LA MAYORDOMÍA (EL DIEZMO)

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INTRODUCCIÓN:

Mayordomía y Mayordomo no son palabras muy utilizadas ahora, pero en el tiempo del Antiguo y Nuevo Testamento eran muy utilizadas.Los griegos usaban la palabra OIKONOMOS.
En la Biblia, la palabra griega para mayordomo es oikonomos, que significa un distribuidor en la casa, un supervisor, un gerente, o un empleado o agente en esa capacidad. Ser un mayordomo es realmente ser un siervo de alguien más y de los intereses de alguien más.
La Regla del Nuevo Testamento dice que el dar debe estar relacionado con los medios que la persona posea “según Dios le haya prosperado”, 1 Corintios 16: 2. y no necesariamente tiene que ser un 10% exacto. (El griego original indica que es Dios quien nos ha ayudado en el camino y por ende un mejor equivalente al original es “según Dios le haya prosperado”, lo cual es consistente con la versión RV60 N.T.)
El primer principio de la mayordomía esencialmente cristiana fue enseñado por el Salvador, según está escrito en Lucas 21: 1- 4. Viendo a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas y con ellos a una pobre viuda que echaba sus dos blancas, Cristo hizo la observación de que ella había dado más que todos los demás, pues mientras ellos dieron una pequeña porción de su gran riqueza, ella “de su pobreza” había echado todo el sustento que tenía.
La gran lección aquí, y el estándar para la vida cristiana, es que todo lo que poseemos le pertenece al Señor. Aunque tenemos que proveer para nuestra vivienda, ropa, comida y otras muchas responsabilidades, vivimos de SU dinero, pues todo nuestro ingreso es Suyo. Esta actitud hará que tengamos cuidado y que seamos realistas acerca de cómo gastamos nuestro dinero, ya sea en cosas innecesarias o en cosas de mucho lujo o demasiado caras para nuestras necesidades. Debemos deshacernos de la mentalidad que considera algunas cosas como “nuestras” y otras como “suyas”. Deberíamos pensar que todas las cosas son “Suyas”, y de ellas tomamos una asignación, a fin de cubrir nuestras necesidades terrenales adecuadas y razonables. El corazón del Señor fue conmovido por aquella mujer que destinó todo lo que tenía y el apóstol Pablo alaba esta actitud en sus palabras a los corintios: “no sois vuestros (…) porque habéis sido comprados por precio”. 1 Corintios 6: 19-20.
El Rey David entendió esto muy bien cuando oró: “Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos”. 1 Crónicas 29: 14. Amamos al Señor por sobre todas las cosas y nos hemos entregado completamente a Él y, por consiguiente, deberíamos utilizar todos nuestros recursos y energías para Él, pues somos hijos e hijas privilegiados de un Salvador amado, soberano y glorioso.

EL PROPÓSITO PRINCIPAL DE LA MAYORDOMÍA:

El principal propósito de la mayordomía se encuentra en 1 Corintios 9: 14 donde Pablo dice: “Así también ORDENÓ el Señor a los que anuncian el Evangelio, que vivan del Evangelio”. Las ofrendas del pueblo de Dios son principalmente para la PROCLAMACIÓN de la Palabra de Dios. El Evangelio debe ser proclamado por todas partes y las ovejas del Señor apacentadas. A los mensajeros del Señor se les debe apoyar para que se puedan dedicar a la obra. 1 Corintios 9: 7- 11.
De acuerdo con 1 Corintios 9: 14, la idea de que los predicadores deberían ser apoyados no fue inventada por la Iglesia, sino que Dios lo “ordenó” así (lo que significa que Él lo prescribió, preestableció o mandó). Eso es el plan y la voluntad de Dios. El pasaje más largo del Nuevo Testamento relativo a la mayordomía en 2 Corintios, tiene que ver principalmente con el alivio de los creyentes afligidos; pero la enseñanza de 1 Corintios 9 respecto al Apoyo a los predicadores es tan enfática e imperativa, que ésta es claramente el deber primordial y principal. Gálatas 6: 6 insiste también en el apoyo del ministerio de la Palabra. Pablo dice: “El que es enseñado en la Palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye”. La palabra griega traducida como HAGA PARTÍCIPE, significa: Compartir. Esto demuestra que es nuestro deber compartir con aquellos que han sido apartados para enseñar. Pablo nos ordena la reciprocidad como oyentes y maestros, dando y recibiendo mutuamente.
Si la mayordomía en una Iglesia es pobre, entonces la proclamación de la Palabra de Dios sufrirá. El pastor se empobrecerá; los misioneros recibirán escasa ayuda; no se podrá adquirir o producir literatura sana para el evangelismo local; no habrá instalaciones ni vehículos disponibles para el ministerio de la escuela dominical, etc. Sin embargo, el Señor ha ORDENADO que se aparten mensajeros y que la obra del evangelismo sea apoyada con liberalidad.
La mayordomía desde luego incluye ayudarnos unos a otros en los problemas y las necesidades de la vida, y el ejemplo supremo de ellos es la comunidad de bienes que se narra en Hechos 2: 44-45, cuando hubo una gran tribulación, que probablemente surgió cuando los judíos que se convirtieron fueron rechazados por sus familias. El otro gran ejemplo de ayuda a otros creyentes es la ayuda con la hambruna que fue organizada en 2 Corintios.
Independientemente de las necesidades extremas que surjan en las vidas de las personas, existen oportunidades constantes para una ayuda considerable. Quizás podemos ayudar a que aseguren una casa a jóvenes cristianos sinceros , serios y fervientes que están comenzando, o por ejemplo, ayudar a alguien a sacarse el pasaporte.
¿Acaso tenemos una actitud demasiado despreocupada con respecto a la mayordomía de nuestro dinero? Quizás no nos hemos percatado plenamente de que Dios ha ordenado que nuestra contribución desempeñará un papel importante para llevar a cabo Sus gloriosos propósitos. Quizás no hemos asumido todo el peso del privilegio y de la responsabilidad que esto conlleva. Tal vez nunca hemos considerado, seria y profundamente, cuánto deberíamos dar a la luz de la comisión que Dios nos da y nunca nos hemos comprometido a permanecer leales a nuestras obligaciones.

LA MANERA DE LA MAYORDOMÍA:

En 1 Corintios 16: 1- 2 Pablo habla de la frecuencia y el espíritu de la mayordomía y dice: “En cuanto a la ofrenda para los santos, hace vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según Dios nos haya prosperado”. En éste pasaje concreto, el propósito de la ofrenda es benevolencia para los creyentes afligidos; pero la actitud respecto a la “ofrenda” y su frecuencia, es muy instructiva para la mayordomía. La frase “según Dios nos haya prosperado” significa literalmente: “ha ayudado en el camino”. Esto implica que las circunstancias de uno pueden variar de una manera a otra, algo que en aquel tiempo era ciertamente verdad. Los hogares cristianos calculaban sus necesidades y daban una porción de su dinero al Señor. Entonces, si su ingreso se incrementaba, ellos lo veían como que le Señor los prosperaba a fin de que destinaran más para la ofrenda. Si Dios les ayudó en el camino, no era únicamente para su propio beneficio, sino también para su mayordomía, y en ese espíritu daban. Si los Corintios no hubieran contribuido según el Señor los prosperaba, se habrían sentido culpables de malversar lo que el Señor les había dado.
La frecuencia de la ofrenda semanal, que involucraba un cálculo inteligente de los fondos disponibles, demuestra la necesidad de revisar continuamente nuestra mayordomía. No es muy idóneo establecer un pago regular a través del banco y olvidarlo durante seis meses o más. Desde luego que usamos la transferencia directa de fondo; pero para obedecer el mandato divino deberíamos ser sensibles a las necesidades fluctuantes de la obra de Dios y estar consientes de lo que Dios nos ha provisto, de forma que podamos ayudar a suplir esas necesidades. Este texto nos llama a ser constantemente sensibles, vigilantes y responsables de nuestras ofrendas. La frase “según Dios nos haya prosperado” nos recuerda que un incremente de los ingresos y otras fuentes ocasionales de ingreso deberían reflejarse en nuestra ofrenda.
No nos sorprende que el apóstol enseña que la ofrenda debería ser dada en el día de la adoración, puesto que la mayordomía es un acto de adoración, gratitud y dedicación. Adoramos con nuestras mentes, nuestros corazones y también con nuestros bienes, reconociendo que nada de lo que poseemos es nuestro, y que somos siervos del Señor. Incluso cuando ofrendamos a través de transferencias bancarias, es útil honrar también la ofrenda en la Adoración del Domingo y hacer al menos una ofrenda representativa y orar que Dios acepte y bendiga la mayordomía de su pueblo. Deberíamos, después de todo, asegurarnos de DAR DE CORAZÓN, especialmente cuando el dinero se transmite mediante un proceso remoto. Nunca olvide el Acto de Adoración.

UN DISTINTIVO DEL CARÁCTER CRISTIANO:

2 Corintios 8-9 es otro pasaje importante sobre la mayordomía cristiana, donde se nos da un conjunto de retos y estimulos. Aquí Pablo dice a los corintios que ellos deberían saber acerca de “la gracia de Dios que ha dado a las iglesias de Macedonia” 2 Corintios 8: 2. La gracia mencionada se refiere a un espíritu de generosidad y ayuda. “Como en todo abundáis” dice Pablo, “en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud (…) abundad también en esta gracia”. 2 Corintios 8: 7. Evidentemente, los miembros de la iglesia de Corinto, tenían fe, un testimonio efectivo, un buen conocimiento de doctrina, y una gran solicitud en muchas cosas, pero no habían comprendido plenamente el deber de una mayordomía generosa. Ellos revelaron una significativa área de estancamiento al no continuar con la mayordomía que habían empezado. 2 Corintios 8: 10-11. Tenían la intención de dar, y habían empezado a dar, pero no terminaron la obra. El reto para nosotros es claro; ¿Cuál es el nivel de mayordomía que tenemos, el de Macedonia o el de Corinto? Pero ¿por qué se dice que el dar es una “gracia”? Primero, porque es una manifestación de la gracia de Dios en el corazón; una evidencia de Su obra transformadora y santificadora. ¿No les dijo el apóstol Pablo a los Corintios que su mayordomía generosa sería una prueba de la sinceridad de su amor? 2 Corintios 8: 8. También les exhortó con estas palabras: “Mostrad (…) la prueba de vuestro amor”. 2 Corintios 8: 24. Una mayordomía pequeña es definitivamente un síntoma de que tenemos un amor pequeño por Cristo y por las almas.
Segundo, la mayordomía es una “gracia” por el espíritu con que se lleva a cabo. Damos motivados POR LA GRACIA. El dador da voluntariamente y no espera recibir ningún beneficio personal o reconocimiento a cambio. Es motivado a dar porque Dios le ha mostrado Su favor misericordioso, libre y gratuito. Si la iglesia fijara un diezmo obligatorio par sus miembros, entonces sus ofrendas ya no serían una gracia. O si la gente ofrendara porque alguien que promueve el “evangelio de la prosperidad” los hubiera convencido de que Dios los recompensaría a cambio de ello, entonces sus ofrenda ya no sería una gracia. Para que agrade a Dios, la dádiva debe provenir de un corazón sincero, debe ser un acto voluntario y no debe albergar ninguna expectativa o esperanza de recibir alguna recompensa personal.
¿Cuál es nuestra condición ante el Señor? ¿Cuán grande es nuestro amor? ¿Cuán profunda es nuestra convicción? ¿Cuán sincero es nuestro agradecimiento y nuestro deseo para el avance de la obra del Señor y la gloria de Su nombre? Pablo, hablando bajo la inspiración del Espíritu Santo, dice que todas estas cosas son probadas por el vigor de nuestra mayordomía. ¿Por qué debe ser la mayordomía la prueba de fuego de nuestro amor y sinceridad? ¿Es una prueba justa y precisa? Si alguien permite que su mayordomía caiga, ¿significa eso que su estado espiritual también está decayendo? ¿Realmente indica falta de amor, de compromiso y profundidad? La respuesta en 2 Corintios 8 es que, en efecto, eso es lo que demuestra, porque la mayordomía revela la imagen de familia que tienen los hijos de Dios. Pablo argumenta que en nuestra mayordomía el corazón de Cristo se manifiesta en nosotros: “porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”. 2 Corintios 8: 9.
Nuestra semejanza a Cristo se hace constar a través de nuestra prontitud y deseo de tener una mayordomía destinada para Su obra y Su gloria y la salvación de almas y este es un pensamiento que nos desafía profundamente a todos.
¿ES VÁLIDO EL DIEZMO DEL ANTIGUO TESTAMENTO EN LA ACTUALIDAD?
El diezmo era dado en el Antiguo Testamento de tres maneras:
1) Había una décima parte que Dios había designado para que fuera directamente a los levitas. La tribu de Leví no recibió heredad en la distribución de la tierra prometida, porque Dios había decidido que Él mismo sería su heredad y que por tanto los levitas, que eran los sacerdotes del pueblo, debían de vivir de la contribución de Israel. Esto es lo que Números 18:21 dice “Y he aquí que yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, a cambio de su ministerio en el cual sirven, el ministerio de la tienda de reunión”. Este era un 10% dedicado exclusivamente a mantener a los sacerdotes del Antiguo Testamento.
2) Había otro 10% dedicado a lo que era la manutención del Templo; los gastos en que se incurría.
3) Un último 10% era recogido cada tercer año, y era dedicado precisamente a la manutención de los pobres, de la viudas y de los huérfanos, como leemos en Deuteronomio 26:12: “Cuando acabes de pagar todo el diezmo de tus frutos en el tercer año, el año del diezmo, entonces lo darás al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, para que puedan comer en tus ciudades y sean saciados”. Para mayor información ver Levítico 27 , Números 18 y Deuteronomio 12, 14 y 26.
Si en el Antiguo Testamento Dios estableció un sistema que requería el pago de hasta un 23% de los ingresos de las personas, no entendemos cómo individuos que viven ahora bajo la gracia en el Nuevo Testamento quisieran hacer mucho menos, cuando Dios nos ha dado mucho más. Obviamente con esto no queremos decir que el cristiano está obligado a pagar un 23% de sus ingresos a Dios. Pero si entendemos que una décima parte de los ingresos del cristiano debieran ser destinados a la obra de Dios, que es consistente no solamente con enseñanzas del Antiguo Testamento sino con enseñanzas del Nuevo Testamento, que nos habla de que todo lo que tenemos es de Dios. Viéndolo de otra manera, bajo las directrices del Nuevo Testamento nosotros debiéramos estar dándole a Dios el 100% de lo que tenemos, y que sea Dios que nos devuelva el por ciento que Él considere necesario.
La pregunta que se plantea más comúnmente en relación al diezmo cuestiona por qué un requerimiento judaico, reemplazado por la venida de Cristo, debería estar en vigor hoy en día, y sugiere que diezmar es un legalismo. El diezmo, como una base correcta para dar al Señor, no fue restringido al período del pacto nacional judaico y sus leyes ceremoniales. En Hebreos 7: 2 leemos acerca de Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, quien bendijo a Abraham cuando regresó de la derrota de los reyes, “a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo”. Este gran de y misterioso rey (y sacerdote) de Salem fue reconocido por Abraham como el representante del Señor, y el diezmo fue la respuesta correcta a la bendición recibida de él. Abraham, muchos siglos antes de que la ley ceremonial fuese dada, sabía que el diezmo era una base correcta para su ofrenda. Además, parece ser que este conocimiento fue transmitido posteriormente a la familia, porque cuando Dios se encontró con Jacob en Bet-el y lo bendijo con muchas promesas, Jacob de inmediato se comprometió a dar una décima parte de todo lo que recibiera. Génesis 28: 22. Por lo tanto, el diezmo data de antes del pacto mosaico. En el Nuevo Testamento, con certeza, no hay una regla fijo con respecto a la ofrenda, ya que ahora se trata de una generosidad máxima y sincera conforme el Señor prospere a la persona. El diezmo puede servir como una guía saludable a lo que es una proporción razonable, pero para mucha gente, la proporción debería ser mayor.
Vivimos en tiempos de ateísmo floreciente y desenfrenado donde mucha gente tiene su mente programada por las fuerzas de la inmoralidad, diciendo que lo malo es bueno, y lo bueno malo. Vemos como quedan pocas iglesias sanas que creen en la Biblia y pocos predicadores que proclaman el Evangelio. ¿Acaso es esta una época para que aquellos que aman la fe reformada y los caminos bíblicamente establecidos de antaño busquen enriquecerse en la tierra o sucumbir ante la auto indulgencia y las comodidades terrenales? ¡Que Dios conmueva nuestros corazones para que nos rindamos a Él en servicio y mayordomía! Hay tanto trabajo por hacer: predicadores que necesitan apoyo, misioneros que es necesario enviar, iglesias que necesitan ser fortalecidas, ministros o pastores que requieren capacitación, literatura que imprimir, y muchas otras tareas para el avance de la obra. Sin duda nuestro mayor gozo debe ser el de asestar fuertes golpes contra el “principe de la potestad del aire”, y buscar triunfos para el Evangelio y para la gloria de Cristo. Como hemos visto, la verdadera actitud cristiana es que todo lo que poseemos le pertenece al Señor. Él nos prospera específicamente para la obra del Reino. La mayordomía es nuestro llamamiento y la esencia de la adoración verdadera. Ser un dador generoso es una marca crucial del carácter cristiano y de la santificación. Es darnos a nosotros mismos al Señor. El Señor hará fructificar el objetivo deseado de cada dador sincero y honrará toda nuestra abnegación. Él será nuestra seguridad, nuestro escudo y nuestro gran galardón a medida que obedezcamos Sus palabras: “De gracia recibisteis, dad de gracia”.
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