Ministerio de la reconciliacion
RECONCILIACIÓN. Habiéndose alejado el hombre de Dios su Creador al desobedecerlo, la justicia y santidad de Dios debían ser vindicadas. El Señ or rompió la comunión con el pecador (Gn. 3:23–24), juzgando un mundo lleno de violencia por el pecado en el Diluvio (6:5–7) y dejando tras Babel que las naciones siguieran sus propios caminos (11:8–9). Para Israel, es en la expiación que se muestra la posibilidad de la reconciliación. Se trata de una propiciación: una vez que se había hecho expiación por el pecado, y la sangre de la víctima estaba sobre el propiciatorio, la Ley quedaba cumplida, la justicia satisfecha y vindicada, y Dios podía libremente exhibir Su misericordia y amor. El propiciatorio (véase PROPICIATORIO) es el único lugar dado en el que Dios se puede encontrar con Aarón, que representa a todo el pueblo (Éx. 25:22). El gran Día de la Expiación expresaba así de una manera simbólica y profética la gran amnistía que se proclamaría un día con la venida del Mesías (Lv. 16).
«Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (2 Co. 5:19). Por la cruz, Cristo quitó el pecado, destruyó la enemistad, estableció la paz y reconcilió a los hombres (judíos y paganos), no sólo con Dios, sino también entre ellos (Ef. 2:16). La reconciliación operada en el Calvario tuvo efectos hasta en el cielo (Col. 1:20–22; Ef. 1:10). Es el mismo Jesucristo que pagó el precio de nuestra reconciliación, la paga del pecado que demandaba la vindicación de la justicia divina para mantener Su santidad. Desde entonces puede tomar la mano del pecador arrepentido, y ponerla en la del Dios de santidad y de amor con toda justicia (cfr. Ro. 3:23–25).
Sin embargo, es de todo punto necesario que el rebelde reconozca su culpa y que acepte «ser reconciliado con Dios». En efecto, ¿cómo podrán reconciliarse con Dios los que pretenden «no haber hecho nunca nada malo»? El corazón de Israel era «falso y rebelde» (Jer. 5:23), y somos todos por naturaleza «hijos de desobediencia» (Ef. 2:2–3). Es una gracia suprema saber que «siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo» (Ro. 5:10). Y este acto no pertenece sólo al pasado: el que cree de corazón en Jesucristo, obtiene la reconciliación de una manera actual y presente (vv. 10–11).
Además, Dios confía a los creyentes «el ministerio de la reconciliación». Hace de ellos embajadores de Cristo, que suplican a los hombres en todo lugar que se reconcilien con Él (2 Co. 5:18–20). No se trata de una simple proclamación de una salvación universal que todos los hombres ya posean. La reconciliación es para todos aquellos que no rechacen la provisión de Dios para su salvación. El hecho trágico es que son muchos los que no dan la respuesta de obediencia de fe a Dios en Cristo, y de los que, por tanto, se puede decir que permanece la ira de Dios sobre ellos (cfr. Jn. 3:36 y Mt. 23:37).
Y todo esto proviene de Dios
Quien nos reconcilio
y nos dio el ministerio de la reconciliacion
Dios estaba en Cristo
Reconciliando consigo mismo
No tomándoles en cuenta
Somos embajadores en nombre de Cristo
EMBAJADOR. Hay tres palabras hebreas que tienen el sentido de embajador: (1) malʾāk, que significa mensajero, o ángel (2 Cr. 35:21 «mensajero» RV60); (2) ṣîr, que significa enviado o mensajero (Jos. 9:4 «embajador» RV60); (3) mēlîṣ, que significa intérprete o embajador, como participio hifil de lûṣ (2 Cr. 32:31 «mensajero» RV60). Hablando en forma general, eran oficiales temporales elegidos de entre los servidores de la corte para representar a un rey o gobernante.
Lo más importante en cuanto a esta palabra es el uso que le da el NT. «Embajador» es la traducción de la palabra griega presbeuō, la que aparece en dos lugares (2 Co. 5:20; Ef. 6:20). Una palabra de la misma raíz, presbeia, aparece en Lc. 14:32, y su significado es «embajada». Las palabras griegas presbeuō y presbeutēs se usaban para designar al embajador del emperador. En consecuencia, las palabras de Pablo de 2 Co. 5:20, «Así que, somos embajadores en nombre de Cristo», colocan al ministro cristiano como representante del Rey de reyes, y entregando un mensaje que es la voz misma de Dios.