Cristo, Satisfacción del Alma.
Introducción
Algunos príncipes alemanes estaban alabando sus respectivas posesiones. Entre ellos estaba también el piadoso duque Elberard de Vurtemberg, sin decir nada, escuchando cómo todos se jactaban de sus riquezas; uno alaba sus viñedos, otro sus bosques, un tercero sus minas, etcétera. Al cabo de un buen rato se levantó Elberard, y dijo: “Soy un príncipe humilde y no me puedo comparar con vosotros; y, sin embargo, tengo también una buena propiedad, y si al andar en ella por las montañas me extravío y hallo uno de mis súbditos, en su compañía puedo acostarme y dormir sin temor alguno. Esta compañía la considero como una joya real, de verdadero valor; pero tengo otra mejor y más preciosa, y es: que puedo descansar mi cabeza y mi corazón en el seno de mi Padre celestial y en el pecho de mi Señor Jesús, seguro de que ni la muerte ni el diablo me pueden dañar en lo mínimo.”—Lumbrera.
Cristo, nuestra Alegría en Vida.
Cristo, nuestra Confianza en la Muerte.
Dios nuestra Esperanza de Resurrección.
Después de un naufragio en una terrible tempestad, un marino pudo llegar a una pequeña roca y escalarla, y allí permaneció durante muchos horas.
Cuando al fin pudo ser rescatado, un amigo suyo le preguntó:
—¿No temblabas de espanto por estar tantas horas en tan precaria situación, amigo mío?
—Sí —contestó el náufrago—, la verdad es que temblaba mucho; pero … ¡la roca no …! Y esto fue lo que me salvó