Libre albedrío y La obra soberana de Dios en nuestra salvación
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Libre albedrío
Libre albedrío
Muchas personas se jactan de tener el poder de elegir, recuerdo a muchas personas que en su momento le dije que dejar el vicio que tenían, algunos eran mujeres, otros el cigarro, otros las drogas, pero cada uno de ellos me respondió de la misma manera, yo lo dejo cuando quiera.
y si me preguntan que paso con ellos bueno, mi amigo del cigarro es un fumador empedernido, el que se drogaba es un adicto, y el mujeriego esta divorciado.
¿Qué significa tener libre albedrío?
¿Qué significa tener libre albedrío?
Definición Secular: El libre albedrío es la potestad que el ser humano tiene de obrar según considere y elija. Esto significa que las personas tienen naturalmente libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujetos a presiones, necesidades o limitaciones, o a una predeterminación divina.
El libre albedrío significa, en suma, que el ser humano tiene libertad tanto para hacer el bien como para hacer el mal. Y esto, desde luego, tiene sus implicaciones éticas y morales, pues el individuo que actúa según su libre albedrío es también responsable de sus acciones, tanto si cuentan como aciertos o como sus errores.
Jonathan Edwards dice que: “La libertad o libre albedrío es la elección de la mente”. Ahora, lo que dice es que, aunque él distingue entre la mente y la voluntad, está diciendo que los dos están relacionados de forma inseparable.
No hacemos elecciones morales sin que la mente apruebe la dirección de nuestra elección. De modo que la voluntad no es algo que actúa de forma independiente de la mente, sino que actúa en conjunción con la mente.
Cualquier cosa que la mente considere como deseable, es lo que la voluntad está inclinada a elegir.
Para decirlo de otra manera, siempre elegimos según nuestras inclinaciones y siempre elegimos según nuestra inclinación más fuerte en un momento dado.
Déjenme decirlo de forma simple. Cada vez que pecas, lo que esa acción indica es que al momento de pecar, tu deseo de cometer el pecado es mayor en ese momento que tu deseo de obedecer a Cristo.
Si tu deseo de obedecer a Cristo fuera mayor que tu deseo de cometer el pecado, ¿qué harías?
¡No pecarías! Pero al momento de la elección, siempre seguimos nuestra inclinación más fuerte, nuestra disposición más fuerte o nuestros deseos más fuertes.
Segrun R.C. Sproul
el punto de vista “humanista” - el libre albedrío es definido como nuestra capacidad para elegir de forma espontánea; las elecciones que hacemos no están de ninguna modo condicionadas o determinadas por prejuicios, inclinaciones o disposiciones previas -
Los pecadores todavía tienen mentes, pueden pensar, todavía tienen deseos, tienen voluntades. Y la voluntad sigue siendo libre en la medida que sea capaz de hacer lo que el pecador desea hacer.
El problema está en la raíz de los deseos del corazón del ser humano caído porque tiene una inclinación al mal, un deseo por el pecado, él peca.
Los pecadores pecan porque ellos quieren pecar. Por lo tanto, pecan libremente. Los pecadores rechazan a Cristo porque ellos quieren rechazar a Cristo. Por lo tanto, lo rechazan libremente.
Y antes de que una persona pueda responder positivamente a las cosas de Dios y elegir a Cristo y elegir la vida, debe tener un deseo de hacer eso. Ahora, la pregunta es: ¿conserva el hombre caído algún deseo en su corazón por Dios y por las cosas de Dios?
El ser humano fue creado con la habilidad de ser recto o ser pecador, pero el hombre ha caído. Y lo que Edwards está diciendo es que, en su estado caído, ya no tiene la capacidad en sí mismo de ser moralmente perfecto porque ha nacido en pecado, en pecado original.
Estas definiciones nos llevan a otra gran pregunta cual es nuestra parte en la salvación.
Como es posible que seamos salvos si nuestros deseos son siempre inclinados al mal.
STEVEN LAWSON: La única contribución que hacemos es el pecado que fue puesto sobre Jesucristo en la cruz.
36 Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén.
Esto quiere decir que la salvación es determinada por Dios, comprada por Dios, aplicada por Dios y asegurada en Dios. De principio a fin, la salvación es solo del Señor.
Una de las grandes doctrinas recobradas en la Reforma fue la de la sola gratia: somos salvos enteramente por la gracia de Dios.
“¿Es que no entiendes? La salvación es toda de Dios. En la salvación, ¡tú y yo no hacemos nada!”. Muchos de nosotros hemos estado en conversaciones en donde se menciona una frase muy parecida a esta.
¿A qué nos referimos por nada? Si este concepto es interpretado incorrectamente, puede llevar a un entendimiento no bíblico de la salvación, y en el peor de los casos, a ser un “reformado deformado” o un hípercalvinista.
La Biblia claramente enseña que hay algunos aspectos de la salvación en donde nosotros no hacemos absolutamente nada.
En la teología se le llama el aspecto monergista de la salvación. Esto viene de dos palabras griegas: mon es “uno”, y erg se refiere a una unidad de trabajo.
“Una obra monergista es una en que una sola parte realiza la tarea”. Estos aspectos incluyen, por ejemplo, la predestinación, la glorificación, y muy importante: la regeneración.
Nosotros no cooperamos en la regeneración. Es la obra absoluta y completa de Dios.
El teólogo reformado Louis Berkhof escribe: “La regeneración, entonces, debe ser comprendida de manera monergista. Dios obra solo, y el pecador no tiene de ninguna manera parte en ello. Esto, por supuesto, no quiere decir, que el hombre no coopera en las etapas posteriores de la obra de redención. Es bastante evidente en las Escrituras que lo hace”.
El aspecto pasivo de la conversión
El aspecto pasivo de la conversión
La conversión tiene dos partes: el arrepentimiento y la fe
15 y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.
4 Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús.
21 testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
La Biblia enseña que el arrepentimiento es un regalo. En otras palabras, Dios nos concede el arrepentimiento.
Por ejemplo,
18 Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida.
25 corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad,
Igualmente, hay un aspecto pasivo de la fe, en el sentido de que al igual que la conversión, es un don de Dios.
Por ejemplo,
8 Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios;
Estos versículos enseñan algo increíble: que Dios está a cargo de todo aspecto de mi salvación, y que inclusive el arrepentimiento y la fe son otorgados por Dios. De esa manera, la salvación excluye las obras, “para que nadie se gloríe”
9 no por obras, para que nadie se gloríe.
El aspecto activo de la conversión
El aspecto activo de la conversión
Pero todo esto no quiere decir que el ser humano está completamente pasivo en todos los aspectos de la salvación. “En algunos de los elementos de la aplicación de la redención”, escribe Wayne Grudem, “tenemos una parte activa (esto es cierto, por ejemplo, de la conversión, la santificación y la perseverancia)”.
Louis Berkhof es enfático en este punto: “El hombre coopera en la conversión. Aunque Dios es el autor de la conversión, es muy importante enfatizar el hecho, en contra de una falsa pasividad, que también hay una cierta cooperación en la conversión”.
Si bien es cierto sería un error pensar que la conversión es una obra humana, que hacemos con estos pasajes:
7 Abandone el impío su camino,
y el hombre inicuo sus pensamientos,
y vuélvase al Señor,
que tendrá de él compasión,
al Dios nuestro,
que será amplio en perdonar.
32 Pues yo no me complazco en la muerte de nadie—declara el Señor Dios—. Arrepentíos y vivid.
30 Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan,
31 Ellos respondieron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa.
Entonces, tanto el arrepentimiento como la fe son dones. Pero son dones que deben ser ejercitados. Cuando una persona se arrepiente y cree, debe hacerlo de su propia voluntad. Cierto, con una voluntad previamente liberada por Dios en la regeneración (como lo diría Martín Lutero), pero sigue siendo de su propia voluntad.
Gloria a Dios por mi salvación.
Gloria a Dios por mi salvación.
Cuando entendemos la naturaleza pecaminosa del hombre, el efecto del pecado en su vida y la brecha insalvable que el pecado provoca entre el hombre corruptible y su Creador, magnificamos la relevancia que tiene el sacrificio de Jesucristo.
Éramos pecadores por naturaleza y condición, corruptos por el pecado que moraba en nosotros hasta el punto de destrucción. Quebrantábamos la ley de Dios diariamente. Éramos criminales sin excusa delante de la justicia de Dios.
1 Y El os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
3 entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
No merecíamos nada más que la muerte y la condenación eterna. Pero aun así cuando no había nada en nosotros que por voluntad propia buscara a Dios, el Creador del cielo y la tierra, por amor, nos dio vida a través del sacrificio de su hijo Jesucristo. Por gracia y solamente por gracia somos salvos.
21 Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas;
22 es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción;
23 por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús,
Cuando éramos pecadores sin esperanza y enemigos de Dios, merecedores del castigo eterno, Dios nos mostró su misericordia, entregando a Jesucristo a morir por aquellos que le rechazaban.
8 Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó,
A través de Jesucristo y su sacrificio, ahora tenemos acceso a Dios. A través de Jesucristo y su sangre derramada somos redimidos y nuestras transgresiones olvidadas por medio de las riquezas inmensurables de su gracia.
7 En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia
A través de Jesucristo y su sacrificio somos salvos del pecado que nos separaba de Dios y nos conducía a la condenación eterna. Este precioso acto de amor nos reconcilió con nuestro Creador y nos permite una relación con nuestro Padre celestial como sus hijos. ¿Qué más podemos desear? ¿Qué más podemos necesitar? ¿No tenemos razones de sobra para vivir para aquel que dio su vida por nosotros?
A través de Jesucristo y su sacrificio somos salvos del pecado que nos separaba de Dios y nos conducía a la condenación eterna.
Este precioso acto de amor nos reconcilió con nuestro Creador y nos permite una relación con nuestro Padre celestial como sus hijos.
¿Qué más podemos desear? ¿Qué más podemos necesitar? ¿No tenemos razones de sobra para vivir para aquel que dio su vida por nosotros?
No existe mayor regalo, no existe mayor bendición, no existe mayor milagro que el que Jesucristo hizo en la cruz del calvario hace ya más de 2,000 años.
Cualquier palabra contraria a esta debe ser examinada a la luz de la palabra de Dios. “Ya viene tu milagro”; “tu bendición está por venir” y muchas otras frases más que se escuchan ahora no solamente apelan a nuestras emociones sino que “minimizan el regalo más grande que la humanidad pudo haber recibido”.
Vivir una vida de acuerdo a las Escrituras, siguiendo los mandamientos, principios y estatutos de Dios, seguramente mejorará la situación espiritual de nuestras vidas y familias. Pero no debemos perder de vista nunca que hemos sido bendecidos con la muestra de amor más grande que jamás podamos recibir.