Enfrentando la Oposición.
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Leer Act 4:1-3; 13-22
Los primeros 280 años de la Iglesia fueron muy difíciles. No fue hasta el año 313 DC, con la llegada de Constantino al poder, que la Iglesia pudo tener respirar paz. Hasta ese momento, el enemigo de Dios, usando a las autoridades del Imperio Romana, había intentado detener el avance de la Iglesia y el evangelio.
Emperadores como Nerón (Pedro y Pablo), Domiciano (Juan), Trajano, Marco Aurelio, Decio, Dioclesiano, y Galerio se distinguieron como los que más intensamente persiguieron a la Iglesia.
Los creyentes tenían que reunirse a escondidas para adorar y estudiar las Escrituras. Las famosas catacumbas romanas o túneles, era uno de los lugares preferidos. Si eran arrestados, lo que seguramente les esperaba era la muerte.
Las persecuciones comenzaron, no con los emperadores, sino con los líderes religiosos judíos en los primeros años de existencia de la Iglesia, y comenzaron con el evento que relacionado con esta porción de la Escritura.
La resurrección del Señor y la venida del Espíritu Santo había llenado de valor a Sus discípulos y los había hecho salir del aposento alto para predicar el evangelio. Uno de los lugares para hacerlo era el Templo. Fue a la entrada del Templo donde Pedro y Juan encontraron a un hombre cojo de nacimiento que medigaba:
Entonces Pedro, junto con Juan, fijando su vista en él, le dijo: ¡Míranos! Y él los miró atentamente, esperando recibir algo de ellos. Pero Pedro dijo: No tengo plata ni oro, mas lo que tengo, te doy: en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda! Y asiéndolo de la mano derecha, lo levantó; al instante sus pies y tobillos cobraron fuerza, y de un salto se puso en pie y andaba. Entró al templo con ellos caminando, saltando y alabando a Dios.
Ese acto de bondad y misericordia, esa sanidad de un necesitado dio lugar a la oposición de los religiosos.
Hay oposición a la proclamación de la resurrección.
Hay oposición a la proclamación de la resurrección.
Lo que más les dolió a los religiosos fueron las palabras que acompañaron a esa sanidad: “No lo hemos sanado nosotros, sino Jesús, el Autor de la vida; ese a quienes ustedes repudiaron y entregaron a la muerte, el que ha resucitado y promete la resurrección de entre los muertos:
Mientras ellos hablaban al pueblo, se les echaron encima los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo, y los saduceos, indignados porque enseñaban al pueblo, y anunciaban en Jesús la resurrección de entre los muertos.
La oposición que enfrentamos en estos días proviene de aquellos que se burlan de nuestra fe en la resurrección y quieren detener, a como de lugar, nuestra celebración semanal de la resurrección de Cristo.
¿Cómo vamos a callar, como vamos a dejar de adorar y celebrar si la resurrección es el sello de la victoria de Cristo.
Es el sello de la victoria de Cristo.
Es el sello de la victoria de Cristo.
Aparte de Jesús, ningún líder o fundador de cualquier religión ha vencido la muerte: Moisés está muerto, Mahoma... Buda..., Confucio..., José Smith…, Mary Baker, Carlos Russell.
La resurreción de Jesús fue el sello de garantía de que todo lo que Él dijo y prometió era cierto.
Los líderes le tildaron de blasfemo y mentiroso, aun después de asesinarlo:
Al día siguiente, que es el día después de la preparación, se reunieron ante Pilato los principales sacerdotes y los fariseos, y le dijeron: Señor, nos acordamos que cuando aquel engañador aún vivía, dijo: “Después de tres días resucitaré.” Por eso, ordena que el sepulcro quede asegurado hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se lo roben, y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”; y el último engaño será peor que el primero.
¿Cómo no vamos a resistir esa oposición si la resurreción es la esperanza que la religión no da?
Es la esperanza que la religión no da.
Es la esperanza que la religión no da.
4:2 Los saduceos, la secta de los sacerdotes, no creían en la resurrección.
Ellos fueron los que se acercaron al Señor para probarle con el caso hipotético de una mujer que estuvo casada con siete hermanos, uno tras otro, y preguntando “En la resurrección, ¿De cuál de ellos será mujer?”
Ninguna religión, por buena que sea, puede garantizar resurrección. Solamente el que venció a la muerte, Jesús puede ofrecerla. Por eso, los apóstoles “anunciaban EN JESUS la resurrección de entre los muertos.”
Con amenazas, este mundo nos quiere callar, como trataron de hacerlo con los apóstoles. No podían negar el milagro pero, para callarlos, dijeron:
Mas a fin de que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen más a hombre alguno en este nombre. Cuando los llamaron, les ordenaron no hablar ni enseñar en el nombre de Jesús.
Cuando las leyes del hombre entran en conflicto con las leyes de Dios, no tenemos otra respuesta mas que la misma que dieron los apóstoles:
Mas respondiendo Pedro y Juan, les dijeron: Vosotros mismos juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.
La orden dada es que no podemos cantar en nuestras reuniones, pero Dios dice que le alabemos con canto. ¿A quién vas a obedecer?
Los gobernantes de este mundo de tinieblas espirituales no solamente se oponen a que celebremos y proclamemos la resurrección, sino que también se opone al nombre de Jesús.
Hay oposición al nombre de Jesús.
Hay oposición al nombre de Jesús.
Y habiéndolos puesto en medio de ellos, les interrogaban: ¿Con qué poder, o en qué nombre, habéis hecho esto?
En este tiempo, no quieren que se nombre a Jesús en las escuelas, no quieren que se ore en Su nombre en reuniones públicas, en Invocaciones, en graduaciones, ni en discursos de Valedictorians o Salutatorians.
¿Cómo no vamos a ignorar sus amenazas si...
Jesús es quien restaura a los caídos.
Jesús es quien restaura a los caídos.
“En el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡Anda!” 3:6
Pedro encontró al cojo por la puerta del Templo. Por su condición, al cojo no se le permitía entrar al Templo.
De acuerdo a Lev 21:18, los cojos eran excluidos del sacerdocio; por lo tanto, no podían ofrecer sacrificios a Dios. En los tiempos de David, los Jebuseos confiaban tanto en las paredes defensivas de la ciudad que dijeron que hasta los cojos y los ciegos podían resistir las tropas de David. Desde entonces se formó el dicho, “Ni los ciegos ni los cojos entrarán en la casa”.
La sanidad de los cojos, paralíticos, y ciegos fue una parte importante del ministerio de nuestro Señor.
Y vinieron a El grandes multitudes trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos y los pusieron a sus pies y El los sanó; de modo que la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban restaurados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel.
Su sanidad significaba la restauración a una completa participación en la adoración a Dios.
Nuestra condición caída no nos permitía entrar a la presencia del Señor. Eramos ciegos y cojos espirituales pero el Señor nos levantó y abrió nuestros ojos, nos quitó la ceguera. ¿Cómo vamos a dejar de adorarle y proclamar su nombre?
La fe en Jesús fortalece al débil.
La fe en Jesús fortalece al débil.
Pedro estaba diciendo, “Si ven a este hombre parado, andando, saltando, y alabando a Dios, no es por nuestro poder…:
Y por la fe en su nombre, es el nombre de Jesús lo que ha fortalecido a este hombre a quien veis y conocéis; y la fe que viene por medio de El, le ha dado esta perfecta sanidad en presencia de todos vosotros.
Cuando estés cansado y abatido, cuando la armadura se te ha desgastado, cuando sientas que no puedes más, recuerda: Jesús está contigo para fortalecerte, para hacerte andar cuando has perdido las fuerzas.
La oposición se enfrenta con valor.
La oposición se enfrenta con valor.
“Amenacémosles para que no hablen más… les ordenaron no hablar ni enseñar en le nombre de Jesús.” 4:16-18
Los discípulos decidieron que las amenazas había llegado al límite y que era necesario decir ¡No!.
Mas respondiendo Pedro y Juan, les dijeron: Vosotros mismos juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios;
Nuestra obediencia a Dios va antes que nuestra obediencia a las autoridades.
Dispuestos a soportar las consecuencias.
Dispuestos a soportar las consecuencias.
Si por eso nos van a arrestar, que lo hagan; que nos pueden dar una multa, adelante. No nos van a matar por adorar a Dios y predicar Su nombre, pero si lo hacen, “el morir es ganancia”; o como dijo un hombre “¡No me amenaces con el Cielo!” 4:19
La Biblia nos manda a adorar y alabar a Dios, nos manda a predicar, y a congregarnos.
La Primera Enmienda a la Constitución garantiza mi derecho a libre expresión , al libre ejercicio de mi “religión”, y el derecho a congregarme pacificamente.
Por lo tanto, nada va a detenernos de hacerlo. Dios lo manda y eso es nuestra primera ley.
Dependiendo del Señor para predicar Su nombre.
Dependiendo del Señor para predicar Su nombre.
Después de ser liberados, fueron a los suyos, les contaron lo sucedido, y se pusieron en manos de Dios para seguir predicando al Señor Jesús:
Y ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que tus siervos hablen tu palabra con toda confianza, mientras extiendes tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús.
¡Aprovechemos esta crisis para proclamar el evangelio!
¡Pidamos al Señor que ponga personas en nuestro camino o en nuestras redes sociales y que nos dé las palabras para hacerlo efectivamente!
¡Señor, usanos para que otros te conozcan, usanos para ayudar a que los que ya te conocen a crecer espiritualmente!