1 Corintios 4
1 Corintios 4
Pablo continúa en su análisis del ministerio dando otros tres cuadros del pastor:
I. Administrador de la riqueza de Dios (4.1–7)
1. Un administrador no poseía nada; era un esclavo que manejaba la riqueza de su amo. Léase en Génesis 24 una descripción del mayordomo oriental que manejaba la riqueza de Abraham e hizo lo que este deseaba. Nótese también Lucas 12.35ss, 15.1–8, 16.12–27 y Mateo 25.14–30.
2. El pastor es un siervo que administra. La palabra «administrador» en el versículo 1 literalmente significa «el esclavo que rema desde el nivel más bajo del barco». ¡Qué humildad tenía Pablo!
3. La responsabilidad del administrador es ser fiel al Amo y la del pastor es ser fiel en enseñar las cosas del Señor, especialmente las verdades que se relacionan con el misterio de la Iglesia. Será juzgado por su Amo de acuerdo a su fidelidad.
4. Qué trágico es cuando los cristianos juzgan a diferentes obreros y los comparan unos con otros. En los versículos 3–5 Pablo presenta tres clases de juicios:
(1) el de la gente que no temía;
(2) el de uno mismo, y dice que «de nada tengo mala conciencia»;
(3) el de Dios, que es el único juicio verdadero.
5. El juzgar trae juicio sobre uno mismo (Mateo7:1-5)
6. Debemos confrontar a los que pecan (1 Cor 5:12)
7. Los corintios valoraban a diferentes siervos de Dios, los comparaban unos con otros y se autoevaluaban como muy espirituales.
8. Pablo les dijo que eran carnales y que su juicio no significaba nada para el siervo espiritual de Dios.
9. Un verdadero siervo de Dios es un administrador de Su riqueza y su única preocupación es agradar a Dios, no a los hombres.
10. En el tribunal de Cristo Dios revelará los secretos y dará recompensas, y todo hombre recibirá su propia recompensa (3.8) y gloria de Dios (4.5).
11. Vivir para la alabanza de los hombres es faltar a nuestra mayordomía.
12. En los versículos 6–7 Pablo resume todo el asunto: no debían ir más allá de la Palabra de Dios y tratar a los hombres de una manera diferente a la que prescribe la Escritura.
13. No debemos hacer ídolos de los siervos de Dios, pues a través de ello podemos ser causa de división en la iglesia, desanimarnos cuando ellos fallen, o avergonzarnos, o desilusionarnos.
14. Debían amar y honrar a sus líderes espirituales, y obedecerles al enseñar la Palabra; pero comparar un líder con otro, o darle gloria a uno más que a otro, era contrario a la Palabra de Dios y había que evitarlo.
15. Al fin y al cabo Dios es el que hace a un creyente diferente a otro; todo don que el creyente tiene viene de Dios. ¿Quién se atreve a jactarse por un don recibido?
II. Un espectáculo al mundo (4.9–13)
1. El mundo y su sabiduría son contrarios a Cristo y a sus ministros.
2. Pablo usa un poco de «sarcasmo cariñoso» aquí al decir: «Ustedes corintios se jactan el uno respecto al otro, y comparan a un hombre con otro, ¡como si fueran reyes en un trono! ¡Qué maravilloso debe ser reinar como reyes y mirar con desprecio a otros! Quisiera reinar junto con ustedes. Pero no, debo ser detestado como apóstol, un espectáculo para el mundo, un insensato por causa de Cristo».
3. La imagen verbal que pintó era familiar a la gente de sus días. Cuando un general victorioso regresaba de la guerra, se le daba un glorioso desfile por las calles de la ciudad. Para jactarse exhibía en el desfile a los nobles y generales capturados. Al final del desfile venían los soldados que iban a echar a las fieras en el circo.
4. Pablo se comparó a sí mismo y a los demás apóstoles con estos soldados capturados, «como a sentenciados a muerte [...] por amor de Cristo» (vv. 9–10), ¡mientras que los cristianos corintios se jactaban a la cabeza del desfile!
5. ¡Qué espectáculo debe ser para el mundo el verdadero siervo de Dios! Pablo podía haber sido un gran rabí judío, con autoridad y estimación; sin embargo, lo dejó todo por causa de Cristo (Flp 3) para padecer hambre, desnudez, peligro y muerte.
6. El mundo no puede entender esta actitud y llama insensato a tal persona. Cuán culpables deben haberse sentido estos corintios cuando compararon su vida carnal a los sacrificios que Pablo y los demás apóstoles estaban haciendo.
7. Pablo era un insensato; ellos eran sabios. Pablo era débil; pero ellos eran fuertes. Pablo era detestado por el mundo, pero ellos estaban cortejando a la sabiduría del mundo. Pablo llegó al punto de llamarse «la escoria del mundo, el desecho de todos» (v. 13).
8. Esta actitud de corazón debe ser también la de los siervos de Cristo hoy. Qué fácil es conformarse y vivir como el mundo, aceptando sus estándares y cortejando sus honores cuando deberíamos tener cuidado «cuando los hombres hablen bien de nosotros» (véase Lc 6.26).
III. Un padre espiritual (4.14–21)
1. Jesús nos advierte que no debemos llamar «padre» a nadie en la tierra (Mt 23.9), sin embargo, de todas maneras es cierto que los que conducen almas a Cristo son, en cierto sentido, «padres» para ellos (véase 1 Ts 2.11).
2. El apóstol Pablo fue su padre espiritual, puesto que les dio el evangelio y contribuyó a llevarlos a Cristo. Un pecador nace a la familia de Dios por el Espíritu (Jn 3.6) y la Palabra de Dios (1 P 1.23), pero Dios usa instrumentos humanos para traer a los pecadores al evangelio. Fue el «parto espiritual» de Pablo (Gl 4.19) lo que hizo posible la iglesia de Corinto.
3. Quizás los seguidores de Pablo fueron sus instructores, pero los corintios tenían solamente un padre espiritual; deberían por tanto haberle mostrado más respeto y escuchado su Palabra.
4. Pablo les advirtió en cuanto al pecado, pero no habían escuchado. Ahora les enviaba a Timoteo para que les ayudara a resolver los problemas de su iglesia; Pablo mismo se hizo el propósito de ir si eso no daba resultado. La actitud de ellos determinaría si llevaría la vara paternal de corrección, o una palabra de elogio y aprobación.
5. La historia nos dice que no escucharon a Timoteo, de modo que fue necesario que Tito fuera a Corinto.
6. Algunas veces en este capítulo encontrará la frase «envanecidos» en referencia a la actitud de superioridad y orgullo carnal de los corintios (vv. 6, 18; véase 5.2). ¿Qué los hacía «envanecerse»? ¿No era la levadura de pecado de su iglesia? (5.6).
7. A medida que la levadura del pecado crecía, los inflaba a una falsa espiritualidad; por consiguiente, Pablo halló necesario darles una advertencia.
8. Esta actitud «envanecida» a menudo se revela en las muchas palabras. « ¡Pablo nunca volverá!», decían (vv. 18–19). « ¡Él escribe cartas duras y trata de asustarnos, pero nunca regresará!» « ¡Cuidado!», advierte el apóstol. « ¡Hablar es fácil! Cuando vaya quiero comprobar qué poder tienen esos cristianos y no cuánto hablan». Un cristiano carnal con frecuencia es uno que se jacta, pero que no demuestra el Espíritu de Dios en su vida (véase 2.4).
9. Es cierto que Pablo se entristecía al escribir de esta manera a sus hijos espirituales, pero tenía que ser fiel. Así como los padres deben advertir y castigar a sus hijos, los «padres espirituales» deben advertir y disciplinar en amor a los hijos de Dios. Esto no es una experiencia agradable, pero es necesaria.
10. Estos dos capítulos ilustran la actitud apropiada de la iglesia hacia sus líderes espirituales. Tales cristianos deben agradecer a Dios por ellos, orar por ellos, amarlos, honrarlos y obedecer la Palabra que enseñan y siguen ellos mismos.
11. En una iglesia nunca debe haber la actitud mundana de exaltar a los hombres y a sus ministerios.
12. El pastor ministra la Palabra, siembra la semilla, edifica el templo, dispensa los misterios de Dios, sufre la vergüenza del mundo y cuida a la familia de la iglesia como un padre amoroso. Estas son grandes responsabilidades y sólo la suficiencia de Dios capacita a alguien para que las cumpla.