Los cristianos también lloran
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El evangelio de Jesús te vuela la cabeza
El evangelio de Jesús te vuela la cabeza
Sócrates dijo: “Solo sé que nada sé”.
C. S. Lewis dijo: “No tienes un alma. Tú eres un alma. Tú tienes un cuerpo”.
Winston Churchill dijo: “La actitud es algo pequeño que marca una gran diferencia”.
Séneca dijo: “No es pobre el que tiene poco sino el que mucho desea”.
Aristóteles dijo: “El sabio nunca dice todo lo que piensa pero siempre piensa todo lo que dice”.
Isaac dijo: “Quien te quiere te da café”.
Jesús dijo: “Las personas felices, lloran”.
4 Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
No puedo comparar a Jesús con toda esta selecta lista de pensadores pero reconozco que el evangelio de Jesús es uno de los estilos de vida más antagónicos con los valores del mundo.
Esta es una paradoja que nos hace preguntarnos: Si somos dichosos, ¿por qué lloramos? Y, si lloramos, ¿cómo podemos ser dichosos?
Al decir que las personas que son altamente felices lloran, nos está diciendo lo siguiente...
El evangelio de Jesús es también una experiencia emocional.
El evangelio de Jesús es también una experiencia emocional.
Llorar es una expresión emocional. En esta segunda bienaventuranza Jesús se refiere a ella.
Los actores que deben llorar no fingen el llanto sino que se identifican tanto con el personaje y su historia que lloran cuando deben hacer una escena de este tipo.
La segundo y primera bienaventuranza van de la mano. En la primera comprendemos nuestra carencia, dejándonos ver un componente intelectual, un razonamiento. En la segunda lloramos, dejándonos ver un componente emocional.
El evangelio no puede ser racional sin experiencia ni experiencia sin razón. Es una vivencia integral que toca la mente y las emociones.
En parte conocemos a Dios pero no dependemos de ello para nuestra relación con él; en parte sentimos a Dios pero no dependemos de ello para nuestra relación con él.
Está bien llorar.
Está bien llorar.
“No seas llorón” le decían a uno cuando era un niño y se caía o lo golpeaban accidentalmente. Y desde entonces hemos aprendido que está mal llorar.
La palabra llanto hace referencia a quien llora con dolor, no de alegría.
Se nos enseña a reprimir las emociones, a contenernos y a evitar, pero Jesús lleva las emociones a un nivel de importancia al ponerlas como destacables dentro de la experiencia cristiana.
Dios no condena nuestras emociones, Él nos diseñó con ellas porque son un complemento a la vida y a la relación con Él.
Los cristianos, los que tienen salud mental, los líderes, los papás, los pastores…todos lloramos. Todos somos humanos.
Vivir en victoria no nos hace inmunes al llanto o al dolor. Experimentamos esas emociones que nos quiebran pero seguimos viviendo en victoria.
La felicidad no es un estado, es un camino.
La felicidad no es un estado, es un camino.
Jesús habla de la felicidad que es resultado del llanto.
Para ser felices hay que llorar primero. ¿Llorar por qué? Como dijimos, la primera y segunda bienaventuranza van de la mano. Este llanto hace alusión al dolor que siente alguien que reconoce su pobreza espiritual.
Es la integración emocional de ese entendimiento que tuvimos al saber que necesitamos de Dios y que él es nuestra necesidad para vivir.
Quiere decir que no llegamos a vivir en un estado de felicidad donde todo es risa y satisfacción sino que llegamos ahí cuando hemos atravesado el rompimiento interno.
Este llanto no se trata de caprichos humanos sino de un entendimiento espiritual de nuestra incapacidad para ser fieles a Dios, por errar al blanco.
No es un llanto egoísta sino es aquel que clama por quienes están lejos de la gracia de Dios y quienes se han mezclado con los valores del mundo, esclavizándose a ellos y dejando de vivir la felicidad que produce la libertad.
La actitud es semejante a la del publicano que no se atrevía ni a levantar su vista a Dios. ¡Qué grandioso consuelo tendrá cuando reciba el consuelo de Dios aunque no lo merecía! En cambio, el fariseo, al recibir la presencia de Dios la verá como un merecimiento y no estará agradecido.
La felicidad está en el consuelo del padre.
La felicidad está en el consuelo del padre.
Hemos entendido que las bienaventuranzas se trata de Jesús recordándonos que cuanto era imposible para nosotros, Dios proveyó, en su gracia, el medio para lograrlo.
¿Entonces quien consuela a los que lloran? El padre. Su consuelo nos da felicidad.
¿Qué otra presencia trae a nuestras vidas tanta alegría como la del padre? La presencia de Dios en nosotros es incomparable.
Un cristiano que ha vivido la presencia de Dios no la cambia por nada y la busca asiduamente.
La felicidad que tú necesitas, que buscas, es provista por el padre.
Ser pobres en espíritu nos hace entender que recibiremos nuestra recompensa en el cielo, llorar nos hace vivir el consuelo del padre en la tierra.
26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.
La presencia de Dios nos da consuelo, fortaleza, paz, seguridad y felicidad. Todos ellos, recursos necesarios para vivir en un mundo conflictivo.
Epílogo
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