EL PERDÓN DE LA DEUDA (Mateo 6:12)

JESÚS Y LA ORACIÓN   •  Sermon  •  Submitted
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1 LA DEUDA
2 PETICIÓN DE PERDÓN
3 NUESTRO DEBER DE PERDONAR
Introducción
Llevamos a la quinta petición de esta oración, que el Señor Jesucristo enseña como debemos de orar. Y llegamos a una de las partes, que más nos cuesta decir, o cumplir.
En si, toda esta oración es muy difícil de decir, porque nos humilla, porque nos hace ver nuestra pecaminosidad, y obviamente, donde se repite como tradición, quita todo el sentido de lo dicho, y desobedece a las previas enseñanza del Maestro.
«Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores»
¿ Estamos dispuesto a arrepentirnos realmente de neustros pecados?
¿Estamos dispuesto a perdonas a los que nos deben, ofenden o humillan?
Para entender esta doctrina, debemos entender la profunidad del perdón de Dios, en nosotros, de como opera Dios su perdón en nosotros, y que es lo que nosotros debíamos a Dios.
Vamos a ello.

1. LA DEUDA

La oración habla, perdónanos nuestras deudas, ¿Pero que debíamos a Dios?
La palabra deuda viene del griego: ὀφείλημα, ατος, τό. (oféilema) Deuda, error, culpa, pecado. Y aunque podemos pensar todo eso como ofensa, no es la misma palabra. Pero visto, que un error, culpa, deuda y pecado, muchas veces es un ofensa.
En las mayorías de traducciones viene como “deuda”, por eso nosotros vamos a utilizar este termino.
Aunque ciertamente si vamos al paralelo en la fuente Lucana, vemos deuda=pecado.
Lucas 11.4 LBLA
4 “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación.”
Ya más o menos nos vamos situando.
Pues bien, la humanidad por naturaleza tiene una deuda eterna y espiritual con Dios. Y nosotros aunque ha sido pagado esa deuda, tenemos una deuda diaria.
a) Nuestra deuda diaria
Primeramente vamos a ver a que concepto referimos con deuda diaria.
Cierto, que eres salvo si has recibido la gracia del Evangelio, si te has arrepentido, ya nada puede separarte del amor de Dios.
Romanos 8.35 LBLA
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Romanos 8.38–39 LBLA
38 Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Si eres salvo nada podrá separarte de Dios, pero, ¿vives un día de tu vida sin pecar? ¿Eres capaz de terminar un día en blanco, sin pecado? Obviamente no, vivimos en un cuerpo de carne, que nos hace pecar, de obra, pensamiento…
Por lo cual, aunque nada nos puede separar de Dios, y no podemos perder la salvación, si podemos caer en el desagrado de Dios y entrar en un extrado de tibieza en el mejor de lso casos, o frío espiritualemnte. Por lo tanto, necesitamos todos los días igual que recibimos el pan, necesitamos pedir perdón a Dios.
Todos los días pecamos, todos los días precisamos pedir perdón.
Cáptitulo 11 de la Justificación de la Confesión de Westminster
XI.5 Dios continúa perdonando los pecados de aquellos que son justificados; y aunque nunca caigan del estado de justificación,249 sin embargo, por sus pecados, pueden caer bajo el desagrado paternal de Dios, quien no les restaura la luz de su rostro hasta que se humillen, confiesen sus pecados, imploren su perdón y renueven su fe y arrepentimiento.250
b) Deuda espíritual
Ya dijimos, que por naturaleza, el ser humano nace en deuda con Dios, a espalda de Dios, enemigo de DIos, por naturaleza ese es nuestro camino y su pago es la muerte.
Romanos 6.23 LBLA
23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Por lo tanto, hay una necesidad espiritual, una deuda que saldar con Dios, y nosotros no tenemos el precio suficiente apra pagarlo, es más, no podemos pagarlo, por lo tanto nos hace mirar a alguien que si pueda pagarlo, y ese es Cristo. Esto lo veremos mejor en el siguiente punto.
Pero también, vivimos en un mundo caído, y aunque hayamos sido salvados, necesitamos de la comunión con Dios, de que el E.S tome el control de nuestros miembros y para eso es necesario Santidad, y para santidad, tenemos que arrepentirnos diariamente de nuestro pecado, pues aún no somos perfectos.
Estamos en un proceso de santificación que comenzó en el monto de nuestra regeneración, y es necesario para que este proceso continúe cabalmente, arrepentirnos cada día de nuestros pecados, reconociendo nuestra imperfección y a su vez la gracia de Dios.
Por lo tanto, entramos en la petición de perdón.

2. PETICIÓN DE PERDÓN

¿A quien va dirigida esta petición? A Dios Padre, por medio de Cristo y en comunión con el Espíritu Santo
EL CATECISMO MENOR DE WESTMINSTER DICE
R. 105. ¿Qué es lo que rogamos en la quinta petición?
R. En la quinta petición que dice: «Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores», rogamos que Dios, por causa de Cristo, nos perdone gratuitamente todos nuestros pecados;228 y somos estimulados a pedir esto, porque por su gracia, somos capacitados para perdonar a otros con sinceridad de corazón.229
a) Nuestra deuda pagada por Cristo
Como hemos dicho antes, nuestra deuda de pecado, ha sido pagada por Cristo, esto es para todos aquellos en el cual ha habido un arrepentimiento genuino, gracias a la obra monergista de Dios.
Cristo, pagó con su sacrificio perfecto esa deuda y es por Él que en primera instancias fuimos perdonado y cambiada nuestra posición de enemigo a hijos. Y es por Él ahora, que podemos seguir pidiendo perdón a Dios cada día.
Salmo 32.1 LBLA
1 ¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto!
Como ya lo decían los apóstoles
Hechos de los Apóstoles 13.38 LBLA
38 Por tanto, hermanos, sabed que por medio de El os es anunciado el perdón de los pecados;
Efesios 1.7 LBLA
7 En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia
1 Juan 1.7–9 LBLA
7 mas si andamos en la luz, como El está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.
Y esto no es una apología al pecado, sino, una certeza de fe, y sabiendo que somos pecadores en el somos perdónanos, por medio de su sacrificio único y perfecto.
1 Pedro 3.18 LBLA
18 Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu;
Nuestra oración no añade ni quita al sacrificio perfecto de Cristo.
- Es verdad que la base de nuestro perdón diario ha sido establecida de una vez por todas por medio de la expiación hecha por Cristo. No es necesario añadir nada y no se puede añadir nada a ello. Pero esta limpieza total y objetiva necesita aplicación diaria por la sencilla razón de que pecamos cada día6.
El Nuevo Testamento ratifica esta necesidad de confesión, contrición y petición de perdón:
1 Juan 1.9 LBLA
9 Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.
Este hecho no da la confianza, certeza que por medio de la comunión con Dios, nuestras deudas son perdonadas. Por eso podemos decir…
«Perdónanos nuestras deduas»
^Por que en efecto, las hay, pero Dios perdona por medio del Hijo.
Vuelvo a decir:
- Es verdad que la base de nuestro perdón diario ha sido establecida de una vez por todas por medio de la expiación hecha por Cristo. No es necesario añadir nada y no se puede añadir nada a ello.
b) Nuestra necesidad de arrepentimiento diaria
Auqneu ya hemos hablado de esto, igual que necesitamos del pan diario para comer, también necesitamos de arrepentimiento diario. Pues este caminar no se basa en la capacidad de nuestra fe, si creemos más o menos (naturalmente), sino de la comunión con Dios, por medio de Cristo, de Cristo se trata, el objeto de nuestra fe.
Se trata de reconocer nuestra pecaminosidad natural, nuestro pecados, nuestras limitaciones, para que así seamos humillados ante Dios soberano.
Se trata de reconocer nuestra incapacidad y reconocer los atributos gloriosos de nuestro Dios.
Se trata de reconocer nuestra suciedad ante la pureza de la gloria de DIos.
- Por eso es necasario para nuestra humillación
- Al menos, es así para muchos de nosotros. Nos resulta muy difícil pedir perdón y muy fácil amontonar excusas atenuantes para justificar nuestros pecados.
Notemos de inmediato que el solo hecho de que Cristo nos enseñe a orar en estos términos indica que presupone que, mientras estamos en la carne, nuestras ofensas contra Dios serán suficientemente frecuentes como para requerir que incluyamos un capítulo de confesión de pecados cada vez que oramos. Cristo da por sentado que sus discípulos no estarán exentos de pecado5. Mientras sigamos cruzando el desierto de la vida conoceremos muchas pruebas y tentaciones y pecaremos contra Dios:
Romanos 7.18–25 LBLA
18 Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. 19 Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. 20 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. 22 Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, 23 pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado.
Santiago 3.2 LBLA
2 Porque todos tropezamos de muchas maneras. Si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
1 Juan 1.8–10 LBLA
8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a El mentiroso y su palabra no está en nosotros.
- Después, notemos que es necesario pedir perdón a Dios. No basta con suponer que ya somos perdonados en Cristo. Cada nueva ofensa, aunque no implica ningún cambio en nuestra posición eterna de cara a Dios ni la anulación de nuestra salvación completa y gratuita en Cristo, sin embargo, requiere una nueva confesión y petición de perdón:
Y entendiendo todo esto, entendemos y vemos el deber de perdonar.

3. NUESTRO DEBER DE PERDONAR

Entiendo que hemos sido perdona y que no lo merecíamos, que ha sido por gracia, nuestro concepto de perdón cambia o debe cambiar, acorde con la Biblia.
Lo difícil aquí no sólo pedir «Perdónanos nuestras deudas», sino lo que viene después, «como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores»
¿Pero, esto es cierto? ¿Corresponde con tu vida y corazón? Pedir perdón es una humillación, pero perdonar también, y esto es libertador. Pero por eso es necesario entender esto, para estar en comunión con Dios, y poder perdonar.
Con esto, Cristo da por hecho que Dios perdona nuestros pecados por medio de Él, pero también, da por hecho que nos ha capacitado para perdonar a los que nos ofenden, no tenemos escusas.
a) Debemos extender nuestro perdón a los demás.
Extender nuestro perdón a los demás, porque
1. Dios así lo ordena. La venganza es de él y no de nosotros (Dt. 32:35; Ro. 12:19).
Deuteronomio 32.35 LBLA
35 “Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo el pie de ellos resbalará, porque el día de su calamidad está cercano, ya se precipita lo que les está preparado.”
Romanos 12.9 LBLA
9 El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándoos a lo bueno.
2. Debiéramos seguir el ejemplo de Cristo mismo (Lc. 23:34; Jn. 13:12–15; Ef. 4:32; 5:1, 2; Col. 3:13).
Lucas 23.34 LBLA
34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y echaron suertes, repartiéndose entre sí sus vestidos.
Efesios 4.32 LBLA
32 Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.
Colosenses 3.13 LBLA
13 soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
3. No podemos ser perdonados a menos que perdonemos, como se ha demostrado.
Mateo 6.14–15 LBLA
14 Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros. 15 Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones.
4. Quien nos injurió necesita nuestra compasión y amor. Le debemos este amor (Ro. 13:8).
Romanos 13.8 LBLA
8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley.
5. Guardar un rencor y planear una venganza no sólo es malo, sino también necio, porque nos priva de la fortaleza que necesitamos para el trabajo efectivo. Debiéramos mirar hacia adelante (Fil. 2:13).
Filipenses 2.13 LBLA
13 porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.
6. Perdonar a los demás nos impartirá paz del corazón y de la mente, la paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4:7, 9).
Filipenses 4.7–9 LBLA
7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. 8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad. 9 Lo que también habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto practicad, y el Dios de paz estará con vosotros.
7. Así, y solamente así, Dios será glorificado, lo que debiera ser nuestra meta en todo lo que emprendemos.
Romanos 11.36 LBLA
36 Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén.
b) Esto mostrará que realmente somos de Dios.
Mateo 7.20 LBLA
20 Así que, por sus frutos los conoceréis.
Si practicamos el perdón dandolo y pidiendolo, será que hemos entendido em Evangelio y el Espíritu Santo nos exhorta a obrar para gloria de Dios.
c) Somos llamados a seguir el ejemplo de Cristo.
Cristo, el que murió por nuestro perdón, el que perdonó y pidió perdón al Padre por todos nosotros, incluso por los que le estaban matando.
Esteban siguió el Ejemplo de Cristo también, aunque lo estaban matando.
Hechos de los Apóstoles 7.60 LBLA
60 Y cayendo de rodillas, clamó en alta voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Habiendo dicho esto, durmió.
¿Serías tu capaz de hacer lo mismo? Perdonar y pedir perdón a Diso por ellos, orar por ellos? o ¿Tomarías la justicia por tu mano? Ya sabe lo que nuestro Dios demanda.
CONCLUSIÓN
Hemos desarrollado esta quinta petición y creo que nos ha sido de mucha enseñanza y exhortación:
- La petición anterior, la del pan, implica la humillación de tener que reconocer nuestra dependencia de Dios y renunciar a nuestras pretensiones de autosuficiencia. La presente implica una humillación aun mayor: la de reconocer nuestra culpabilidad y renunciar a toda pretensión de autojustificación1.
Por lo tanto hermano, si ya has sido perdonado pro Dios, sigue el ejemplo de Cristo, camina en Santidad, vive tratando de rechazar el pecado y pidiendo perdón cada día por tus pecados, es necesario para que puedas crecer en Santidad.
Mira cuan grande era tu deuda, amigo mira cuan grande es la tuya.
Amigo, si aún no tienes el perdón de DIos, Mira a Cristo, por medio de Cristo peude ser perdona, y después de esto, perdona- No tomes venganza, sino ora y que sea DIos obrando.
No mates a tu hermano o amigo, mata tu “yo”, mata tu orgullo, y que sea Dios haciéndote crecer en su gracia y amor.
Este es un desafío para la iglesia hoy, pero recuerda el Señor está contigo. Se valiere. No temas.
¡Quien tengas oídos para oír lo que el Señor a dicho a su iglesia, oíga!
¡En todo, sólo a Dios la gloria!
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