LA MUJER SEGUN LA BIBLA. CRISTO.

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11. Modestia en el culto, 11:2-16

Se ha hecho patente que en esta carta Pablo alude varias veces a una carta procedente de Corinto dirigida a su persona. Parece que en dicha carta los corintios no tan sólo hacían preguntas sino también afirmaban que algunas cosas iban muy bien en la iglesia. En el versículo 2 el Apóstol repite algunas de las palabras de los corintios como si él mismo las dijera. Las ocupa para emitir unos pensamientos halagadores antes de entrar en ciertas censuras después (ver 11:17).

El vocablo que se traduce como “enseñanzas” (v. 2) es paradoseis3862. Es un término que tal vez mejor se traduce como “tradiciones”. Era una expresión que se había convertido en un término técnico sobre todo entre el pueblo judío. Pablo estaba muy familiarizado con el método de enseñanza de los judíos desde tiempos inmemoriales: la repetición oral para perpetuar los principios y las doctrinas. En este caso lo transmitido a los corintios serían las bases doctrinales y éticas de la fe cristiana. Lo más probable es que esta “tradición” fuera dada a los corintios por Pablo de manera oral. Un factor importante en la perpetuación de la tradición era que su fuente tenía que ser autoritativa. Pablo siempre recalcaba que sus tradiciones las impartía con la autoridad de Cristo.

Este es uno de los textos de Pablo que más se ha tergiversado (v. 3); sucede el error no tan sólo en el ámbito hispano en donde el machismo sexista prevalece sino también en otras latitudes en donde el machismo cobra otro cariz: el teológico. Antes de dilucidar el segundo aspecto del problema de la interpretación machista, veamos algunos detalles con respecto al texto. Las palabras “Pero quiero que sepáis” en efecto significan “Os ofrezco un nuevo discernimiento” (ver también 10:1; Col. 2:1). Con esto se aprecia que el Apóstol pretende darle un nuevo rumbo a un problema de práctica y costumbre entre las mujeres de Corinto. Se da cuenta de que va a encontrar resistencia a sus ideas, por lo tanto su argumentación se hace compleja. El problema específico tenía que ver con una enseñanza dada por el Apóstol que estaba siendo ignorada. Pablo aparentemente había enseñado en Corinto que las mujeres debían cubrirse la cabeza con un velo al orar en reuniones públicas. Parece que las mujeres corintias optaban por hacer caso omiso de estas instrucciones. Al enterarse de esta actitud de las mujeres, Pablo responde al problema arguyendo desde tres ángulos: (1) el orden de la creación, (2) el sentido común de lo apropiado, (3) la práctica general en las iglesias. Respecto al primero, Pablo reconoce una jerarquía implícita: Dios, Cristo, el hombre, la mujer. Sucesivamente, el uno es cabeza del otro. Dentro del contexto, la palabra “cabeza” (kefale2776) no debe entenderse como jefe o gobernante sino fuente u origen. Probablemente Pablo esté pensando en el relato de la creación en Génesis (2:21–23) en donde Eva es creada de la costilla de Adán. Esto hace que el hombre sea la fuente de la existencia de la mujer. También Cristo es la fuente de la existencia del hombre, porque Cristo es el agente en la creación de todas las cosas (8:6; Col. 1:16), incluso en la creación del hombre. Finalmente, Dios es el origen de Cristo, porque es del Padre de quien el Hijo recibe su ser eterno (ver 3:23; 8:6). Debe ser claro que este texto no se presta para insistir equivocadamente en que el hombre es “cabeza” de la mujer, en el sentido de mandamás, sino que en la creación el hombre representa el origen de la mujer. Son dos cosas muy distintas. No debe usarse este texto para implicar que la mujer es inferior al hombre en sentido alguno.

Es obvio que Pablo en el v. 4 primero ocupa la palabra kefale2776 en su sentido literal. Después la usa como la usó en el v. 3. Posteriormente, va a oscilar en el uso del doble sentido del vocablo. En este texto es claro que al orar o profetizar el hombre del siglo I no afrentaba su cabeza literalmente, sino en el sentido espiritual: Cristo. Se observa que las prácticas en las sinagogas del siglo I diferían de las del actual siglo. Hoy es prohibido que el hombre judío entre a la casa de adoración sin cubrirse la cabeza. Se ha comentado que esta práctica sólo llegó al judaísmo durante el siglo IV de la era cristiana. Originalmente el cubrirse la cabeza de parte del hombre significaba que estaba de luto. También, hoy los hombres judíos se cubren la cabeza. A lo que Pablo se refería cuando hablaba de cubrirse la cabeza el hombre era un velo amplio que tapaba todo el pelo. El varón, al orar o profetizar, no debía permitir que nada colgara de la cabeza. Al hacerlo, estaría despreciando la dignidad que el Creador le había dado como origen de la mujer. Esto sería una afrenta a Cristo. Ahora bien, es difícil creer que los hombres corintios realmente se cubrieran la cabeza en el culto cristiano. Pablo expone todo lo antes dicho hipotéticamente para luego dar su enseñanza respecto al comportamiento de las mujeres en el culto público.

De nuevo se observa el uso del sentido doble de la palabra kefale2776 (v. 5). En contraste con las recomendaciones hipotéticas de Pablo para los hombres, las mujeres debían observar esta práctica sin fallar. Al orar o hablar públicamente en el culto, la mujer irremisiblemente debía cubrirse la cabeza con un velo. Es instructivo notar que Pablo no impide que hablen en este pasaje; sólo da instrucciones respecto a la manera de hablar: con la cabeza cubierta. Que la mujer no se cubriera la cabeza afrentaba a Cristo, porque no reconocía su estatus elevado en el orden de la creación. Es importante saber que las instrucciones del Apóstol sólo tienen aplicación durante el curso del culto cristiano. ¿Qué de la frase con respecto a raparse la cabeza? La mayor parte de los comentaristas concuerdan en que esta práctica era una señal de estar de luto o una marca de vergüenza. Que la mujer se rapara la cabeza iba en contra de la naturaleza (15b) y era una vergüenza para ella y para su Señor.

la naturaleza (15b) y era una vergüenza para ella y para su Señor.

El velo en la mujer

11:5, 6

Cubrirse la cabeza con el velo implicaba estar sujeta a un hombre, su esposo. Estar con la cabeza descubierta era indicio de ser una mujer prostituta. El cabello en la mujer era señal de gloria y honor para ella. El cortarlo implicaba deshonra y desgracia. El raparse la cabeza era castigo por adulterio y también era símbolo de esclavitud.

Ahora bien, del contexto de la enseñanza de Pablo respecto al correcto atuendo femenino durante el culto se desprende una idea corolaria. El Apóstol no impide que las mujeres oren y profeticen dentro del culto. Sólo les da instrucciones respecto a su manera de vestirse.

Sea el significado de 14:34 ss. el que sea, aquí no hay ningún problema para el Apóstol en que las mujeres participen activa y vocalmente en el culto público. En esto vemos el cumplimiento de la profecía de Joel 2:28 cuando dice que las “hijas” también profetizarían en la era mesiánica. ¿Cómo es que algunos enseñan dogmática y categóricamente que las mujeres no pueden predicar? Pareciera que no saben leer la Escritura con buena hermenéutica. Ciertamente las palabras del Apóstol en este pasaje deben hacer que cualquier machista teológico recapacite un poco.

La palabras en el v. 6 vienen a reforzar algunos pensamientos paulinos anteriores. Se observa que Pablo opina que la misma naturaleza demanda que la mujer se cubra la cabeza. Ya que la naturaleza daba a las mujeres amplio cabello, no tan sólo sería cosa en contra de las buenas costumbres sino algo no natural el no llevar velo sobre la cabeza. Con este texto, pues, el Apóstol dice: “si no vas a llevar velo sobre la cabeza, córtate el pelo también, porque ambas cosas son igualmente vergonzosas”. Sin duda otras cosas entran también en su pensamiento. Se sabe que las prostitutas corintias no llevaban velo; al contrario, se esmeraban en los arreglos ostentosos de su pelo. Además, según una costumbre judía, a las mujeres adúlteras se les rapaba el pelo. Siendo así, es fácil ver cómo el Apóstol insistía en tal vestimenta de las mujeres creyentes en Corinto.

En los vv. 7–9 Pablo parece dejar cuestiones de costumbres para entrar en lo teológico propiamente dicho. Mucho de lo que Pablo va a decir se basa en sus deducciones de Génesis 1:26. Principia sus conceptos insistiendo en que el hombre no está obligado a cubrirse la cabeza. Es claro por lo dicho en un versículo afín (v. 10) que no tan sólo es innecesario que el hombre se cubra la cabeza sino que no es correcto que lo haga. La razón estriba en que el hombre es la imagen (eikon1504) y la gloria (doxa1391) de Dios. ¿Qué quiere decir Pablo con esto? Parece que su pensamiento es de origen judío; según éste, la cabeza, y particularmente el rostro, simbolizaba de manera especial su relación con Dios. El hombre como imagen de Dios es distinto a toda la demás creación, ya que goza de la capacidad de relacionarse con Dios. El hombre es también la gloria de Dios, porque es producto de la actividad creadora directa de Dios. También el hombre fue creado para dar gloria a Dios. En torno a estos conceptos, una idea que Pablo no desarrolla es que en el pasaje en Génesis la mujer está incluida en la creación a imagen y semejanza de Dios, porque la palabra en este texto es Adán, vocablo genérico que incluye ambos sexos. Más que sólo el nombre de un hombre, Adán significa “todo hombre” (incluso la mujer) en sentido genérico.

Cuando el Apóstol habla de la mujer como “la gloria del hombre”, ya no se basa en Génesis 1:26 sino en Génesis 2:18–23. Llama la atención que Pablo no afirma respecto a la mujer lo que sí asevera acerca del hombre. El hombre era la imagen y la gloria de Dios. Ahora, según este texto, la mujer es la gloria del hombre. Basándose en Génesis 2, se ve que la mujer es tomada del hombre para ser su ayuda idónea. El hombre fue creado por Dios con el fin de que le sirviera y lo glorificara. Dios buscaba infructuosamente y no hallaba (la expresión comunica cierto sentido del humor de parte del escritor bíblico) entre los animales una compañera para el hombre. Por esto, Dios crea a la mujer de una costilla tomada del hombre. La analogía es evidente: el hombre es producto de la creación directa de Dios para su gloria; la mujer es tomada del hombre para su gloria. Ella, al ser su ayuda idónea, ha de encontrar su realización en someterse a su autoriad. Este es su papel según el orden de la creación, pero no lo es en Cristo (ver Gál. 3:28). En él todas las distinciones de rango entre el hombre y la mujer se borran. Eso sí, los creyentes corintios seguían siendo seres creados, y las naturales diferencias sexuales no dejaban de existir. Posteriormente, el Apóstol comprobará esto al tratar de los problemas matrimoniales en Corinto.

En el v. 10 son dos las cosas que suscitan comentarios: “una señal de autoridad” y “por causa de los ángeles”. Desde luego, puesto que el Apóstol venía hablando anteriormente de la necesidad de que las mujeres se cubrieran la cabeza con un velo, lo primero que viene a la mente es esto. Algunas versiones, inclusive, traducen el vocablo griego exousia1849 como “velo”. ¿Por qué se emplea la palabra “autoridad” (exousia1849)? La razón principal es que ésta es la traducción normal de la palabra. También, muchos manuscritos antiguos así la traducen. Además, esta traducción encaja mejor con el significado probable del texto en su totalidad. Hay varias teorías respecto a esta “señal de autoridad”: (1) la mujer lleva el velo en deferencia a la autoridad del hombre; (2) el velo es señal de la autoridad propia de la mujer para poder orar y profetizar públicamente en el culto; (3) el velo es símbolo del respeto que se le debe como mujer de buena moral. Llama la atención, sin embargo, que ninguna de las interpretaciones indicadas involucra directamente la expresión tocante a los ángeles. Esta cuestión se abordará oportunamente.

La cuestión de los ángeles es algo problemática; varias ideas históricas se han dado: (1) el tema de los ángeles en este contexto se origina en Génesis 6:2. En este pasaje se habla de ángeles malignos que amenazan a mujeres. ¿Se supone que el velo protege a las mujeres piadosas de este peligro? (2) Orígenes, uno de los padres de la iglesia en Alejandría, interpretaba este pasaje como que hablaba de los ángeles buenos que rodeaban el culto. Se basaba en el Salmo 138:1. Se advierte que RVA correctamente traduce el vocablo hebreo como “dioses”. La alusión es a seres celestes dentro de la corte divina. ¿Serviría el velo de las mujeres para demostrar respeto por estos ángeles buenos? Parece que los Rollos del Mar Muerto indican la creencia de que en la comunidad de los fieles los ángeles hacían acto de presencia. No obstante, la diferencia entre la comunidad judía en Qumrán y la congregación cristiana en Corinto es considerable. Lo más probable es que la referencia que hace Pablo a los ángeles significa que éstos eran guardianes del orden natural, y convenía que las mujeres corintias llevaran el velo para conservar este orden. De no hacerlo, posiblemente las mujeres descubiertas se arriesgaban a la desaprobación de los ángeles.

Formas de adorar

11:10

Los creyentes se presentaban en las formas siguientes para adorar:

1. Entre los romanos solo las mujeres llegaban con un velo al templo.

2. Los judíos, tanto hombres como mujeres, se cubrían la cabeza.

Los antiguos creían en la presencia de los ángeles en los cultos. Si una mujer estaba con el cabello suelto y al descubierto en el templo, un ángel podría enamorarse de ella (Gén. 6:1–4 puede ser una referencia a un problema similar).

Pablo afirma que según el propósito original de Dios para la creación, el hombre debería su existencia a la mujer en el orden natural de la procreación. Sin la mujer y su capacidad de concebir y dar a luz, no habría más hombres. De igual manera, la mujer debe su existencia al hombre. Esto es cierto no tan sólo en el relato de la creación del hombre en Génesis 2 sino también en la procreación natural. Sin el varón y su capacidad de engendrar, no habría más mujeres. Los dos son esenciales para la mutua existencia. Todo este proceso de la reproducción también tiene su origen en Dios. Ciertamente, si bien Pablo aconseja en contra del matrimonio por razones muy particulares (sus ideas escatológicas), no refleja un prejuicio en contra de las relaciones sexuales como si fueran algo diabólico. Al contrario, contempla que éstas, dentro de sus parámetros idóneos, son don de Dios.

Ahora el Apóstol deja sus consideraciones teológicas para retornar a la cuestión del atuendo de la mujer durante el culto cristiano (v. 13). Habiendo visto algunas bases teológicas que abogan a favor del uso del velo en el culto público, ahora el Apóstol llega al segundo modo principal de argumentar su caso: el sentido común de lo apropiado. Pablo insiste en que los modales convencionales del pueblo no deben ignorarse. Si bien es cierto que las costumbres cambian con el tiempo, es arriesgado hacer caso omiso de ellas. En esto el Apóstol también era profético, porque posteriormente los cristianos serían censurados por el vulgo; su acusación sería que los cristianos primitivos eran inmorales, caníbales y ateos. Lo último se debía a que los cristianos primitivos se conocían por su rechazo a los “dioses” del pueblo; por ende el término “ateos” encontraba cabida. Los creyentes primitivos también se exponían a que se les acusara de la inmoralidad por lo secreto de sus reuniones. Ya que por bastante tiempo en el imperio romano el cristianismo era una religión prohibida, los cultos obligatoriamente tenían que celebrarse a escondidas. Esto significaba que la mayoría de sus reuniones se efectuaban de noche en lugares apartados. Con todo, el pueblo incrédulo se enteraba de éstas y hasta se rumoraba que los cristianos practicaban el incesto, porque los cristianos decían que había que amar a los “hermanos” en Cristo. También se les acusaba de canibalismo, ya que se decía que los cristianos “comían el cuerpo y tomaban la sangre de su dios”. Esto, desde luego, se basaba en una distorsión muy equivocada de la participación de los creyentes en la Cena del Señor. Todo esto se ha comentado para que se vea que el Apóstol era muy celoso de que los creyentes corintios guardaran “lo apropiado” en cuanto a las costumbres. Esto evidentemente implicaba que las mujeres se cubrieran la cabeza con un velo (vv. 14, 15).

Pablo ya ha apelado a los corintios para que ocupen su discernimiento y reconozcan “lo apropiado”. Hay quienes piensan que en esto el Apóstol refleja algo del pensamiento de los estoicos. Por lo menos se observa que Pablo da por sentado que los corintios ya saben lo que lo convencional requiere (ver Fil. 4:8 ss.) En estos textos el escritor no tan sólo apela al discernimiento de los corintios sino que también se refiere a la naturaleza. Ellos sabrían de hecho sus demandas (ver Rom. 1:26; 2:14, 27). Con sus razonamientos en torno a la naturaleza, Pablo llega a su tercer argumento en pro del uso del velo por la mujer creyente y lo importante de seguir las indicaciones de lo que exige la naturaleza. Aunque puede argüirse desde nuestra perspectiva moderna que tanto el hombre como la mujer tienen la misma capacidad para dejarse crecer el pelo o no, hay que ver el sentir de Pablo con el trasfondo cultural e histórico de su día. En el área mediterránea, particularmente en Grecia, las mujeres eran dotadas de amplio cabello. Los hombres en el área solían llevar el cabello, aunque abundante, más corto. Lo femenino se caracterizaba por el cabello largo; lo masculino por el cabello corto. Cuando Pablo apela a la naturaleza en su argumento, es muy posible que tras su razonamiento esté un horror que siente por la homosexualidad. Que un hombre llevara el pelo largo como las mujeres sería una afrenta al sexo masculino; haría que cobrara un aspecto afeminado. Las últimas partes del texto, aunque fielmente traducidas del original por RVA se prestan a una posible confusión en su lectura. Como está escrita la traducción pareciera que Pablo está diciendo que no le hace falta el velo, porque la mujer tiene amplio cabello. Tal cosa, obviamente, contradice todo lo que el Apóstol ha venido argumentando. Lo más viable es que se entienda que la ventaja que tiene la mujer por la bendición de su cabello tupido está para que siga lo estipulado por la naturaleza y que se cubra con un velo.

Al final, el Apóstol apela a las costumbres dentro de las iglesias para que se asiente la necesidad de que las mujeres usen el velo. Por lo dicho respecto a unos posibles contenciosos, es muy posible que hubiera dentro de la congregación corintia algunos que se creían únicos en su género y por lo tanto no estuvieran sujetos a las costumbres en otras iglesias. Las aludidas iglesias de Dios probablemente incluían la iglesia madre en Jerusalén, tanto como las iglesias helénicas fundadas por el Apóstol. Con el uso de “nosotros”, lo más probable es que el Apóstol se refiera a sí mismo. Él no tenía la costumbre de permitir que las mujeres participaran en los cultos sin el atuendo apropiado, incluso el velo. Pero también debe observarse que el que Pablo apele a las prácticas en las demás iglesias es indicio de que la costumbre de llevar el velo de parte de las mujeres al orar y al profetizar no se originó en el Apóstol. Es más, Pablo no introducía un nuevo elemento en la iglesia; sólo exigía que una práctica acostumbrada en las iglesias se mantuviera. La iglesia era una, pese a sus múltiples expresiones locales. El énfasis del Apóstol en que aun las costumbres aparentemente secundarias se mantuvieran es explicación adecuada para la creciente unidad de la iglesia aun en algunos pormenores. Entra de nuevo la cuestión de la libertad cristiana. ¿Estaba la iglesia en Corinto totalmente libre para ignorar las costumbres establecidas en otras iglesias? Aparentemente, Pablo insistía en que la libertad cristiana no era base para revolucionarias tendencias sociales. La libertad cristiana siempre encierra algunas restricciones voluntarias. El Apóstol se interesaba en que la iglesia en Corinto ejerciera la libertad cristiana igual que él al buscar la redención de otros (10:33). La emancipación espiritual, no la social, es su mira.

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