Miserable Misericordia

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Los tres saberes

Saber SER - CONOCER - HACER
La medida para cualquier característica, valor o virtud en el ser humano se puede medir por sus tres lados: ser (actitud), conocer (entendimiento) y hacer (acción).
Ser + saber (sin hacer) = egoísmo
Ser + hacer (sin saber) = ignorancia apasionada
Saber + hacer (sin ser) = obediencia
Mateo 5.7 RVC
7 »Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos serán tratados con misericordia.
La misericordia (o compasión) es una característica para la felicidad que tiene estas tres facetas: ser, saber y hacer.

Cuna de misericordia

Si la misericordia no cumple estas tres facetas lo que estamos reflejando es tan solo una miserable misericordia, no una auténtica.
Para que la misericordia sea genuina debe empezar por el SABER.
¿Qué es lo que debemos saber? Que la misericordia nace de Dios, de su carácter.
La palabra usada es equivalente al pacto de Dios con su pueblo y su fidelidad de cumplir su promesa aun cuando el pueblo es infiel.
La cuna de la misericordia es Dios mismo. A menos que tengamos esto claro no podrá brotar de nosotros una auténtica misericordia.
La misericordia de Dios es la base de toda auténtica misericordia, la cual fue mostrada a su pueblo en cumplimiento de una promesa a la cual no fueron fieles, sin embargo, Dios siempre tuvo misericordia y la cumplió.
Lamentaciones 3.22–24 NTV
22 ¡el fiel amor del Señor nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. 23 Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana. 24 Me digo: «El Señor es mi herencia, por lo tanto, ¡esperaré en él!».
Cuando entiendo que Dios ha tenido misericordia de mí y que no he hecho nada para merecerla, me veo en la necesidad de mostrar misericordia con otros que tampoco la merecen.
Así que la misericordia nace del entendimiento de que Dios tuvo misericordia de mí primero y antes de que yo me vea en la necesidad de tener misericordia de alguien más.
La misericordia de Dios no se puede agotar porque Él no tiene misericordia, Él es la misericordia.

Practicando misericordia

Además de entender (saber) de dónde proviene la misericordia, debo practicarla, no solo es tener el conocimiento sino ejercitarlo.
La misericordia tiene que ver con hacer con otros lo que Dios hace con nosotros.
Hay muchas formas para practicar la misericordia y todas tienen que ver con las demás personas:
La misericordia tiene que ver con consolar a otros.
La misericordia tiene que ver con perdonar a otros.
La misericordia tiene que ver con tenerle paciencia a otros.
La misericordia tiene que ver con ayudar económicamente a otros.
En todos los casos anteriores no se trata de si ellos se lo merecen o no, se trata de mostrar misericordia porque hemos recibido misericordia.
El ejercicio (práctica de la misericordia es tan importante que Dios dejó claro que eso le impresionaba más que los sacrificios.
Mateo 9.13 NVI
13 Pero vayan y aprendan qué significa esto: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios.” Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.
Jesús dejó claro que no importa cómo fuera nuestra práctica dentro del templo y cómo cumplimos las leyes relacionadas a la liturgia y el culto, si no mostramos misericordia sirve de muy poco.
El entendimiento de que Dios es misericordioso nos provoca a ser misericordiosos con quienes no se lo merecen o no hacen nada para ganárselo.
La misericordia auténtica es más adoración que cantar en el templo.
Nos falta todavía el otro componente, ya tenemos el saber y el hacer, nos falta el ser.

Misericordia liberadora

La misericordia no solo se trata de conocimiento y obediencia, sino también de actitud. O sea, de hacer las cosas por el motivo correcto.
A esto le llamo “misericordia liberadora”. Permítame explicarme.
Lucas 10.30–33 NVI
30 Jesús respondió: —Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. 32 Así también llegó a aquel lugar un levita, y al verlo, se desvió y siguió de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él.
La fórmula del sacerdote y del levita fue la misma: Ver + desviarse + alejarse.
La fórmula del samaritano fue otra: acercarse + ver + compadecerse.
Es difícil tener compasión (misericordia) de quien estás lejos. ¿Quieres que se desarrolle en ti la misericordia? Acércate. Mira de cerca. Conoce la realidad de fondo.
Dios se acercó, conoció la miseria humana desde la propia carne del ser humano. Dios es misericordioso.
En la parábola del buen samaritano, la acción de este sacó de su crisis a la persona asaltada. No solo fue un acto sino un acto liberador.
A eso le llamo misericordia liberadora: aquella que hace algo por alguien, que no busca su propio beneficio sino el de la otra persona.
La misericordia no es una acción que busca hacerme sentir bien a mí sino bien a otros, de lo contrario sería una miserable misericordia porque es verdad que da pero no para liberar o saciar una necesidad de otros sino para alimentar el ego y saciar las ansias de reconocimiento y grandeza.
En otras palabras la misericordia debe llevarnos a hacer algo por alguien, se trata de dar (repetir el principio de la generosidad): consuelo, paciencia, perdón, dinero o alimento.
La actitud en la misericordia debe ser liberando a la persona, no liberando nuestro orgullo o ansias de reconocimiento o para calmar la conciencia.
Para que nuestra misericordia no sea miserable debe nacer en Dios, entendiendo que a pesar de nuestra infidelidad Él ha seguido siendo fiel, y aunque no lo merecemos él nos muestra misericordia todos los días.
Pero ese entendimiento nos debe mover a la acción que además lleve como fin liberar a alguien. Con el deseo auténtico de llevar alivio a otros, no a nosotros.
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