Clamando a un Dios Soberano (2)

Soberanía de Dios  •  Sermon  •  Submitted
0 ratings
· 23 views
Notes
Transcript

Clamando a un Dios Soberano

Nuestro verdadero refugio es una Persona, no un lugar.
Esto lo entendió Martín Lutero cuando escribió Castillo fuerte es nuestro Dios, uno de sus himnos más conocidos, inspirado en el salmo 46.
Mientras Europa estaba sumergida en agitación, Lutero halló consuelo en los salmos, especialmente cuando en 1527 enfrentó una de sus mayores dificultades a medida que la peste bubónica barría Alemania.
Esta peste acabó con casi la mitad de la población europea y con unas 100 millones de personas en todo el mundo. El hijo de Lutero casi murió debido a ella. En esta situación, Lutero pudo contemplar las promesas del salmo 46.
muchos santos en pruebas han encontrado valentía y consuelo en este texto, ya que descansaron en la verdad de que “Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (v. 1).
La verdad en esas palabras se aplica a todos los hijos de Dios. Sin importar el tamaño de cualquier catástrofe que enfrentemos, ya sea un problema de salud importante, la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo, problemas emocionales, conflictos relacionales, o lo que sea, Dios es más grande que nuestros problemas.
No tenemos que temer ante las adversidades. El Señor gobierna sobre todo.
Salmo 46.1–2 LBLA
1 Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. 2 Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares;
1. El poder de Dios (vv. 1–3):
a) Refugio (v. 1): nuestra verdadera seguridad reside no en las armas humanas, sino en el Dios todopoderoso. Todas las otras promesas de seguridad ofrecen falsas esperanzas y son, al final, inútiles.
b) Reposo (vv. 2, 3): Él ordena el caos cósmico, y la confusión da paso al reposo. Él no es sólo un refugio, sino que es de fácil acceso, de manera que Su poder y ayuda están siempre a nuestra disposición.
Salmo 46.3–5 LBLA
3 aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo. (Selah) 4 Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, las moradas santas del Altísimo. 5 Dios está en medio de ella, no será sacudida; Dios la ayudará al romper el alba.
El profeta dice expresamente que la ciudad de Dios se alegrará, aunque no tenga un mar enfurecido, sino solo un arroyo que fluye suavemente, para defenderse de las olas que ha mencionado.
Pero aquellos que se entregan a la protección de Dios descansan en seguridad, aunque el mundo considere que están expuestos a todo tipo de lesiones y no son lo suficientemente capaces de repeler los ataques que se les hacen.
Salmo 46.6–7 LBLA
6 Bramaron las naciones, se tambalearon los reinos; dio El su voz, y la tierra se derritió. 7 El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob. (Selah)
Las naciones braman. En el Antiguo Testamento, la idea es que las naciones estaban, sacudidas o inquietas.
La aplicación para este verso podria ser dos, la idea original es que Israel podría ser atacada por las demás naciones que “Braman” en nuestro tiempo la aplicación es que la Iglesia de Dios nunca está exenta de enemigos, y estos muy poderosos, en consecuencia luchan contra ella con cruel y desenfrenada furia.
La otra es que por más que el Mundo este inquieto, Dios puede hacer callar este con solo su voz. Al igual que las amenazas para su pueblo Israel como para su iglesia.
En consecuencia, relata lo que sucedió, a saber, que los enemigos de la Iglesia vinieron con un ejército temible para arrasar y destruir; pero que inmediatamente, por la voz de Dios, ellos, por así decirlo, se dispersaron y desaparecieron.
De esto derivamos un motivo invaluable de consuelo, cuando se dice que, aunque el mundo entero se alce contra nosotros y confunda todas las cosas por su creciente locura, pueden ser reducidos a la nada en un momento, tan pronto como Dios se muestre a sí mismo, favorable para nosotros.
La voz de Dios, sin duda, significa su voluntad o mandato
El Señor de los ejércitos está con nosotros, se nos enseña cómo podremos aplicar a nuestro propio uso las cosas que las Escrituras registran en todas partes sobre el poder infinito de Dios. 
Podremos hacer esto cuando creamos que hacemos parte de aquellos a quienes Dios ha abrazado con su amor paternal, y a quienes apreciará. 
Dios de Jacob, por el cual confirma el pacto hecho de antaño con Abraham, que su descendencia, a quien pertenece la herencia de la gracia prometida, no debería dudar de que Dios también les era favorable.
Para que nuestra fe repose verdadera y firmemente en Dios, debemos tomar en consideración al mismo tiempo estas dos partes de su carácter: su poder inconmensurable, mediante el cual es capaz de someter al mundo entero debajo de él; y su amor paternal que él ha manifestado en su Palabra.
Salmo 46.8 LBLA
8 Venid, contemplad las obras del Señor, que ha hecho asolamientos en la tierra;
Las manifestaciones que Dios ha dado de su favor hacia nosotros al preservarnos, deben mantenerse continuamente ante nuestros ojos como un medio para establecer en nuestros corazones una persuasión de la estabilidad de sus promesas.
Vemos cuántos adjudican a la suerte lo que debe atribuírsele a la providencia de Dios. Otros imaginan que obtienen, por su propio esfuerzo, cualquier cosa que Dios les haya otorgado, o atribuyen a segundas causas lo que procede solamente de él;
Salmo 46.9 LBLA
9 que hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra; quiebra el arco, parte la lanza, y quema los carros en el fuego.
El salmista, de manera majestuosa, nos lleva a contemplar las obras de Dios. Además nos deja ver la protección de Dios desde lejos (al quebrar el arco) y desde cerca (al quebrar la lanza). Él tiene poder soberano para quemar los carros de nuestros enemigos, como lo hizo cuando Faraón persiguió a su pueblo
Éxodo 14.25 LBLA
25 Y entorpeció las ruedas de sus carros, e hizo que avanzaran con dificultad. Entonces los egipcios dijeron: Huyamos ante Israel, porque el Señor pelea por ellos contra los egipcios.
Cuando todo se oscurece en nuestras vidas, debemos refugiarnos en el castillo fuerte que es nuestro Dios.
Salmo 46.10–11 LBLA
10 Estad quietos, y sabed que yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra. 11 El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob. (Selah)
La idea aquí planteada no es dejar de hacer algo, mas bien “Estar desocupado o quedarse vacío”
El termino para poder entender este pasaje a nuestro lexico, seria No desesperemos o no intentemos arreglar todo, por qué igual no podemos controlar nada.
En otras palabras, el Señor nos dice: “Recuerda que yo estoy en control en medio de cualquier situación”.
Finalmente, el salmista menciona al Dios de Jacob porque esto recalca su misericordia y su paciencia. Jacob, como leemos en Génesis, hizo cosas que no agradaron al Señor. Pero hubo gracia, paciencia, y misericordia para él… y la hay para nosotros.

¿Te refugias en Dios?

Cuando todo se oscurece en nuestras vidas de manera que no tenemos más fuerzas, cuando la adversidad nos visita y las lágrimas inundan nuestros ojos porque el dolor y la angustia del corazón parecen no hallar consuelo, debemos refugiarnos en el castillo fuerte que es nuestro Dios.
En esos días difíciles, cuando podemos llegar a pensar que Dios nos ha abandonado,  las palabras del salmista cobran vida y nos avivan. Deja que este texto de la Biblia te fortalezca y consuele. Refúgiate en el Dios del salmo 46 en medio de la tormenta que puedas estar atravesando.
Related Media
See more
Related Sermons
See more