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Introducción
Introducción
El placer de Dios en el bien de Su pueblo
Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.
El SEÑOR tu Dios está en medio de ti,
guerrero victorioso;
se gozará en ti con alegría,
en su amor guardará silencio,
se regocijará por ti con cantos de júbilo.
La ambientación del libro de Sofonías
De acuerdo con Sofonías 1:1, “Palabra del SEÑOR que vino a Sofonías, hijo de Cusi […] en los días de Josías, hijo de Amón, rey de Judá”, Josías empezó a gobernar en Judá aproximadamente 80 años después de que el reino septentrional de Israel fue arrasado por los invasores asirios.
Durante estos 80 años el reino meridional de Judá no aprendió la lección del reino septentrional y se hundió más y más en el pecado y en la rebelión contra la ley de Dios.
En el decimoctavo año del reinado de Josías, el sacerdote Hilcías encontró en el templo una copia del libro de la ley que se había ignorado durante décadas. Cuando el sacerdote se lo leyó al rey, Josías quedó destrozado. Se humilló ante el Señor, rasgó sus vestidos y lloró (2 Reyes 22:19).
Durante los 13 años siguientes Josías realizó en Judá una reforma extraordinaria basada en la ley de Dios. Renovó el pacto entre Dios y su pueblo (2 Reyes 23:3). Sacó del templo todas las vasijas de Baal y de Asera y las quemó en los campos del Cedrón (23:4). Quitó a los sacerdotes idólatras (23:5). Derribó las casas de los dedicados a la prostitución (23:7). Quitó los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol y prendió fuego a los carros del sol (23:11). Restituyó la Pascua judía que se no se había celebrado desde la época de los jueces (23:22).
Así era la época de Sofonías de acuerdo con las descripciones de 1:1. Por lo tanto, cuando leemos este pequeño libro, lo podemos considerar como parte del llamamiento a la reforma que Josías estaba realizando. No cabe duda de que el profeta y el rey colaboraron para intentar volver a acercar el pueblo a Dios. ¿Cómo predicaba Sofonías? ¿Qué tipo de sermones inspira Dios cuando su pueblo necesita renovación y reforma?
Advertencia Acerca de la Ira Venidera del Señor
Todo el capítulo 1 es una advertencia para Jerusalén y una predicción del día de la ira venidera del Señor. Versículos 2–4:
Eliminaré por completo todo
de la faz de la tierra —declara el SEÑOR.
Eliminaré hombres y animales,
eliminaré las aves del cielo
y los peces del mar,
y haré tropezar a los impíos;
extirparé al hombre de la faz de la tierra —declara el SEÑOR.
Extenderé mi mano contra Judá
y contra todos los habitantes de Jerusalén;
cortaré de este lugar al remanente de Baal
y los nombres de los ministros idólatras junto con sus sacerdotes;
¿Por qué era tan ardiente la ira de Dios?
• Versículo 8: los príncipes y los hijos del rey llevaban ropa extranjera, queriendo ser como las otras naciones que no conocían a Dios.
• Versículo 9: los criados llenaban las casas de sus señores de violencia y de engaño.
• Versículo 12: los hombres se condensaban en sus heces, eran como el poso del vino rancio, diciendo en sus corazones: “Ni bien ni mal hará el SEÑOR.” Dios había dejado de ser una realidad práctica en sus vidas.
Un Llamado al Arrepentimiento
Luego, en el capítulo 2, después de la primera advertencia, se nos presenta un llamado ardiente al arrepentimiento. Puede que todavía quede algo de esperanza, por lo menos para los que se arrepienten. Versículos 1–3:
Congregaos, congregaos,
oh nación sin pudor, antes que entre en vigencia el decreto
(como tamo pasa el día),
antes que venga sobre vosotros
el ardor de la ira del SEÑOR,
antes que venga sobre vosotros
el día de la ira del SEÑOR. Buscad al SEÑOR,
vosotros todos, humildes de la tierra
que habéis cumplido sus preceptos;
buscad la justicia, buscad la humildad.
Quizá seréis protegidos
el día de la ira del SEÑOR.
Aun si los humildes de la tierra no puedan evitar la ira final de Dios, por lo menos tal vez serán protegidos cuando llegue el día terrible del Señor.
Advertencia a las Naciones que Están Alrededor
Luego, en 2:4–15, Sofonías formula desdichas y advertencias no solamente para Judá y Jerusalén, sino también para las naciones del mundo que los rodean:
• Al Oeste están las ciudades de Filistea, Gaza, Ascalón, Asdod, Ecrón, y la tribu de los cereteos (verss. 4–7).
• Al Este están las tierras de Moab y Amón (verss. 8–11).
• Al Sur están los etíopes (vers. 12).
• Al Norte está la terrible Asiria (verss. 13–15).
El juicio va a llegar a todo el mundo que los rodea. Tal vez el versículo 10 lo explica de la mejor manera: “Esto tendrán ellos como pago por su orgullo, porque han afrentado y se han engrandecido sobre el pueblo del SEÑOR de los ejércitos.” El motivo principal de un juicio universal es el orgullo humano.
Última Acusación a Jerusalén
Sin embargo, para que el pueblo de Jerusalén no se complazca con el juicio de las naciones, Sofonías vuelve a hablar de ellos, y en 3:1–8 hay una última acusación a Jerusalén. Versículos 1–2:
Ay de la rebelde y contaminada,
la ciudad opresora! No escuchó la voz,
ni aceptó la corrección.
No confió en el SEÑOR,
ni se acercó a su Dios.
Un Cambio Sorprendente
Luego, cuando termina la acusación, como ocurre muy a menudo en los profetas, hay un cambio sorprendente. Junto a la destrucción causada por su ira, Dios agrega el poder de su amor para recrear. Al parecer, en vez de la emanación universal de su ira, Dios va a realizar dos grandes actos de misericordia descritos en 3:9–20.
1. La Promesa de un Despertar Mundial
Realizará un despertar mundial, para que los pueblos de todas las naciones se dirijan hacia él. Versículo 9:
En ese tiempo daré a los pueblos labios puros,
para que todos ellos invoquen el nombre del SEÑOR,
para que le sirvan de común acuerdo.
Eso quiere decir que Dios no se complace simplemente con destruir los pueblos de todo el mundo. Su propósito es el de ser Señor de todas las naciones. ¿Cómo puede ocurrir eso? Miren cómo acaba el versículo 8 y cómo empieza el 9:
porque mi decisión es reunir a las naciones,
juntar a los reinos,
para derramar sobre ellos mi indignación,
todo el ardor de mi ira;
porque por el fuego de mi celo
toda la tierra será consumida.
9) En ese tiempo daré a los pueblos labios puros,
para que todos ellos invoquen el nombre del SEÑOR,
para que le sirvan de común acuerdo.
¿En qué manera derramará Dios su indignación en las naciones y consumirá la tierra con el fuego de su celo, y purificar, entonces, las naciones para que invoquen su nombre y le sirvan? Es la imagen de un juicio universal y de una dedicación universal a Dios.
Sofonías no nos habla sólo de los detalles. Talvez pintó el juicio de Dios como una serie extendida de catástrofes durante un periodo de tiempo que culmina en la destrucción final de todos los que no son creyentes. Talvez, durante este tiempo extendido de juicios, Dios opere también entre las naciones de la tierra para purificar un pueblo para sí mismo, predicando el evangelio para que tenga realmente para sí mismo un pueblo de toda tribu, lengua y nación (Apocalipsis 5:9).
No importa cómo Dios piense hacer estas dos cosas, nosotros tenemos que afirmar lo que afirman los profetas: Dios hará que todos los pueblos puedan invocar su nombre y servirle desde todas las naciones del mundo. Por lo tanto, él mismo los va a cambiar y a darles un corazón y unos labios para invocar su nombre. Éste es el primer acto de misericordia descrito en 3:9–20, un despertar global en el que participarán los pueblos de todas las naciones invocando al Señor y sirviéndole.
2. La promesa de Avivamiento y de Purificación
El otro acto de misericordia en estos versos es el avivamiento y la purificación de su pueblo de Israel. Eliminará a los soberbios y dejará sólo a los humildes y sencillos que creen en el nombre del Señor. Versículos 11–12:
Aquel día no te avergonzarás
de ninguna de tus acciones
con que te rebelaste contra mí;
porque entonces yo quitaré de en medio de ti
a los que se regocijan en tu orgullo,
y nunca más te envanecerás
en mi santo monte.
Y dejaré en medio de ti
un pueblo humilde y pobre,
que se refugiará en el nombre del SEÑOR.
Esto quiere decir que Dios no sólo creará para sí mismo un pueblo de todas las naciones del mundo, sino que también purgará y purificará a su pueblo de Israel (cf. Juan 11:52). Eliminará a los soberbios y obtendrá para sí mismo un pueblo humilde y sencillo.
Los juicios y la ira anunciados en los capítulos 1 y 2, entonces, no son las últimas palabras de la profecía de Sofonías. Las últimas palabras son la promesa de una dedicación a nivel mundial a Dios y un avivamiento de la fe verdadera encontrado en su pueblo de Israel.
Breve Análisis de Efesios 3:4–6
Ahora bien, antes de analizar la promesa grandiosa del versículo 17, analicemos un momento Efesios 3:4–6. El motivo es que en el Antiguo Testamento no se da una respuesta clara a la pregunta de cómo se relacionan los conversos de todas las naciones con los conversos de Israel. ¿Cómo quedamos nosotros, siendo conversos gentiles, ante el Dios de Israel? Seríamos como los últimos en llegar. ¿Compartiremos plenamente las bendiciones de Israel?
Pablo dice que es un misterio, lo cual significa que no se revela claramente a primera vista. ¿Cuál es la respuesta en Efesios 3:4–6?
En vista de lo cual, leyendo, podréis comprender mi discernimiento del misterio de Cristo,
que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu;
a saber, que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, participando igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio,
La respuesta es que a través del evangelio nosotros, los gentiles, hemos llegado a creer en Jesús. A través de Jesús hemos llegado a ser miembros hechos y derechos del pueblo de Dios y a participar, al igual que los judíos creyentes, de las promesas de Dios.
La promesa grandiosa de Sofonías 3:17
Ahora volvamos a Sofonías. Cuando leemos 3:17, sabemos que no se refiere solamente a todos los judíos creyentes, sino también a todos los gentiles quienes ahora son herederos de la promesa gracias a su fe en Cristo, la semilla de Abraham.
El SEÑOR tu Dios está en medio de ti,
guerrero victorioso;
se gozará en ti con alegría,
en su amor guardará silencio,
se regocijará por ti con cantos de júbilo.
De este versículo sorprendente he elegido el título del mensaje de esta mañana: “El Placer de Dios en el Bien de Su Pueblo”. Dios no les hace el bien por algún tipo de restricción o coacción. ¡Él es libre! Y con su libertad se complace al hacerles bien. Se regocija por ustedes con cantos de júbilo.
¿Qué Pasaría si Dios Cantara?
¿Pueden ustedes imaginar qué pasaría si pudieran escuchar los cantos de Dios? Recuerden que una mera palabra pronunciada por él creó el universo. ¿Qué pasaría si Dios levantara la voz y no simplemente para hablar, sino para cantar? Quizás crearía un nuevo cielo y una nueva tierra. Justamente, Dios dice algo a ese efecto en Isaías 65:17–18:
Pues he aquí, yo creo cielos nuevos y una tierra nueva […] voy a crear a Jerusalén para regocijo, y a su pueblo para júbilo.
Cuando Dios habló en el principio, creó los cielos y la tierra; quizás al final creará los nuevos cielos y la nueva tierra cuando se regocije por su pueblo con cantos de júbilo.
Al pensar en la voz de Dios cantando, oigo el ruido de las cataratas del Niágara junto con el fluir de un arroyo en una montaña cubierta de musgo. Oigo la explosión del Monte Santa Helena junto con ronroneo de un gatito. Oigo el poder de un huracán de la costa este y el soplo apenas audible de una nevada nocturna en los bosques. Oigo el rugido inimaginable del sol con sus 1.392.100 kilómetros de espesor, un millón trescientos mil veces más grande que la tierra, y que no es nada más que fuego, 1.000.000 grados centígrados, en la superficie más fría de su corona. Sin embargo, oigo este rugido inimaginable junto con el tierno y cálido crepitar de la leña en la sala en una agradable noche de invierno.
Al oír este canto, quedo atónito, estupefacto, sin habla, porque es para mí. ¡Él se alegra por mi bien con todo su corazón y toda su alma (cf. Jeremías 32:41)!
¿Pueden Sentir Ustedes la Maravilla Que es Ésto?
¿Pueden sentir ustedes hoy esta maravilla? ¿Que Dios se regocija por ustedes con cantos de júbilo?
“Soy Demasiado Culpable”
“No,” dicen ustedes, “No puedo, porque soy demasiado culpable para que Dios pueda regocijarse por mí.”
Pero ¿no creen en el versículo 15: “El SEÑOR ha retirado sus juicios contra ti”?
¿No pueden sentir, entonces, hoy la maravilla de que el Señor se regocija por ustedes con cantos de júbilo?
“Estoy Rodeado de Enemigos”
“No,” dicen ustedes, “No puedo porque estoy rodeado de enemigos y hay obstáculos por todas partes.”
Pero ¿no creen en el versículo 17: “El SEÑOR tu Dios […], guerrero victorioso”, en el versículo 19: “He aquí, en aquel tiempo me ocuparé de todos tus opresores” y en el versículo 15: “ha expulsado a tus enemigos”?
¿No pueden sentir, entonces, la maravilla de que el Señor se regocija por ustedes con cantos de júbilo?
“Siento a Dios Demasiado Lejos de Mí”
“No,” dicen ustedes, “Todavía no puedo porque es un Dios santo y grandioso y yo siento que está lejos de mí.”
Pero ¿no creen en el versículo 15: “El Rey de Israel, el SEÑOR, está en medio de ti” y en el versículo 17: “El SEÑOR tu Dios está en medio de ti”? Él no está lejos de ustedes.
¿No pueden sentir, entonces, la maravilla de que el Señor se regocija por ustedes con cantos de júbilo?
“Soy Esclavo de la Vergüenza”
Ustedes dicen todavía: “No, porque soy esclavo de la vergüenza. Mis padres me han afrentado incesantemente (cf. 2:8, 10). Me han ridiculizado, amenazado, manipulado y calumniado. Encerrado en esta coraza de vergüenza, incluso los cantos de júbilo de Dios parecen flojos, lejanos e indescifrables.”
Pero les pregunto otra vez, ¿no creen en la promesa al final del versículo 19: “salvaré a la coja y recogeré a la desterrada, y convertiré su vergüenza en alabanza y renombre en toda la tierra.”?
¿No pueden sentir, entonces, la maravilla de que el Señor se regocija por ustedes con cantos de júbilo?
“¿Cómo Se Aplica a Mi el Que Dios se Regocija en Su Nombre?”
Y ahora dirán: “Casi puedo rendirme y sentir esta maravilla inexplicable de que Dios se regocije por mí, incluso por mí, con cantos de júbilo. Sin embargo, queda un obstáculo. Usted ha dicho que Dios ama su propia gloria más que cualquier otra cosa. Usted ha dicho que Dios se regocija por su mismo nombre. ¿Cómo puedo, entonces, imaginar que le podría interesar yo? ¿Cómo se aplica a mi el que Dios se deleita en su mismo nombre?
Si éste es su último obstáculo, entonces, ¡prepárense para cantar! Ya que la respuesta se encuentra claramente en el versículo 12. Si supieran que Dios se regocija en su nombre más que en cualquier otra cosa, y si quisieran formar parte ustedes mismos de esta alegría y de este regocijo de Dios, ¿a dónde irían? ¿En dónde buscarían refugio?
El versículo 12 nos da la respuesta, el Señor dice: “Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, que se refugiará en el nombre del SEÑOR.” Aquí esta es la relación entre el deleite de Dios en su nombre y su deleite en ustedes. Cuando se refugian en su nombre, él se regocija por ustedes con cantos de júbilo.
Si ustedes buscan la gloria entre los hombres, seguramente recibirán sus recompensas en la tierra. Si glorifican su nombre entre los hombres, seguramente recibirán sus recompensas en la tierra. Si cuentan con su propia justicia, seguramente recibirán sus recompensas en la tierra.
Sin embargo, si son humildes, si buscan la gloria de Dios más que cualquier otra cosa, si ocultan su nombre en el nombre de Dios, si se visten de la justicia de su Hijo, entonces, su Padre Celestial, que ama su nombre más que cualquier otra cosa, les ofrecerá una recompensa aun mayor de lo que se imaginan y se regocijará por ustedes con cantos de júbilo.
Así que hoy guarden dentro de sí mismos todo el orgullo y la vanagloria. Refúgiense en el nombre de Dios. Depositen sus esperanzas en la justicia de Cristo y no en ustedes mismos. Y déjense despertar por la maravilla de que el Señor, el Rey de los reyes, se goza en ustedes con alegría y se regocija por ustedes con cantos de júbilo.
(Para estudios suplementarios véanse Miqueas 7:18; Salmos 35:27; 149:4; Jeremías 32:37–42; Deuteronomio 30:9; Isaías 62:5; 65:19.)
Piper, J. (2012). Colección de sermones de John Piper. Minneapolis, MN: Desiring God.