Benevolencia sistemática: la experiencia adventista

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Sistema financiero

El sistema financiero de la iglesia es uno de los aspectos clave a la hora de dirigir una iglesia y cada miembro de iglesia debería conocerlo muy bien.
Elena G. de White, dijo con acierto: “El pueblo de Dios es llamado a una obra que requiere dinero y consagración” (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 39).
Cuando hablamos de la administración de una congregación, nadie podría negar que ella va a necesitar recursos para su funcionamiento.
Una congregación que no sepa cómo conseguir recursos está condenada a tener ministerios que no funcionan y tendrá muy poca incidencia en la comunidad donde ministra.
Por otro lado, las congregaciones que poseen recursos, pero no saben cómo administrarlos, pueden terminar usando esos fondos en actividades o programas que tienen muy poca o ninguna relación con la misión de la iglesia.
En este momento veremos cómo se desarrolló el sistema financiero de la iglesia.

Lo que motivó a la creación de un sistema financiero

Hemos de reconocer que el plan de benevolencia sistemática adventista se ha ido desarrollando poco a poco, en la medida en que la iglesia ha ido creciendo en su comprensión en las verdades registradas en la Palabra de Dios.
Desarrollar este sistema de dadivosidad ha costado dedicación y sacrificio. Pero un hecho es indiscutible: en todos estos años Dios ha sido fiel, ha bendecido a sus hijos y ha bendecido a su iglesia más allá de toda expectativa humana.
Hubo varios asuntos que empujaron a los adventistas del séptimo día a establecer un sistema financiero:
En primer lugar, fue la necesidad que se tuvo en las décadas de 1850 y 1860 de contar con un ministerio pastoral acreditado. Durante esos años, la iglesia no tenía la capacidad de pagar salarios a su personal ministerial (hemos mencionado que varios predicadores en ese entonces sufragaban los gastos de su propia economía, como el caso que mencionamos de Joseph Bates que se agotó su pequeña modesta fortuna, al grado que un día no tenían dinero para nada, ni para comprar un puñado de harina para pan. Una historia cuenta que un día Joseph Bates recibió la impresión de ir al correo y preguntar si había algo para él, a lo que dijeron que si, pero le cobraban unos cuantos centavos por retirar el correo, pero no tenía ni eso en dinero. A lo que: unas versiones dicen que con fe pidieron abrir el correo y otras que inclusive quedaría a deber el pago de ello, abrieron el correo y se dieron cuenta que había ahí 50 dólares, Qué extraordinario).
Para el otoño de 1856, se había desarrollado una crisis de primera magnitud en el adventismo. El Señor no había venido y algunos estaban experimentando una caída espiritual. Era especialmente evidente entre varios de los jóvenes predicadores observadores del sábado más prometedores.
Los hombres tenían exceso de trabajo y eran mal pagados: una segura combinación para quebrantar el espíritu de una persona. Un caso que ilustra esto era el del joven John Nevins Andrews, un hombre que posteriormente sirvió a la iglesia en forma sorprendente. A mediados de la década de 1850 el exceso de trabajo y las privaciones lo habían forzado a retirarse tempranamente (tenía veintitantos años). Como dijo Andrews: “En menos de cinco años [después de comenzar su ministerio público] estaba completamente postrado por el agotamiento” (CTemp, p. 263).
En el otoño de 1856 Andrews decidió dejar el ministerio para convertirse en dependiente en la tienda de su tío en Waukon, Iowa. Cabe destacar que Waukon, se estaba transformando rápidamente en una colonia de adventistas observadores del sábado apáticos.
Otro ministro destacado que se retiró a Waukon en 1856 fue John Loughborough. Como él mismo dijo, se había “desilusionado un tanto respecto a las finanzas” (Rise and Progress of Seventh-day Adventists [Surgimiento y progreso de los adventistas del séptimo día], p. 208).
A mediados de 1850 cuando comenzaron a reclutar pastores. Los White decidieron ir a Waukon en mitad del invierno para despertar a la comunidad adventista y para recuperar a los ministros que habían abandonado la obra. Los esposos White les volvieron a hacer el llamado a John Loughborough y a Andrews. Ambos vieron la mano de Dios y rededicaron sus vidas a predicar el mensaje del tercer ángel.
Cuando los esposos White regresaron hacia el este, se llevaron a Loughborough con ellos, el resto del invierno trabajó en el norte de Illinois. Por supuesto, su retorno al ministerio, no cambió la situación financiera. El apoyo económico que recibían en aquellos tiempos era enteramente voluntario. Durante sus primeros tres meses de arduo trabajo ese invierno recibió alojamiento y comida, un abrigo de piel de búfalo que valía unos diez dólares, y diez dólares en efectivo, una cantidad vergonzosamente pequeña por todo un invierno de trabajo. Para ahorrar dinero, Loughborough caminó los últimos 40 kilometros al regresar a Waukon.
En otra ocasión en 1857, mientras los Estados Unidos soportaba una depresión financiera la recompensa que se le dio a Loughborough por el trabajo del invierno en Michigan consistió en tres bloques de azúcar de arce de unos 5 kilogramos, cinco barriles de manzanas, cinco barriles de papas, un jamón, medio cerdo, y cuatro dólares en eféctivo.
Otros como J. H. Waggoner, caminaban. La falta de dinero en efectivo para reemplazar sus zapatos y ropa gastados hizo que su apariencia fuera deprimente. ¿De qué manera podían los hombres en esa condición ganar conversos a los mensajes de los tres ángeles?
Y como no tenían para pagar a personal ministerial, muchas congregaciones no recibían asistencia pastoral, mientras otras recibían predicadores cuyo mensaje no estaba en armonía con las creencias de los adventistas observadores del sábado. Como no había un sistema organizado aún, estos falsos predicadores se hacían pasar como obreros adventistas.
Por otro lado, la misma naturaleza misionera de los adventistas observadores del sábado, y su comprensión de que su campo misionero es el mundo entero, empujó en gran manera a la iglesia a buscar la manera de financiar el avance de la predicación del evangelio, una vez recordamos que al inicio entre ellos mismos financiaban por ejemplo las publicaciones, las revistas y periódicos (Joshua V. Himes que no se estaba haciendo de fortunas sino que todo lo reinvertía, Jaime White, Joseph Bates, entre otros muchos más) pero además de mandar materiales a todo Estados Unidos de Norteamerica y fuera de ella, vieron a bien mandar también misioneros, y para eso se necesitaba dinero.
Ya para la década de 1870 la Iglesia Adventista del Séptimo Día había enviado misioneros de ultramar y se había propuesto llegar a todos los continentes con el último mensaje de salvación.
En 1874, un año después de que Jaime White lo hubiera propuesto inicialmente la Asociación General votó que J. N. Andrews fuera a Europa “tan pronto como sea posible” dijeron. Tan pronto habían votado por Andrews ya el Pastor Jaime White mirando más adelante preguntaba: “¿Quién irá a Inglaterra? ¿Tenemos un hombre mejor que Loughborough?”.
Un mes después de haberse tomado la decisión oficial acerca de Andrews salió acompañado por su hijo y su hija huérfanos de madre, junto con Adhémar Vuilleumier, salieron en barco desde Bostón. Fue así que se convirtió en el primer misionero oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Andrews era de capacidades lingúisticas algunos dicen que hablaba seis idiomas, era un erudito, se sabía todo el Nuevo Testamento de memoria. Brindó servicios en la Review como editor, y también fue presidente de la iglesia mundial en la Asociación General (1867-1869).
Elena G. de White le dijo a los hermanos Europeos “el hombre más capaz de nuestras filas”. Ya había creyentes en diferentes partes de Europa en el adventismo debido a que M. B. Czechowski un exsacerdote polaco que se había convertido al adventismo en 1857, tan solo siete años después se fue como misionero no oficial en 1864 a Europa acompañado por su esposa y Annie E. Butler (cristiana adventista, hermana de G. I. Butler).
La pregunta aquí es, ¿Cómo financia la Iglesia Adventista del Séptimo Día la obra que realiza en todo el mundo?

Origen y desarrollo del sistema financiero adventista

Es importante que cada miembro de iglesia entienda que el asunto de los diezmos y las ofrendas es un tema bíblico, no un invento de la organización adventista. No es la iglesia la que nos invita a diezmar y ofrendar, es la Biblia la que lo pide. La iglesia lo que ha hecho es organizar un sistema financiero basándose en lsa enseñanzas bíblicas.
Al comprender la necesidad de financiar su avance y crecimiento, en la primavera de 1858, la iglesia nombró una comisión bajo la dirección de John Nevins Andrews para estudiar en la Biblia indicios acerca del plan de Dios para el sostén del ministerio y cómo financiar la predicación del evangelio siguiendo los principios bíblicos.
La comisión se reunió el 6 de enero de 1859, y presentó su primer informe el 29 de ese mismo mes. No se trató de un estudio exhaustivo.
La enseñanza de Pablo en 1 Corintios 16: 1, 2 constituyó la base bíblica de las primeras propuestas para nuestro sistema financiero.
Los puntos principales extraídos de esa porción bíblica fueron:
a) Una ofrenda planificada, que se da en un tiempo específico (el primer día de la semana)
b) La responsabilidad con la ofrenda era individual o personal (cada uno de vosotros)
c) Se trataba de un acto voluntario y privado (ponga aparte algo)
d) De acuerdo con la propia conciencia
e) Según Dios le haya prosperado
Como resultado, se decidió establecer lo que sería el inicio del sistema financiero adventista. En un principio, el plan estaba basado en cuotas que se establecieron de las siguientes maneras:
A) Cada hermano de 18-60 años debía donar de 5 a 25 centavos
B) Cada hermana de 18-60 años debía donar de 2 a 10 centavos
C) Cada miembro debía donar de 1 a 5 centavos por cada $100 de propiedad que poseyera.
A este plan se le conoció como la “benevolencia sistemática” o “Sister Betsy” (por las iniciales en inglés de “benevolencia sistemática”) como se apodó el plan por muchos. Fue rápidamente aceptado, pero inmediatamente planteó otro problema: ¿a quién debían entregarse estas promesas, y qué debía hacerse con este dinero?
Esta plan, originalmente se propuso en la iglesia de Battle Creek, en Míchigan, Estados Unidos. Pero al ser promovido desde las columnas de la Review sirvió como modelo para las congregaciones adventistas que procuraban fondos para pagar a los predicadores y otros gastos de la obra.
Jaime White estaba entusiasmado con el plan, y calculaba que los mil contribuyentes potenciales solo de Míchigan podrían aportar 5.980 dólares por año, suficiente para enviar a cinco “misioneros” al Oeste, “para sostener la causa en ese Estado”, y sin ninguna “privación [para el donante] de las necesidades vitales” (RH, 26 de mayo de 1859).
En la medida que el plan se extendía, fue necesario impartir instrucciones adicionales para asegurar el orden, la transparencia y la confianza. Por ejemplo:
a) Cada iglesia tenía que nombrar a una persona para que registre los nombres de los participantes en el plan y llevara la cuenta del dinero recogido, un tesorero.
b) Cada iglesia debía guardar por lo menos $5, para ayudar a los predicadores itinerantes visitantes.
c) El resto debían enviarlo a los grupos con carpas para sus gastos de evangelización.
d) Se celebró una conferencia general sobre benevolencia sistemática del 3-6 de junio de 1859, para revisar los detalles y mejorar el plan.
A partir de este inicio, la iglesia continuó estudiando el tema en la Biblia y afinando aspectos del sistema para alinearlo cada vez más con la orientación profética.
La sugerencia de John Loughborough, en 1861, de que se introdujera el diezmo bíblico aparentemente fue prematura. A pesar del apoyo de Jaime White, no tuvo una aprobación amplia. Entre algunas de las razones que tenían para organizarse se encontraba esta, para tener un mayor orden en los dineros y darles credenciales y pagarles a los que estaban trabajando fielmente en la obra ministerial de los adventistas observadores del sábado, fue así que se encaminaron a la organización de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día en mayo de 1863.
No le llevó mucho tiempo a la denominación descubrir las debilidades de la Benevolencia Sistemática. La “Hermana Betsy” era inadecuada y engorrosa, y carecía de una base bíblica firme.
Gradualmente durante las décadas de 1860 y 1870, la denominación desarrolló una mejor comprensión del verdadero diezmo. El tema cobró madurez a comienzos de 1876, cuando Dudley M. Canright publicó una serie de artículos en la Review en los que enfatizaba que Malaquías 3: 8-11 establecía “el plan bíblico para sustentar el ministerio”. “Dios requiere - argumentaba - que se dé un diezmo, o un décimo, de todas las entradas de su pueblo para sostener a sus siervos y sus labores” (RH, 17 de febrero de 1876).
Canright compartió sus argumentos en el congreso de la Asociación General en el mes de noviembre, y calculó que si todos los adventistas hubieran diezmado fielmente, la tesorería de la Asociación General habría recibido 150.000 dólares por año en lugar de 40.000. Como resultado de sus presentaciones, el congreso resolvió que era deber de todos los miembros “bajo circunstancias ordinarias, dedicar una décima parte de todos sus ingresos de cualquier fuente para la causa de Dios” (RH, 6 de abril de 1876).
A finales de 1870, de acuerdo con la enseñanza bíblica, la iglesia ya tenía claro que cada miembro debía devolver el diezmo. Desde ese momento en adelante, los adventistas del séptimo día practicaron el diezmo bíblico.
En 1905 la iglesia mundial aprobó preparar un sobre para la entrega de los diezmos. La implementación de ese sobre estableció las bases para facilitar la administración de esos fondos y la posibilidad de auditar todo el proceso.
Hasta el día de hoy, la práctica de diezmar se ha ido fortaleciendo de acuerdo a la comprensión de la iglesia y en la aceptación de los miembros. De esa manera los diezmos han llegado a ser el principal recurso financiero de la iglesia para llevar a cabo la obra de predicación en todo el mundo. Ya que estos fondos son dedicados exclusivamente al sostenimiento del ministerio pastoral y al personal que apoya ese ministerio.
Otro hecho irrefutable es que mientras la iglesia se iba estableciendo en nuevos territorios, los miembros fueron aumentando su comprensión en cuanto a apoyar la obra de Dios por medio de ofrendas regulares. Ello produjo el desarrollo gradual de un sistema de ofrendas que se mantienen hasta hoy.
La primera de esas ofrendas organizacionales se estableció en 1877, y se llamó la Ofrenda de la Escuela Sabática. El propósito de la misma era impulsar las misiones mundiales. Debido a ello, las ofrendas de escuela sabáticas son administradas por la Asociación General que es el nivel organizacional que se encarga de la coordinación del programa misionero global de la iglesia.
Luego, en 1911 se estableció otro programa de ofrendas conocido como “Semana de sacrificio”. Este programa desafió a los empleados de la denominación y a toda la hermandad a dar una ofrenda anual equivalente a una semana de sus ingresos a fin de apoyar la predicación a nivel mundial. Esta ofrenda iba directamente a la Asociación General.
Un año después, en 1912, se estableció la conocida Ofrenda de Decimotercer Sábado. El 25% de todo lo que se recoge de esta ofrenda es usado en proyectos especiales de desarrollo en todo el mundo. El resto de la ofrenda va al fondo de misiones mundiales de la Asociación General.
En 1919 nació la Ofrenda de Cumpleaños o Gratitud, cuyos fondos se dedican al presupuesto mundial para las misiones de la Asociación General.
Y luego en 1925 se comenzó a promover la Ofrenda de Inversión, cuyos fondos se dedican al establecimiento de la obra en nuevos lugares.
Todas estas ofrendas representan las llamadas ofrendas misioneras de la iglesia, y todas son administradas por la Asociación General.
En adición a las ofrendas misioneras de la iglesia están las ofrendas de la congregación local. A lo largo de la historia adventista se han usado tres planes oficiales parar recibir y administrar ofrendas:

1.- El plan de promociones múltiples (1859-1969)

Durante 110 años las iglesias locales usaron este plan. De acuerdo a este proyecto, a cada departamento o ministerio de la iglesia que necesitara dinero para llevar a cabo su obra, se le daría la oportunidad de presentarse ante la congregación para promover sus proyectos y apelar a la solidaridad de los miembros.
Aun cuando este plan duró más de un siglo, resultaba evidente que no era una ofrenda motivada por la adoración a Dios, sino por las necesidades de esos ministerios.
Como sabemos, la ofrenda bíblica no debe darse por necesidad (2 Cor. 9:7). Por otro lado, debido a la gran cantidad de promociones y solicitudes que se hacían a los adoradores esa forma de promoción terminó contaminando el ambiente de adoración que debe imperar en la iglesia.
Por supuesto, no hemos de obviar la influencia que ha tenido la adoración en nuestro esquema financiero. La iglesia ha reconocido que las prácticas de diezmar y ofrendar en la Biblia son parte integral de la adoración que hemos de rendir a Dios. Cuanto más la iglesia ha acudido a la Biblia para estudiar estos temas, más claro ha sido su entendimiento respecto a la fiel devolución de los diezmos y las ofrendas como un acto de adoración.
Testimonios No. 5 (1859)

2.- El plan de Presupuesto Combinado (1969-1994)

A partir de 1969 la iglesia mundial, a fin de hacer más sencillo el plan de ofrendas, aprobó el Plan de Presupuesto Combinado. Básicamente se invitó a la feligresía mundial a mostrar su fidelidad a Dios en la devolución de los diezmos, y a hacer un pacto de devolver una ofrenda de acuerdo con las bendiciones recibidas, preferiblemente por medio de un porcentaje que el propio miembro de iglesia debía establecer con Dios.
Con este plan comenzó a promoverse que cada miembro hiciera un pacto con Dios de devolver una ofrenda igual al diezmo (el llamado 10/10).
Esta ofrenda debía entonces distribuirla el mismo miembro de iglesia designando una parte a las necesidades de su iglesia local (6%) una parte al desarrollo de su Asociación o Misión (2%) y otra parte a las misiones mundiales (2%).
El plan tuvo gran éxito a nivel mundial y hasta hoy es usado en algunos territorios de la iglesia. Tal vez la parte más desafiante del plan la constituyó la dificultad que conllevaba para muchos miembros de iglesia poder determinar los porcentajes correspondientes a cada nivel de la iglesia.
Con el tiempo la iglesia fue entendiendo que esa parte del plan debía ser simplificada.

3.- El Plan de Ofrenda Global (Modalidad 60-20-20) (1994-época actual)

En 1994, después de 25 años de buenos resultados del Plan de Presupuesto Combinado, la iglesia mundial presentó un plan más sencillo.
Se acordó el Plan de Ofrenda Global, que ha llegado a ser conocido como el plan 60-20-20 por la forma en la que se distribuyen las ofrendas.
En el Plan de Ofrenda Global, el énfasis principal no radica en el monto del porcentaje, sino en que cada miembro haga su pacto con Dios. Este plan destaca la idea de que la ofrenda sea debidamente planificada y entregada preferiblemente durante el culto del sábado en la mañana juntamente con sus diezmos.
Con este plan el miembro de iglesia no tiene que hacer cálculos ni sacar porcentajes para entregar su ofrenda, sino que la tesorería de la iglesia local ha quedado autorizada para hacer la distribución, respetando los porcentajes aprobados por la junta de la Asociación General/Divisiones, que en Interamérica es 60-20-20.
El Plan de Ofrenda Global no procura promover ofrendas para cosas, sino ofrendas que sean dadas por amor a Dios.

Finalmente, mencionaremos algunos principios relevantes con respecto a los diezmos y ofrendas:

El principio de propiedad compartida:

Hechos 2: 44-46 presenta un cuadro de una iglesia donde “todos tenían todo en común”. Es decir, que las necesidades de todos tenían prioridad sobre las posesiones materiales.

El principio de sacrificio en la dadivosidad:

La iglesia de Macedonia nos dio un ejemplo de dadivosidad (2 Cor. 8: 1-5). Ellos dieron de su pobreza, más allá de sus recursos, se dieron primero a Dios y luego hicieron su aporte.

El principio del diezmo se extiende a la iglesia cristiana:

En el sistema Levítico, los sacerdotes vivieron del diezmo. Pablo usa este modelo para indicar que el Señor ha autorizado que los que predican del evangelio vivan del evangelio (1 Cor. 9: 11-14). Para Pablo aceptar el diezmo es fundamental para la generosidad en la iglesia.

El principio de la dadivosidad planificada:

1 Corintios 16: 1-3 es un pasaje importante porque nos enseña cómo hemos de dar. Según Pablo, la ofrenda debe ser planificada en proporción a las bendiciones recibidas y es un compromiso individual.

El principio del alfolí centralizado (la Asociación o Misión):

Ello permite que los diezmos y ofrendas que fueron entregados en la iglesia local sean de bendición para todo el sistema adventista.

Conclusión

Podemos resumir todo lo que hemos dicho en algunos puntos:
1.- La iglesia tiene un plan para financiar su obra en este mundo. El plan se llama “Benevolencia sistemática” y está basado en principios bíblicos.
2.- Dentro del plan de benevolencia sistemática, los fondos usados en la iglesia provienen de: diezmos, ofrendas y donaciones voluntarias (Alza tus ojos, p. 111).
3.- La motivación más importante del plan financiero de la iglesia es la adoración a Dios por medio de nuestra fidelidad y generosidad y así contribuir con el avance de la obra en todo el mundo.
4.- Es importante que cada pastor, dirigente y miembro de iglesia local conozca los detalles del Sistema financiero adventista, a fin de evitar distracciones, versiones no autorizadas y, sobre todo, para promoverlo y enseñarlo a cada miembro de iglesia.
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