Corazones divididos

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Introducción

Hace un par de meses Dios me dio la oportunidad de ir en un viaje misionero a la India. Fue una experiencia sumamente hermosa, porque Dios me enseñó grandes cosas. Pero algo que me conmovió mucho es la situación espiritual de la gente en ese país. La gente de allá vivía con una idolatría impresionante. Podías ver templos musulmanes, budistas e hinduistas por todos lados, sin mencionar los pequeños altares o capillas que había en cada calle. Hubo ocasiones en las que íbamos caminando y veíamos a gente saliendo de los templos, o bien escuchábamos cómo estaban en pleno ritual.
LA gente vivía con temor porque creían que sus dioses estaban enojados con ellos y creían que era necesario realizar prácticas para satisfacer los caprichos de sus dioses. La gente estaba harta de la situación en la que vivían: pobreza extrema, miedo, y sin esperanza. Ninguno de sus dioses les daba paz, y optaban por suicidarse. Estaban resignados a vivir en esa condición. Desafortunadamente esa es la situación en la que vive el mundo. Y esa misma manera de vivir tenía el pueblo de Israel en los tiempos de los jueces.
El pueblo de Israel desobedeció a Dios, y comenzó a juntarse con los pueblos canaaneos, adorando a sus dioses. Así es como viven las personas de la india. La misma idolatría en la que vivió el pueblo de Israel en los tiempos de los jueces, es la idolatría en la que el mundo vive el día de hoy. Es la misma idolatría en la que vivimos nosotros, la iglesia de Dios.
Es por ello que he puesto como título a este sermón “Corazones divididos” porque, es probable que muy el fondo de nuestro corazón, haya idolatría.
En primer lugar, es necesario que entendamos qué es idolatría. Porque si vamos a salir confrontados por nuestro pecado, debemos entender que somos pecadores.
Idolatría: [Del gr. eidolon, imagen + latria, adoración] Culto destinado a la adoración de los ídolos[1]. En otras palabras, “cualquier amor que sustituya el amor que se debe a Dios es idolatría”[2]. Y esto es lo que tenía el pueblo de Israel, amor excesivo hacia alguien o algo que no era Dios. Y mi temor es que posiblemente sea esto lo que nos describa a nosotros como seres humanos, y aun incluso como creyentes.

A. Idolatría en el mundo (Jueces 13.1)

Vemos aquí una escena sumamente impactante porque nos dice Jueces 13.1 que “los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de los filisteos por cuarenta años.” Ellos habían caído en un ciclo continuo en el cual empeoraban más y más, conforme pasaban los años. Pero lo que es interesante es que en este caso el pueblo NO clamó por liberación. El pueblo se sentía tan bien en su pecado que no veía la necesidad de un salvador. No se sentía en peligro. Estaba tan a gusto disfrutando de su pecado que no veían el peligro en que se encontraban. Y la misma manera de pensar está en la mente del ser humano hoy día.
Dice 2 Corintios 4.4 que la gente del mundo vive en una ceguera espiritual porque “Satanás, quien es el dios de este mundo, ha cegado la mente de los que no creen. Son incapaces de ver la gloriosa luz de la Buena Noticia. No entienden este mensaje acerca de la gloria de Cristo, quien es la imagen exacta de Dios.”[3] (NTV) Son incapaces de ver que la única manera de ser libertados de su condición se encuentra en Jesucristo. Cada uno hacía “lo que le parecía correcto según su propio criterio” (Jueces 21.25, NTV)[4]. Vemos a gente que hace lo que quiere con tal de conseguir lo que quiere, completar sus caprichos, y/o satisfacer sus deseos. La gente no se da cuenta que Satanás les está engañando de la misma manera en que engañó a Adán y a Eva en el Edén. Curiosamente lo que Satanás quiso en el principio es lo que les prometió a Adán y a Eva: “Seré semejante al Altísimo”... “seréis como Dios” (Isaías 14.14; Génesis 3.5).
Y eso es lo que hace el mundo día tras día. Cada persona es su propio dios, adorándose a sí mismos, complaciéndose a sí mismos, buscando su propio beneficio sin importar lo que esto implique ni a quien lastime. “Yo soy mi propio dios”, piensa el inconverso, “y hago lo que yo quiero.” Es por eso que existen tantos males en el planeta: gente en el poder robando dinero. Gente que mata y secuestra por dinero. Mujeres vendiendo su cuerpo por dinero. Jóvenes drogándose y teniendo relaciones sexuales porque eso los hace sentir bien, porque eso es normal, porque los hace sentirse vivos, o en sintonía con la sociedad. Gente buscando su propia satisfacción. Gente adorándose a sí mismos. Gente viviendo en idolatría. Gente sin Jesucristo.
Pero, la palabra de Dios nos habla a nosotros, iglesia. La situación del libro de jueces no describe al mundo pagano, describe al pueblo de Dios. Y es que, aún dentro del pueblo de Dios, y aún dentro de la iglesia de Cristo existe idolatría en su corazón.

B. Idolatría en la Iglesia de Cristo (Jueces 13.17-16.17)

Hermanos, esto lo digo con mucho dolor. Juzgamos a la gente de India que tiene y adora a dioses e imágenes. Criticamos y condenamos a los católicos por adorar a la virgen y a todos sus santos, pero no nos damos cuenta de que día tras día nosotros también vivimos en idolatría. La Biblia dice que cuando algo ocupa el lugar de Dios en nuestra vida, eso se convierte en nuestro ídolo. Tim Keller, un famoso pastor y escritor habló sobre esto y dijo:
Debemos recordar que el corazón de su pecado (y del nuestro) es la idolatría, y los ídolos no siempre son cosas malas, sino cosas buenas transformadas en máximas esperanzas y metas, por lo que la línea entre el trabajo duro y el ídolo del trabajo, o amar a tu familia y hacer un ídolo de ella, es muy fina. Un ídolo es, por naturaleza, engañoso. Nos dice que estamos siendo sensibles, cuidadosos y sabios por trabajar duro... cuando de hecho en nuestros corazones lo hemos puesto en el lugar de Dios.[5] (Énfasis añadido)
Cuando preferimos el pecado que buscar la santidad de Dios, estamos adorando a un dios falso, en lugar del verdadero Dios. Lo mismo sucedió con Sansón. Jueces 13.17-25 nos enseña que después de que un ángel se les apareció y les anunció el nacimiento de su hijo, sucedió que:
la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón. Y el niño creció, y Jehová lo bendijo. 25Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan, entre Zora y Estaol.
Ahora bien, el nombre “Sansón” significaba «pequeño sol»[6]. Existe la creencia de que la mamá de Sansón seguía siendo influenciada por la idolatría canaanea, puesto que los canaaneos creían que el sol era un dios. Si esto es cierto, entonces es sorprendente que aun habiendo visto a Jesús, la gente no dejaba de adorar a sus dioses. Y lo mismo puede suceder en nosotros. Habiendo escuchado domingo tras domingo la Palabra de Dios, y habiendo escuchado el evangelio, seguimos viviendo en idolatría el resto de nuestra semana. Seguimos influenciados por el mundo, dejándonos llevar por el pecado que mora en nosotros, y cayendo en idolatría.
Sansón, en lugar de ser diferente al mundo, la Biblia nos dice que terminó siendo igual que los pueblos paganos. Quizá él no adoró a los dioses de los filisteos, y quizá nosotros no estemos adorando a imágenes, pero lo que sí hizo es que empezó a tenerse mucho más amor a sí mismo, que a Dios. Y el día de hoy vamos a ver cuatro cosas que hizo Sansón demostrando que el dios a quien él adoraba no era Jehová, sino él mismo. Cuatro pecados que existen en la vida de los cristianos hoy día.
En primer lugar, vemos que en Sansón había egoísmo.

1. Egoísmo (14.1-3)

Vemos aquí que Sansón creció, y en vez de ir y pelear contra los enemigos, éste se enamora de una de ellos, y reta a sus padres. Sansón ve y se enamora de una filistea, y vuelve con sus padres y les ruega que se la tomen por mujer para él (14.2). Esto podría verse normal para nuestros días. Cuando llega el joven con sus padres y les dice que ya tiene novia, o cuando les dice que está embarazada, está faltando al respeto a sus padres. En el caso con Sansón, al no importarle que la Ley decía que quien debía escoger la pareja eran los padres, no uno mismo, era una ofensa gravísima a sus padres. Sus padres al ver que su hijo se estaba desviando de su llamado tratan de hacerlo entrar en razón. No solo porque no era conveniente, sino porque era un Mandato de Dios (Deut. 7.1-4). Pero resultó peor porque dice en v.3 que Sansón ya no le ruega a sus padres, sino que les da una orden: Tómala para mí, porque ella me agrada[7]” (LBA). Literalmente les está diciendo: “No me importa. Te ordeno que la consigas para mí, porque ella es perfecta a mis ojos”.
Recuerdo que en mi época de adolescencia y juventud les hice pasar muchos enojos a mis papás (quizá aún los sigo alterando). Y talvez tú estés batallando con tu hijo; pero lo que nos debe importar ahora es, ¿qué pasa cuando nosotros somos los rebeldes a lo que Dios nos ha mandado? Cuando Dios nos ordena que perdonemos a alguien, o cuando nos ordena a dar nuestros diezmos. ¿Qué pasa cuando Dios nos ordena a servirle con integridad; a no hablar mal de la gente a sus espaldas? ¿No somos rebeldes nosotros también? Cuando Dios nos ordena a dejar nuestro pecado, ¿no somos rebeldes a Dios como Sansón?
Cuando cantamos que le entregamos nuestra vida al Señor, y que seremos fieles a su voz, pero seguimos revolcándonos y jugando con el pecado, ¿no estamos diciendo también que “no nos importa”, así como Sansón? ¡Oh, hermano! Estamos pensando en nosotros mismo. Estamos siendo egoístas como Sansón. Nos estamos adorando a nosotros mismos.
Pero la idolatría de Sansón no se quedó ahí. La Biblia nos dice que siguió en la búsqueda de su bienestar, en lugar de hacer lo que Dios le ordenaba. Vemos otra acción de Sansón, pero ésta vez con el fin de tener una buena reputación.

2. Buena reputación (14.5-9)

Vemos aquí, quizá una de las historias más famosas de Sansón, cuando despedazó a un león con sus propias manos. Pero no debe de sorprendernos tanto, porque en realidad la proeza que hizo Sansón fue la que lo hizo caer más bajo en su condición idólatra. Vemos en el v.7 que, después de haber matado al león, y de haber estado con su familia en Timnat, fue a donde estaban los restos del león, y tomó de allí un panal de miel, el cual se lo fue comiendo, y hasta se lo dio a comer a sus padres. Pero lo que nos debe llamar la atención es el hecho de que Sansón “no les descubrió que había tomado aquella miel del cuerpo del león”.
¿Por qué no debe llamar la atención esto? Porque Sansón no les dijo a sus padres la abominación que había hecho: tomar miel de un cuerpo muerto. Él no les dijo lo que había hecho porque esto iba a generar una mala imagen, ante sus padres, y ante los demás. Él quiso evitar el sermón seguro que sus padres le dirían, así que omitió este incidente, y el hecho de haber despedazado al león. Y yo me pregunto ¿cuántas veces no hemos llegado a mentir para salir de una situación embarazosa, o bien para quedar bien ante la gente?
Y esto se aplica a cada área de nuestra vida. Cuando mentimos para quedar bien ante nuestros padres (jóvenes que escuchan), no contándoles de nuestros pecados y las cosas que hacemos. O qué tal tú, hermano, que vienes a la iglesia con cara de hipócrita, mintiendo sobre tu vida en pecado durante toda la semana. ¿Qué hay de ti, líder, que creas una imagen de integridad y espiritualidad, para tapar la arrogancia y soberbia que abunda en tu corazón? ¡Ay de nosotros, pecadores que escondemos nuestro pecado, para demostrar que somos “buenas personas”! No estamos lejos de ser como aquellos fariseos en los tiempos de Jesús.
27 “¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos! ¡Hipócritas! Pues son como tumbas blanqueadas: hermosas por fuera, pero llenas de huesos de muertos y de toda clase de impurezas por dentro. 28 Por fuera parecen personas rectas, pero por dentro, el corazón está lleno de hipocresía y desenfreno”.[8] (NTV)
Todos como seres humanos corremos el riesgo de buscar la aprobación de la gente, e ignorar que a quien estamos ofendiendo realmente con nuestra manera de vivir es a Dios. Es por eso Pablo le escribió a Timoteo “ten cuidado de ti mismo” (1 Timoteo 4.16), porque sabía que el corazón siempre busca enaltecerse a sí mismo.
Hermano, si tú estás mintiendo para tener una buena reputación, y para que la gente vea lo espiritual que eres, arrepiéntete. 1 Juan 1.8-9 dice que “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” Si estás en este pecado, confiésalo al Señor y pide perdón. Él está listo para perdonar, si tú renuncias ti y reconoces tu pecado.
Pero no solo mintió, sino que no le importó el voto nazareo que hizo, con el cuál había nacido. Y esto solo nos dice que, la persona entregada a la idolatría no tiene la menor preocupación por su llamado, ni la gloria de Dios.

3. Indiferencia ante las cosas de Dios (15.9-17)

Después de que los filisteos quemaran a la esposa de Sansón, y a su suegro, éste se fue a una cueva, y la Biblia nos dice que los filisteos fueron a Judá, en busca de Sansón. Los de la tribu de Judá fueron a buscar a Sansón, y lo hallaron escondido en una cueva. Después de una plática entre ellos, lo llevan atado a Sansón ante los filisteos. Y antes de que los filisteos lo agarraran, dice la Biblia que “el Espíritu de Jehová vino sobre él y las cuerdas que estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado con fuego... y, tomando una quijada de asno fresca aún” mató a mil hombres. Podemos decir que Sansón acabó con los filisteos, pero también ignoró que había hecho un voto nazareo con Dios.
La Ley prohibía al nazareo, durante la duración de su voto, consumir vino, bebidas fermentadas, y cualquier producto de la vid... el nazareo no debía cortarse el cabello: ello daba testimonio de que había consagrado su cuerpo y sus fuerzas al Dios que se lo había dado... Finalmente, estaba prohibido que el nazareo se contaminara tocando ningún cadáver, incluso si se trataba de un pariente próximo.[9]
En pocas palabras, la vida de aquel que hacía un voto nazareo debía estar consagrada al Señor completamente. No había “recesos” o “tiempos fuera” en este estilo de vida. Debía ser una vida totalmente enfocada el servicio y adoración al Señor. La vida de un nazareo debía reflejar el carácter santo de Dios, y con su vida dar honra y gloria a Dios. ¿Te suena familiar este mandato? Hermanos, nosotros hemos sido llamados a tener una vida totalmente entregada al Señor.
4”según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1.4-6)
“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4.1-2)
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12.1-2)
Como vemos, la Biblia hace hincapié en vivir una vida agradable a Dios. Esa es la principal y máxima razón del ser humano. Toda nuestra vida debe ser un reflejo de lo que es Dios, en nuestras acciones, pensamientos, sentimientos... en todo. Pero, como dice Apocalipsis 2.4, eres una persona que asiste a la iglesia con regularidad y sirves en la iglesia, “pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. Has olvidado esa promesa que me diste de “vivir para mí”, cuando te salvé. Y lo cambiaste por deleites mundanos, y una vida llena de pecado.
Sansón no solo ignoró el voto sino que no le dio importancia. Vemos en el 14.8-9 que Sansón, después de haberse juntado con una mujer filistea, regresa y se acerca al león muerto, que tiempo antes había despedazado. Y, después de esto, toma la quijada del asno aun fresca (15.15). Como dije al principio, veremos cómo el pecado de Sansón lo fue llevando más y más bajo.
¿No sucedería con nosotros también, cuando permitimos que el pecado nos vaya controlando día tras día, con la idea absurda de que nosotros decidimos cuando dejarlo? Hermano, no permitas que el pecado controle tu vida. ¿Has creído en Jesucristo? ¿Has sido regenerado? ¿Has nacido de nuevo? Arrepiente, y corre a los brazos de Jesucristo.
Pero la vida de Sansón nos enseña una cuarta acción que refleja la centralidad de en sí mismo de su vida, y es que buscaba satisfacerse con cosas terrenales y no en Dios.

4. Satisfacción en lo terrenal (16.1-17)

Esta es la historia más conocida en la vida de Sansón: la historia sobre su desenfreno sexual, su bajo autocontrol, y lo inconsciente que estaba del peligro. Nos cuenta la Biblia que Sansón, viendo a una prostituta, va y se acuesta con ella (v.1). Y después de esto, dice que se enamora de otra mujer filistea, la cual lo orilla a tocar fondo. ¿Por qué digo que la relación entre Sansón y Dalila es una muestra de que Sansón está insatisfecho con Dios? Porque lo que Sansón está buscando (desde que tuvo relaciones sexuales con la prostituta) es satisfacer su deseo sexual. Y esto ocurre muy seguido en nuestros tiempos. Cuantos jóvenes están buscando una relación amorosa para poder tener sexo con esa persona.
Recuerdo que en mi secundaria abundaba eso. Hubo una vez que una compañera nos invitó a su casa a celebrar su cumpleaños a su casa. Cuando llegamos todos empezamos a platicar de diferentes temas, pero de pronto un compañero mencionó que él solo buscaba una novia, para estar con ella por un tiempo, tener relaciones sexuales con ella y terminarla. Este sin vergüenza no le importaba lo que la chica fuera a sentir después. Él solo quería satisfacer su lujuria. Lo mismo buscaba Sansón. Él llegó al punto de ser adicto al sexo, que no solo le bastó buscar una prostituta para satisfacer esa adicción, sino que se juntó con una extranjera para sentirse satisfecho.
Y lo mismo pasó con Dalila. Nos dice el v. 5 que “Los gobernantes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Seduce a Sansón para que te diga qué lo hace tan fuerte, y cómo es posible dominarlo y atarlo sin que se suelte. Luego, cada uno de nosotros te dará mil cien piezas de plata” (NTV). Ellos fueron a Dalila para ofrecerle dinero, a cambio de seducir a Sansón, para que ellos pudieran derrotarlo. Dalila no lo pensó dos veces, puesto que en el v. 6 nos dice que ella fue con Sansón y le preguntó sobre el secreto de su fuerza.
La historia la conocemos, y sabemos que tres veces Dalila le preguntó el secreto para derrotarlo y tres veces, inconsciente del peligro, enfocado en que Dalila le daba lo que él buscaba, le dijo tres mentiras. Si bien, no le reveló el secreto sino hasta la cuarta vez, pero tampoco se fue de ese lugar, pese al peligro en el que corría.
Me gusta como Tim Keller describe esta relación, y él dice:
“Sansón y Dalila son un caso extremo de usarse el uno al otro en lugar de servirse el uno al otro. El uno al otro se dicen: Estoy contigo porque te amo, pero lo que realmente quieren decir es: Estoy contigo porque me eres muy útil”.[10]
¡Cuán peligroso es esto! La relación entre Sansón y Dalila nos enseña lo fáciles que somos en buscar nuestra identidad y nuestra satisfacción en lo terrenal. Y, ¿cantos matrimonios no existen con esta mentalidad? Hombres y mujeres casándose porque se sienten solos, o porque necesitan sentir que alguien los ama. Cristianos identificándose y sintiéndose que son alguien por el trabajo que tienen, o el carro que maneja, o la casa en donde vive. ¿Acaso, hermano o hermana, vienes a la iglesia porque te sientes mal con Dios, y buscas satisfacer ese deseo de aceptación, “cumpliendo” con lo que los cristianos deben hacer? ¿No es esto acaso otra manera de idolatría?
Hermano, la Biblia nos dice que “estamos completos en Cristo” (Colosenses 2.10). Ya no necesitamos nada ni a nadie más para ser y estar completamente satisfechos. “Cristo es el todo, y en todos” (Colosenses 3.11). Pero nuestro corazón insatisfecho busca agua en “cisternas rotas” (Jeremías 2.13), en lugar de buscar la verdadera fuente de agua de vida: Jesucristo (Juan 4.10, 14).
Así como Sansón buscamos llenar ese vacío en nuestra vida con cosas que no tienen la capacidad de saciarnos, solo nos dejan más vacíos de lo que estamos, y alejados de nuestro Dios. ¡Oh, Dios nos libre de nuestra idolatría! No solo de la idolatría del mundo, sino también de nuestra idolatría de nosotros mismos. ¡Dios nos libre incluso amar más as bendiciones de Dios que a Dios mismo!

C. Idolatría en nuestro corazón por las bendiciones de Dios

Sansón cayó en este error también, y me temo que hay ocasiones en las cuales nosotros también anhelamos más bendiciones de Dios que a Dios mismo. Queremos la salvación de Dios y su perdón, pero no anhelamos al Dios que nos salva y quien nos perdona. Buscamos más la paz que Dios nos da, pero no buscamos al Príncipe de paz. ¡Dios nos libre de adorar sus dádivas, en lugar de adorarlo a Él!
Sansón creyó que Dios estaba obligado a bendecirlo, y que le daría la fuerza para salir ileso como todas las veces. Nos dice el v. 16.20 que, después de haber caído en la trampa de Dalila, después de que le habían cortado el pelo, él se despierta y piensa en su corazón: “Esta vez saldré como las otras, y me escaparé”. Por primera vez el autor del libro nos revela los pensamientos de Sansón, y vemos que este sin vergüenza se levanta creyendo que iba a tener la fuerza del Señor de nuevo, a su disposición, para salir del apuro. “Pero no sabía que Dios se había apartado de él” (v. 20b)
Él, al igual que muchos de nosotros creyó que Dios iba a seguir tolerando su pecado, y que iba a seguir bendiciéndolo. Creyó que Dios estaba obligado a librarlo, a darle lo que quería, en lugar de depender de Él. ¿Cuántos de nosotros usamos a Dios como nuestro “cajero automático”? Lo usamos cuando necesitamos algo y solo para eso. Cuando estuve en la India, tuve muchos conflictos con los cajeros porque no podía sacar dinero. ¡Cómo me molestaba cuando éstos no funcionaban! Pensaba que debían tener dinero para cuando yo lo necesitaba. Y, ¿saben? Muchas veces así utilizo a Dios. Estamos tan familiarizados con sus bendiciones que creemos que Él debe darnos lo que queremos, o lo “damos por hecho” de que lo hará.
¡Qué hijos tan ingratos somos! Nos interesan más sus regalos, que a Dios. John Piper habló sobre esto en su libro “Dios es el evangelio”, y habló sobre nuestra ingratitud, nuestra idolatría disfrazada. Y él dijo:
Si no nos sentimos atraídos por su personalidad [de Dios] y su carácter, demostrado en su obra de salvación, entonces todas nuestras declaraciones al darle gracias a Dios son como la gratitud de una esposa hacia su esposo por el dinero que le da él para usarlo en sus aventuras con otro hombre”.[11]
Hermanos, no somos tan diferentes a Sansón. Pero esta historia esconde una preciosa verdad. El libro de Jueces no fue escrito solo para mostrarnos el pecado del pueblo, sino para mostrarnos cómo a pesar de que el pueblo fue infiel a su Dios, Dios mostró gracia.

D. La gracia de Dios, a pesar de nuestro pecado (16.28-30)

Hermanos, tenemos un Dios maravilloso. El Dios a quien adoramos es un Dios de amor, un Dios de misericordia. Nuestro Dios es un Dios de gracia. Volvamos a la historia de Sansón, veamos cómo a pesar de su pecado el Señor estuvo con él. En toda la historia el autor repite cuatro veces que “El Espíritu de Jehová vino sobre él” (13.25; 14.6, 19; 15.14), y otras cinco ocasiones lo dice de manera implícita al permitirle a Sansón tomar una puerta y escapar (después de estar con la prostituta, 16.3), y romper las cuerdas con que lo ataron (16.9, 12, 14). Pero la que me llama más la atención es la que está en el 16.28-30, porque se ve un enorme contraste entre la gracia de Dios y la el asqueroso pecado de Sansón.
Nos dice el v. 28 que Sansón, después de haber sido capturado, utilizado como juguete, y después de que le quitaron sus ojos, clama a Dios para que se acuerde de él. Sansón ora diciendo: “Señor Dios, te ruego que te acuerdes de mí, y te suplico que me des fuerzas sólo esta vez, oh Dios”. Le pide un poco de misericordia, le pide que le devuelva su fuerza “para vengarme ahora de los filisteos por mis dos ojos”. ¡QUÉ! Después de todo lo que vivió y lo que hizo. Después de haber sido capturado por su adicción al sexo, su desenfreno y su falta de auto control, y después de haber servido como juguete por el enemigo, ¿este hombre sigue pensando en sí mismo?
Jonathan Edwards predicó acerca del infierno, el terrible castigo reservado al pecador, pero habló sobre la gracia de Dios, y dijo:
El Dios que te sostiene sobre el abismo del infierno, de la manera que se sostiene una araña o algún despreciable insecto sobre el fuego, te aborrece y se encuentra terriblemente provocado. Su ira arde como el fuego en contra tuya; El ve que de lo único que tú eres digno es de ser lanzado al fuego; sus ojos son demasiado puros para soportar que estés delante de su mirada; eres diez mil veces más abominable delante de sus ojos de lo que es la más odiosa serpiente venenosa delante de los nuestros. Lo has ofendido infinitamente más que un necio rebelde ofende a su príncipe. Sin embargo, no es otra cosa sino su mano la que impide que tú caigas al fuego en cualquier momento. No es debido a ninguna otra cosa que tú no hayas ido al infierno mientras dormías por la noche y que hayas podido despertar hoy después de haber cerrado tus ojos. Y no existe ninguna otra razón para que no hayas sido arrojado al infierno desde que te levantaste esta mañana, sino que la mano de Dios te ha sostenido. No puede haber otra razón por lo que no te hayas ido al infierno puesto que tú estás sentado aquí en la casa de Dios provocando sus ojos puros por la manera malvada y pecaminosa en que te comportas durante esta solemne adoración. Sí, no hay ninguna otra razón por la que tú en este mismo momento no seas lanzado al infierno.[12]
Hermano, No es otra cosa la que merecemos tú y yo más que la muerte. Si Dios exterminó a una ciudad entera a causa del pecado hace miles de años, ¿qué te hace pensar que no puede hacer lo mismo ahora por tu pecado? Sí Dios mandó el diluvio para exterminar a la humanidad porque su pecado estaba al límite, ¿crees que tú escaparás de la ira de Dios ahora? Hermano, el corazón de Dios sigue aborreciendo el pecado, con el mismo odio y asco que tenía cuando Satanás pecó en el cielo. Es la misma ira de Dios por el pecado la que Apocalipsis describe en los años de la Gran Tribulación, y la que habrá en el infierno. Sin embargo, aquí estamos. Por la hermosa gracia de Dios.
Da gracias a Dios que es por su gracia que el día de hoy estás aquí, escuchando esto. Varón, mujer, joven que me escuchas, NECESITAS ARREPENTIRTE AHORA DE TUS PECADOS Y CORRER A CRISTO. Nada puede librarte de las llamas del infierno más que inmutable gracia de Dios revelada en Jesucristo.
Hermano, es la gracia de Dios la que nos ha dado salvación de su ira, a través de la fe en Jesucristo. Así es, el mismo Dios airado por el pecado de idolatría del pueblo de Israel llevándolo al exilio en Babilonia, es el mismo Dios que ahora muestra gracia a pesar de que no te importe. Es por su gracia que la salvación que prometió desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1.20) ahora tú puedas disfrutarla. Es por la inmutable gracia de Dios que el Espíritu Santo te haya sellado desde el día en que creíste en Jesucristo, hasta la “redención de la posesión adquirida”, la vida eterna (Efesios 1.14). Es solo por gracia, por la inmutable gracia de Dios que hoy puedas entregar tu vida al Señor, y rendirte completamente a Él, en arrepentimiento y amor.
¡CORRE A CRISTO! SOLO ÉL PUEDE LIBRARTE DE TU PECADO, DE TU IDOLATRÍA, Y DE LA IRA DE DIOS POR ELLA. SOLO EN CRISTO TIENES SALVACIÓN.
[1] De Andrade, C. C. (2002). En Diccionario Teológico: Con un Suplemento Biográfico de los Grandes Teólogos y Pensadores (p. 190). Miami, FL: Patmos.
[2] Ibid.
[3] Nueva Traducción Viviente. (2009). (2 Co 4.4). Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, Inc.
[4] Ibid.
[5] Timothy Keller, Jueces para ti, traducido por Cynthia Verónica Pérez de Canales (Poiema Publicaciones: Medellín, Colombia, 2015), 133.
[6] Ventura, S. V. (1985), Nuevo diccionario bíblico ilustrado TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1065.
[7] Lockman Foundation. (1998). Santa Biblia: la Biblia de las Américas: con referencias y notas (electronic ed., Jue 14.3). La Habra, CA: Editorial Fundación, Casa Editorial para La Fundación Bíblica Lockman.
[8] Nueva Traducción Viviente. (2009). (Mt 23.23–28). Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, Inc.
[9] Ventura, S. V. (1985). En Nuevo diccionario bíblico ilustrado (p. 803). TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.
[10] Timothy Keller, Jueces para ti, 166.
[11] John Piper, Dios es el evangelio, (EDITORIAL PORTAVOZ; Grand Rapids, MI: 2007), 127.
[12] Sproul, R. (1998). La Santidad de Dios (pp. 147–148). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
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