El Perfecto Amor de Dios 1
La creación del ser humano a imagen de Dios le dio conciencia de sí mismo y la habilidad de pensar de modo racional, de apreciar la belleza, de adquirir sabiduría, de sentir emoción, y de entender la moralidad. Pero el aspecto más importante de la imagen de Dios se ve en la capacidad del hombre de amar a otros, según se demuestra a través de su comunión relacional con Dios y con otros seres humanos. Aunque solo una sombra, el amor humano (tanto por Dios como por los demás) es un reflejo del perfecto amor intertrinitario que ha caracterizado a Dios desde antes del inicio del tiempo.
EL PERFECTO AMOR DE DIOS
1. El amor y su ejercicio es una prueba de ser hijo de Dios porque Dios es amor. 2. El amor es la esencia de la Trinidad porque Dios es amor en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.
1. El amor y su ejercicio es una prueba de que somos hijos de Dios porque Dios es amor.
1. La manera en el Apóstol se dirige a su audiencia: Amados
2. La repetición del mandamiento: el amarse unos a otros.
Una vez más, a diferencia del amor emocional, físico o fraternal, agapē (amor) se trata del amor del servicio abnegado (Fil. 2:2–5; Col. 3:12–14; cp. Ro. 14:19; 1 Co. 10:23–24; 13:4–7), es decir el amor concedido a alguien que necesita ser amado (He. 6:10; 1 P. 2:17; cp. Ro. 12:15), no necesariamente a alguien que sea atractivo o digno de ser amado.
El texto original transmite la idea de asegurarse de que el amor sea una práctica habitual. El apóstol ya ha escrito que quienes en verdad han nacido de nuevo exhiben a diario el hábito característico del amor (cp. 2:10, 11; 3:14).
3. La razón del mandamiento: Dios es amor. porque el amor es de Dios,
4. La Naturaleza del mandamiento: Dios es Amor.
Por tanto, si los creyentes poseen la vida de Dios y andan en la luz de Dios (justicia y verdad), también poseen y manifiestan el amor divino, pues todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. Debido a que son hijos de Dios, manifestarán la naturaleza divina y reflejarán el amor de Dios a otros.
Todo aquel a quien Dios salvó en el pasado sigue dando evidencia de esa realidad en el presente. Aquel que posee la vida de Dios tiene la capacidad y la experiencia de amar.
El hecho de que Dios es amor explica una cantidad de aspectos en la perspectiva global del mundo. Primero, explica la razón por la cual creó. En la eternidad pasada, dentro de la comunión perfecta de la Trinidad, Dios el Padre se propuso, como una dádiva de amor para su Hijo, redimir a un pueblo que honraría y glorificaría al Hijo (cp. Jn. 6:39; 17:9–15).
Segundo, la verdad de que Dios es amor explica la selección humana. Él diseñó que pecadores lo conocieran y lo amaran por un acto de sus voluntades (cp. Jn. 7:17–18), aunque no aparte de la obra del Espíritu Santo (cp. Jn. 1:12–13; Ef. 2:5; Tit. 3:5). El más grande mandamiento es que las personas lo amen de todo corazón, alma, mente y fuerzas (Mr. 12:29–30)
la realidad de que Dios es amor también explica su providencia. Él organiza todas las circunstancias de la vida, en medio de todo el asombro, la belleza e incluso las dificultades de sus hijos, a fin de revelar muchas evidencias del amor divino (Sal. 36:6; 145:9; Ro. 8:28).
que Dios es amor explica el plan divino de redención. Si Él actuara solo basándose en su ley habría condenado al ser humano por su pecado, y con justicia destinaría a todo el mundo a pasar la eternidad en el infierno (cp. Sal. 130:3)
Pero su amor proporcionó un remedio para el pecado a través de la obra expiatoria de Jesucristo (Mt. 1:21; Gá. 4:4–5) a favor de todos los que se arrepienten de sus pecados y confían en la misericordia de Dios (Jn. 3:14–15).
En la declaración más conocida de su ministerio terrenal, Jesús declaró: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16; cp. 2 Co. 5:19–20; 1 Ti. 4:10; Tit. 3:4–5)
El amor general de Dios por la humanidad se manifiesta en varias maneras.
Primera, Dios expresa su amor y su bondad a todos por medio de la gracia común. El salmista escribió: “Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras” (Sal. 145:9; cp. Mt. 5:45).
Como parte de esto, Dios revela su amor a través de su compasión, principalmente en que retarda su juicio final contra pecadores no arrepentidos (Gn. 15:16; Hch. 17:30–31; Ro. 3:25; cp. Gn. 18:20–33).
Esa compasión está expresada aún más en sus innumerables advertencias a los pecadores (Jer. 7:13–15, 23–25; 25:4–6; Ez. 33:7–8; Sof. 2:1–3; Lc. 3:7–9; 1 Co. 10:6–11; Ap. 3:1–3). Dios no encuentra placer en la condenación de alguien (Ez. 18:23, 32; 2 P. 3:9).
Junto con sus advertencias, Dios extiende su amor a cada sección del mundo por medio de su ofrecimiento general del evangelio (Mt. 11:28; Jn. 7:37; 1 Ti. 2:4; Tit. 2:11). Así ordenó Jesús a los apóstoles: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15; cp. Mt. 28:19).
Sin embargo, ese amor general está limitado a esta vida. Después de la muerte, pecadores impenitentes experimentarán la ira final de Dios y juicio por toda la eternidad (Dn. 12:2; Mt. 25:41; 2 Ts. 1:9; Ap. 20:12–15).
Pero Dios tiene un amor especial y perfecto que derrama sobre todos los que creen. El apóstol Juan caracterizó acertadamente ese amor que Jesús mostró a los apóstoles cuando al inicio de la narración en el aposento alto escribió: “Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, [Jesús] los amó hasta el fin” (Jn. 13:1b).