El placer de Dios en el bien de su pueblo
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Introducción
Introducción
La paz
Eliminaré por completo todo
de la faz de la tierra—declara el Señor.
Eliminaré hombres y animales,
eliminaré las aves del cielo
y los peces del mar,
y haré tropezar a los impíos;
extirparé al hombre de la faz de la tierra—declara el Señor.
Extenderé mi mano contra Judá
y contra todos los habitantes de Jerusalén;
cortaré de este lugar al remanente de Baal
y los nombres de los ministros idólatras junto con sus sacerdotes;
a los que se postran en las terrazas
ante el ejército del cielo,
a los que se postran y juran por el Señor
y juran también por Milcom,
a los que han dejado de seguir al Señor,
y a los que no han buscado al Señor ni le han consultado.
¡Calla delante del Señor Dios!,
porque el día del Señor está cerca,
porque el Señor ha preparado un sacrificio,
ha consagrado a sus invitados.
Y sucederá que en el día del sacrificio del Señor
castigaré a los príncipes,
a los hijos del rey
y a todos los que visten ropa extranjera.
Aquel día castigaré
a todos los que saltan sobre el umbral,
a los que llenan la casa de su señor
de violencia y de engaño.
Y habrá aquel día—declara el Señor—
gritos de auxilio desde la puerta del Pescado,
y gemidos desde el segundo distrito,
y gran estruendo desde las colinas.
Gemid, habitantes del Mortero,
porque será silenciado todo el pueblo de Canaán,
exterminados todos los que pesan plata.
Y sucederá en aquel tiempo
que yo escudriñaré a Jerusalén con lámparas,
y castigaré a los hombres
que reposan como el vino en sus heces,
los que dicen en su corazón:
“Ni bien ni mal hará el Señor.”
sofonías 1.2-12