Operación rescate
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En la realidad de la persona
En la realidad de la persona
Cada vez que tienes la oportunidad de ayudar a alguien debes saber que esa persona seguramente está manejando niveles de estrés muy elevados.
Muchas veces, cuando estamos dentro de una crisis nos cuesta pensar con claridad para tomar decisiones.
En gran medida nuestra acción como socorristas es ayudar a la persona a ver lo que en ese momento no ha podido ver.
Esa realidad nos avisa que no será del todo fácil porque las personas podrían no entender nuestras intenciones y podrían estar a la defensiva.
Una forma de ilustrar eso es cuando una persona se está ahogando y al llegar el rescate no se deja ayudar, pataleando para salvarse e impidiendo el rescate en vez de favorecerlo.
¿Qué usamos para ayudarle? Empezamos por la empatía.
No solo es difícil que ayudes a alguien a quien no consideras importante, también es imposible ayudar a alguien a quien no comprendes.
La empatía es la capacidad de comprender la realidad del otro desde su realidad, no la nuestra.
Quien piensa bien las cosas se fija en lo que dice; quien se fija en lo que dice convence mejor. Las palabras amables son como la miel: endulzan la vida y sanan el cuerpo.
Tenemos que recordar que al igual que ellos, somos seres humanos ayudando a seres humanos. Esa realidad es suficiente para entender que siempre podremos desarrollar empatía.
Recuerda que tú has sido ayudado y consolado, que te gusta y necesitas que comprendan tu realidad, no que la critiquen. Así mismo lo necesitan las personas a quienes socorres.
No tienes que haber vivido algo similar a la persona para comprenderla, tienes que ser capaz de escuchar. Si la personas dice que no podremos entenderla, invitémosla a compartir su realidad para entenderla.
En lo que tenemos que tener cuidado es en no mezclar nuestro interés en ayudar con resolver la vida de las personas.
No podemos asumir la responsabilidad por la vida de las personas, esa es una de las peores formas de ayuda.
Algunas personas podrían mirarte como un salvador o héroe y te pondrán sus cargas para que las lleves, sin embargo el rescate no se trata de convertirnos en papás de la persona sino en un guía.
Acercamiento cuidadoso
Acercamiento cuidadoso
Además de la empatía vamos a ofrecerle nuestra ayuda. No tienes que preguntarle lo obvio (¿cómo te sientes?, ¿cómo estás?, porque ya sabes que seguramente la está pasando mal), más bien ofrécele tu apoyo: ¿cómo puedo ayudarte?
Sucedió que al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna. Cuando oyó a la multitud que pasaba, preguntó qué acontecía. —Jesús de Nazaret está pasando por aquí—le respondieron. —¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!—gritó el ciego. Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún más fuerte: —¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando el ciego se acercó, le preguntó Jesús: —¿Qué quieres que haga por ti? —Señor, quiero ver.
No siempre la persona sabrá lo que necesita, por eso es importante ayudarle a aclarar lo que realmente necesita.
Incluso si la persona tajantemente rechaza la ayuda le hacemos saber que nos mantendremos cerca para ayudarle en caso de necesitarlo. Nos ponemos amablemente a su disposición no tomando personal su rechazo.
Lo siguiente que hacemos es intentar reconectar a la persona con su red de apoyo inmediato, esto es, su familia o amigos.
En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes.
Las redes de apoyo son las personas que pueden ayudar justo después de nuestra intervención. Pregúntele si tiene algún amigo o familiar a quien acudir en momentos de dificultad.
Podemos ofrecernos a llamarlo si es necesario. Muchas veces las personas están tan mal que no sienten ánimo ni para pedir ayuda.
Las redes de apoyo son una fortaleza importantísima para superar momentos de crisis. La Iglesia es una red de apoyo para nosotros.
Qué importante es que como Iglesia le mostremos la confianza y amor suficiente a cada persona como para que nos considere su red de apoyo.
Esta ayuda que brindamos es importante porque le da a la persona en necesidad un apoyo externo, que es muy necesario, sin embargo no es el más importante.
¿Cuál es el recurso más importante que posee una persona?
Sus propios recursos, sus capacidades, las herramientas con las que ya cuenta y que incluso ha utilizado para enfrentar otras situaciones.
—Señor—le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas. —Tu hermano resucitará—le dijo Jesús. —Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final—respondió Marta. Entonces Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? —Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.
Jesús ayuda a Marta a reenfocar su dolor. La lleva a descubrir su fe y a confesar su confianza en Jesús.
Cuando Jesús le dijo lo que estaba por hacer Marta no entendió, en su dolor no podía ver que Jesús tenía el poder para resucitarlo. Jesús la lleva a encontrar, bajo su luto, el poder de su fe.
Todas las personas hemos enfrentado crisis en otras ocasiones y todos hemos superado algunas de ellas. ¿Cómo lo hemos hecho? Esa respuesta se convierte en un recurso para reutilizar.
Las experiencias anteriores nos han enseñado muchas cosas de las que muchas veces no somos conscientes y por eso necesitamos que alguien nos ayude a ver que tenemos con qué enfrentar la crisis.
Si ya conocemos a la persona a la que ayudamos es más fácil para nosotros ayudarle a recordar esos momentos difíciles y cómo los ha superado.
A partir de ahí nuestro trabajo se convierte en un acompañamiento a través del autodescubrimiento de la persona. Eso fue lo que hizo Jesús con María.
Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo: —Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente. —¿Dónde lo han puesto?—preguntó. —Ven a verlo, Señor—le respondieron. Jesús lloró.
La intervención de Jesús con María fue diferente, siendo esta un poco más sensible y menos racional que Marta. Jesús se conmueve y la acompaña en su dolor hasta la tumba de Lázaro.
Muchas veces nuestro papel no es el de hablar mucho sino el de acompañar, siendo sensibles al dolor.
La sensibilidad crea una conexión con las personas que les da la confianza de llevarnos al génesis de su dolor.
Dios está profundamente interesado en el dolor humano. Llévale este mensaje a cada persona que sufre: Jesús comprende tu dolor y quiere acompañarte a través del proceso de sanidad.
Ahora tenemos que ser claros, a veces, la mejor forma de ayudar es dejar que alguien más ayude.
En otra ocasión, cuando Jesús estaba en un pueblo, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicó: —Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y tocó al hombre. —Sí quiero—le dijo—. ¡Queda limpio! Y al instante se le quitó la lepra. —No se lo digas a nadie—le ordenó Jesús—; sólo ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.
Jesús sanó al hombre leproso pero la reinserción a la sociedad necesitaba de una ayuda que Jesús no podía ofrecerle.
Jesús refiere al hombre hacia las autoridades competentes para que continuaran la ayuda.
Tenemos que ser sinceros y humildes para reconocer que a veces no podremos ayudar a una persona y que la mejor ayuda que podemos darle es referirla a un profesional competente.
Hay profesionales mejor capacitados para tratar ciertos temas, no podemos espiritualizar todo.
Aunque el principal problema del ser humano es espiritual, también son reales los problemas emocionales y físicos.
En la Iglesia hay muchos dones, hay personas capacitadas para las diferentes necesidades; somos un cuerpo que funciona integrado y coordinado.
Aun cuando no podamos ayudar en todos los casos sí podemos acompañar en todos los casos. No podemos desestimar el poder del acompañamiento: estar presente.
Ofrezcamos la ayuda que esté a nuestro alcance y seamos el vecino, amigo, compañero, familiar e Iglesia que el mundo está necesitando.