perseverancia en el ministerio.
PERMANENCIA EN EL MINISTERIO.
En el primer par de participios, parece ser que Pablo tiene en mente la imagen de un soldado que se ve cercado de enemigos por todos los lados, pero no le ponen en tal estrechura que le quiten toda libertad de acción.
Es corriente en los Salmos la metáfora de ser sacado a espacio amplio para indicar la liberación de un piadoso israelita, o del propio salmista, de la estrechura en que le habían puesto sus enemigos.
En el segundo par se comparan dos verbos de la misma raíz, siendo el segundo compuesto del primero (gr. aporúmenoi all’ ouk exaporúmenoi). El primero indica perplejidad; el segundo lleva esta perplejidad hasta la desesperación. «El énfasis recae en los limitados medios que, humanamente hablando, estaban al alcance de Pablo. Se halla sin las adecuadas provisiones, pero no del todo» (Tasker).
El tercer par nos presenta al apóstol como a un perseguido al que se está a punto de dar caza, pero no hasta el punto de sentirse desamparado (el mismo verbo de Mt. 27:46; Mr. 15:34).
(D) En el último par vemos el contraste entre ser echado abajo (lit.) esto es, derribado en tierra, y el no ser destruido (el tan conocido verbo griego apóllumi, que se repite unas 90 veces en el Nuevo Testamento).
Finalmente, el apóstol (vv. 17, 18, comp. con Ro. 8:18) siente su optimismo estimulado constantemente por tener la mirada fija (v. 18) en la gloria celestial, cuyo peso (de oro, no de plomo como el de Hebreo 12:1, donde el griego ónkos significa «impedimento», mejor que «peso») hace bajar el platillo de la balanza de tal manera que no hay tribulación capaz de hacer bajar el platillo opuesto
ya que, en comparación con la gloria eterna, toda tribulación en esta vida es leve, esto es, ligera, sin peso, y momentánea, temporal, transitoria (comp. con He. 11:26). Quien tiene la mirada fija en lo eterno, aunque no se ve, no apegará su corazón a lo temporal, por mucho que se vea (v. 18).