EL TERCER MANDAMIENTO

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s. Así ora Pablo: que “seáis capaces de comprender… el amor de Cristo”, que tengan capacidad del alma. Capacidad del corazón. Capacidad de la mente. Dios danos esto, ésa es nuestra oración.
Romanos 5.5 LBLA
y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado.
Por eso es que Pablo dice, en que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado”. Sin el poder divino del Espíritu Santo, no podremos experimentar el amor de Dios. Por eso, la semana pasada hice una pausa para orar, a fin de que Dios nos diera esta capacidad y derramara, así, el Espíritu Santo en nuestros corazones, para ayudarnos a experimentar el amor de Dios.
Por eso es que Pablo dice, en que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado”. Sin el poder divino del Espíritu Santo, no podremos experimentar el amor de Dios. Por eso, la semana pasada hice una pausa para orar, a fin de que Dios nos diera esta capacidad y derramara, así, el Espíritu Santo en nuestros corazones, para ayudarnos a experimentar el amor de Dios.
Amado suficiente para ser librado de mí mismo
La pregunta que presenté la semana pasada fue: ¿Por qué la Biblia revela el amor de Dios por nosotros (incluyendo cómo nos engrandece y se deleita en nosotros y se regocija por nosotros), por qué la Biblia revela el amor de Dios como una manera de llamar la atención hacia su propia gloria?
La respuesta es que si Dios no lo hiciera de así, tendríamos más tendencias a amar a Dios como un medio sutil de autoexaltación. Usaríamos su amor para convertirnos en el fundamento más profundo de nuestro gozo. Dios se volvería un siervo de nuestro ego esclavizado. Tomaríamos lo más precioso de nosotros a Dios y lo más precioso de nosotros lo convertiríamos en nuestro dios.

Dios nos engrandecerá

Pero, argumenté, Dios nos ama tanto (somos tan preciosos para él), que no dejará que eso le suceda a su pueblo. Somos tan preciosos para Dios, que Dios, con gran misericordia, no permitirá que lo mejor de nosotros se vuelva nuestro dios. Dios se asegurará de continuar siendo nuestro dios, de que nuestro tesoro supremo no seamos nosotros mismos, sino él.
De hecho, pasaremos toda la eternidad siendo engrandecidos por Dios. Pero Dios trabajará tanto en nosotros, que lo más profundo de nuestro gozo será saber que él mismo es el tipo de Dios (el tipo de Dios infinitamente lleno de gracia), quien puede deleitarse en nosotros y lo hace. “Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén” (). Dios mismo será el comienzo, el centro, y el fin de nuestra felicidad perfecta.
Y como él les ama de esta forma tan particular, tenemos razones para creer que estos próximos ocho meses serán un tiempo de bendiciones extraordinarias en la vida de esta iglesia, y en nuestras vidas personalmente como parte de esta iglesia. Por tanto, permítanme llevar un poco más lejos este mensaje, y darles una razón adicional para creerlo así y para orar, con expectativa, por esas bendiciones.

Un doble propósito para amarnos de esta manera

Vayamos a . Éste es el vínculo con la semana pasada. En estos seis versículos, Pablo describe, al menos, cuatro maneras en que Dios nos ama. Y al decir “nos”, me refiero a todas las personas llenas de pecado, quebrantadas, quienes han visto necesidad de un Salvador, y han aceptado a Jesús como su nuestra única esperanza de perdón y como su nuestro único Tesoro que todo lo satisface. Y además de describir cuatro formas en que Dios nos ama, él nos da un doble propósito para amarnos de esa manera. Este doble propósito, (el cómo y el por qué) nos da aun más razones para creer que Dios está planeando derramar una bendición inusual en Bethlehem en los próximos ocho meses.
1. Para que no nos jactemos
Primero, notemos el doble propósito de Dios al amarnos como lo hace. La primera mitad del doble propósito está en el versículo 29: “… para que nadie se jacte delante de Dios”. El propósito por el cual Dios nos ama como lo hace es para que nadie se jacte delante de él. En otras palabras, Dios nos ama, y nos ama tanto que no nos dejará disminuir ese amor al exaltarnos en su presencia. No nos dejará arruinar la gloriosa experiencia de ser amados, convirtiendo el amor de Dios por nosotros en una razón para jactarnos.
2. Así que nos gloriamos en Jesús
Más bien (esta es la segunda mitad del doble propósito por el cual Dios nos ama en estos versículos). Versículo 31: Nos ama así: “… para que, tal como está escrito: El que se gloria, que se gloríe en el Señor”. En otras palabras, el versículo 29 nos dice que su propósito es que no nos jactemos en nosotros mismos, y el versículo 31 nos dice que su propósito es que nos gloriemos (jactemos) en el Señor.
Así que esto es lo que vimos la semana pasada: Dios nos ama más de lo que pudiéramos haber soñado, y parte de lo que hace que ese amor sea tan grande es que ese amor nos impide que nosotros mismos seamos nuestro motivo de gloria. Y ese amor nos garantiza que Dios mismo será nuestro gozo supremo. “El que se gloria, que se gloríe en el Señor”. Éste será nuestro gozo por todos los siglos: gloriarnos en el Señor, no en nosotros mismos. El amor de Dios velará por que así sea.
Cuatro formas en que Dios les ama
Ahora, enfoquémonos en las cuatro maneras en que Dios nos ama en estos versículos. En resumen, son: 1) Dios nos escogió; 2) Dios nos llamó; 3) Dios nos puso en Cristo; 4) Dios hizo que Cristo fuera nuestra sabiduría, justicia, santificación, y redención. Veamos una manera a la vez.
1. Dios les amó a escogerles.
Versículos 27–28: “Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es”.
El único otro lugar donde Pablo utiliza esta palabra, “escogido”, es : “[Dios] nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. En amor. Nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo”. Así que lo que Pablo está diciendo en es que antes de que fuéramos creados, Dios nos vio en nuestro pecado y rebelión, y en su gracia nos dio su favor, y ese favor en nada dependió de nosotros. Pablo, en , lo llama la “elección de la gracia”.
Este amor que elige es absolutamente incondicional. Aun no habíamos sido creados. Y sabemos que él nos vio como inmerecedores cuando nos escogió, porque la bendición de nuestra elección tuvo que venir mediante Jesucristo (). Cuando nos escogió, en sus ojos necesitábamos un redentor. ¡Maravíllese! Si usted es un creyente en Jesús, Dios le amó desde antes que existiera el mundo, y le escogió como su posesión, con todos los beneficios bíblicos y todas las emociones bíblicas que ello implica.
2. Dios le amó al llamarles.
Versículo 26: “Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento” ¿A qué se refiere Pablo? ¿A sus trabajos? ¿A ser carpinteros? ¿Ama de casa? ¿Maestro? No. Se refiere a la obra de Dios al llamarles para que vinieran a él de las tinieblas a la luz, de muerte a vida. En los versículos 22–24 puede ver claramente el significado de este llamamiento:
Porque en verdad los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles; mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.
Así que en estos versículos tenemos tres grupos de personas: los judíos, los griegos, y “los llamados”. O para ser más precisos, los judíos no-llamados, los griegos no-llamados, y los llamados, entre los judíos y los griegos. ¿Y cuál es la diferencia? Los judíos no-llamados ven al Cristo crucificado como a una piedra de tropiezo (versículo 23). Los griegos no-llamados ven al Cristo crucificado como necedad (versículo 23). Pero “los llamados”, judíos y griegos, ven al Cristo crucificado como “poder de Dios y sabiduría de Dios”.
Esto significa que el llamamiento es la obra de Dios abriendo nuestros ojos para ver a Cristo como verdadero y poderoso y sabio y hermoso e irresistible, de modo que le recibamos para salvación. El llamamiento de Dios es su mandamiento que da vida: ¡Ven! Si hoy usted es creyente, así es como fue salvado. Dios le llamó desde las tinieblas a su luz admirable. Su llamamiento fue efectivo. Produjo en usted para lo cual fue llamado.
Fue como la efectividad de una orden que alguien usa para despertarle de un sueño profundo. Usted se inclina sobre su oído mientras aun duerme, y grita: ¡Despierta! Y como un rayo se levanta. La persona no escuchó el mandamiento y se preguntó si debía despertar o no. El mandamiento produjo lo que ordenó: ¡Despierta! Así es como Dios nos resucita de la muerte espiritual. Y sólo Dios puede hacerlo. Y lo hizo por usted. Así fue como le amó. dice que fue por el “gran amor” de Dios que él nos dio vida cuando estábamos muertos. Usted estaba a punto de caer dormido en el infierno, y Dios le despertó para que viera la fealdad del pecado y la belleza del gran Salvador. Él le amó con un “gran amor”.
3. Dios le amó al ponerle en Cristo.
Versículo 30: “Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús”. Literalmente, “de él, o a causa de él, ustedes están en Cristo Jesús”. La idea es simplemente que estamos unidos a Cristo, y es así porque Dios lo hizo. Él nos escogió. Entonces nos llamó. Y al llamarnos, nos unió a Cristo. Fue un gran acto de amor. Usted no hubiera podido hacerlo por sí mismo. Sólo Dios puede injertarle en la vida de su Hijo. Él determinó hacerlo desde antes de la creación. Le llamó hacia eso. Y lo hizo. Usted está aquí, hoy, en unión con Cristo, a causa del amor de Dios que le puso en Cristo y le mantiene en Cristo ().
Ahora, ¿cuál es el efecto de esa unión con Cristo?
4. Dios le amó al hacer de Cristo su sabiduría, su justicia, su santificación, y su redención.
Versículo 30: “Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención”. Por esto es que Dios es tan amoroso al ponernos en Cristo, porque en unión con Cristo, Cristo mismo se convierte en nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación, y nuestra redención. Me gustaría tomar cada uno de estos aspectos y explicar cómo Jesús se convierte en cada uno de ellos para nosotros, pero mi enfoque hoy es diferente. Es suficiente decir que todo lo que usted necesita para un pasaje a salvo por esta vida hasta la vida eterna y al gozo eterno con Dios, lo tiene en Jesús. Él se ha convertido, para usted, en todo lo que usted necesita. Dios le ha amado así. Cristo le ha amado así.
Ahora, hemos visto cómo Dios nos ama y por qué nos ama así. Nos ama por 1) escogernos para sí mismo, por 2) llamarnos para sí mismo, por 3) unirnos a Cristo, y por 4) hacer que Cristo sea todo lo que necesitamos. Y el doble propósito de amarnos así era “para que nadie se jacte delante de Dios” (versículo 29), y “para que, tal como está escrito: El que se gloria, que se gloríe en el Señor” (versículo 31). Dios nos ha escogido en todas estas formas -Dios nos ha engrandecido- de modo que nos regocijaremos engrandeciéndole a él eternamente.
Dios está listo para derramar bendiciones
Ahora, vea cómo este texto se convierte en una razón más para creer que Dios está planificando derramar bendiciones inusuales en Bethlehem durante los siguientes ocho meses. Hasta ahora hemos dejado fuera todo el énfasis del texto -a saber, que Dios se glorifica, regularmente, al dejar de lado el poder humano a fin de engrandecer el suyo propio. Al dejar de lado la sabiduría humana a fin de magnificar la suya. Al dejar de lado el honor humano a fin de magnificar el suyo. Usted lo puede ver claramente en los versículos 26–28:
Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento; no hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es.
Ésta es una forma de aplicar este texto a nuestra situación. Cualquiera que fuera la sabiduría o la fortaleza o el honor que yo pudiera traer a este púlpito, quizás, en algunos momentos, ella misma entorpece el camino para la más plena bendición de Dios. Quizás sea el propósito de Dios que las bendiciones que tiene para esta iglesia lleguen a un nivel mucho más elevado en mi ausencia que en mi presencia.
La ausencia de ocho meses de M’Cheyne
Esta semana escribí el artículo Prueba y Ve, sobre Robert Murray M’Cheyne, quien tomó ocho meses de descanso de su parroquia escocesa en 1839. Mientras batallaba entre si irse o no, escribió una carta.
En ocasiones pienso que una gran bendición puede llegar a mi pueblo en mi ausencia. A menudo Dios no nos bendice cuando estamos en medio de nuestras labores, para que no podamos decir, “Mi mano y elocuencia lo lograron.” Él nos lleva hacia el silencio, y entonces derrama “una bendición tan grande que no hay espacio para recibirla”; a fin de que todos los que la vean puedan exclamar: “¡es el Señor!” Andrew Bonar, Memoir and Remains of Robert Murray M’Cheyne [Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1966], p. 85)
Después de que M’Cheyne pidiera a William Burns, el hijo del pastor en Kilsyth, que tomara su púlpito mientras estaba fuera estos seis meses, le escribió;
Espero que seas mil veces más bendito entre ellos de lo que yo lo he sido alguna vez. Quizás hay muchas almas que nunca habrían sido salvas bajo mi ministerio, quienes podrán ser tocadas por el tuyo; y Dios ha usado este método para traerte hacia mi lugar. Su nombre es Admirable. (p. 89)
Y lo más sorprendente es que el Señor lo hizo. El avivamiento vino a su iglesia en Dundee en agosto, cuando M’Cheyne estaba muy enfermo en Turquía. Su biógrafo escribió:
Dos días después [de que el avivamiento llegara a Kilsyth], el Espíritu comenzó a obrar en [la iglesia de M’Cheyne] San Pedro, durante el servicio de oración de la iglesia, en una forma similar a Kilsyth. Día tras día, las personas se reunían para orar y escuchar la palabra; y el tiempo de los apóstoles parecía haber retornado, cuando el “el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos”. (p. 109)
M’Cheyne regresó a su congregación en noviembre de 1839, y sirvió fielmente allí hasta su muerte a la edad de 29, en Marzo de 1843.
Una oración por estos ocho meses
Terminé el artículo con una oración que oraré por ustedes (más o menos así) cada día.
¡Oh Señor!, muestra, como a menudo haces, tu gran poder en mi ausencia. Envía un poderoso avivamiento que resulte en cientos de personas viniendo a Cristo, que elimine las antiguas enemistades, que reconcilie y renueve matrimonios, que resulte en el regreso de los hijos alejados, en la conquista de la esclavitud de muchos años al pecado, en el reemplazo de durezas espirituales por gozo vibrante, la fe débil siendo reemplazada por el testimonio audaz, el desinterés en la oración por la intercesión ferviente, la lectura aburrida de la Biblia por la pasión de la Palabra, el desinterés por las misiones globales por el vigor por el nombre de Cristo entre las naciones, y la adoración indiferente por el celo por la grandeza de la gloria de Dios.
Señor, cuando Gedeón tenía miles de hombres, tú dijiste: “El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que yo entregue a Madián en sus manos; no sea que Israel se vuelva orgulloso, diciendo: “Mi propia fortaleza me ha librado” ” (). Tú deshiciste su ejército hasta dejarlo en 300, y con ésos, conquistaste a los pueblos del Oriente que cubrían la tierra como langostas y que tenían tantos camellos como la arena del mar ().
¡Oh Señor!, toma a los 300 poderosos de Bethlehem y bendice a esta iglesia más allá de lo que hayamos imaginado. En el nombre de Jesús. Amén.
Ésta será mi oración en los meses que se avecinan. Y mi corazón estará lleno de amor y de anhelo por verles de nuevo.
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