Lo más importante

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Dios nos enseña a reordenar nuestras prioridades, dedicándole a Él el lugar de mayor importancia.

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Introducción:

En la vida tenemos diferentes contenidos. ¿Cuáles son los contenidos de tu vida?
Trabajo
Familia
Amigos
Tiempo libre
Pasatiempos
Iglesia
Deportes
Entretenimiento
Cada uno le puede agregar o quitar de acuerdo a qué cosas le dedicamos tiempo, atención, recursos y energía. Es inevitable que algunas de esas áreas de nuestras vidas sean nuestras favoritas, y que le dediquemos más esfuerzo o atención a una más que a otras.
Cuando nos acercamos a Dios creyendo en Jesús y establecemos una relación con Él, Dios empieza un proceso en el que le cambia el orden a nuestras prioridades. La clave principal es que Él quiere ser el centro de nuestras vidas, nuestra máxima prioridad, lo más importante para nosotros.
La revelación en cuanto a esto se encuentra a lo largo de toda la Biblia.

1. Una cuestión de amor

¿Cómo establecemos nosotros nuestras prioridades?
Es bien sencillo: aquello a lo que dediquemos amor será nuestra prioridad. Para la mayoría de nosotros, por ejemplo, la familia es una prioridad muy importante, sino la máxima. ¿Por qué? Pues, porque amamos a nuestra familia. Nuestro esposo o esposa, nuestros hijos, están profundamente instalados en nuestro corazón. Nos importan. De la misma manera hay persona que aman lo que hacen, su trabajo, sus amigos, sus pasatiempos, etc. Sí, uno también puede amar al dinero.
Pero entonces, Dios nos llama a amarle.
Mateo 22.34–40 RVR60
Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Mateo 22.34–40 NVI
Los fariseos se reunieron al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos. Uno de ellos, experto en la ley, le tendió una trampa con esta pregunta: —Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”—le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
Jesús está citando el Antiguo Testamento (Deut. 6.5). No les estaba enseñando algo nuevo, sino algo que Dios había venido diciendo desde siempre.
Jeremías 9.23–24 RVR60
Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
Jeremías 9.23–24 NVI
Así dice el Señor: «Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada —afirma el Señor—.

2. Un tesoro encontrado

Jesús presentó esta enseñanza de diferentes maneras. Esta es una de ellas:
Mateo 13.44 RVR60
Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
Mateo 13.44 NVI
»El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo.
La gran pregunta aquí es: ¿te ha pasado esto a ti?
Esta historia es acerca de nosotros. Nosotros somos esa persona que viene atravesando casualmente un campo, percibe algo especial o diferente, se acerca, mira con más cuidado y resulta que ¡es un tesoro!
El tesoro que uno encuentra en la vida es el propio Jesús.
Pero, ¿qué hace el hombre luego que encuentra el tesoro? ¿Vuelve a su casa y reúne a sus amigos para contarles su divertida experiencia nada más? El relato nos dice directamente que el hombre se alegra por lo encontró, por supuesto, y luego, vuelve a su lugar y antes de decirle nada al respecto, vende todo lo que tiene y compra el campo.
¿Te das cuenta del principio que contiene esta enseñanza?
Aquel hombre que encuentra el tesoro se da cuenta de que lo que encontró vale más (es más importante) que todo lo que tiene (prioridades). No se nos aclara qué fue específicamente lo que vendió, pero seguramente habrán sido cosas que en su momento fueron importantes para él. Sin embargo, cuando encontró el tesoro, supo que podía prescindir de esas otras cosas con tal de quedarse con aquello.
¿Encontraste el tesoro? No alcanza con que andes por ahí diciendo: “Yo sé dónde está el tesoro”, creyendo que eres un héroe al saberlo. Tienes que hacer algo al respecto. Si realmente has percibido el valor que tiene Jesús, sabrás que vale más que todo lo que tienes, y le vas a dar lo mejor de ti.

3. Una perla preciosa.

La siguiente historia puede parecer similar, pero prestemos atención a sus diferencias.
Mateo 13.45–46 RVR60
También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
Mateo 13.45–46 NVI
»También se parece el reino de los cielos a un comerciante que andaba buscando perlas finas. Cuando encontró una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
Otra vez, se trata de alguien que encuentra algo especial, en este caso una joya, una perla muy valiosa. Pero observemos las particularidades de la historia.
En la historia anterior, no se nos dan características de la persona. Es solamente “un hombre”, una persona cualquiera. En este caso es un coleccionista. Se nos dice que es un mercader que busca buenas perlas.
Esto nos indica que es una persona que ya está buscando y atesorando cosas de valor.
Creo que también nos podemos sentir identificados con esto. Todos buscamos lo mejor de la vida. A veces, algunas de nuestras perlas se encuentran en el rollo fotográfico de nuestro teléfono. Son nuestros mejores recuerdos, nuestras mejores experiencias. Tú eres un mercader que busca buenas perlas.
¿Qué le pasó a esta persona? En determinado momento encuentra una perla preciosa. Una. Sus ojos estaban acostumbrados a evaluar las perlas, y cuando vio aquella supo que valía más que todas las demás. No solamente valía más que todas las demás, sino que valía más que la suma de todo lo que tenía, incluyendo las perlas que hasta ese momento hubiera acumulado.
Esto es lo que tenemos que apreciar y reconocer.
Jesús es el Hijo de Dios (no es cualquier maestro como hay tantos, no es una religión, no es solamente un hombre más que tuvo que atravesar un mal momento).
Jesús — y la salvación y vida eterna que obtenemos al creer en Él — vale más que todo lo que podemos tener en esta vida. Sí, Jesús vale más que tu trabajo, que tus dos manos, que tu familia, que tus oportunidades. No cambies a Jesús por nada de eso.
Aquel hombre lo vendió todo, se desprendió de todo lo que tenía, con tal de retener aquella perla preciosa.
¿Has encontrado la perla de gran precio? No alcanza con que sepas cuál es. Tienes que hacer algo al respecto, y se tiene que notar en la manera en que tomas tus decisiones.
Jesús es la perla de gran precio.

Conclusión

¿Cómo se lleva este mensaje a la práctica en nuestras vidas? ¿Cómo hacemos para vivir nuestro amor a Dios por sobre todas las cosas, para quedarnos con el tesoro, para retener la perla de gran precio?
Debemos cultivar una relación cotidiana con Él. Eso implica dedicarle tiempo, aún renunciar a otras actividades o relaciones con tal de estar con Él.
Debemos ser sensibles a Él todo el tiempo, dejando que nos dirija en la vida.
Debemos disponernos a compartirlo, porque otros necesitan lo que hemos encontrado.
Romanos 12.1–2 RVR60
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Romanos 12.1–2 NVI
Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Haz un acto de entrega personal delante del Señor. Dile algo así como: “Señor, quiero amarte con todo mi ser, sin restricciones, sin que nada ni nadie ocupe el lugar que solo a ti te corresponde en mi vida. Quiero que seas lo más importante y valioso para mí. Ayúdame a vivir así”.
Conságrate al Señor. Pero no lo hagas solo ahora. Vuelve a hacerlo en casa, y mañana, y cada día. Vive para Él.
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