Aislados, pero no abandonados

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Pablo introduce la doctrina de la adopción en Cristo, mostrando evidencias de nuestra filiación con Dios, así como las ventajas que como creyentes tenemos de esa filiación.

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Introducción

1. Somos hijos de Dios porque nuestra vida en pecado ya no existe (v.12-13)

En estos versículos 12-13,Pablo está concluyendo algo que se conoce como la “mortificación del Pecado”. Aquí Pablo comienza diciendo “somos deudores”. Esta expresión tiene la idea de un compromiso que un esclavo tenía de obedecer a su amo para servirle. Por lo que Pablo está diciendo es que Todo creyente tiene un compromiso moral con el Espíritu Santo para no vivir en la carne. John Owen en su libro de la Mortificación al pecado comenta sobrel el versículo 13 diciendo:

2. Somos hijos de Dios porque Dios nos adoptó (v.14-16)

Algo que me llama la atención es que hasta este momento Pablo no se había referido a los creyentes como hijos de Dios. Sin embargo, a partir del 8.14 Pablo introducirá una de las doctrinas más hermosas que encontramos en el evangelio: La adopción.
Romanos 8.14 LBLA
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.
Romanos 8.15 LBLA
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Romanos 8.16 LBLA
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios,
Romanos 8.17 LBLA
y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El.
Romanos 8.19 LBLA
Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios.
Romanos 8.21 LBLA
de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.
Romanos 8.23 LBLA
Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo.
Romanos 8.29 LBLA
Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos;
Vemos, entonces, el énfasis que le está dando Pablo a esta doctrina. Y yo creo que como cristianos del siglo XXI esta doctrina debería resonar en nuestros oídos y en nuestros corazones. Mayormente ahora que estamos en tiempos de aislamiento social, debemos recordar que, a pesar de la situación aislada en la que nos encontramos, realmente NO ESTAMOS ABANDONADOS por nuestro Padre celestial.
Por esta razón Pablo habla acerca de esta filiación adoptiva con Dios. Pablo pasa a dar tres evidencias de que alguien verdaderamente es hijo de Dios.

El Espíritu nos guía (v.14)

Porque”. De esta manera inicia Pablo con su argumento. Esta palabra da la idea de una continuidad a lo que anteriormente estaba hablando. Es decir, “¿Quienes son los que son guiados por el Espíritu? Los que no obedecen su vieja naturaleza”. La palabra que Pablo utiliza aquí como “guiados” tiene la idea de alguien que llevado personalmente por otro a un sitio.
Es como la escena de un niño pequeño que apenas y puede caminar, es llevado por su papá de un lugar a otro.
El Espíritu Santo toma el papel de un padre que lleva a su hijo para donde el niño debe ir. Es decir, el creyente que es dirigido por el Espíritu no vive en su pecado, sino que el es llevado para vivir una vida en obediencia a Dios. Y esta es la evidencia de que son “hijos de Dios”.

El Espíritu nos hace clamar al Padre (v.15)

En segundo lugar, otra evidencia de que somos hijos de Dioses que los verdaderos hijos de Dios claman a Dios como su Padre.
Romanos 8.15 LBLA
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Pablo aquí hace una comparación entre los creyentes y los no creyentes.
No creyentes: Estas personas permanecen en esclavitud. Son aquellas que no han sido liberadas de su pecado. Hay que notar que esta esclavitud conduce al temor. Es el temor a la muerte, a la ira de Dios lo que había en el corazón de aquel que comprendió el evangelio. Un muerto espiritual no puede ver ni percibir ese temor, sino hasta que se le imparte vida y ve la condición en la que se encuentra y clama por liberación. Esa es la condición de los no creyentes, con un espíritu de temor.
Creyentes: Pero, por otro lado, los creyentes han recibido algo muy distinto. Dice Pablo que lo que hemos recibido no es un espíritu de temor, sino uno de adopción. Debemos poner atención a esto, pues es de suma importancia. Cuando Pablo menciona la adopción, no debemos entenderlo según nuestra idea de adopción. Para nosotros, una adopción consta de un niño que no tiene padres, el cual lo hacemos parte de nuestra familia y lleva nuestro apellido y vive con nosotros. Sin embargo, según la cultura romana una adopción podía realizarse con un adulto. Una persona podía adoptar a alguien adulto, incluso anciano, para que este fuera heredero de lo que el padre tenía.
Pero notemos otra cosa. Este espíritu no solo nos ha sido dado como evidencia de nuestra filiación con Dios. Este espíritu no solo da evidencia de que somos hijos de Dios, sino que también hace que nos acerquemos a Dios.
por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” La palabra “clamar” tiene la idea de “pedir a gritos algo”. Es la misma palabra que usó Cristo en la Cruz cuando “clamó a gran voz” antes de morir. (Mt. 27.50) Es la misma palabra que se usó cuando Juan el Bautista grito diciendo: “Este es el que dije que vendría” (Jn. 1.15).
¿Y qué es lo que nos hace clamar?
¡Abba, Padre!” Esta expresión es un término arameo que los niños pequeños que aún no podían hablar, balbuceaban para llamar a su padre. Es un término usado para denotar ternura, pero también dependencia del niño hacia su papá. Podría traducirse como “papito”. El hecho de que Pablo mencione esto, es porque asi como un niño pequeño tiene la confianza para acercarse a su papá en auxilio, así nosotros tenemos el libre acceso ante nuestro Padre, a través del Espíritu.

El Espíritu da testimonio (v.16)

Romanos 8.16 LBLA
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios,
Es el Espíritu Santo que testifica que verdaderamente tu y yo somos hijos de Dios. Pero este testimonio no es una voz mística que nos habla al oído diciendo “Eres hijo de Dios. Eres hijo de Dios”. Realmente el versículo no explica cómo es que esta realidad se efectúa, pero Pablo da por hecho que el Espíritu Santo hace esto.
¿Qué significa que el Espíritu Santo testifica que somos hijos de Dios?
En la cultura romana, para que una adopción se hiciera legalmente válida, era necesario que hubiera siete testigos fieles estuvieren presentes para confirmar la adopción que se está efectuando. Y Pablo está usando esta práctica cultural para enseñar que"el mismo Espíritu Santo”, sin necesidad de alguien más, es el que El Padre envió a nosotros para que habitara en nosotros (Jn. 14.16 ss) y fuera ese testigo fiel que confirma nuestra filiación con Dios. ¡Somos hijos de Dios!
Pero no solo somos hijos de Dios porque nuestra vida en pecado ha quedado atrás. No solo somos hijos porque hemos sido adoptados por Dios. Sino que somos hijos, en tercer lugar, porque tenemos una herencia eterna.

3. Somos hijos de Dios porque tenemos una herencia eterna (v.17)

Romanos 8.17 LBLA
y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El.
Noten como Pablo concluye su argumento “y si hijos”. Pablo no esta introduciendo su último argumento con una condición. No está poniendo en tela de juicio nuestra filiación con Dios. No. Literalmente está diciendo “Y puesto que somos hijos...somos herederos.

Somos herederos de y con Cristo

Esto es muy importante de entender, porque cuando el hijo adoptivo pasaba a ser parte de la familia, poseía el mismo apellido que los hijos biológicos. Y aunque en la cultura judía el primogénito se llevaba gran parte de la herencia, para los romanos, la herencia se repartía entre el número de herederos que había. Así, todos los hijos tendría la misma cantidad de herencia. El hijo adoptivo no era más ni menos que el hijo biológico. Lo mismo sucedió en el evangelio entre Cristo y nosotros.
Jesús es el único Hijo de Dios. Nosotros somos hijos adoptivos de Dios. Pero, a pesar de haber sido adoptados, nuestra herencia no será menos que la que Cristo tendrá. Seremos herederos de Dios y co-herederos con Cristo.
Gálatas 3.16 LBLA
Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice: y a las descendencias, como refiriéndose a muchas, sino más bien a una: y a tu descendencia, es decir, Cristo.
Es decir, lo que a Abraham se le prometió, no fue solamente un pedazo de tierra en el Palestina. No. La herencia que le espera a Abraham, es la que a Cristo se le ha prometido. Y porque tu y yo estamos en Cristo, entonces somos herederos de todo lo que a Cristo se le ha prometido.
1 Corintios 3.21–23 LBLA
Así que nadie se jacte en los hombres, porque todo es vuestro: ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
TODO ES NUESTRO. De modo que, entendiendo nuestra filiación con Dios podremos decir como Asaf en el Salmo 73:
Salmo 73.25–26 LBLA
¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.
O como lo traduce la Nueva Traducción Viviente
Salmo 73.26 NTV
Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; él es mío para siempre.

Somos glorificados con Cristo

Nota como termina el versículo Romanos 8.17a fin de que también seamos glorificados con Él”. Hermano, esta es la esperanza que nos aguarda. Hoy mismo nos encontramos entre el “ya y el todavía no”. YA somos salvo, adoptados y santificados en Cristo, pero TODAVÍA NO estamos liberados de nuestras debilidades y del pecado que nos envuelve (He. 12.1; cf. Romanos 7). PEro aguardamos esa gloriosa herencia en los cielos. Pero notemos cuál es el medio de esa gloria que nos espera: “si padecemos con Él”. Hermano, no hay gloria eterna si no hay cruz previamente. No existe recompensa sin sacrificio. A fin de que tú y yo recibiéramos por la fe esta herencia, Cristo tuvo que pasar por la cruz. y ¿sabes algo, hermano? Así como compartiremos la gloria de Cristo, así también compartiremos sus sufrimientos.

Conclusión

En medio de una sociedad de incertidumbre, donde nadie sabe lo que es ni quien es, tu y yo podemos estar seguros de que somos hijos de Dios porque:
Nuestra vida en pecado ha quedado atrás
Dios nos adoptó
Tenemos una herencia eterna
De modo que puedes estar confiado.

Aplicación

Quiero dejarte con dos principios prácticos para tu vida el día de hoy.
Si el Espíritu Santo te ha mostrado que sigues luchando con un pecado: CORRE
Confiésalo ante Dios y confía en el poder del Espíritu Santo para dejarlo. Recuerda que Él te está guiando y fortalece para vivir en santidad.
Ora pidiendo a Dios que te ayude a dejarlo. Eres hijo de Dios. Clama a Él por ayuda. Él es tu Padre y puedes acercarte a Él cuando lo necesites.
Reúnete con alguien para que te ayude y puedas rendirle cuentas. La vida cristiana no es una vida solitaria. Dios te ha dado hermanos para que juntos se ayuden a llevar las cargas. Acércate a ellos para que no lleves esta lucha tu solo.
Reconoce las áreas débiles en tu vida que te hacen caer. Todos tenemos debilidades, pero hay áreas susceptibles por donde la tentación llega. Identifícalos.
Escapa de ahí. Huye de esos lugares de peligro. Ocupa tu mente en algo más. Háblale a alguien para que ore por ti. O sal de ese lugar. Pero no te quedes ahí. Busca la salida.
Eres hijo de Dios por la fe que has tenido en Cristo. A pesar de la situación en la que te encuentres, recuerda que por ser hijo te espera una herencia eterna. Resiste, hermano. Resiste.
[1]John Owen, La Mortificacion del Pecado: Lo que cada creyente deberia saber acerca de la mortificacion del pecado, (Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, 2001), 7.
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