Si respiras alábale
Introducción:
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
Por sus atrios con alabanza;
Alabadle, bendecid su nombre.
Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; 10y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. 11Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, 12diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén
La alabanza nos enseña nuestra verdadera posición ante Dios
En el día señalado, apareció Herodes con su atuendo real, y se sentó en la tribuna y les echó un discurso.
La gente le aclamaba a gritos diciendo:
—¡Habla como un dios, no como un hombre!
Pero allí mismo y en aquel momento le hirió un ángel del Señor por apropiarse la gloria que solo a Dios es debida, y murió comido de gusanos.
Josefo, el historiador judío de esta época, describe que el segundo día del festival Herodes entró en el teatro ataviado con un atuendo confeccionado con paño de plata que relucía al sol, y la gente se puso a gritar que había venido un dios a visitarlos. Inmediatamente se le presentó una enfermedad repentina y terrible de la que no se recuperó.