LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO
La resurrección de Jesucristo es ese momento central de la historia humana que sirve como doctrina fundamental del cristianismo. Su resurrección valida su identidad como divino Hijo de Dios, demuestra su victoria irrevocable sobre la muerte y la tumba, y asegura tanto la salvación presente como la futura resurrección física de los creyentes.
CINCO AFIRMACIONES Y UNA PREGUNTA DE JESUCRISTO QUE CONFRONTAN LO GENUINO DE TU FE.
BOSQUEJO:
INTRODUCCIÓN
La resurrección de Jesucristo es ese momento central de la historia humana que sirve como doctrina fundamental del cristianismo. Su resurrección valida su identidad como divino Hijo de Dios, demuestra su victoria irrevocable sobre la muerte y la tumba, y asegura tanto la salvación presente como la futura resurrección física de los creyentes.
1. Él es la Resurrección
Esta es la quinta en una serie de siete grandes declaraciones de Jesús que comienzan con la frase “Yo soy” (vea 6:35; 8:12; 10:7, 9; 10:11, 14).
Es verdad que, en los días de Jesús, los saduceos todavía se negaban a creer en ninguna vida después de la muerte. Pero los fariseos y la gran mayoría de los judíos sí creían. Decían que, en el momento de la muerte, los dos mundos, el del tiempo y el de la eternidad, se encontraban y se besaban. Decían que los que morían veían a Dios, y se negaban a llamarlos los muertos; los llamaban los vivos. Cuando Marta contestó a la pregunta de Jesús, dio testimonio de la cima más elevada de la fe que había escalado su nación.
Jesús dijo de pronto algo que le daba a esa fe una nueva realidad y un nuevo significado. «Yo soy la Resurrección y la Vida —le dijo Jesús—. El que crea en Mí, vivirá aunque haya muerto; y todos los que estén vivos y crean en Mí, no morirán nunca.»
¿Qué quería decir exactamente? El pensamiento de toda una vida no bastaría para revelar todo su contenido; pero debemos intentar captar todo lo que podamos.
Una cosa está clara, y es que Jesús no estaba pensando en términos de la vida física; porque, hablando humanamente, no es verdad que los que creen en Jesús no se mueren nunca. Los cristianos experimentan la muerte física tanto como los que no lo son. Debemos buscar un significado más que físico.
(i) Jesús estaba pensando en la muerte del pecado. Estaba diciendo: «Aunque una persona esté muerta en el pecado; aunque, por sus pecados, haya perdido todo lo que hace que la vida merezca llamarse vida, Yo puedo hacer que vuelva a estar viva otra vez». Es un hecho que eso es totalmente cierto
En Jesús mismo reside el poder de dar la resurrección física y la vida espiritual (1:4; 5:21, 24–26), una vida que comienza ahora (3:15–16) y anticipa la eternidad (5:28–29).
Jesús había enseñado en frecuentes ocasiones la resurrección futura (6:39), pero aquí significa más que ello, como que Lázaro está ahora vivo.
Es como si el Señor hubiese dicho: «No me comprendes, Marta. No me refería a que Lázaro resucitará en el último día. Yo soy Dios, y tengo en Mis manos el poder de la resurrección y de la vida. Puedo resucitar a Lázaro ahora mismo de los muertos, y lo voy a hacer». Entonces el Señor miró adelante al tiempo en que todos los verdaderos creyentes serían resucitados. Esto tendrá lugar cuando el Señor Jesús vuelva a llevarse a Su pueblo al cielo.
Jesús levantará a los muertos en la resurrección futura de la que hablaba Marta. Pero también iba a resucitar a su hermano inmediatamente. El Señor la llamó a confiar en Él como el único que tiene poder sobre la muerte.
2. Él es la Vida
aquí significa más que ello, como que Lázaro está ahora vivo.
Jesús estaba pensando también en la vida venidera. Él trajo la certeza de que la muerte no es el final. Las últimas palabras de Eduardo III el Confesor fueron: «No lloréis. Yo no me voy a morir. Al dejar la tierra de los que mueren, confío en ver las bendiciones del Señor en la tierra de los que viven». Llamamos a este mundo la tierra de los vivientes; pero sería más correcto llamarlo la tierra de los murientes. Por Jesucristo sabemos que vamos de camino, no hacia el ocaso, sino hacia el amanecer; sabemos que la muerte es una puerta en el firmamento, como ha dicho Mary Webb. En el sentido más auténtico, no vamos de camino hacia la muerte, sino hacia la vida.
3. El que cree en Él aunque muera vivirá
quien confíe en Cristo pueda decir exultante: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Co. 15:55).
Creer “esto” es creer lo que Él dice de sí mismo; luego, es creer “en Él”. Una cosa es oír, razonar y argumentar sobre algo; otra bien diferente es creerlo, aceptarlo, confiar en ello. Creer es recibir, asir, disfrutar la realidad y el poder, con todo lo que implica en alegría, consuelo, paz y esperanza. La medida de nuestra creencia —que no la medida de nuestras posesiones— sigue siendo la medida para disfrutar la resurrección y la vida, porque la fe más pequeña tiene completamente a Jesús, quien es estas cosas (The Interpretation of St. John’s Gospel [Interpretación del Evangelio de San Juan] [Reimpresión; Peabody: Hendrickson, 1998], p. 803).
Anticipa el propósito declarado de Juan al escribir su Evangelio: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (20:31).
apothnëskö (muerte física es lo que significa aquí).
El que cree en Jesús aunque esté muerto físicamente, vivirá porque Él lo levantará en el día postrero (5:21, 25–29; 6:39–40, 44, 54). Y como todo aquel que vive y cree en Él tiene vida eterna (3:36; 5:24; 6:47, 54), no morirá eternamente en lo espiritual
pues la muerte física no puede extinguir la vida eterna.
4. Todo el que vive y cree en Él, no morirá jamás.
La muerte del creyente resulta en vida nueva. De hecho, la vida de un cristiano es de una calidad tal, que no morirá espiritualmente, sino que tiene vida eterna (3:16; 5:24; 10:28) y el fin de la vida física es sólo un sueño para su cuerpo, hasta que resucite a la vida verdadera. En la muerte, la parte espiritual de un creyente, el alma, se va para estar por siempre con el Señor (cf. 2 Co. 5:6, 8; Fil. 1:23).
¡Qué precisas verdades nos han sido dadas como resultado de la muerte de Lázaro! Dios saca dulzura de la amargura y da diadema en lugar de cenizas. Luego, el Señor le preguntó con toda intención, para probarle la fe: ¿Crees esto?
5. ¿Crees ésto?
27 Ella le dijo*: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene al mundo.
Confesó que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios, que los profetas habían predecido que había de venir al mundo. ¡Y deberíamos observar que hizo esta confesión antes que Jesús levantase al hermano de ella de los muertos, y no después!
Con el reto de Jesús a Marta —¿Crees esto?—, no le estaba preguntando si creía que estaba a punto de resucitar a su hermano. El Señor la estaba llamando personalmente a creer que solo Él era la fuente del poder de la resurrección y la vida eterna.
Marta declaró enfáticamente (el texto griego tiene el pronombre personal, además del verbo) tres verdades vitales sobre Jesús: como Andrés (1:41), confesó que Él era el Cristo o Mesías; como Juan el Bautista (1:34), Natanael (1:49) y los discípulos (Mt. 14:33), afirmó que era el Hijo de Dios; finalmente, como lo predecía el Antiguo Testamento (cp. Is. 9:6; Mi. 5:2), se refirió a Él como el que ha venido al mundo, el libertador enviado por Dios (Lc. 7:19–20; cp. Jn. 1:9; 3:31; 6:14).