los pecadores. Gloria sea a Cristo.

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INTRODUCCIÓN

¿por que Jesús se encarnó, murió, resucito y ascendió a los cielos?
Normalmente solemos responder que para salvarnos, lo cual es verdad pero ¿será el fin último de la obra de redención?
Vivimos un cristianismo muy humanista, es decir, centrado en el hombre: los placeres del hombre, la comodidad del hombre, el hombre manda, Dios obedece, la ley de Dios es menospreciada, Dios debe amoldarse al hombre y no el hombre a Dios, etc.
Este cristianismo humanista se debe a que hemos perdido de vista que, aunque Cristo vino para salvarnos, nuestra salvación es por un propósito mayor a nosotros: la gloria de Dios
Entonces, estudiemos, en la sublime oración de Jesús la noche que fue entregado, a) el propósito de la glorificación de Jesús y b) sus beneficios para el creyente.

EL PROPÓSITO DE LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS

, — 1 Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti... 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
La noche está por llegar a su fin. La cena y el sermón han concluido. Casi es hora de ir al encuentro de Judas, el traidor. Pero, antes de partir rumbo al Getsemaní, Jesús ora por sus discípulos. ¡Oh, cuanto amó a los once! ¡Su alma ya era atormentada por la cruenta cruz, pero aun así seguía preocupándose por sus amados discípulos! ¡Y no solo por los once que en esa noche le escucharon, sino aún a todos los que más tarde creerían por el testimonio de ellos! ¡Qué sublime oración la de Jesús por sus discípulos!
Pero, antes de entrar de lleno a clamar por los suyos, Jesús ora por su propia glorificación. No es que él sea un egoísta y egocéntrico, pues de serlo nunca hubiera ido a la cruz. Sino que, quiere recordarnos que aún nuestra propia salvación tiene un fin más grande que nosotros mismos. No es el hombre en sí mismo lo que está en el centro del plan de salvación, sino la gloria de Dios.
O
Esto se nos enseña y recuerda en el inicio de la oración del Señor Jesús: Padre - clamó con toda confianza - la hora ha llegado, reconociendo así que el tiempo marcado por el soberano decreto de Dios para que diera Su vida en sacrificio por los pecadores había llegado. Habiendo declarado antes que su tiempo aun no había llegado (; ), ahora sin titubeos expresa que ya la hora ha llegado. Por lo cual pide diciendo “glorifica a tu Hijo”.
Jesús pide al Padre que le glorifique en esa hora (i.e. en ese tiempo). Jesús pide que, aunque en las próximas horas ha de ser menospreciado, golpeado, vituperado, burlado y herido por los hombres, el Padre le glorifique. No buscaba gloria de los hombres, sino del Padre (. ). Es la aprobación y el reconocimiento del Padre lo que Jesús pide. En su oración rogaba al Padre que le exaltará para que los hombres conocieran que, lejos de ser un maldito criminal muerto en la cruz, es en realidad el glorioso Hijo de Dios encarnado.
Pero, mirad cual es el propósito de Jesús en esta petición. Pide ser glorificado y dice “para que también tu Hijo te glorifique a ti”. En la búsqueda de ser glorificado Jesús no pierde de vista el glorificar al Padre. Ante los tormentos de la cruz - como en toda su vida y ministerio - una cosa hay en la mente de Jesús: dar gloria al Padre que le envío. El anhelo de su corazón es que su vida, muerte, resurrección y ascensión sean motivos de gloria al Padre.
¿Cómo ocurre esta mutua glorificación en la muerte de Cristo en la cruz?
Primero diremos, que Cristo es glorificado por el Padre, por medio de su crucifixión porque siendo esta el clímax y la consumación de su perfecta vida de obediencia al Padre, el Padre le recompensa dándole el reconocimiento que merece. En el verso 4 Jesús dice orando “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”. Ciertamente aun no había ido a la cruz, pero su llegada a ella era tan ciertísima que el Señor habla como si ya lo hubiese hecho. Y el dice algo así “Padre, he dedicado mi vida a darte gloria haciendo lo que tu mandaste, ahora dame gloria como a tu nivel (al lado tuyo), como tenía contigo desde antes en la eternidad”.
Es por su perfecta vida de obediencia y humillación, culminada y llevada a lo sumo en la cruz que el Padre glorifica al Hijo. lo expresa gloriosamente:
(RVR60) — 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (énfasis añadido)
Dice Pablo que la razón por la cual el Padre exaltó hasta lo sumo al Hijo es porque desde que se encarno fue obediente, y lo fue hasta morir en aquella horrenda cruz. Aquella cruz de humillación también es la cruz donde Cristo fue exaltado. Aquella cruz es donde el Señor Jesús despojó y exhibió públicamente a los principados y potestades, mostrando que aun en su debilidad el es más poderoso. Es por esa Cruz que el Padre dio al Hijo un nombre que es sobretodo nombre ante el cual toda rodilla se doblará y toda lengua le confesará como Señor. Dóblense hoy nuestra rodillas ante él y nuestras lenguas proclámenle como el Señor. No hay manera más adecuada para reconocer a al Jesús glorificado.
Ahora, el Padre es glorificado por el Hijo en la cruz, porque es en ella donde todos los gloriosos atributos del Señor brillan en su máximo esplendor. La Creación y Providencia nos muestran la gloria del Señor, pero comparado con la obra de Cristo en la cruz son solo pequeños destellos de luz.
Jesús pide que al ser llevado a la cruz y más tarde a la tumba sea glorificado por el Padre y, que en esta glorificación el Padre también sea glorificado, ¿cómo podría darse esto? Pues, reconociendo que si hay un lugar donde la gloria de Dios brilla en su máximo esplendor es en la cruz de Cristo. Las obras de Creación y Providencia manifiestan la gloria de Dios (), pero está gloria de Dios brilla en todo su poder en la cruz de Jesús, porque es en ella donde se manifiestan perfectamente su justicia y su gracia.
Es en la cruz donde los atributos del Padre se desvelan ante los ojos de los hombres para sorprendernos eternamente. Allí brilla Su sabiduría, pues es el punto crítico del Plan de redención; brilla su justicia, pues cuando Su Hijo cargo sobre sí el pecado de los suyos, el Padre no restringió ni minimizó el castigo que esos pecados merecían, derramó toda la copa de Su ira sobre Jesús. Brilla su santidad pues siendo tan santo que sus ojos no pueden ver el mal y consentirlo volteó la espalda a Cristo, dejándolo en el abandono; brilla su amor, pues de tal manera amo Dios al mundo que dio a su Unigénito para que todo aquel que en el cree no se pierda sino que tenga vida eterna. Y cuanto brilla su gracia, porque ese cuerpo fue partido, y esa sangre fue derramada, para que fuésemos “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” ()
Para explicarlo mejor permítaseme rápidamente ir a uno de los momentos del Antiguo Testamento donde encontramos una gran manifestación de la gloria de Dios:

5Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. 6Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; 7que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.a 8Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró. 9

(RVR60) — 5 Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. 6 Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; 7 que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación. 8 Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró.
Reina Valera Revisada (1960). (1998). (). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
En la cruz el Hijo es glorificado en el Padre, el Padre es glorificado en el Hijo: toda gloria es para Dios. El centro de la obra de redención es Dios. Hemos sido salvados para la gloria de Dios. Hemos sido escogidos, redimidos y sellados para alabanza de la gloria de Dios (,,). Entendamos entonces, hermanos, que el propósito más grande de nuestra salvación es que vivamos para la gloria de nuestro Trino y Uno Dios. Dios no nos salva para ponernos en el centro de sus planes, sino que nos salva para que tú y yo lo pongamos en el centro de los nuestros a Él. ¿Eres tú salvo? Tu vida debe estar dando frutos de alabanza y gloria al Dios de tu salvación. Es imposible pensar que alguien pueda ser salvado de tan grande mal, de tan grandiosa manera, por tan grandioso Ser y aun así no querer alabarle. Siendo salvos debemos vivir para la gloria de nuestro Salvador.
Cuando Dios le permitió a Moisés contemplar las espaldas de su gloria, lo hizo proclamando dos verdades acerca de sí mismo: que el es misericordioso sin igual (vv. 5-7a) y que es completamente justo (vv. 7b-8). Moisés conoció la gloria de Dios cuando el Señor le reveló cuan grande es misericordioso y justo es.
Ahora, esas fueron las espaldas de la gloria de Dios. En cambio, en la cruz , vemos la justicia de Dios derramándose en toda su plenitud sobre Jesús. Jesús bebió la copa de ira de Dios, la copa de su justicia, hasta la última gota. ¿Quieres ver que tan justo es Dios al castigar el pecado? Mira a Cristo en la cruz. Pero, además de ver la justicia de Dios, también en aquella cruz en el Calvario podemos ver la gracia en su máxima expresión: El inocente Hijo de Dios muriendo voluntariamente, en obediencia al Padre, para hacer posible la salvación de todos los que el Padre le dio.
Lo que Moisés vio en el monte por medio de una sombra, nosotros los vemos claramente en Jesús: toda la justicia y la gracia del Padre, al dar a su Hijo para salvar a sus escogidos.
Entonces, la vida, muerte, resurrección y ascensión del Mesías no nos tienen a nosotros en el centro. Sin embargo, nosotros somos terriblemente beneficiados por ello. El sacrificio de Jesús en el Monte Calvario para dar gloria al Padre, es el sacrificio que a nosotros nos asegura la vida eterna. Es por la obra de Jesús, aplicada por el Espíritu Santo, que podemos conocer al Padre y al Hijo, y esta es la vida eterna “que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.

LOS BENEFICIOS DE LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS PARA EL CREYENTE .

Dios no nos salva para ponernos en el centro de sus planes, sino que nos salva para que tú y yo lo pongamos en el centro de los nuestros a Él.
(RVR60) — 2 como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Aquí se nos deja ver algo sorprendente. Primero, el Señor Jesús dice que el Padre le ha dado autoridad sobre toda la humanidad (toda carne) para dar vida a los que el Padre ya le había dado. Esto es un vistazo al Pacto Eterno de Redención, donde el Padre promete al Hijo darle un grupo de personas de entre la humanidad caída para ser Su rebaño. En este Pacto obrado en la eternidad el Hijo promete dar su vida en propiciación por los que el Padre le dio para que ellos también gocen vida eterna.
Los redimidos, tal como lo vemos aquí son un regalo del Padre al Hijo. Y el Hijo da vida eterna a los que el Padre le dio. Ahora, nos preguntamos ¿en que consiste la vida eterna que les da? Jesús lo responde cuando dice “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Tal como Jesús lo enseña, la vida eterna se encuentra en conocer al Padre y al Hijo. Y es que no puede ser de otra manera: solo podemos conocer al Padre por medio del Hijo. Jesús, el Hijo de Dios es el Rey que nos lleva del reino de las tinieblas al reino de Dios; es el Profeta que en su persona, sus palabras y su obra nos revela el carácter y la voluntad del Padre; Jesús es el Sumo Sacerdote que se ofrece como sacrificio por nosotros para ser nuestro Camino al Padre.
Así pues, es Jesucristo y solamente Él quien hace posible que podamos gozar de la vida eterna porque es solamente por Él que podemos conocer al Padre. dice : El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Es por la fe en Jesucristo que podemos conocerle a Él y al Padre, y así gozar de vida eterna.
Es por Cristo, y solo por Él, que gozamos de vida eterna con el Padre y con el Hijo. La vida eterna esta apartada de los hombres, porque por cuanto todos pecaron están destituidos de la gloria de Dios (), condenados a la muerte () pero, somos justificados gratuitamente por su gracia por la redención () que es la dádiva en Cristo Jesús ().
En Cristo somos puestos en una nueva relación con el Padre. Siendo justificados por la fe tenemos paz con Dios (), somos adoptados como sus Hijos (), somos guiados y alumbrados por su Espíritu Santo, de tal manera que podemos conocerle de manera personal, como quienes gozan de la más bella y reconfortante compañía: la del Trino y uno Dios.
mos justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es en Cristo Jesús ().
Miren bien, hermanos y amigos míos. La vida eterna se encuentra en gozar del conocimiento personal de Dios el Padre y Dios el Hijo. Esto solo es posible por la obra del Espíritu Santo. Así que, la vida eterna se trata de una comunión personal con la gloriosa Trinidad. Pero esta comunión solo es posible cuando creyendo y descansando en la obra de Jesucristo a favor de los pecadores. dice : El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Es por la fe en Jesucristo que podemos conocerle a Él y al Padre, y así gozar de vida eterna.
Es por Cristo, y solo por Él, que gozamos de vida eterna con el Padre y con el Hijo. La vida eterna esta apartada de los hombres, porque por cuanto todos pecaron están destituidos de la gloria de Dios (), pero, somos justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es en Cristo Jesús ().
Así que, el propósito de nuestra salvación, por encima de todo es la gloria de Dios. Tú y yo hemos sido redimidos para la gloria de Dios. Nuestra salvación, comprada y ganada por Cristo Jesús tiene como propósito que nuestros corazones se vuelvan a Dios en eterna adoración. El fin último de nuestras vidas y nuestra salvación es que vivamos para glorificar a Dios y gozar de Él para siempre.
¿Das gloria a Dios por la vida eterna que tienes en Jesús? Solemos agradecer a Dios por muchas cosas, y eso es bueno. Agradecemos por la vida, por la salud, por la familia, por el sustento, por el trabajo, por la paz, etc. pero ¿agradecemos por la vida eterna? ¿agradecemos por habernos escogido para ser de Su Hijo? ¿agradecemos por darnos a Jesús? ¿Agradecemos por haber exaltado a su Hijo?
Las tinieblas de la muerte han sido exterminadas porque el Señor nos ha dado su luz para que podamos mirar Su gloria en Jesucristo.
Es por la fe en Jesucristo que podemos conocerle a Él y al Padre, y así gozar de vida eterna.

LA RAZÓN DE LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS

LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS PO
El sacrificio de Cristo en la cruz tenía como fin principal la gloria del Padre, pero el beneficio para nuestras vidas es que ahora nosotros podemos gozar de una relación con el Padre y con el Hijo por el Espíritu Santo. He aquí el más grande beneficio de nuestra redención, que somos reconciliados con Dios y ahora podemos gozar de una relación con él, y darle la gloria que solo Él merece.
La mayor bendición que puedes disfrutar de la vida eterna no son las calles de oro, ni el mar de cristal; tampoco las coronas o ver a los familiares que se adelantaron. La mayor bendición que gozamos como partícipes de la vida eterna es conocer intima y personalmente al Dios de la gloria y de nuestra salvación. No importa cual bendición recibamos de Dios, ninguna se compara con el poder tener comunión con él; comunión que tenemos en Cristo Jesús salvador nuestro.

Conclusión y aplicaciones

Oh, hermano,
Concluimos pues, en primer lugar, que la obra de redención efectuada por Jesús y aplicada por el Espíritu del Señor, no tiene al hombre en el centro sino a Dios mismo. El fin último de la redención es la gloria del Padre por medio de Jesucristo. Entonces:
La iglesia, que es una comunidad de pecadores redimidos debe mirar en primer lugar por la gloria de Dios que por la aprobación de los hombres. La pregunta no debe ser “¿será que esta actividad será atractiva para los hombres?” sino “será que esta actividad será agradable a los ojos de nuestro Dios?”; tampoco debemos decir “Este predicador/ esta predicación/ este culto no me gusto” sino deberíamos decir “¿Señor, este predicador/ esta predicación / este culto fue de tu agrado?”. Entendamos bien esto, hermanos, en última instancia a Quien debemos agradar y glorificar es solamente a Dios. A Dios la gloria y no a los hombres.
Recibiendo la vida eterna en Cristo y por Cristo, debemos procurar nuestra relación con Cristo. La vida eterna que tenemos en Cristo está ligada a nuestro conocimiento de Cristo; pues quien no conoce a Cristo no conoce al Padre. Ahora, siendo alumbrados con el conocimiento de Cristo y del Padre, participaremos y disfrutaremos más y mejor de la vida eterna en este tiempo en la medida que conozcamos más a Cristo. Busquemos pues a Cristo; procuremos conocerle cada vez más; gocemos de una íntima relación personal con Él.
Amigo mío, tu que viniste hoy sin conocer a Cristo. A menos que tu no conozcas a Cristo no conocerás la vida eterna. Pero la promesa es hermosa “el que cree en el Hijo tiene vida eterna”. Lo único que tienes que hacer es creer. No seas de los que necesitan ver para creer; cree para que puedas ver. Deposita tu entera confianza para salvación en Jesús y ruega al Padre que te permita conocerle en su Hijo. Pero clama por la vida eterna con esta confianza: que el cree en el Hijo tiene vida eterna. Cree hoy en el Hijo y tu también hoy verás la vida eterna.
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