Predicación Expositiva
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La contextualizacion
Capitulo 1
Predicación Expositiva
Charles Simeon fue un regalo de Dios. Sus instintos para el evangelio han aguantado la prueba del tiempo y pueden causar una fresca impresión en la predicación de nuestros días.
Simeon creía que una explicación de la Biblia sencilla y clara es lo que hace que una iglesia sea sana y feliz. La exposición bíblica lleva a cabo el pesado levantamiento que hace falta para edificar una iglesia.
Simeon definió su convicción acerca de la exposición bíblica de la siguiente manera:
Mi esfuerzo consiste en sacar de la Escritura lo que está ahí, y no meter lo que pienso que podría estar ahí.
Tengo un gran celo en esta cabeza; nunca hablar más o menos de lo que creo que es la mente del Espiritu en el pasaje que estoy exponiendo.
Él enmarcó firmemente sus fines para la exposición bíblica de la siguiente forma:
Humillar al pecado; exaltar al Salvador; promover la santidad.
La mejor y única manera de ayudar a este mundo es proclamar las palabras de Dios en el poder del Espíritu. ¿Cómo lo hacemos?
Las respuestas se encuentran en la predicación expositiva.
La predicación expositiva es la predicación poderosa que somete correctamente la forma y el énfasis del sermón a la forma y el énfasis del texto biblico. De este modo, extrae del texto lo que el Espíritu Santo puso allí y no pone en el texto lo que el predicador piensa que podría estar allí.
La contextualización
Abordaremos los problemas que surgen cuando se busca recolectar referencias culturales con la esperanza de terminar siendo relevantes y este tipo de contextualización se apodera del predicador durante la preparación de su mensaje.
La predicación expositiva es un esfuerzo por sacar de la Escritura lo que está ahí, para nunca meter en un texto lo que el Espíritu Santo no puso, y para hacer esto desde un texto determinado de manera que adecuadamente humille al oyente, exalte al Salvador, y promueva la santidad en la vida de los que están presente.
A continuacion hablaremos de algunas formas comunes en las que nuestra predicación puede errar al blanco.
El problema de la adhesión ciega.
¿Qué quiero decir con la contextualización en la predicación?2 En términos simples, la contextualización en la predicación es comunicar el mensaje del evangelio en formas que sean comprensibles o apropiadas en el contexto cultural del oyente. En otras palabras, la contextualización tiene que ver con nosotros y el ahora. Está comprometida con la relevancia y con la aplicación para hoy.
Uno de los problemas con la predicación contextualizada hoy en día, es que a menudo tiene un énfasis fuera de lugar. Se a vuelto una disciplina excesivamente centrada en las ganancias practicas, algunos tratan el texto bíblico de una manera descuidada y poco entusiasta. Este es el problema de la adhesión ciega. A partir de un sano deseo de hacer avanzar la misión de su iglesia, el predicador centra su preparación exclusivamente en formas creativas y artísticas que puedan hacer su sermón relevante.
El predicador está destinado a errar el blanco de la exposición bíblica, cuando permite que el contexto que está tratando de ganar para Cristo controle la Palabra que habla de Cristo. Demasiados de nosotros inconscientemente creemos que un entendimiento bien estudiado de nuestro contexto cultural —en lugar de la Biblia— es la clave para predicar con poder.
La adhesión ciega a la contextualización altera nuestra predicación en al menos tres frmas, y ninguna de ellas es para mejor:
Afecta nuestra perspectiva en el estudio (en la preparacion de su sermón, el predicador se preocupa por el mundo en lugar de la Palabra de Dios). Esto lleva a una predicación impresionista.
Cambia nuestro uso del púlpito (la palabra ahora apoya nuestra embriagantes planes y propósitos, en lugar de los de Dios)- Esta es la predicación ebria.
Cambia nuestra comprensión de la autoridad (la lectura devocional «fresca» y «dirigida por el espíritu» del predicador se convierte en el aspecto determinante de la verdad. Esto lo llamo predicación «inspirada».
Predicación impresionista
El método impresionista toma lo que el ojo ve y lo interpreta, lo exagera, ignora algunas partes, y al final lo distorsiona. Lo que hacemos al preparar un sermón de manera apurada es que empezamos a leer un texto y a anotar cosas, al igual que un artista interactua con un lienzo; trazando conexiones rápidas, llenas de color entre la Palabra y lo que sabes del mundo. Buscamos cosas que sabemos que tendrán una impresión inmediata sobre los oyentes. Y al igual que la congregación a nosotros tampoco nos apasionan mucho las cosas históricas. El mensaje de esta semana se concentrará en las impresiones relevantes que saques del pasaje. Las aplicaciones parecen emerger como rayos de luz para que puedas esparcirlos sobre la congregación a todo color.
La predicación impresionista no es controlada por la realidad del texto. Ignora los contornos históricos, literarios y teológicos del texto. Pasa rozando -en cuestión de minutos- muchas de las herramientas exegéticas que requieren tiempo. Mientras que el pintor realista podría mirar a su objeto diez veces andes de dar una pincelada, el impresionista mira su texto una vez y da diez pinceladas en el lienzo de la experiencia humana.
La predicación impresionista es de las más fáciles y rápidas. Pero al final estamos haciendo lo que nos da la gana con el texto. Perdemos la riqueza de la Palabra de Dios. Debemos recordar no perder el mensaje principal del pasaje. Las posibles aplicaciones nunca deben eclipsar el mensaje principal del texto. Aunque podamos decir cosas ciertas basadas en el texto de la Biblia, deberíamos hacerlo d euna manera que se someta respetuosamente al énfasis del texto. Leemos estas historias y terminamos perdiendo lo que el Espíritu está enfatizando, mientras que reducimos la Palabra de Dios a nada más que principios para vivir en piedad.
Es importante indicar que la predicación impresionista no es el problema. Es un resultado natural de la adhesión ciega a la contextualización y de cómo tal adhesión monopoliza nuestro tiempo. Necesitamos recordar la convicción que controló a Charles Simeon en el estudio: sacar de la Escritura lo que está allí. Es fácil dejar que un enfoque impresionista domine tu estudio y preparación para la predicación. Especialmente, si eres intrínsecamente cool —a la moda—, o estás intentando serlo, este enfoque puede convertirse en la cocaína que esnifas en privado. Y si has tenido un poco de éxito así, puede que empieces a creer que eres un expositor. Pero como veremos en los próximos capítulos, la exposición bíblica requiere un enfoque diferente en el estudio.
Predicación Ebria
Algunos predicadores usan la Biblia de la manera que un borracho usa una farola… más para apoyo que para iluminación. Cuando hemos estado en e púlpito, apoyándonos en la Biblia para dar soporte a lo que queríamos decir, en lugar de decir solo lo que Dios quiso dque la Biblia dijera, hemos sido como un hombre bebido que se apoya en una farola (usándola más para apoyo, que para iluminación). Una mejor postura para el predicador es quedarse justo debajo del texto bíblico. Por que es la Biblia -y no nosotros los que predicamos- la palabra del Espíritu (Heb. 3.7; Jn 6.63) .
Hay una amplia variedad de maneras en las que podemos usar la Biblia como un borracho usa una farola:
Tal vez tengas posturas doctrinales muy fuertes, las cuales se convierten en el mensaje central de cada pasaje que predicas, sin importar lo que el texto esté diciendo.
Quizá saques conclusiones políticas, sociales o terapéuticas, sin importar lo que el Espíritu tenía en mente en el texto.
En esencia , nuestra tendencia a la predicación ebria, por encima de la predicación expositiva, deriva de una cosa: imponemos nuestra más profundas pasiones, planes y perspectivas sobre el texto bíblico. Cuando hacemos esto, la Biblia se convierte en poco más que un apoyo para lo que queremos decir.
Puedo decir que mis propias luchas con la predicación ebria siempre están conectadas a una adhesión ciega a la contextualización. Y esto es lo que he aprendido: las necesidades de mi congregación, tal y como las percibe mi entendimiento contextualizado, nunca deberían convertirse en el poder que controla lo que digo en el púlpito. No somos libres para hacer lo que queramos con la Biblia. Ella es soberana. Ella debe ganar siempre.
Predicación «Inspirada»
Hemos visto dos consecuencias negativas que la adhesión ciega a la contextualización tiene para la exposición bíblica. En primer lugar, exploramos el impacto que este enfoque tiene en el predicador en su estudio. Este método de preparación puede conducir a la predicación impresionista. En segundo lugar, vimos cómo la contextualización ciega puede influenciar el uso de la Biblia por parte del predicador en el púlpito. Las presiones semanales para ser relevantes pueden dar lugar a la predicación ebria.
Ahora quiero llevar al predicador fuera de su estudio y fuera de su púlpito y ver cómo lee su Biblia en privado. Porque incluso aquí, las estrategias de lectura contemporáneas que adoptan las personas para sus “momentos de tranquilidad” pueden afectar la proclamación pública de la Palabra de Dios. De hecho, si combinas estas estrategias privadas de lectura con una adhesión ciega a la contextualización, obtienes lo que llamo la predicación “inspirada”.
Por su autoría divina, la Biblia es y siempre será la autoritativa e inspirada Palabra de Dios. Tristemente los predicadores cada vez más consideran su lectura subjetiva del texto como inspirada. Cada vez más, a los maestros de la Biblia se les dice que cualquier cosa que conmueva su espíritu en lecturas bíblicas privadas debe ser lo que el Espíritu de Dios quiere que sea predicado en púlpito.
Este tipo de lectura Benedictino se conoce como Lectio Divina y tiene como objetivo de promover la comunión con Dios y en menor medida la familiarización con la Biblia. Esta estrategia favorece una visión de los textos bíblicos como “la Palabra viva”, más que como palabras escritas que deben ser estudiadas. Las formas tradicionales de esta práctica incluyen cuatro pasos para la lectura privada de la Biblia: leer, meditar, orar y contemplar.
Empiezas calmando tu corazón con una simple lectura del texto. Entonces meditas, tal vez en una sola palabra o frase del texto y, al hacerlo, evitas intencionadamente lo que podría considerarse un enfoque “analítico”. En esencia, el objetivo aquí es esperar la iluminación del Espíritu para llegar a un significado. Esperas a que Jesús venga y te hable. Una vez que se da la palabra, te pones a orar. Después de todo, la oración es un diálogo con Dios. Dios habla a través de su Palabra y la persona habla a través de la oración. Al final, esta oración se convierte en una oración contemplativa, y nos da la habilidad de comprender verdades teológicas más profundas.
Este método suena maravillosamente piadoso. La lectio Divina aboga por un método espiritual en oposición a algo sistemáticamente estudioso. Sustituye la investigación por la intuición. Prefiere el ánimo y la emoción a un estudio metódico y razonado. Equipara tu espíritu al Espíritu Santo.
Lo que la gente hoy en día más desea es una «palabra fresca» de Dios, algo que de su Espíritu que nutra nuestras pobres vidas espirituales. Aunque históricamente la Lectio Divina es una forma de interpretación católicorromana, ha tenido cierto resurgimiento en los últimos años, particularmente entre los protestantes evangélicos. A los predicadores jóvenes se le enseña que lean la Biblia con devoción, en silencio, esperando que el Espíritu Santo hable. Pues puedes estar seguro de que lo que Dios ponga en nuestros corazones de un texto en la tranquilidad del momento, él lo utilizara también en las vidas de otros.
Somos tentados a que como hemos entendido el texto Biblico de forma devocional, podemos subir al púlpito y predicarlo de esa manera.
Este tipo de predicación «inspirada» es un juego peligroso. Es completamente subjetiva. Cuando detenemos el trabajo duro de entender las palabras que el Espíritu nos ha dado y trabajamos exclusivamente en la «mente del Espíritu», nos convertimos en la autoridad final sobre el significado. Empezamos a establecer «verdades» y «consejos» que no pueden ser ni probados ni apoyados bíblicamente. Comenzamos a funcionar fuera de la doctrina ortodoxa. Confundimos «así dice el Señor» con «así me ha dicho». Pedimos a nuestra congregaciones que confíen en nosotros en vez de confiar en la Palabra.
Muchos predicadores —particularmente jóvenes predicadores— van al texto en primer lugar para su propia edificación o crecimiento espiritual. Esta práctica no es inherentemente mala, y la predicación devocional no es algo inherentemente malo. Todos deberíamos ser espiritualmente convencidos y conformados por y a la imagen de Cristo en el texto. El problema es que somos fácilmente tentados a saltar de cómo el Espíritu ejerce una impresión del texto en nosotros a cómo el Espíritu obra en nuestra congregación. Así, estamos ante algo muy similar a la predicación impresionista, pero vestido con piedad en vez de practicidad.
Solo una generación más tarde, algunos dentro del evangelicalismo ya se están moviendo más allá de Barth hacia la predicación inspirada o guiada por el espíritu. Pero ¿somos confiables? Sin duda el Espíritu Santo es digno de confianza y puede —milagrosamente— implantar su intención en nosotros intuitivamente. Pero ¿nos absuelve esta posibilidad de hacer el duro trabajo de la exégesis? ¿Por qué el Espíritu se habría molestado en inspirar las Escrituras en primer lugar? ¿No es posible que el Espíritu obre tanto a través de la investigación como de la meditación? Al adoptar un enfoque tan subjetivo de la interpretación como la predicación “inspirada”, ¿no estamos en riesgo de ignorar lo que Dios quiso decir con su Palabra favoreciendo lo que nosotros queremos predicar? ¿Estamos conformándonos al espíritu de este siglo —del que somos parte necesariamente— en lugar de a la profundidad de su Palabra?
Para recapitular
En primer lugar, exploramos lo que ocurre en el estudio del predicador cuando el contexto cultural dirige el sermón, en lugar de ser una fuente de información. Terminamos desplazando el realismo del texto bíblico por algo impresionista, en el mejor de los casos.
En segundo lugar, una adhesión ciega a la contextualización a menudo nos hace errar el blanco de un uso adecuado de la Biblia en el púlpito. Muchos de nosotros sufrimos de una adicción a ser prácticos y a la noción de que podemos predeterminar lo que nuestra gente necesita oír. Cuando hacemos esto, bebemos del grifo de la predicación ebria.
En tercer lugar, una adhesión ciega está conectada cada vez más a la práctica devocional privada del predicador. Los predicadores quieren algo “fresco” y “espiritual”. Y luego nosotros hacemos pasar nuestros propios sentimientos espirituales o frescos como si fuesen el mensaje de Dios. Como resultado, la predicación “inspirada” desplaza a la predicación expositiva.