La Incredulidad en Dios
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La Incredulidad en Dios
La Incredulidad en Dios
19 Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara;
20 sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
21 y estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo.
La convicción de estos sermones, es que todos los pecados vienen por no creer en las promesas de Dios. Todas las sensaciones de pecados que experimentan nuestros corazones son por no creer en la sobreabundante voluntad y habilidad de Dios para obrar por nosotros en cada situación de la vida, a fin de que todo coopere para nuestro bien.
La ansiedad, la vergüenza fuera de lugar, la indiferencia, el remordimiento, la codicia, la envidia, la lujuria, la amargura, el desaliento, el orgullo — todos son brotes, cuya raíz común es la incredulidad en las promesas de Dios. Permítanme ilustrárselo desde un texto familiar que tiende a desconcertarnos.
Cuando Pablo dijo en
10 Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.
¿Qué quiso decir Pablo? Él no se refería a una relación entre cada actitud pecaminosa y el dinero — a que siempre se está pensando en el dinero cuando se peca. Creo que Pablo quiso decir que todos los males que hay en el mundo provienen de una especie de corazón, o sea, del corazón que ama el dinero.
Ahora bien, ¿qué significa amar el dinero? Amar el dinero no es admirar ese pedazo de papel verde o esas monedas doradas.
Para comprender qué significa amar el dinero primero tenemos que preguntar, ¿qué es el dinero? Yo respondería así: El dinero es simplemente un símbolo que representa a los recursos humanos. Existe para representar aquello que podemos obtener del hombre (¡No de Dios!)
El dinero es la divisa de los recursos humanos.
De modo que el corazón que ama el dinero, tiene sus esperanzas, busca sus placeres, y deposita su confianza en lo que pueden ofrecerle los recursos humanos.
Así que el amor al dinero viene a ser virtualmente, lo mismo que tener fe en el dinero —creer (confiar, tener la seguridad, o la certeza) de que el dinero suplirá nuestras necesidades y nos hará felices.
Por lo tanto, el amor al dinero, o creer en el dinero, es la otra cara del NO CREER EN LAS PROMESAS DE DIOS. No se puede confiar, o creer en Dios y en el dinero. Creer en uno significa no creer en el otro.
El corazón que ama al dinero —que cuenta con el dinero para garantizar su felicidad, cree en el dinero—está dejando de contar con las promesas de Dios para garantizar la felicidad.
Así que cuando Pablo dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males, implica que no creer en las promesas de Dios es la raíz principal de cada acto pecaminoso de nuestros corazones.
La Iglesia Comunidad de Dios existe para la gloria de Dios.
Él nos creó para su gloria (Isaías 43:7).
Él nos predestinó ser sus hijos para su gloria (Efesios 1:6).
Él nos hizo vivir para su gloria (Efesios. 1:12).
Cualquier cosa que usted coma o beba, o cualquier cosa que haga, hágalo todo para la gloria de Dios (1ra a los Corintios 10:31).
19 Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara;
20 sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
21 y estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo.
Si la meta de todo lo que hacemos es glorificar a Dios -exaltar su valor, resaltar su belleza, exaltar su excelencia, reflejar sus perfecciones- si esta es nuestra meta, entonces Romanos 4:19-21 nos da una visión esencial para poder cumplir nuestra meta.
Abraham, cuando tenía 100 años, obtuvo la promesa de Dios de que tendría un hijo, y Sara era vieja y estéril. Su respuesta, según Pablo, glorificó a Dios.
Yo espero que usted esté de acuerdo en algo que este texto enseña: glorificamos a Dios al creer en sus promesas.
Confiar en las promesas de Dios es la manera fundamental en la que se puede glorificar conscientemente a Dios.
Cuando usted cree en una promesa de Dios, honra la habilidad de Dios para hacer lo que prometió, y honra su buena voluntad para hacer lo que prometió, y honra su sabiduría para saber cumplirla.
Porque nada deshonra más a Dios que no creer en lo que él dice. O para decirlo positivamente, si nuestra meta es glorificar Dios en todo lo que hacemos, entonces en todo lo que hagamos debemos proponernos creer en las promesas de Dios. Porque Dios fue glorificado cuando Abraham creyó en la promesa de Dios.
la fe que honra a Dios
la fe que honra a Dios
es la que pone sus esperanzas en las promesas de Dios para obtener la felicidad. En otras palabras, esta fe está orientada al futuro, confía en Dios por algo que él hará en el futuro, ya sea en ocho horas o en 8 000 años.
La función de los eventos pasados, por ejemplo (la muerte y resurrección de Jesucristo por nuestros pecados) es apoyar la fe en las promesas, lo cual tiene que ver con nuestro futuro. Para ser salvos es absolutamente esencial creer que Cristo murió por nuestros pecados de una vez por todas, y que resucitó.
Pero es crucial por que la muerte y resurrección de Cristo son la garantía de las promesas de Dios. Los que dicen, «Yo creo que Cristo murió por mis pecados, y que resucitó de la muerte», pero luego no ponen diariamente sus esperanzas en las promesas de Dios, no tienen una fe que honra al Dios que justifica a los pecadores.
Esto puede verse en nuestro texto de hoy. Justo después de exaltar a Abraham por creer las promesas de Dios en los versículos 19-21, Pablo dice,
22 Por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
Entonces, ¿cómo fue que Abraham fue justificado ante Dios? Respuesta: Porque creyó en las promesas de Dios. La fe de Abraham era una fe orientada hacia el futuro, una fe que sí justificaba.
Leamos cómo se nos aplica esta enseñanza.
23 Y no sólo por él fue escrito que le fue contada,
24 sino también por nosotros, a quienes será contada: como los que creen en aquel que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor,
¡Nótenlo! El versículo no dice, «La fe le será contada como justicia a los que crean en el pasado hecho histórico de que Jesús resucitó de los muertos»
¡Aunque esto es crucial! ¡El versículo dice, que seremos considerados como justos si creemos en Dios! ¡Como Abraham quien creyó en Dios! ¡Y este Dios es el mismo Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos para que pudiéramos confiar en él!
¡A fin de que sepamos que su Hijo vive para siempre para interceder por nosotros! Para que sepamos que Cristo reina victorioso por encima de todos sus enemigos.
Para que sepamos, como dice el versículo 17, que Dios da vida a los muertos y hace que exista lo que no existe ¡Él lo puede todo! Nada es imposible para Dios. Por lo tanto él es absolutamente fidedigno.
No somos justificados por creer que Jesús murió por los pecadores y resucitó de nuevo. Somos justificados por poner nuestras esperanzas en las promesas que Dios aseguró y garantizó mediante la muerte y la resurrección de su Hijo.
Dios nos justifica, perdona nuestros pecados, nos acredita la justicia, por medio de la fe que se satisface sabiendo que Dios vendrá por nosotros de acuerdo con todas sus promesas.
Esto es lo primero que quería decir acerca de la fe: la fe está orientada hacia el futuro: significa poner nuestras esperanzas en las promesas de Dios para conseguir la felicidad, creyendo que esas promesas están aseguradas por la muerte y la resurrección de Jesús.
La obra de la Fe
3 teniendo presente sin cesar delante de nuestro Dios y Padre vuestra obra de fe, vuestro trabajo de amor y la firmeza de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo;
11 Con este fin también nosotros oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os considere dignos de vuestro llamamiento y cumpla todo deseo de bondad y la obra de fe, con poder,
Cuando Pablo hace referencia a “la obra de fe”, quiere decir que cuando se tiene esta clase de fe, hay una dinámica que siempre cambiará el corazón (Hechos 15:9) y producirá las obras del amor.
En Gálatas 5:6 es donde mejor se aprecia este principio:
Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada, sino la fe que obra por amor.
La fe es poder. La fe nunca deja de hacer cambios en nuestra vida. Y no puede dejar de cambiar nuestra vida, porque aquello en lo que ciframos nuestras esperanzas siempre gobernará nuestra vida.
Ya sea que pongamos nuestras esperanzas en el dinero, o en el prestigio, o en el ocio y la comodidad, o en el poder y el éxito; aquello en lo que depositemos nuestras esperanzas determinará las decisiones que tomemos y los actos que realicemos.
Y por eso cada día depositamos nuestras esperanzas en las promesas de Dios. La fe en las promesas de Dios es la raíz principal de toda justicia y amor.
Convertirnos en cristiano es el principio de la batalla, no el fin. Pablo le dijo a Timoteo en 1ra a Timoteo 6:12, “Pelea la buena batallade la fe; echa mano de la vida eternaa la cual fuiste llamado”
Para perseverar a la vida eterna debemos pelear la buena batalla de la fe
12 Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
23 si en verdad permanecéis en la fe bien cimentados y constantes, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, que fue proclamado a toda la creación debajo del cielo, y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro.
14 Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin,