Sábado en la Biblia y la historia II
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Intentos de cambiar el día de adoración
Intentos de cambiar el día de adoración
Por cuanto el sábado juega un papel vital en la adoración a Dios como Creador y Redentor, no debe sorprendernos que Satanás haya montado una ofensiva total para derribar esta sagrada institución.
En ningún lugar autoriza la Biblia a realizar un cambio del día de culto que Dios creó en el Edén y confirmó en el Sinaí.
Aquí insertar citas textuales
Cómo surgió la observancia del domingo
Cómo surgió la observancia del domingo
El cambio del sábado al domingo vino gradualmente.
Antes del segundo siglo no hay evidencia de que los cristianos celebraran reuniones semanales de culto en domingo, pero la evidencia indica que para la mitad de ese siglo, algunos cristianos estaban observando voluntariamente el domingo como un día de culto pero no de reposo (Justino Martír, “First Apology”, t. 1, p. 186).
Algunos estudiosos dan por sentado, que Pablo lideró la observancia del día domingo, porque es el único autor del NT dicen que advierte contra la observancia de días (Gál. 4:10; Col. 2:16; Rom. 14: 5, 6). Por lo tanto, creen que la observancia del domingo debe de haber comenzado en la comunidad primitiva de Jerusalén.
Jerusalén no fue el lugar de origen de la observancia cristiana del domingo. La iglesia de Roma, compuesta mayormente de creyentes gentiles (Rom. 11:13), estuvo a la cabeza en la tendencia de reposar en domingo. Como surgieron de los romanos fuertes sentimientos antijudíos quisieron distinguirse de ellos, por lo tanto, comenzaron a separarse de la veneración del sábado, moviéndose hacia la observancia exclusiva del domingo. De hecho, la Iglesia de Roma llegó al extremo de convertir el sábado en un día de ayuno (día triste y lúgubre).
Desde el siglo II hasta el V, mientras el domingo adquiría importancia, los cristianos siguieron observando el séptimo día sábado casi en todos los lugares del imperio romano.
Dos historiadores de la iglesia del siglo V, Sócrates el Escolástico y Sozomeno, dicen: “La gente de Constantinopla, y casi en todas partes, se reúne el sábado, así como también el primer día de la semana, costumbre que nunca es observada en Roma ni en Alejandría” (Sozomeno, Historia de la iglesia 7.19 (NPNF/2 2:390).
Personajes, padres de la iglesia en el siglo III como Orígenes, Hipólito de Roma hablaban sobre cristianos que se reunían tanto en sábado como en domingo.
Las Constituciones apostólicas, compilación del siglo IV de probable procedencia siria u oriental hablan en cuanto al sábado así como también del domingo, por ejemplo: “Pero guardad el sábado y la fiesta del día del Señor; porque aquel es el memorial de la creación, y este de la resurrección” (Constituciones apostólicas 2.36 (ANF 7:413).
A partir de Principios del siglo III desde Hipólito de Roma, siguiendo por estas Constituciones y otros autores más, se conoce al domingo como día del Señor. Antes repito en los primeros dos siglos no tenemos menciones a ello, por consiguiente es difícil ver que Juan en Apocalipsis a finales del siglo I se refiriera al domingo, como ya lo dijimos antes, se refería al día sábado bíblico.
En el siglo V Juan Casiano hace varias referencias a la asistencia a la iglesia tanto en sábado como en domingo. Hablando de los monjes egipcios, afirma que “Salvo Vísperas y Maitines, no hay entre ellos ningún oficio religioso público durante el día, salvo el sábado y el domingo, cuando se congregan a la hora tercera (9 am) para el propósito de la Santa Comunión” (Juan Casiano, Instituciones de los cenobios 3.2 (NPNF/2 11:213).
Durante siglos ambos días fueron respetados. Y la lista de escritos y escritores en cuanto a esto sigue (El editor cristiano, Obispo Asterio de Amasea del Ponto, Obispo Sirio Teodoreto de Ciro, Homilia de Semente del Pseudo Atanasio, Timoteo I, Arzobispo de Alejandría, Historia lausiaca de Paladio, las conferencias de Casiano, entre otros más).
Lo anterior nos dice que el posicionamiento del domingo vino en dos partes:
1.- Surgió en su origen como un día únicamente de oficios de culto, y 2.- después adquirió el carácter de un día de descanso.
¿Por qué los que paulatinamente se alejaron del séptimo día escogieron el domingo y no otro día de la semana? La razón primordial es que Cristo resucitó en domingo, se afirmaba que el Salvador había autorizado la práctica de adorar ese día. Pero no hay ninguna evidencia bíblica. Aunque parezca extraño para algunos, ningún escritor de los siglos III y IV jamás citó un solo versículo bíblico como autoridad para justificar la observancia del domingo en lugar del sábado.
Ni Bernabé, ni Ignacio, ni Justino, ni Ireneo, ni Tertuliano, ni Clemente de Roma, ni Clemente de Alejandría, ni Orígenes, ni Cipriano, ni Victorino, ni ningún otro autor que viviera cerca del tiempo cuando Jesús vivió.
La popularidad e influencia que le confería al domingo la adoración al sol de los romanos paganos, sin duda contribuyó a su creciente aceptación como día de culto. La adoración al sol desempeñaba un papel importante por todo el mundo antiguo.
El cuarto siglo fue testigo de la introducción de las leyes dominicales. Primero se promulgaron leyes dominicales de carácter civil, y luego fueron apareciendo las de carácter religioso.
El emperador Constantino el Grande promulgó la primera ley dominical el 7 de marzo del año 321 d.C. dice: “En el venerable día del sol, que todos los jueces y la gente que reside en las ciudades descansen, y que todos los talleres cierren. En el campo, sin embargo, las personas dedicadas a la agricultura pueden libre y legítimamente continuar su ocupación; porque a menudo sucede que otro día no sea tan adecuado para la siembra de grano o para plantar viñas; no vaya a ser que, al descuidar el momento apropiado para tales operaciones, se pierda la munificencia del cielo” (Codez Justinianus 3.12.3).
Es obvio que esta primera ley dominical no era de orientación particularmente cristiana.
Podemos fijarnos, por ejemplo, en la designación pagana “venerable día del sol”. También Constantino no se basó en el Decálogo bíblico, porque eximió las tareas agrícolas, tipo de trabajo prohibido estrictamente en el mandamiento del sábado de Éxodo 20:8-11. Algunos opinan que fue astucia para ganarse adeptos tanto de los guardadores del sábado como del domingo.
Varias décadas más tarde, la iglesia siguió su ejemplo. El primer concilio de la iglesia en abordar el domingo como día de reposo fue un encuentro regional en Laodicea hacia el 364 d.C. No fue este un concilio universal, sino católico romano, según el canón 29 la iglesia estipulaba que los cristianos debían honrar el domingo, dice: “Los cristianos no judaizarán ni estarán ociosos en sábado, sino que trabajarán en ese día; pero honraran en especial el día del Señor y, siendo cristianos, no harán ese día trabajo alguno, si es posible. Sin embargo, si se les encuentra judaizando, serán excluidos de Cristo” (Charles J. Hefele, A History of the Councils of the Church, 2: 316).
La regulación con respecto al trabajo en domingo fue bastante moderada, porque los cristianos no debían trabajar ese día ¡si era posible! Por otro lado, lo que más llama la atención es que ese concilio diera la vuelta a la práctica original relativa al sábado, séptimo día de la semana, que a partir de ahora sería considerado un día de trabajo.
Un fragmento copto, probablemente del siglo VI es muy similar a las instrucciones de Eusebio (Homilía 16 atribuida a Eusebio de Alejandría, titulada: “sobre el día del Señor”) sobre la forma de guardar el día domingo “Te instruyo que no hagas nada el santo domingo, y que no te enzarces en disputas ni pleitos, ni en actos de violencia, sino que des tu atención a las Santas Escrituras, y des pan a los necesitados […] Maldito sea aquel que haga algo el santo domingo, salvo lo que beneficie al alma o lo que sea necesario para cuidar de los animales” (Pseudo, Pedro de Alejandría, Fragmentum, citado en Rordorf, pp. 219-221).
Este parece ser el primer caso en que se pronunció una maldición por trabajar en domingo (Rordorf, p. 211).
El cambio predicho
El cambio predicho
La Biblia revela que la observancia del domingo como institución cristiana tuvo su origen en “el misterio de iniquidad” (2 Tes. 2:7), el cual ya estaba obrando en los días de Pablo. Por medio de la profecía de Daniel 7, Dios reveló su conocimiento anticipado del cambio que se haría en el día de adoración.
La visión de Daniel describe un ataque contra la ley de Dios y su pueblo. El poder atacante representado por un cuerno pequeño (y por una bestia en Apoc. 13:1-10), produce la gran apostasía dentro de la iglesia cristiana. El cuerno pequeño que surge de la cuarta bestia y se convierte en un poder perseguidor principal después de la caída de Roma, procura “cambiar los tiempos y la ley” (Dan. 7:25). Este poder apóstata tiene mucho éxito, pues logra engañar a la mayor parte de los habitantes del mundo. Durante la tribulación final, Dios interviene a favor de su pueblo y los libra (Dan. 12:1-3).
Hay un solo poder dentro de la cristiandad al cual se le puede aplicar esta profecía. Hay una sola organización religiosa que pretende tener el derecho de modificar las leyes divinas.
Nótese lo que a través de la historia han pretendido las autoridades católicas romanas:
Alrededor del año 1400 de nuestra era, Petrus de Ancharano aseveró que “el Papa puede modificar la ley divina, ya que su poder no es del hombre sino de Dios, y actúa en el lugar de Dios en el mundo, con el más amplio poder de atar y desatar sus ovejas” (Lucius Ferraris, “Papa”, art. 2 Prompta Bibliotheca, t. 6, p. 29.
En el Concilio de Trento (1545-1563), convocado por el Papa con el fin de contrarrestar el protestantismo, Gaspare de Fosso, arzobispo de Reggio, dijo: “El sábado, el día más glorioso de la ley, ha sido cambiado al día del Señor… Estos asuntos y otros similares, no han cesado en virtud de la enseñanza de Cristo (porque él dijo que había venido a cumplir la ley, y no a destruirla), sino que han sido cambiados por la autoridad de la iglesia” (Gaspare de Fosso [Discurso pronunciado en la 17a sesión del Concilio de Trento, 18 de enero de 1562 en Mansi], Sacrorum Conciliarum, t.33, columnas 529, 530).
¿Mantiene aún esta posición la iglesia católica? La edición de 1977 del Catecismo de doctrina católica para el converso, contiene esta serie de preguntas y respuestas:
“P. ¿Cuál es el día de reposo? R. El sábado es el día de reposo. P. ¿Por qué observamos el domingo en vez del sábado? R. Observamos el domingo en vez del sábado porque la Iglesia Católica transfirió la solemnidad del sábado al domingo” (Peter Geirmann, El Catecismo de doctrina católica para el converso, p. 50).
En su famosa obra The Faith of Millons (La fe de millones), el sabio católico John A. O´Brien, llegó a esta conclusión apremiante: “Por cuanto el día especificado en la Biblia no es el domingo sino el sábado, ¿no es curioso que los no católicos que profesan tomar su religión directamente de la Biblia y no de la iglesia, observen el domingo en vez del sábado? Si, desde luego, es contradictorio”.
La costumbre de observar el domingo, dice este autor, “descansa sobre la autoridad de la Iglesia Católica y no sobre un texto explícito que se halle en la Biblia. Esa observancia permanece como un recordativo de la Madre Iglesia de la cual las sectas no católicas se desprendieron, como un muchacho que huye de su hogar, pero que en su bolsillo todavía lleva una fotografía de su madre o un mechón de su cabello” (John A. O´Brien, The Faith of Millons, pp. 400, 401).
El sábado en el tiempo del fin
El sábado en el tiempo del fin
El sábado tendrá también un lugar especial en la crisis final de la historia de este mundo. La ira de Satanás, el dragón de Apocalipsis 12, se dirige contra el remanente de los hijos de la mujer (la iglesia) (Apoc. 12:17). Luego se analiza más profundamente la naturaleza y la intensidad de esta ira en el capítulo 13: 11-17. A este remanente de los últimos días se lo describe como “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (12:17).
Una señal falsa, la marca de la bestia, se impone sobre el mundo con sanciones severas (13: 16, 17). Esta marca está en agudo contraste con la marca de Dios, identificada en las Escrituras como el sello de Dios, identificada como el séptimo día sábado.
Así como el sábado fue una señal para el antiguo pueblo de Israel, de que Yahweh era su Dios, en la crisis del tiempo del fin será una señal de lealtad a Dios de parte de los que guardan todos sus mandamientos.
Por lo general, hemos sostenido que el ángel sellador de 7: 2-3, quien sella al pueblo escatológico de Dios, debe ser identificado con la obra del tercer ángel de 14: 9-11. Ambos tienen un mensaje mundial, ambos presentan este mensaje en el mismo marco temporal - antes del regreso de Cristo - y ambos abordan la verdad del sábado. Uno lo anuncia como el sello de la ley de Dios de los Diez Mandamientos; el otro advierte contra la aceptación de un sábado falso, la marca de la bestia.
Apocalipsis 7 se encuentra en el interludio de los siete sellos que comienza desde el capítulo 5, el capítulo 4 que también se puede tomar como contexto vemos al Soberano en su trono, rodeado del arcoiris del pacto, merecedor de adoración porque creó todas las cosas (4: 2-11). El capítulo 5 nos muestra al Cordero como digno de adoración también por su acto supremo de benevolencia: morir para redimir a su pueblo (5: 6, 9, 12).
Apocalipsis 7: 1-3 describe un momento en que los cuatro vientos de la tierra están a punto de ser desatados para dañar a la tierra, el mar y los árboles. El verso 14 habla de “la gran tribulación”, presumiblemente el mismo acontecimiento. La gran tribulación es mencionada por vez primera en Daniel 12: 1 en el marco de la actuación final del “rey del norte”. Jesús también se refirió a la tribulación mencionada por Daniel, aplicándola tanto a la destrucción de Jerusalén como a un prolongado período subsiguiente de persecución: (Mateo 24: 15-30; Marcos 13: 14-20). Jeremías también se refiere al tiempo de angustia, Jeremías 30: 5-7, prediciendo los horrores del cautiverio babilónico. Estos períodos de tribulación se refieren, al cautiverio babilónico, el ataque romano contra Jerusalén y el período de los 1260 días (tiempo, tiempos y medio tiempo) del período medieval 538-1798, y finalmente a la gran tribulación antes de la segunda venida de Jesús, acerca de esta última estamos hablando.
Antes de que la gran tribulación sobrevenga al mundo, se ordena a un ángel que selle al pueblo de Dios en la frente (Apoc. 7: 2-3). Mientras que los santos reciben el sello de Dios, sus enemigos reciben una marca, denominada “la marca de la bestia”, en la mano derecha o en la frente (Apoc. 13: 16-17).
El sellamiento o el marcado de personas y cosas tenían los siguientes significados en los tiempos bíblicos:
1.- Semejanza de carácter. El sello de Dios consiste en el nombre de Dios en la frente.
“Al vencedor yo [… e]scribiré sobre él el nombre de mi Dios […] y mi nombre nuevo” (3:12).
“Después miré, y vi que el Cordero estaba de pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de él y el de su padre escrito en la frente” (14:1).
“Verán su rostro y su nombre estará en sus frentes” (22:4).
De la misma forma, la marca de la bestia consiste en el nombre de la bestia en la frente o en la mano (13:17). En la antiguedad el nombre representaba el carácter. Éxo. 34: 5-7 cuando Dios proclamó su “nombre” a Moisés, describió su carácter: misericordioso, piadoso, tardo para la ira. Así la recepción del sello de Dios o marca de la bestia denota la conformidad con el carácter de Satanás o con el de Dios. En el conflicto final, todos llevarán la imagen de lo demoníaco o de lo divino.
2.- El sellamiento o el marcado de animales, objetos y hombres indicaba propiedad.
a) Se perforaba la oreja de un siervo para mostrar que pertenecía para siempre a su amo (Éxo. 21:6).
b) La circuncisión era una marca en el cuerpo que mostraba que Israel pertenecía a Jehová (Gén. 17: 9-12).
c) En el santuario israelita, el sumo sacerdote llevaba un turbante con una placa sobre su frente que decía: “Santidad a Jehová” (Éxo. 28: 36-38).
d) Isaías también describió la dicha de los marcados por Dios (44:5), por otro lado, Dios tiene grabado “Sion” en la palma de las manos (49:16).
Por lo tanto, el sellamiento es una marca de personas indicativa de que pertenecen a Dios.
3.- El sellamiento era una señal no solo de posesión, sino también de protección. Cualquier cosa que se apele con el nombre de alguien, cae bajo la protección del propietario.
a) El concepto de una marca o de un sello para indicar protección se remonta ya a la marca de Caín (Gén. 4:15).
b) La sangre del cordero pascual sobre los postes y el dintel de las casas israelitas era señal para que el ángel destructor pasase de largo sus hogares (Éxo. 12: 7, 12-13).
c) La visión que da Ezequiel del juicio muestra a un escribano con un tintero que pone una marca sobre los fieles para protegerlos de la muerte a manos de los verdugos (Eze. 9 :4-5).
El sello de Dios tiene el propósito de proteger a los santos de los poderes demoníacos, además son protegidos de las siete postreras plagas, que caen únicamente sobre los adoradores de la bestia (16:2).
El sello protege a los santos de la derrota a manos del enemigo y de los juicios de Dios. No los protege de la ira de la bestia (13: 15, 17).
De modo similar, la marca de la bestia protege a sus seguidores de la persecución de la bestia, pero no de la ira de Dios (14: 9-11).
4.- Finalmente el sellamiento también indica autenticidad. En el mundo antiguo, las vasijas, las casas, las tumbas y los documentos eran sellados como garantía contra su violación o el cambio.
El sello denota fiabilidad (Juan 6:27). De esta forma, el sello puesto sobre los santos garantiza su inmunidad contra la apostasía y su eterna seguridad durante la gran tribulación.
Significación de la frente y la mano
Significación de la frente y la mano
Como emplazamientos para la recepción de la marca y el sello, la frente y la mano son significativas.
Estos términos son mencionados por vez primera en el Pentateuco en relación con los mandamientos de Dios: “Las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos” (Deut. 6:8; también pueden ver Éxo. 13: 9, 16; Deut. 6:5-8; 11: 18, 20).
El contexto indica que esto significa la respuesta total de la mente, las emociones y el comportamiento: “Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas” en todas las actividades de la vida, ya estemos enseñando o hablando, sentados o caminando, tumbados o erguidos (Deut. 6:5-8).
La frente simboliza la mente, el pensamiento; la mano derecha indica el hecho o la acción.
Es así que en el tiempo del fin los dos poderes intentan controlar la mente y el comportamiento.
Los mandamientos de Dios en el conflicto entre la marca y el sello
Los mandamientos de Dios en el conflicto entre la marca y el sello
Un estudio de la marca de la bestia (Apoc. 13 y 14) y el sello o el nombre de Dios (7: 2-3; 14:1) revela que los mandamientos de Dios son un elemento fundamental del conflicto.
1.- La ley de Dios es sustituida por la de la bestia. La marca en la mano derecha o en la frente (Apoc. 13:16) es una alusión como acabamos de ver a Deuteronomio 6: 6-8, donde Dios ordenó a Israel que atara sus mandamientos (especialmente los Diez Mandamientos que acababan de repasarse en, Deut. 5) “como una señal en tu mano, y […] como frontales entre tus ojos”.
De aquí que la marca en la mano o en la frente signifique la escritura de las leyes de Dios en la mente y el comportamiento de su pueblo.
El uso de la frente y la mano por parte de la bestia sugiere una parodia de la orden divina: la sustitución de las leyes de Dios por las leyes de la bestia.
2.- El asunto de la obediencia y la desobediencia. En el Apocalipsis, se contrapone a aquellos que tienen la marca de la bestia con “los que guardan los mandamientos de Dios” (14: 9-12). Por ello, parece que el asunto de la marca o el sello tiene que ver, por una parte, con la violación de los mandamientos de Dios, y por otra, con su observancia.
3. El poder del anticristo, opuesto a la ley de Dios. Se cita con frecuencia que el poder del anticristo se opone a la ley de Dios.
a) “pensará en cambiar los tiempos y la ley” (Dan. 7:25).
b) “echa por tierra la verdad” (Dan. 8:12).
c) y detesta “el pacto santo” (Dan. 11: 28, 30, 32), que se basa en los Diez Mandamientos (Deut. 4:13).
En 2 de Tesalonicenses 2, se lo llama reiteradamente “impío” o “el misterio de la iniquidad” (vers. 3, 7-9).
4.- Implicación del cuarto precepto. El mandato del capítulo 14 de adorar a la bestia y recibir su marca se ve contrarrestado por la orden del capítulo 14 de adorar “a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (vers. 7), alusión al cuarto mandamiento: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay” (Éxo. 20:11). La forma de adorar a Dios como creador es observar su sábado en recuerdo de su obra de creación (Gén. 2: 1-3).
5.- El sábado, sello de la ley de Dios. El sábado situado en el corazón de la ley, corresponde al timbre o sello del soberano en el centro de los tratados legales antiguos. El sábado es una señal o sello de la autoridad de Dios como creador, siendo “los cielos y la tierra” la esfera de su autoridad. Así la observancia del sábado se convierte en un sello puesto sobre quien porta la imagen de Dios.
6.- El sábado, señal distintiva. Del sábado se dice que es una señal divina, (señal y sello son sinónimos, como en Romanos 4: 11). Su observancia por parte del pueblo de Dios los distingue de las personas ajenas al pacto.
“En verdad vosotros guardaréis mis sábados, porque es una señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. […] Para siempre será una señal entre mí y los hijos de Israel, porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y descansó (Éxo. 31: 13, 17).
“Y les di también mis sábados, para que fueran por señal entre yo y ellos, para que supieran que yo soy Jehová que los santifico. […] Santificad mis sábados, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová, vuestro Dios” (Eze. 20: 12, 20).
7.- La reforma sabática del tiempo del fin. El libro de Apocalipsis señala una gran labor de reforma sabática en los últimos días. Mientras el ángel sellador de Apocalipsis 7: 2-3 pone sobre los fieles la señal externa de su lealtad a Dios - la observancia del verdadero sábado -, los ángeles primero y tercero de Apocalipsis 14 exhortan al mundo a adorar al Creador y rehuir la marca de la bestia, es decir, a guardar el auténtico sábado, no el día espurio de descanso (vers. 6-12).
Se trata de la última prueba que determinará el destino de todo ser humano. El acontecimiento que viene después de esto es la aparición del Hijo del hombre en las nubes para recoger la cosecha de la tierra (Apoc. 14: 14-20).
La preparación para el sellamiento
La preparación para el sellamiento
La mejor preparación para el sellamiento está contenida en el mensaje a la iglesia de Filadelfia, que mantiene una estrecha relación con el capítulo 7.
Hay varios paralelos en ambos pasajes:
a) guardados “de la hora de la prueba” (3: 10); “han salido de la gran tribulación” (7: 14).
b) “Escribiré sobre él el nombre de mi Dios” (3: 12); “sellado[s] en sus frentes” (7: 3).
c) Convertidos en “columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá[n] de allí” (3: 12); “lo sirven día y noche en su templo” (7: 15).
Las cualidades que tiene la iglesia de Filadelfia, que garantizan que serán guardados de la hora de la prueba (v. 10), son que: atesoran la Palabra, no niegan la fe (v.8) y lo soportan todo con paciencia (v. 10).
Se los exhorta para que retengan esas cualidades, de modo que no pierdan su corona (v. 11) y estén entre los vencedores (v. 12).
No podría darse mejor consejo a los siervos de Dios hoy.
El mensaje de los tres ángeles: el mensaje de Dios en el tiempo del fin
El mensaje de los tres ángeles: el mensaje de Dios en el tiempo del fin
El mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14: 6-12 expresa el llamamiento final del cielo a todos los habitantes de la tierra para que renuncien a toda forma de idolatría y falsedad y adoren al Creador y acepten su evangelio eterno.
En vista de la amenaza final del anticristo, Dios requiere una fidelidad doble: fidelidad al testimonio de Jesús y obediencia a los mandamientos de Dios (Apoc. 14: 12).
Estos ángeles son símbolos de los movimientos religiosos cristianos. Su ubicación en el tiempo es completamente evidente.
a) El primer ángel anuncia que ha llegado el juicio final (vers. 6, 7), un mensaje que lo vincula con Daniel 7: 9-14; 8: 14; este juicio comenzó en 1844.
b) El mensaje del tercer ángel es seguido inmediatamente por el regreso del Señor (Apoc. 14: 14-16).
Por lo tanto, todos se proclaman entre 1844 y la segunda venida de Jesús. Constituyen el último llamamiento de Dios a la humanidad.
Finalmente, estos tres mensajes se combinan en un triple mensaje.
A) El primero, que comienza en un momento específico de tiempo, proclama el evangelio eterno que debe ser predicho hasta el fin del tiempo (Mat. 28: 18-20).
B) En algún momento posterior, el segundo ángel (Apoc. 14: 8) proclama un mensaje específico acerca de Babilonia, un mensaje que evidentemente continuará hasta el fin, ya que se describe el empeoramiento progresivo de Babilonia y se repite el mismo mensaje hasta que caen sobre ella las siete últimas plagas (Apoc. 17: 1-6; 18, 2, 4, 8).
De hecho, el segundo mensaje se fusiona con el primero.
C) Y en un momento posterior los sigue el tercer ángel con a amonestación en cuanto a la marca de la bestia y a la destrucción final de todos los que la adoren y reciban su marca (Apoc. 14: 9). Como la ira de Dios (v. 10) aparece también en las últimas siete plagas (Apoc. 16: 1-17), es evidente que este mensaje continúa hasta el fin del tiempo.
Puesto que se une a los otros dos, es asimismo evidente que hasta cierto punto los tres mensajes se unen para formar una proclamación:
El evangelio eterno, con un cierto énfasis en el tiempo del fin.
Por consiguiente, el papel que debe desempeñar el pueblo de Dios del tiempo del fin es predicar este triple mensaje del tiempo del fin (Apoc. 14:12).
En el mismo capítulo se describe a ese pueblo diciendo que guarda “los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (v. 12), y en Apocalipsis 12: 17 se lo describe como el remanente de los que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.