Confiando en un Dios Soberano (2)

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Confiando en un Dios Soberano (2)

El contexto del Salmo 23
Al comenzar su estudio, debemos notar la relación que tiene con el Salmo anterior y el siguiente:
En el Salmo 22 podemos ver al "buen pastor que su vida da por las ovejas" (Jn 10:11). El salmista profetiza con todo lujo de detalles acerca de cómo serían "los sufrimientos de Cristo".
Salmo 22.17–18 LBLA
17 Puedo contar todos mis huesos. Ellos me miran, me observan; 18 reparten mis vestidos entre sí, y sobre mi ropa echan suertes.
En el Salmo 24 se nos describen las glorias que vendrían tras estos sufrimientos:
Salmo 24.9 LBLA
9 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, alzadlas, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria.
En medio de los dos está el Salmo 23, que nos habla de las experiencias del cristiano desde el día en que llegó a ser beneficiario del supremo sacrificio de Cristo hasta el momento cuando participará de la gloria con él.
Salmo 23 LBLA
Salmo de David. 1 El Señor es mi pastor, nada me faltará. 2 En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. 3 El restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre. 4 Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. 5 Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; has ungido mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. 6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días.

"Aunque ande en valle de sombra de muerte"

Salmo 23.4 RVR60
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Este versículo ha sido cantado por muchos creyentes en su lecho de muerte y les ha ayudado a transformar el oscuro valle en claro día.
1. Las situaciones oscuras de la vida
Pero notemos que el salmista no sólo piensa en el momento de la muerte. Lo que está diciendo es que aún en la circunstancia más sombría de la vida, que sin duda es la muerte, aún allí tiene plena confianza en que el mismo Dios que ha iluminado su camino durante toda su vida, también lo hará en esas circunstancias extremas.
Porque lo cierto es que todos nosotros atravesamos situaciones oscuras y peligrosas en esta vida en las que necesitamos de la protección y el ánimo del Señor.
Como ovejas estamos siempre expuestos a múltiples peligros, ya sea por animales salvajes o por ladrones que se lanzan sobre el rebaño. Pero a pesar de nuestra debilidad, podemos exclamar como el apóstol Pablo:
Romanos 8.36–37 LBLA
36 Tal como está escrito: Por causa tuya somos puestos a muerte todo el dia; somos considerados como ovejas para el matadero. 37 Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Los primeros cristianos que vivieron en medio de una sociedad pagana y hostil, encontraron fuerzas y ánimos en Cristo como el Pastor.
2. Mirando a la muerte cara a cara
¡Qué difícil es mirar cara a cara a la muerte! Rápidamente apartamos nuestra mirada y pensamos en otra cosa. Aun los más valientes tiemblan en esos momentos.
Pero el cristiano sabe que es sólo una nube que hace "sombra", pero que detrás brilla el sol con claridad.
Y esto es así porque Cristo venció la muerte, y lo que ahora queda de ella es solamente una sombra.
Hebreos 2.14–15 LBLA
14 Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, El igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, 15 y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida.

"No temeré mal alguno"

Salmo 23.4 RVR60
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Alguien ha dicho que los peores males de la vida son los que no existen excepto en nuestra imaginación. Con frecuencia la incertidumbre sobre el futuro es más difícil para nuestra fe que la presión por algún mal presente.
Ya sea que miremos al presente o hacia el futuro, nunca debemos olvidar que el Señor nos ama y nos cuida, y esto hará desvanecerse todo temor.
1 Juan 4.18 LBLA
18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor.

"Porque tú estarás conmigo"

Salmo 23.4 RVR60
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Notemos el cambio de pronombre. Hasta este momento el salmista ha hablado del Señor en la tercera persona "él", pero cuando llega el momento de atravesar el valle de sombra de muerte, el salmista utiliza la segunda persona "tú".
Otro cambio que percibimos es que el pastor ya no va delante guiando al rebaño, sino que ahora se coloca al lado de la oveja para atravesar por un lugar difícil.
La única razón válida para no temer a la muerte y a las dificultades que puedan surgir en nuestro caminar por esta vida se encuentra en el hecho de que el Señor está con nosotros.
Él tiene todos los recursos necesarios y está a nuestro lado. Además, él mismo ya ha pasado por ese camino de muerte y ahora se coloca junto a nosotros para acompañarnos y que no nos sintamos solos.
Volvamos a escuchar la promesa del Señor:
Mateo 28.20 LBLA
20 enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

"Tu vara y tu cayado me infundirán aliento"

Salmo 23.4 RVR60
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
1. La vara y el cayado
La vara era un garrote, generalmente acabado en una bola en la que se incrustaban agudos y fuertes pinchos y se usaba para luchar contra las fieras. Por lo tanto, tenía el propósito de defender a las ovejas.
El cayado o báculo era usado como medio de apoyo y también para guiar al rebaño y corregir a las ovejas.
Estas dos cosas en las manos del pastor nos inspiran confianza y aliento. La protección y dirección que como ovejas necesitamos, las encontramos en el Señor y son simbolizadas aquí por la vara y el cayado.
2. La disciplina
A primera vista, no parece que haya mucho consuelo en la disciplina. A nadie nos gusta que nos corrijan. El más leve golpecito de la vara nos duele.
Pero debemos ver en ello el amor de Dios:
Hebreos 12.5–8 LBLA
5 además, habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mio, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por El; 6 porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. 7 Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? 8 Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos.
Dios nos disciplina porque nos ama y quiere hacer de nosotros personas más santas.

"Aderezas mesa delante de mí"

Salmo 23.5 RVR60
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
En este punto del salmo nos encontramos con un cambio de metáfora. Para David, Dios era mucho más que su Pastor, y a continuación pasa a describirlo como un Anfitrión que ha preparado un espléndido banquete al que el salmista es invitado como huésped. Es imposible agotar todo lo que Dios es para el creyente bajo los estrechos límites de una sola figura, por muy sugerente que ésta sea.
1. La hospitalidad oriental (Contexto)
Son bien conocidas las reglas de la hospitalidad entre los orientales en tiempos bíblicos. El huésped no sólo era acogido en la tienda o casa del anfitrión, sino que era agasajado admirablemente. La comida y bebida servidas con generosidad solían ser precedidas de prácticas casi rituales; proveer agua para que el huésped pudiera lavarse, ungir su cabeza o derramar sobre ella ungüento, besarlo, etc. (Lc 7:44-46).
Además el huésped gozaba de la protección de su anfitrión; bajo su techo encontraba un cobijo sagrado que ningún enemigo tenía derecho a invadir (Gn 19:5-8) (Jue 19:21-24).
2. Invitados a la casa de Dios por su misericordia
Cuando pensamos en que Dios nos invita a su casa, esta es una idea que nos sobrecoge. Recordemos las palabras de Cristo:
Juan 14.2–3 LBLA
2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. 3 Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros.
Esto sólo puede ser posible por la misericordia de Dios. No hay otra forma de explicar que aquellos que éramos enemigos de Dios, seamos invitados a su casa y allí recibamos todos sus favores.
Encontramos en la Biblia un caso que ilustra muy bien esta verdad. Se trata de Mefi-boset, un nieto de Saúl, aquel que había sido enemigo mortal de David. Lo curioso es que cuando David llegó a reinar sobre Israel, no aniquiló a toda la descendencia de su antecesor, como hicieron tiempo después otros muchos reyes. David se interesó por los descendientes de Saúl con el propósito de hacer con ellos misericordia:
2º Samuel 9.1 LBLA
1 Dijo David: ¿Hay todavía alguno que haya quedado de la casa de Saúl, para que yo le muestre bondad por amor a Jonatán?
Y fue encontrado Mefi-boset, que inmediatamente fue llevado a la casa del rey. No es difícil imaginarse todo el temor que aquel descendiente de Saúl tendría cuando llegara al palacio real.
Su abuelo había intentado una y otra vez dar muerte a David, ¿qué podía esperar ahora que hiciera con él? Pero su sorpresa tuvo que ser mayúscula cuando el rey le habló:
2º Samuel 9.7–11 LBLA
7 David le dijo: No temas, porque ciertamente te mostraré bondad por amor a tu padre Jonatán, y te devolveré toda la tierra de tu abuelo Saúl; y tú comerás siempre a mi mesa. 8 Se postró él de nuevo, y dijo: ¿Quién es tu siervo, para que tomes en cuenta a un perro muerto como yo? 9 Entonces el rey llamó a Siba, siervo de Saúl, y le dijo: Todo lo que pertenecía a Saúl y a su casa, lo he dado al nieto de tu señor. 10 Y tú, tus hijos y tus siervos cultivaréis la tierra para él, y le llevarás los frutos para que el nieto de tu señor tenga alimento; sin embargo, Mefiboset, nieto de tu señor, comerá siempre a mi mesa. Siba tenía quince hijos y veinte siervos. 11 Respondió Siba al rey: Conforme a todo lo que mi señor el rey mande a su siervo, así hará tu siervo. Y Mefiboset comió a la mesa de David como uno de los hijos del rey.
Este es un ejemplo maravilloso de la increíble gracia de Dios.
3. Compromiso
Otro detalle que también debemos recordar es que en el mundo del Antiguo Testamento, comer y beber a la mesa de alguien era una manera de establecer un vínculo de lealtad mutua, y podía significar la culminación de los arreglos para la concertación de un pacto.
Así fue en la última cena, cuando Jesús dijo:
1 Corintios 11.25 LBLA
25 De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto cuantas veces la bebáis en memoria de mí.
4. Comunión
Sentarse juntos a la mesa tiene que ver también con la comunión. Es un buen momento no sólo para compartir alimentos, sino sobre todo amistad y comunión.
Por ejemplo, cuando nos sentamos a la mesa del Señor, la finalidad es tener comunión entre nosotros y con el Señor:
1 Corintios 10.16–17 LBLA
16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo? 17 Puesto que el pan es uno, nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.
Notemos también que esta invitación a la casa de Dios, no se trata de algo ocasional, para unos días. No, Dios no nos trata como si fuéramos algún conocido al que invita a pasar un día. Él quiere que estemos por toda la eternidad en su casa. Recordemos las últimas palabras del Salmo 23: "Y en la casa de Jehová moraré por largos días".
5. Celebración
También es significativo que este banquete se celebra "en presencia de mis angustiadores" o "enemigos".
Tal vez la escena nos presente la celebración de una victoria, en la que los enemigos están presentes como cautivos. En ese caso, el salmista podría observar las caras de odio de sus enemigos, dirigiéndole feroces miradas, pero incapaces de hacerle ya ningún daño. Nada puede impedir el disfrute del banquete que Dios le ha preparado.
Juan 16.33 LBLA
33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo.
6. El banquete
La Escritura nos dice que el Señor Jesucristo presidirá el banquete celestial al que todos los creyentes hemos sido invitados
Apocalipsis 19.7–9 LBLA
7 Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a El la gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, porque las acciones justas de los santos son el lino fino. 9 Y el ángel me dijo*: Escribe: “Bienaventurados los que están invitados a la cena de las bodas del Cordero.” Y me dijo*: Estas son palabras verdaderas de Dios.
Y sobre la mesa podremos ver todas las bendiciones espirituales que él compró para nosotros por su propia sangre. En cierto sentido, podríamos decir que la mesa ilustra todo lo que Cristo es para nosotros.

"Unges mi cabeza con aceite"

Salmo 23.5 RVR60
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
La costumbre en las fiestas orientales era que el dueño de la casa diera la bienvenida a sus invitados derramando sobre sus cabezas delicados perfumes según iban entrando.
1. Sugiere frescura y plenitud
Comparando con otros pasajes, vemos que esta unción es un verdadero refresco para el alma del creyente (Sal 92:10), al mismo tiempo que una fuente de gozo (Sal 45:8), de la misma manera que su ausencia es signo de luto (2 S 14:2) y de tristeza (Mt 6:16-18).
2. Sugiere permanencia
El Nuevo Testamento también trata sobre la unción que nosotros hemos recibido por medio del Espíritu Santo. Esta unción permanente nos confirma que somos de Cristo.
2 Corintios 1.21–22 LBLA
21 Ahora bien, el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, 22 quien también nos selló y nos dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía.
1 Juan 2.27 LBLA
27 Y en cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de El permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; pero así como su unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no mentira, y así como os ha enseñado, permanecéis en El.
Deberíamos manifestar siempre este olor agradable de la unción que hay en nosotros.

"Mi copa está rebosando"

Salmo 23.5 LBLA
5 Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; has ungido mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
El salmista considera también su copa llena a rebosar, con lo que parece querer indicar la plenitud de las bendiciones de Dios que estaba recibiendo.
El Señor no sólo quiere darnos vida, sino "vida en abundancia" (Jn 10:10). Aunque no debemos olvidar que para que nosotros disfrutemos de estas bendiciones y podamos tomar "la copa de la salvación" (Sal 116:13), fue necesario que Cristo tomara hasta el fin la amarga copa del juicio (Mt 26:42).

"El bien y la misericordia me seguirán todos los días"

Salmo 23.6 RVR60
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.
El anfitrión no considera acabada su tarea cuando el banquete había llegado a su fin. El huésped tiene que proseguir su camino, y fuera aún hay enemigos. Por eso le ofrece una escolta de dos hombres fuertes que lo acompañen y protejan hasta su destino.
A modo de guardaespaldas van a acompañarle "el bien y la misericordia", que permanecerán entre él y sus adversarios, de modo que éstos nunca lleguen hasta él.
El bien para proveernos de cuanto necesitemos en el camino, y la misericordia para perdonar nuestros pecados.
En cierto sentido podemos decir que el beneficio de haber sido ungidos con el Espíritu Santo, se prolonga indefinidamente sobre nosotros, y no sólo en el momento en que lo recibimos.

"Y en la casa de Jehová moraré por largos días"

Salmo 23.6 RVR60
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.
Como ya hemos tenido ocasión de comprobar, el salmista nos va presentando continuamente nuevas escenas de nuestra peregrinación terrenal. Cada una de ellas es un cuadro vivo en el que tenemos que meditar.
1. El regreso a la casa de Dios
Probablemente David estaba pensando ahora en su regreso a Jerusalén y al santuario.
Para él la casa de Dios no era simplemente algo para la eternidad, sino una realidad presente. Veamos cómo lo expresa en otro Salmo:
Salmo 27.4 LBLA
4 Una cosa he pedido al Señor, y ésa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo.
Nosotros también deberíamos anhelar el comenzar a vivir así en la casa de Dios en este tiempo.
2. Nuestra morada eterna
Probablemente David no estaba pensando en una vida inmortal en la casa celestial de Dios.
Pero la expresión es asumida por el cristiano con su mirada puesta en la "casa del Padre", donde Cristo prepara lugar para él (Jn 14:2-3). Ésa es la meta última al final de nuestra peregrinación en la tierra.
Juan 14.2–3 LBLA
2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. 3 Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros.
La fe, con los ojos puestos en tan glorioso destino, ha sostenido y alentado a incontables creyentes a la hora de su muerte. El cristiano sabe que partir de este mundo es ir a estar con Cristo y que con él está asegurada eternamente su suerte.
3. La casa de Jehová
¡Qué poder tan mágico encierra la palabra hogar! Y ¿qué es lo que hace que sea tan amada? Es el lugar donde estamos en familia, con los seres queridos. Jesús lo expresó así: "Para que donde yo esté, allí también estéis vosotros".
Lo que nos mueve a desear la casa de Dios es fundamentalmente el deseo de estar en la presencia de Dios y entrar en su reposo.
"4. Por largos días"
David podría estar refiriéndose a una estancia prolongada en Jerusalén, pero también puede ser entendido como una alusión a la eternidad.
No olvidemos que somos invitados a su casa no como un visitante que está de paso, sino como hijos que formamos parte del hogar.
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