El Perfecto Amor - 1 Juan 4:12-21
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Si quieres conocer el verdadero carácter y calidad de tu amor por Dios, debes examinar la calidad de tu relación con el hermano que ves, que esta cerca de ti. ç
Si al oír este sermón concluyes que definitivamente no tienes amor por los que ven, debes saber que en esencia nuestro problema no es que no amamos lo suficiente a nuestro prójimo. Nuestro mayor problema es que no amamos lo suficiente a Dios y por eso nos amamos a nuestro prójimo.
Cuando fallo en amar a Dios como debería, me inserto a mí mismo en lugar de Dios, deseando ser soberano sobre mi pequeño reino de uno y demandando a los que están a mi alrededor que hagan lo que pido. Si no amo a Dios como mi rey, establezco mi propio reino y vivo para mí mismo.
El amor está dispuesto a complicarse la vida por las necesidades y problemas de tu esposo o esposa sin impaciencia ni enojo. Esto debe hacernos pensar en dos cosas. Primero, deber recordarte a Jesús, quien estuvo dispuesto a enfrentar todas las complicaciones de la vida en este mundo caído para satisfacer nuestra más grande necesidad, la de una nueva vida. También tienes que enfrentar el hecho de que no te gusta complicarte la vida. No quieres que tus planes se interrumpan y no disfrutas tener que lidiar con problemas que no esperabas. Uno de los grandes desafíos del verdadero amor es la determinación a abandonar tu exigencia a tu comodidad y a una vida predicible; y uno de los llamados más importantes del amor es encontrar tu gozo más grande en satisfacer las necesidades de otros más que en satisfacer las tuyas.
El amor lucha activamente contra la tentación de criticar y enjuiciar mientras busca maneras de motivar y halagar a otros. Es muy fácil ser delicados e irritables. Frecuentemente es fácil ser mejor en sorprender a tu cónyuge haciendo lo malo que en reconocer las muchas veces que hace lo que es bueno. Cuando olvidas quién eres, y fallas en reconocer tus propias debilidades y errores, es mucho más fácil criticar a tu cónyuge. Las respuestas críticas a otros siempre están enraizadas en la justicia propia. Es cuando afirmamos nuestra necesidad de la gracia y celebramos la que se nos ha dado que nos deleitamos en darle gracia a la persona con la que vivimos.
El amor es un compromiso diario a resistir los momentos innecesarios de conflicto que vienen cuando señalamos y respondemos a las ofensas menores. Tú eres una persona imperfecta casada con otra persona imperfecta; y si el paradigma de la relación con tu cónyuge es reaccionar ante cada falla u ofensa, aun ante las más pequeñas, nunca se terminarán el dolor, el conflicto y la desilusión en tu matrimonio. El amor es considerado, comprensible, paciente, noble, no se deleita en la injusticia pero se regocija en la verdad. Tú estas casado con una persona en proceso. Esto significa, por la gracia de Dios, que tu cónyuge es mejor hoy de lo que era ayer, pero no de lo que será mañana. Tu esposo o esposa fallará en cosas pequeñas cada día, así que es vital reconocer lo que es importante y debe ser amorosamente confrontado y lo que es insignificante y debe ser amorosamente pasado por alto. Y en ambos casos es importante dar gracia.
El amor es ser amorosamente honesto y humildemente accesible cuando hay malos entendidos, y estar comprometidos a la unidad y al amor más que a salir ganando, acusar o tener la razón. No importa cuán unidos han llegado a ser y cuán cómodos y cuanto se conocen el uno al otro; ustedes aún tendrán malos entendidos. Uno de los beneficios del matrimonio es que nosotros no vemos la vida de la misma manera que nuestro esposo o esposa la ven; pero eso crea malos entendidos. Es también verdad que no siempre nos comunicamos tan claramente como pensamos que lo hacemos. Tampoco oímos tan bien. A veces nuestras mentes están tan enfocadas pensando cómo expresar nuestra perspectiva, que no oímos lo que nuestro cónyuge nos está diciendo. Además, somos propensos a cambiar de opinión. Aprendemos, crecemos y reconsideramos, pero con frecuencia no comunicamos esos cambios a medida que nos suceden. Así que, la unidad de un matrimonio no se debe a la ausencia de malos entendidos, más bien es establecida a medida que trabajas por ella con paciencia, consideración y gracia en medio de los inevitables malos entendidos.
El amor es la determinación diaria de admitir tu pecado, debilidades y fallas, y de resistir la tentación a excusarse o a transferir la culpa a algo o alguien más. Es muy tentador creer que eres más justo de lo que realmente eres y levantar excusas y defensas por lo malo que has hecho. Es fácil señalar el pecado de tu esposo o esposa y ser ciego al tuyo. La justicia propia es una guerra espiritual diaria que todos tenemos que enfrentar y estar dispuestos a pelear. Solo peleando esta batalla no nos apropiaremos ni hablaremos conforme a patrones de pensamiento, deseos, palabras y obras que interfieran con lo que Dios nos ha llamado a hacer y no caeremos por debajo del nivel del amor al que somos llamados y que protege el matrimonio.
El amor significa que al ser confrontado por tu cónyuge estés dispuesto a examinar tu corazón en lugar de ponerte a la defensiva o de cambiarle el enfoque. Mientras haya pecado remanente en nosotros, todos llevamos ese abogado interior, preparado ante todo desafío, reprensión y confrontación para levantarse en nuestra defensa y presentar argumentos a favor de lo que hemos hecho. El amor significa estar dispuesto a luchar contra estos instintos defensivos de tu corazón. Significa rehusar cerrarse y defenderse. Significa no estar dispuesto a darle vuelta al asunto y procurar convencer a tu cónyuge de que tú no eres el único pecador en el cuarto. El amor significa admitir que necesitas que tu esposa te ayude a verte a ti mismo con precisión. El amor significa estar dispuesto a reconocer tus errores, a examinarlos a la luz de la luz de la palabra de Dios y a confesarlos a Dios y a tu esposo o esposa.
El amor es una resolución diaria a crecer en amor para que el amor que le ofreces a tu esposo o esposa crezca para no ser egoísta, sino maduro y paciente. El amor significa no vivir sintiendo que “ya llegaste.” El amor no es indolente ni seguro de sí mismo; más bien significa aceptar la realidad de que Dios te sigue llamando a crecer y a cambiar. Amar a otra persona significa que estás dispuesto a admitir que hay áreas donde tu amor necesita crecer y madurar. Cuando amas a tu esposo o esposa, aprendes a comprometerte con la honestidad y el crecimiento personal de modo que puedes crecer en el amor de manera más consistente y madura. El amor no se acomoda sino que siempre tiene una agenda de crecimiento personal.
El amor es no estar dispuesto a hacer lo malo cuando te han hecho algo malo, sino que busca maneras concretas y específicas de vencer con el bien el mal. Lo ves en la conducta de los niños pequeños, en la ira de los ancianos y en todos los que están entre la niñez y la vejez. Es muy tentador herir a quien nos ha herido y hablarle bruscamente al que nos ha hablado ásperamente. Es tentador reaccionar enojadamente cuando hemos sido objeto del enojo de otro. Es tentador tratar a nuestro esposo o esposa sin respeto cuando sentimos que nos faltado al respeto. No es nuestra respuesta natural procurar hacer el bien cuando nos han hecho mal. No es natural buscar maneras de amar a la persona que nos ha herido. Es natural para los pecadores atropellar cuando han sido atropellados. De manera que si alguna vez hemos de vencer concretamente el mal con el bien, necesitamos la intervención y el fortalecimiento de la gracia de Dios y tenemos que admitir que nos cuesta hacer el bien frente a las ofensas, no por causa de lo que hay dentro de la persona con la que vivimos, sino por lo que hay dentro de nosotros.
El amor es ser un buen estudiante de tu cónyuge observando sus necesidades físicas, emocionales y espirituales para que de alguna manera puedas remover su carga, ayudarle a llevarla o animarla en el camino. El amor no solamente es reactivo; es voluntariamente auto-iniciativo y pro-activo. Es bueno cuando tu esposo o tu esposa te comunica su necesidad y tú voluntariamente respondes, pero el verdadero amor es más activo y agresivo que esto. Encuentra gozo en estudiarla – sus oportunidades, responsabilidades, tentaciones, dones, debilidades, fortalezas, familia, amigos, horarios, etc. – de manera que te es posible anticipar sus necesidades y moverte rápidamente para satisfacerlas o ayudarla en lo que sea posible. El amor no espera que se le diga qué es lo que se necesita y qué hay que hacer. Nunca ve la necesidad del cónyuge como una interrupción, más bien se carga cuando él o ella llevan una carga y se goza cuando llega el alivio. Si realmente amas a tu esposo o esposa tendrás la disposición a aumentar tu carga para aliviar la que él o ella lleva.
El amor significa la disposición a invertir el tiempo necesario para discutir, examinar y entender los problemas que enfrentan como pareja, persistiendo en ello hasta que el problema sea resuelto o se pongan de acuerdo sobre una estrategia de respuesta. Vivimos en un mundo fracturado. Los problemas vendrán y no siempre se irán con el paso del tiempo. Tú enfrentarás problemas en tus relaciones, problemas personales que impactarán tus relaciones y problemas que vienen de afuera de tu matrimonio. Por mucho que te gustaría, nunca tendrás sobre la gente, los lugares y las situaciones la clase de control que sería necesario para mantener tu matrimonio libre de problemas. De hecho, estos problemas son con frecuencia una cosa buena, pues Dios los usa para llevarte más allá de tu propia fuerza y sabiduría y para que aprendas lo que realmente significa vivir juntos en dependencia de Él. Un buen matrimonio es el resultado de dos personas que han aprendido juntas a resolver problemas y que han aprendido a celebrar el crecimiento y el cambio que resulta.
El amor siempre está dispuesto a pedir perdón y siempre está comprometido a otorgarlo cuando se lo piden. Ni tú ni tu esposo son perfectos, de manera que el perdón es un llamado esencial. Tú dirás algo equivocado en algún momento. Actuarás, reaccionarás o responderás de manera equivocada. Habrá momentos en que serás egoísta, desamorado, rudo, irritable o impaciente. Probablemente no hay un solo día en que no pequen el uno contra el otro de alguna manera. Así que es vital reconocer que tu cónyuge tiene que vivir con una persona como tú – luchando aún con la tentación y el pecado y aún fallando de alguna manera. Y deberías encontrar gozo en aliviarle la carga de vivir contigo pidiendo perdón cuando le has afectado con tus faltas. También es importante que estés preparado y dispuesto a perdonar a tu cónyuge. No puedes vivir en un matrimonio sin que tu cónyuge peque contra ti de alguna manera. Así que tienes que renunciar a mantener una lista de errores; tienes que decirle no a la venganza de cualquier clase; tienes que decir no a la amargura. Y tienes que tener siempre la disposición a otorgar el perdón cuando tu cónyuge te haya ofendido y él o ella busque corregir las cosas pidiéndote perdón.
El amor es reconocer el gran valor de la confianza en un matrimonio y cumplir tus promesas y ser fiel a tu palabra. Ya hemos examinado la importancia de la confianza para un matrimonio sano, de modo que no necesitamos decir mucho aquí. Pero vale la pena conectar el amor y la confianza de esta manera: el amor ama, confía y se esfuerza en lo que sea posible para fortalecer el matrimonio. Puesto que amas a tu cónyuge, quieres que él o ella conozca que puede depender de ti. Tú quieres que ella sea libre de la necesidad de estarte siguiendo y vigilando. Quieres que tenga la certeza de que harás lo mejor que puedas para cumplir lo que le has prometido y que cualquier cosa que le digas es confiable y verdadera. El amor también significa vivir con tu cónyuge de tal manera que él o ella no tiene que preguntarse con quién andas o que estés haciendo cuando anda por otro lado. El amor significa que tu cónyuge puede descansar, sabiendo que no hay secretos en tu vida o doble sentidos en tus palabras de las cuales deba preocuparse.
El amor es hablar con consideración y gentileza, aun en momentos de desacuerdo, rehusando atacar el carácter de tu cónyuge o agredir su inteligencia. Mi hermano Tadeo dice que el viejo refrán, “las piedras y los palos me lastiman, pero las palabras no,” no puede estar más lejos de la verdad. Mucho tiempo después de que las heridas físicas se sanan, las heridas hechas con palabras aún viven en el corazón. Yo he visto cómo la paz y la esperanza de un matrimonio ha sido destruidas por palabras horribles que nunca debieron haber sido dichas; pero estas son difícil de remover de la memoria una vez que han sido expresadas. Cuando estés herido o envuelto en un gran desacuerdo, es muy importante que edites tus palabras y que no seas llevado a usar ataques verbales. Si quieres tener un matrimonio de unidad, entendimiento y amor, no te des permiso de decir todo lo que piensas o te dejes llevar por tus emociones. El amor se niega una y otra vez, no a tu esposo o esposa, sino a ti mismo, resistiendo la tentación de lograr lo que quieres usando las palabras como armas de guerra en lugar de herramientas de amor.
El amor es no pedirle a tu cónyuge que sea la fuente de tu identidad, significado y propósito o sentido interno de bienestar, y rehusar ser para él o ella esa fuente. Si realmente amas a tu cónyuge, no querrás que sea tu mesías personal ni querrás el poder y la euforia de ser el mesías de él o ella. Tu cónyuge no es capaz de cargar con tus esperanzas y tu felicidad. No puede ser la razón por la que te levantas por la mañana o lo que te sostiene durante el día. Pedirle que haga esto no solo es un acto de egoísmo espiritual, sino que le pone una carga que no puede llevar. Si haces esto él o ella fallará y luego tendrán que lidiar con las consecuencias de la desilusión y con el impacto negativo que esto tendrá en el matrimonio. El amor significa que nunca le pedirás a tu cónyuge que haga lo que solo Dios puede hacer. El amor nunca le demanda a tu esposo o esposa lo que Dios ya te ha dado en Cristo. El amor buscar la satisfacción vertical que viene de Dios para así poder servir horizontalmente al cónyuge.
El amor es la disposición a tener menos tiempo libre, a dormir menos y a tener un horario lleno para ser fiel a lo que Dios te ha llamado a ser y a hacer como esposo o esposa. El amor marital significa estar dispuesto a renunciar al control individual de tu tiempo, tus planes y tu calendario para edificar una amistad, una intimidad y una comunión verdaderas y permanentes con la persona con la que hiciste votos de por vida. Tú no puedes pensar, escoger o decidir como uno y al mismo tiempo estar comprometido con la unidad y el amor en tu matrimonio. El amor es la disposición a renunciar a tu derecho a controlar tu tiempo, energía y recursos. El amor es la decisión de agregarle más obligaciones a tu vida y más complicaciones a tu horario; es la determinación a hacer estas cosas por el gozo de servir a tu cónyuge y de ayudarle a experimentar lo que Dios dice que es mejor.
El amor es un compromiso a decir no a los instintos egoístas y a hacer todo lo puedas para promover una unidad verdadera, un entendimiento funcional y un amor activo en tu matrimonio. Probablemente no hay una decisión de amor más importante que decir no. ¿Estás confundido? Déjame explicarte. Si vas a decir sí a los constantes llamados al sacrificio personal requeridos por el bien de tu esposo o esposa, primero tendrás que decirte no a ti mismo. Recuerda que el ADN del pecado es el egoísmo. Así que mientras haya pecado en nosotros habrá una continua tentación a vivir, actuar, reaccionar y responder a nuestro cónyuge centrados y enfocados en nosotros mismos. Si vas a vivir una vida de amor verdadero debes primero pelear esta batalla del corazón. Como en cualquier otra guerra, esta batalla solo puede ser peleada en términos concretos, es decir en los momentos de tentación específicos que se presentan en lugares y situaciones especificas.
Tal vez seas tentado a comenzar tu día tan consumido con tus propias decisiones y tareas que te tomas muy poco tiempo para darte cuenta o para responder a las necesidades de tu esposo o esposa. O tal vez tu conflicto es que eres egoísta con el uso de tu tiempo libre. Quizás eres tentado a ser egoísta con el uso de tu dinero. O acaso tu lucha sea con el egoísmo respecto a tu participación en las tareas normales de la casa. Pueda ser que al final de un largo día lo único que quieres es que te dejen solo. El punto es que si vas a amar a tu esposo o esposa hay tentaciones específicas a las que debes decir que no.
El amor es permanecer fiel a tu compromiso a tratar a tu cónyuge con aprecio, respeto y gracia, aun en los momentos cuando parece que él o ella no lo merecen o no están dispuestos a reciprocar. Nadie que lea este libro ha estado o estará casado con una persona perfecta. El matrimonio significa que el pecado, las debilidades y las fallas de tu esposo o esposa serán para ti una experiencia diaria de primera mano. Significa amar a tu cónyuge cuando está teniendo un mal día o luchando con desalientos específicos. El matrimonio significa amar a tu cónyuge cuando está irritable e impaciente; significa amarle cuando te ha herido de alguna manera; significa amarle cuando te exige y te critica; significa seguirle amando cuando se rehúsa a participar, cooperar, servir, dar o ayudar. Significa perseverar a través de los tiempos duros y los días difíciles. Significa negarse a usar las palabras como armas o dejar que caiga el sol sobre tu enojo, aun cuando él o ella estén haciendo estas cosas.
El amor es nunca dejar que las fallas de tu cónyuge sean la razón para cambiar las reglas del juego. El verdadero amor es respetuoso, busca maneras de expresar aprecio, encuentra gozo en dar gracia, quiere edificar y motivar. Y el verdadero amor hace estas cosas sin importar lo que esté pasando.
El amor es la disposición a hacer sacrificios regulares y costosos por causa de tu matrimonio, sin pedir nada a cambio o usar tus sacrificios para poner a tu cónyuge en deuda contigo. Hay momentos cuando el amor es bastante fácil. En un fin de semana romántico cuando ustedes están solos y lejos de las responsabilidades normales y las presiones de la vida diaria es fácil amar. Cuando tu esposo o esposa se ha dado cuenta de algo que necesitas y te sirve en esa área, es fácil amar. Cuando has recibido algún regalo especial, es fácil amar. Cuando tu cónyuge te ha comunicado cuanto te respeta y te aprecia, es fácil amar.
Pero el verdadero amor no vive solo en estos grandes y afectuosos momentos. No, vive al nivel de la calle. Vive cuando ningún violín está tocando o los pajarillos están cantando. Vive cuando la vida es agitada, aburrida o difícil. El verdadero amor no demanda que la vida sea fácil o estimulante. El verdadero amor ama tanto en la oscuridad de la noche como en el calor del sol; ama cuando no es tan divertido ni satisfactorio amar; no se da por vencido cuando las cosas son difíciles ni se retira cuando hay que enfrentar el desaliento. Así que no hay tal cosa como un verdadero amor que no requiera un verdadero y voluntario sacrificio cotidiano. No hay escape – el verdadero amor es costoso. El verdadero amor nos llama a sufrir voluntariamente sacrificios de tiempo, energía y dinero; nos llama a estar dispuestos, a veces a quedarnos callados y a veces a tener el coraje de hablar; nos llama a veces a rehusar la contienda y otras veces a contender por lo correcto; en ocasiones nos llama a actuar decisivamente, otras veces, a que esperemos. Nos llamaa a guiar, pero también nos llama a que estemos dispuestos a seguir. Nos pide que sigamos un plan o que nos dispongamos a abandonar nuestros planes. El amor no huye frente al sacrificio.
El amor es rehusarse a tomar ninguna decisión personal o a preferir cualquier cosa que dañe tu matrimonio, hiera a tu esposo o esposa o debilite el vínculo de confianza entre ustedes. El amor significa renunciar a tu autonomía. Significa que ya no vives como si tu vida te pertenece. Es no tratar más a tu esposa como una inversión que puedes hacer individualmente. Es tomar cada deseo, elección, decisión, palabra o acción en el contexto de lo que es mejor para tu esposo o esposa y de lo que es mejor para tu matrimonio. El amor es someter tu independencia al llamado más elevado y al gozo más grande de la unión y la comunión con tu cónyuge; es rehusar a verte a ti mismo como un ser separado de tu cónyuge; es entender que ahora que vives junto a él o ella en esta perpetua relación, cualquier cosa que hagas será un acto que afectará la relación ya sea para edificarla o para destruirla. El amor es entender que en el matrimonio es imposible actuar independientemente. En alguna manera todas tus decisiones, preferencias y acciones afectarán a tu cónyuge.
Así que el amor significa vivir conscientes de la relación, es decir, vivir escogiendo siempre actuar con tu matrimonio a la vista. Significa nunca escoger lo que podría parecer bueno para ti, pero que dañaría tu relación matrimonial en alguna manera. Significa nunca tolerar una emoción o deseo que termine hiriendo a tu esposo o esposa. Significa nunca escoger algo o actuar de tal manera que debilite la confianza que es tan importante para tu matrimonio.
El amor es rehusar enfocarnos en nosotros mismos o exigir, más bien es buscar maneras específicas de servir, apoyar y motivar, aun cuando estés atareado o cansado. Una de las cosas que lastima el matrimonio es exigir derechos. Los pecadores tienen una gran habilidad para convertir las bendiciones en necesidades. Es muy fácil para nosotros razonar que merecemos algo y que es correcto para nosotros exigirlo. Es muy fácil incluir en nuestras “necesidades” cosas que no son necesidades y al hacerlo, esperar y exigir esas cosas. Es así como trabaja: si estoy convencido que algo es una necesidad y mi cónyuge me dice que me ama, me parece correcto esperar que él o ella satisfaga esa necesidad. Parece justo entonces observar si él o ella se ha comprometido a darme lo que espero y demandarlo si no lo hace, porque después de todo ¡es una necesidad! Llamar necesidad a algo que no es necesidad es una de las maneras en que solemos excusar nuestro enfoque en nosotros mismos y las exigencias que lo acompañan.
El modelo bíblico del amor provee el rescate de esta tentación. En Mateo 6:25–32 Jesús nos recuerda que tenemos un padre celestial que conoce precisamente lo que necesitamos. Él nunca confunde lo que es una necesidad y lo que no lo es. Es mejor dejar que Él defina nuestras necesidades. Y Él ha prometido que suplirá todo lo que necesitamos.
¿Cómo puedes conocer esto con seguridad? Bueno, la cruz de Cristo es tu garantía. Pablo dice esto en Romanos 8:32: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Si Dios llegó al extremo de sacrificar a su Hijo para que nosotros pudiéramos tener una relación con Él, ¿Tendría algún sentido abandonarnos ahora que ya la tenemos? Pablo dice, “¡Absolutamente no!” Así que no tienes que vivir preocupado tratando de que tus necesidades sean satisfechas. Tú puedes admitir humildemente que con frecuencia te sientes confundido acerca de tus verdaderas necesidades y puedes estar seguro que estas serán satisfechas por tu amoroso Padre celestial quien pagó un enorme precio para que pudieras ser el objeto de su eterno favor. La cruz del sacrificio sobre ese antiguo monte afuera de la ciudad es tu garantía escrita.
Puesto que eres amado de esta manera, eres libre para apartar tus ojos de ti mismo y amar a tu esposa. No tienes que estar espiando sobre tu hombro para ver si Dios aún está activo detrás de ti, y no tienes que tener preocupación en tu corazón. Puedes estar seguro que si Él dio a su Hijo no hay manera que te abandone en tu tiempo de necesidad.
El amor es admitirte diariamente a ti mismo, y admitirles a tu esposa y a Dios, que no eres capaz de amar de esta manera sin la protección, provisión, perdón, rescate y gracia liberadora de Dios. Después de leer este capítulo hay dos cosas que deberían quedar contigo. Primero, que debes confrontar el hecho de que el amor es fundamentalmente más profundo y más activo que los sentimientos cálidos y románticos de afecto hacia alguien que te atrae. No es una respuesta de felicidad generalizada que sientes al lado de esa persona. No; el amor es un compromiso específico del corazón hacia una persona específica que te hace entregarte a un estilo de vida específico que requiere tu disposición a hacer sacrificios que tienen como objetivo el bien de esa persona. El amor nunca es general y nunca se queda detenido en el terreno de los sentimientos. El amor desea, piensa, escoge, decide, actúa y habla en compromiso activo de día a día para el bienestar del otro. El verdadero amor es concreto, específico y activo.
Pero hay aun una realidad más poderosa que debería impactarte después de leer este capítulo. Entender esto debería hacerte reflexionar y moverte a la acción: es imposible para ninguno de nosotros amar como lo he descrito. La medida es simplemente demasiado alta. Los requerimientos son simplemente demasiado grandes. Ninguno de nosotros tiene lo que se necesita para alcanzar este estándar. Personalmente, esta descripción del amor en acción me ha dejado humillado y lamentando. Me ha confrontado nuevamente con mi tendencia a llamarle amor a lo que no es amor. Me ha forzado a admitir cuán absorto y enfocado en mí mismo soy. Me ha recordado que respecto al amor no soy un experto. No; soy pobre, débil y necesitado. Pero no estoy solo y por ello, el entendimiento de mi falla no debería derrotarme o paralizarme ni a mí ni a ti porque su propósito es moverte a buscar ayuda. Y no estoy hablando de leer un buen libro sobre el matrimonio, de asistir a un curso para parejas o de buscar un buen consejero matrimonial. Todo lo que estos pueden hacer es describir lo que es mejor. Pero no tienen el poder de ayudarte a desear y a hacer lo que es mejor. Pueden informarte sobre lo que es el amor, pero nunca pueden transformarte en una persona que ama. ¿Pero, no es eso lo que todos necesitamos?
Como puedes ver, el llamado de Dios al amor nos confronta con nuestras debilidades e incapacidades. Nos hace reconocer cuán inconstantes son nuestros corazones. Nos ayuda a ver cuán débil es nuestra resolución. Nos llama a admitir humildemente cuán renuentes e impacientes somos. Ser confrontados con nuestra debilidad es una de las metas de Dios para el matrimonio. Esta relación integral y permanente es una herramienta en las manos de Dios para exponer nuestros desvaríos de sabiduría, justicia y fortaleza y nos moviliza a buscar ayuda. Y hay ayuda, una maravillosa y suficiente ayuda para todo el que la busca.
Cuando Juan comienza su larga discusión del amor en el pasaje que hemos estado considerando, él dice, “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él” (1 Juan 4:9). Juan dice que el propósito de la venida, sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús fue para que a través de El pudiéramos tener lo que necesitamos para poder vivir la vida a la que Él nos ha llamado. Y esa vida es fundamental, comprensiva y perseverantemente una vida de amor. Juan está diciendo que Jesús murió no solo para que pudiéramos ser perdonados por no amar como deberíamos, sino también para que pudiéramos tener el deseo, la sabiduría y el poder de amar como debemos.
Jesús derramó su sangre por el pecado que cometiste durante esa conversación con tu cónyuge que comenzó bien pero se convirtió en algo airado y tenso. El murió para enseñarte a lidiar con la presión diaria de vivir con alguien que es tan diferente a ti. El murió para que pudieras ganar en tu lucha por perdonar y resistir la seducción de la amargura y la venganza. El entregó su vida para darte lo que se requiere para tomar la decisión de levantarse de la cama y cumplir tu promesa aun cuando estando cansado y desanimado. El sufrió para que pudieras enfrentar el dolor y el maltrato con sabiduría y gracia. Murió para que pudieras resistir la tentación de darte por vencido, de ceder, de escapar o de renunciar. Derramó su sangre para que tuvieras el poder de hablar con cuidado y decir cosas que edifican aun cuando te hayan hablado groseramente. El derramó su sangre para que tengas poder en momentos específicos para rehusar la irritación y la impaciencia y que puedas responder con gentileza y auto control. Jesús murió para que al enfrentar la muerte de tus sueños te apropies del sueño mejor al que El te ha llamado. El sufrió para que tengas la sabiduría que necesitas para lidiar con las cosas inesperadas e incomprensibles. Derramó su sangre para que puedas tener el poder de crecer y cambiar.
Jesús sufrió en amor para que en tu lucha por amar jamás y nunca estés solo. Mientras te entregues a amar, El te inundará con Su amor, para que nunca te falte lo que necesitas para amar. El estuvo dispuesto a hacer el sacrificio supremo del amor porque sabía que es la única manera en que podrías lograr lo que se necesita para amar como has sido llamado a amar. El sabía que lo único que te podría ayudar era si El se entregara a sí mismo por ti. Así que eso es exactamente lo que El hizo. Se entregó a sí mismo para que en este lugar, ahora mismo, tú pudieras tener los recursos que necesitas para vivir una vida concreta y continua de amor.
Así que no dejes que el remordimiento te paralice. No te agobies por el llamado del amor. No te desanimes por el dimensión o la cantidad de las cosas que estás enfrentando. No dejes que los errores del pasado te roben la esperanza del futuro. Ciertamente, por ti mismo, no tienes lo que se necesita, pero El está contigo, en ti y por ti. Camina hacia adelante con esperanza y aliento, y entrégate al cruciforme amor, verdadero, activo y específico, sabiendo que Su gracia tiene realmente el poder para que estés preparado, dispuesto y esperando.