Genesis 37- JOSÉ ES VENDIDO EN LA ESCLAVITUD
A partir del capítulo 37, Jacob sigue ocupando un lugar relevante, pero deja de ser la figura central. El principal protagonista es su hijo José. La narración se hace más viva y llega a alcanzar las cotas dramáticas más elevadas de todo el libro. Con todo, conviene no ver en esta sección un simple capítulo biográfico magistralmente escrito. Más bien hay que contemplarlo en el marco y con la perspectiva que ya en capítulos anteriores ha empezado a perfilarse: el plan divino de formar un pueblo que fuera propiedad santa de Dios, depositario de su revelación para irradiar la gloria de su conocimiento a los demás pueblos de la tierra. Ese pueblo comienza a formarse precisamente en este punto histórico en que los descendientes de Jacob se multiplican y dejan de ser un clan familiar para convertirse en una comunidad mucho más amplia. Cuando los israelitas aparecen en los últimos capítulos, instalados en Egipto, constituyen ya un núcleo étnico importante. No tardarían demasiados años en formar una nación, conforme a la promesa de Dios hecha a Abraham (12:2). De su seno, al cabo de siglos, surgiría el Mesías, en quien culminaría la historia de la salvación.
Se destaca en los diferentes episodios la complejidad de la naturaleza humana, con sus virtudes y sus miserias. Su material es riquísimo para un estudio psicológico de cada uno de los personajes que aparecen en la historia.Pero lo que más sobresale, sin duda, es la maravillosa providencia de Dios, por la que tantas veces los mayores males se han convertido en bienes, el hambre en saciedad, la aflicción en consolación, el sentimiento de culpa en la paz del perdón, la humillación en exaltación. Todos los acontecimientos están admirablemente engarzados con el hilo de la providencia manejado por la mano de Dios.
Aunque José no puede ser considerado «tipo» de Cristo en el sentido estricto del término, es innegable que muchos de sus rasgos y de sus experiencias prefiguran o ilustran aspectos de la persona y la obra del Salvador: hijo amado de su padre, enviado por éste a sus hermanos, aborrecido por ellos, vendido a cambio de una miserable cantidad de plata, calumniado y humillado, pero hecho salvador misericordioso de su pueblo; finalmente honrado con la máxima autoridad y exaltado a la suprema gloria.