La oración y la soberanía de Dios

Soberanía de Dios  •  Sermon  •  Submitted
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La Oración

Una de las actividades más comunes de la vida cristiana es la oración. Los verdaderos cristianos oran.
De ese modo se comunican con Su Padre celestial, le dan gracias por Sus bendiciones, piden por el avance del reino, por la Iglesia, por dificultades propias y ajenas. La oración es a la vida cristiana lo que la respiración a la vida física.
En nuestros días, muchas personas han vuelto a descubrir el poder de la oración. Esto es algo bueno; no hay nada más emocionante en la vida cristiana que orar específicamente, para expresar un deseo, para hacer una solicitud o una petición a Dios, y luego ver cómo Él responde esa solicitud de manera específica y clara.
Es bueno recibir lo que pedimos, pero el beneficio añadido es la seguridad que adquirimos de que Dios escucha nuestras oraciones y las responde.
Sin embargo, algunos llevan esto a un extremo y saltan a la conclusión de que la oración es una especie de varita mágica, que si oramos con el sonido correcto, de la manera correcta, con las frases correctas, y en la postura correcta, Dios está obligado a responder.
La idea parece ser que tenemos la capacidad para obligar al Dios Todopoderoso para que haga por nosotros lo que nosotros queremos que se haga, pero Dios no es un botones celestial que está disponible cada vez que presionamos el botón, a la espera de servirnos en cada una de nuestras solicitudes.
Es posible que respondas que la Biblia parece decir que Dios está dispuesto a darnos prácticamente cualquier cosa que pidamos.
Podrías mencionar que Jesús dijo:
Mateo 7.7 LBLA
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Mateo 21.22 LBLA
22 Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.
Mateo 18.19 LBLA
19 Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
contexto
Piensa en ello: a cualquier número de personas le gustaría ver una cura para el coronavirus. Estoy seguro de que podría encontrar al menos unas pocas personas que estarían de acuerdo conmigo en esto, así que si dos o tres de nosotros nos reunimos y acordamos que una cura para el coronavirus sería bueno, y luego oramos sobre eso, ¿estaría Dios obligado a responder?
Sin embargo, cuando examinamos con cuidado el tema de la oración en la Escritura, pronto nos daremos cuenta del enorme misterio que encierra esta actividad tan común y natural para los hijos de Dios.
La enseñanza bíblica sobre la oración es en verdad sorprendente y, en apariencia, muy paradójica.
Por un lado la Biblia contiene un sinnúmero de textos que no solo nos estimulan a orar, sino que nos demandan que oremos. Los cristianos deben orar, y, de hecho, oran.
Pero por el otro lado, la Escritura también nos enseña que nuestro Dios es omnisciente y soberano. Él no solo conoce todas las cosas de antemano, sino que soberanamente ha decretado que ocurran. Ni siquiera un pajarito cae a tierra sin la voluntad de Dios, dice en:
Mateo 10.29 LBLA
29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre.
¿Qué sentido tiene, entonces, que oremos? ¿Hace alguna diferencia el que yo ore a Dios o no?
Cosas ocurren cuando el creyente ora, cosas relacionadas con circunstancias que son externas a él.
Ciertamente nuestro Dios es soberano, pero eso no elimina la responsabilidad que tiene el creyente de orar, ni hace de la oración una especie de placebo espiritual. No.
La doctrina bíblica, bien comprendida, no nos mueve a menospreciar la oración, sino más bien a orar más intensamente.
Uno de los ejemplos más claros de esta realidad es el que encontramos en el capítulo 1 de la carta de Pablo a los Efesios.
En en Efesios 1:4 Pablo nos habla de la elección soberana de Dios, en Efesios 1:5 de la predestinación, y en Efesios 1:11 declara que Dios hace todas las cosas “según el designio de Su voluntad”.
La enseñanza de Pablo con respecto a la soberanía de Dios es clara y contundente en este pasaje.
Sin embargo, eso no afectó negativamente su vida de oración, como vemos en la siguiente sección de la carta:
Efesios 1.15–16 LBLA
15 Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre vosotros, y de vuestro amor por todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo mención de vosotros en mis oraciones;
Noten esto que parece contradictorio: “Por esta causa… yo oro”. Por todas las bendiciones que Él ha descrito en los vers. 3 al 14, y de la que todos los creyentes en Cristo han participado por la gracia soberana de Dios, por eso era que Pablo oraba por ellos.
Pablo no razonaba diciendo: “Ya que Dios los escogió soberanamente para derramar un sinnúmero de bendiciones sobre vosotros, ¿qué caso tiene, entonces que yo ore? Él los bendecirá con o sin mis oraciones, porque así fue decretado desde antes de la fundación del mundo”.
Él dice más bien: “Dios los escogió para bendecirles, y amparado en esa realidad, yo oro por vosotros”.
La doctrina bíblica de la soberanía de Dios nunca debe ser un incentivo para dejar de orar, sino más bien para hacerlo.
Después de todo, ¿qué caso tiene orarle a un Dios que no gobierna todas las cosas? ¿Cómo podría ese Dios responder a nuestro clamor si existen muchas circunstancias que están fuera de Su control o las que Él ha decidido no controlar?
Los creyentes oran a Dios porque confían en que Él es “poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”
Efesios 3.20 LBLA
20 Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros,
Más aun, porque saben que ese Dios está atento al clamor de Su pueblo, y en un sentido real responde a Su clamor.
Dice el salmista:
Salmo 34.17 LBLA
17 Claman los justos, y el Señor los oye, y los libra de todas sus angustias.
Salmo 34.4 LBLA
4 Busqué al Señor, y El me respondió, y me libró de todos mis temores.
Eso no es lo que significa vivir en la fe cristiana. Mi mañana y tus mañanas están en las manos de Dios. Hacemos nuestras peticiones ante Él y confiamos nuestros mañanas a su soberanía. Mi futuro está en las manos de la voluntad del Dios soberano.
Al final, Dios responde a las oraciones de solo dos maneras: provisión o protección. Si nos da lo que pedimos, es por su gran amor.
Pero lo contrario también es cierto (y a menudo no nos damos cuenta): si el Señor no nos da lo que pedimos, entonces nos protege de ello. Debido a que Dios le da a sus hijos solo buenas dádivas, cada vez que retiene algo, podemos estar seguros de que no servía para su propósito final: conformarnos a la imagen de Cristo.
Cualquiera que sea la respuesta, podemos estar seguros de esto: en cada oración concedida y en cada “no”, quien responde a nuestras oraciones es la misma Providencia. Él nos ha mostrado en la encarnación, la cruz, y la resurrección de Cristo, lo que está dispuesto a hacer por nuestro beneficio.
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