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fundamentos para una seguridad plena • Sermon • Submitted
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introduccion Fundamentos para una seguridad plena
introduccion Fundamentos para una seguridad plena
Efesios 1:4
según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. En amor
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo…
Hace tres semanas enfatizamos las palabras de Hebreos 6:11
Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia hasta el fin, para plena seguridad de la esperanza;
que dice “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para alcanzar la plena seguridad de la esperanza.” En otras palabras, la voluntad de Dios para nosotros es que vivamos en la libertad, el gozo y el poder de una seguridad plena. Su intención es que tengamos la certeza de que estamos destinados para el cielo y que sin duda llegaremos allí.
Es posible que cristianos verdaderos, con una genuina fe salvadora, pasen por períodos en que no tengan una plena certeza de la esperanza. Juan dice en 1 juan 5.13
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.” En otras palabras, un compromiso sincero del corazón hacia Cristo, y una auténtica unión con Cristo, no siempre van de la mano con sentimientos fuertes de seguridad. La fe puede ser auténtica aún cuando el sentimiento de seguridad sea débil. Pero Dios nos ordena ser diligentes y celosos en nuestra búsqueda de una seguridad plena. Porque en eso es donde se encuentran el gozo y la libertad y el poder.
Existen dos formas de buscar seguridad. Una es el examinarse a sí mismo y ver las evidencias de que el dominio del pecado ha sido quebrado y de que tenemos deseos y disciplinas nuevos. Esto es lo que Pedro quiso decir cuando exhortó, “Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección”
(2 Pedro 1:10).
10Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás
y es lo que Pablo busca expresar cuando dice, “Poneos a prueba para ver si estáis en la fe; examinaos a vosotros mismos. ¿O no os reconocéis a vosotros mismos que Jesucristo está en vosotros, a menos de que en verdad no paséis la prueba?” (2 Corintios 13:5).
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?
Thomas Watson hace 350 años lo describió así: Si un malhechor está en prisión, ¿cómo sabrá que su príncipe lo ha perdonado? Si el carcelero viene y deshace sus cadenas y grilletes, y lo deja salir de la prisión, entonces sabrá que ha sido perdonado; así que ¿cómo sabremos nosotros que Dios nos ha perdonado? Si las cadenas del pecado han sido rotas, y caminamos en libertad en los caminos de Dios, estas son señales benditas de que somos perdonados. (A Puritan Golden Treasury, p. 25)
Pero hay otra manera de buscar la seguridad. Y para las personas que tienden a auto-examinarse en exceso y dudar, por cierto ésta es la alternativa más esperanzadora. El libro de Hebreos lo expresa con esta simpleza: “Considerad a Jesús” (Hebreos 3:1).
Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús;
O: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2)
puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
. En otras palabras, no caviles sobre ti mismo, medita en lo que Dios ha hecho en Jesucristo.
Hay una paradoja aquí. Para muchas personas – creo que para la mayoría – mientras más atención le damos a las obras subjetivas internas de nuestra propia alma y a la pureza o impureza relativa de nuestras propias actitudes y comportamientos, más inseguros nos volvemos en la evaluación de nuestra autenticidad. Paradójicamente el camino a la seguridad consiste en trasladar la atención de nosotros y volverla hacia Dios. Salir de lo subjetivo y e ir hacia lo objetivo.
Algunos recordarán a William Cowper. Él es un ejemplo de cómo funciona esta paradoja. El era melancólico e introspectivo y consideraba que no había esperanza para él. Decía que el Cristianismo era verdad, pero que no era capaz de tener fe; que había sido rechazado
Pero una tarde en el jardín del asilo de San Alban se puso a leer una Biblia. Dios enfocó su atención, no en la realidad subjetiva de su propia condición, sino en la realidad objetiva de la obra de Dios en Cristo. Leyó Romanos 3:25:
a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
“a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente.” Cowper escribió después acerca de ese momento: “Recibí de inmediato la fortaleza para creerlo y brillaron sobre mí los maravillosos haces del Sol de Justicia. Vi la suficiencia del pacto que El había hecho, mi perdón sellado en Su sangre y toda la grandeza y plenitud de Su justificación. En un instante creí, y recibí el evangelio… si no hubiera sido porque el brazo del Todopoderoso me sostuvo, creo que habría muerto de gratitud y gozo. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi voz se quebró; sólo pude mirar hacia el cielo en temor silencioso, sobrecogido de amor y maravilla.
En otras palabras, con esta segunda manera de buscar la seguridad fijamos nuestra atención no en lo que hacemos para probar que somos salvos (ni en la fe, ni en la obediencia de la fe), sino en lo que Dios ha hecho para salvar a su pueblo. Y nuestra confianza es ésta: al enfocar nuestra atención en la grandiosa obra objetiva de Dios, Dios mismo glorificará esa obra en nosotros al crear fe, seguridad, gozo, libertad, obediencia y poder.
Esta es la convicción que me mueve ahora al empezar una serie de ocho mensajes previos a la Pascua con el tema: EL PROPOSITO INVENCIBLE DE DIOS: FUNDAMENTOS PARA UNA SEGURIDAD PLENA. Dios tiene el propósito indetenible, inderogable, invencible de salvar a su pueblo, y mientras más meditemos en lo que El ha hecho para lograr infaliblemente su propósito, más profunda y viva será nuestra seguridad. A Dios le encanta glorificar el valor de su obra objetiva convirtiéndola en la base de nuestra seguridad subjetiva.
Comencemos donde Pablo empieza en Efesios 1:3–4.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo…
Pablo comienza bendiciendo a Dios. Le bendice como a quien nos ha bendecido con toda bendición que el cielo puede dar. Y el primer fundamento que Pablo menciona para este hecho seguro es que “Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo.”
Así que mi primer mensaje es: El propósito de Dios en la salvación de su pueblo es invencible – no puede fallar- porque se basa primeramente no en que nosotros hayamos escogido a Dios, sino en que Dios nos ha escogido a nosotros. El verso 4 dice:
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
“[Dios] nos escogió en El [Cristo] antes de la fundación del mundo.”
Tu salvación no comenzó con tu decisión de creer en Cristo- una decisión que fue real y necesaria. Tu salvación comenzó antes de la creación del universo cuando Dios planificó la historia de la redención, ordenó la muerte y la resurrección de su Hijo, y te escogió para que fueras suyo a través de Cristo. Esta es una gran base objetiva para la seguridad. Y debemos analizarla a fondo.
Hay muchas, muchas personas que no creen esto. No creen que Dios escogió quién sería salvo y quién sería rechazado y abandonado a incredulidad y rebelión. Insisten en que este texto solo enseña que Dios escogió a Cristo y a un número indefinido de aquellos que eligen estar en Cristo por fe. Ellos dicen que Efesios 1:4 no es una elección o selección de individuos, sino una elección de Cristo y la iglesia; pero cuáles individuos forman parte de la iglesia no lo decide Dios. Es como la final de fútbol. Las autoridades nacionales no escogen un equipo específico de hombres para ir a la final; eligen que vayan los ganadores de las semi-finales, cualesquiera que sean. Dios no elige quién estará en Cristo y quién será salvo. Eso descansa en última instancia en el poder de la voluntad autónoma del hombre, que Dios no gobierna.
Ellos dicen que la frase del verso 4 es prueba de esta interpretación: “nos escogió en él.” Pero estas palabras no esclarecen el asunto. Si a algo apuntan estas palabras, es en el sentido contrario: dice que él nos escogió. No una masa indefinida de personas, sino a nosotros, a ti y a mi personalmente. Él nos escogió. La palabra significa seleccionar de un grupo mayor. Y la manera en que lo hizo fue en relación a Cristo. Cristo no fue una idea de último momento con respecto a la elección. Dios nos escogió para alcanzar la salvación en Cristo, no separados de Cristo. Pero fue a nosotros a quienes eligió. No se fuerza para nada el sentido de las palabras al decir que Dios escogió personas específicas para ser sus hijos por medio de su unión con Cristo.
Pero yo digo que usar sólo las palabras del verso 4 probablemente no resuelve finalmente este asunto. Sin embargo si vemos lo que Pablo dice sobre estos temas en otros textos podemos estar seguros de lo que quiso decir, esto es, que Dios escogió su pueblo individual y personalmente antes de la fundación del mundo para ser salvos; y que él los escogió para ser salvos a través de la unión de ellos con Cristo.
Primero observen cuál es el objetivo de la elección de Dios en 1 Corintios 1:27–30
sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; 28 y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; 29 para que nadie se jacte delante de Dios.
Lo que este texto dice con claridad es que Dios escogió tipos específicos de personas para que estén en la iglesia. Él no solo seleccionó a la iglesia y dejó su composición en manos del hombre. Él escogió individuos necios y los llamó a Cristo. Escogió algunos individuos débiles y los llamó a Cristo. Escogió algunos individuos viles y despreciados y los llamó a Cristo. Para que nadie se jacte en nadie sino en el Señor.
Y para dejarlo más claro que el agua, él dice en el verso 30 (literalmente): “Mas por obra suya [de Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús.” O como dice la RV1960: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús.” O como dice la NVI: “Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús.” En otras palabras, es como si Pablo supiera que algún día vendría alguien a decir que Dios no escoge quién está en Cristo, sino que sólo escoge a Cristo y a cualquiera que se une a Cristo. Así que en los versos 27–29 dice que Dios escoge a los individuos que compondrán la iglesia en Cristo. Y en el verso 30 añade que es por la obra de Dios que son puestos en Cristo.
La razón objetiva, gloriosa, inamovible por el cual eres cristiano es que Dios te escogió para serlo. Dios te puso en Cristo. Así que digo junto con Pablo (en el verso 26) “¡Considerad, hermanos, vuestro llamamiento!” ¡Considera cómo llegaste a estar en Cristo! Piensa en ello. Quitará toda jactancia del hombre y se la dejará solamente a Dios. Así que el verso 31 termina la sección: “el que se gloría, que se gloríe en el Señor.” Esta es la jactancia de la seguridad. Esta es la exaltación que viene de considerar nuestro llamado y elección, y al ver que todo es de parte de Dios, y de sentir una tremenda paz, confianza, valor, fuerza y amor que crece dentro nuestro que nos da fuerzas para enfrentar cualquier oposición. Porque “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” (Romanos 8:33)
Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?
enseña lo mismo desde un punto de vista ligeramente diferente: Dios escogió a los pobres para venir a la fe y pertenecer a la iglesia, así que cuídate de no menospreciarlos. Hermanos míos amados, escuchad: ¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que El prometió a los que le aman? Pero vosotros habéis menospreciado al pobre.
De nuevo vemos aquí que Dios ha escogido, no a una masa indefinida de personas, sino a individuos pobres específicos para ser ricos en fe y para ser tratados de una manera determinada. La naturaleza personal e individual de la elección tiene consecuencias muy prácticas. Si Dios ha escogido traer al pobre a Cristo, ¡no lo menosprecies!
Vuelvo a Efesios 1:4, “según nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo.” Y termino con mi propia confesión personal de fe en esta gran verdad bíblica de la elección.
Antes de la creación del mundo Dios pensó en mí. Él puso su mirada en mí y me escogió para sí. No me eligió porque estaba ya en Cristo gracias a mis propias obras, sino para que pudiera estar en Cristo. No me eligió porque me vio creyente, sino para que pudiera convertirme en uno. No me eligió porque yo lo escogí a él, sino para que yo pudiera elegirlo a él. No me eligió porque yo fuera santo o bueno sino para que pudiera volverme santo y bueno.
Todo lo que soy y todo lo que espero ser está arraigado en que Dios libremente me escogió a mí. Mi fe, mi esperanza, mis obras no son la base de la gracia seleccionadora sino sólo su resultado. Así que no hay lugar para gloriarse excepto en Dios. Y frente al temor y a la pérdida de la seguridad y a todos mis defectos personales, declaro esta palabra de confianza: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios!” (Romanos 8:33).
Dios nos predestinó para adopción como hijos Suyos mediante Jesucristo
Efesios 1:3–6
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. En amor 5 nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado.
Uno de los sentimientos más tristes del mundo es sentir que tu vida no tiene sentido. Estás vivo. Pero sientes como si no tuviera sentido estar vivo. Sueñas despierto –un sueño pequeñito, una visión fugaz– de lo que sería ser parte de algo realmente grande e importante, y de como sería tener una parte significativa en ello. Pero cuando despiertas todo se ve tan pequeño, insignificante, lastimoso, desconectado, desconocido y sin sentido.
No fuimos creados para vivir sin un destino. Fuimos creados para ser sustentados por un futuro con sentido y propósito. Fuimos creados para ser fortalecidos cada día por esta seguridad, esta confianza: lo que ocurre hoy en nuestras vidas, no importa cuán opaco y ordinario sea, es un paso realmente significativo hacia algo grandioso y bueno y hermoso mañana.
Cuando este vínculo se quiebra –el vínculo entre mi vida presente y un destino grandioso, bueno y hermoso- tengo tres opciones:
1) Puedo quitarme la vida yo mismo; o
2) Puedo atontarme (con alcohol o drogas o televisión o pornografía o novelas románticas o computadoras o trabajo desesperado o juego frenético); o
3) Puedo buscar reestablecer el vínculo encontrando cuál es mi verdadero destino.
En un campo de concentración Nazi en Hungría durante la segunda guerra mundial, los prisioneros fueron obligados a realizar trabajos nauseabundos en una planta de residuos cloacales. Pero era trabajo; y algo se hacía. Cuando un día la planta fue destruida por los bombarderos aliados. Así que los oficiales Nazi ordenaron que los prisioneros apalearan arena en carretillas y la llevaran al otro lado de la planta y ahí la botaran. Al día siguiente les ordenaron que volvieran a apalear la arena en las carretillas y la trajeran donde la habían encontrado el día anterior. Y así pasan los días.
Finalmente un anciano rompió a llorar incontrolablemente; los guardias lo sacaron. Otro gritó hasta que a golpes lo silenciaron. En ese momento un joven, sobreviviente tres años en el campamento, se alejó corriendo del grupo. Mientras corría hacia la valla eléctrica los guardias le llamaban a voces que se detuviera. Los demás prisioneros gritaron, pero fue demasiado tarde; se vio una luz enceguecedora y se escuchó un ruido crepitante mientras el humo emergía de su piel calcinada. En los días subsiguientes, decenas de prisioneros enloquecieron y huyeron de su trabajo sólo para ser alcanzados por las balas de los guardias o electrocutados por la valla. (Charles Colson, Reinos en Conflicto, p. 68).
Fuimos creados para ser sustentados por un futuro con propósito. Fuimos creados para vivir con la seguridad de un destino con sentido.
Uso la palabra destino simplemente para conectar este tremendo clamor del corazón humano con la palabra predestinación en el texto de hoy, Efesios 1:5. Comenzamos la semana pasada con el verso 4: “según nos escogió en El antes de la fundación del mundo.” Esta semana tomamos el verso 5: “nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad.”
En esta mañana quiero establecer en sus corazones – en ustedes que creen en el Señor Jesucristo y lo llaman su Señor y Salvador y esperanza – quiero establecer en sus corazones un destino seguro, un futuro grandioso y bueno y hermoso, para que nunca tengan que sollozar durante días vacíos o aullar frente a la infructuosidad o tirarse sobre vallas electrificadas porque no hay un futuro por el que valga la pena vivir. Y la manera en que quiero establecer este destino en tu corazón y hacerlo firme es mostrándote dos cosas en este texto: la meta de tu destino y el fundamento de tu destino.
1. Por empezar, pongamos nuestra atención en la meta de nuestro destino. ¿Para qué estamos destinados? El verso 5 nos da parte de la respuesta: “nos predestinó para adopción como hijos.” Nuestro destino desde antes de la creación del mundo fue llegar a ser hijos de Dios.
La diferencia entre la predestinación, mencionada en el verso 5, y la elección (o selección) que se menciona en el verso 4, es que la elección se refiere a la libertad de Dios para escoger a quién predestinar. La predestinación se refiere a la meta o destino para el cual él nos escogió. La elección es el acto de Dios de escoger a quien él quiere, y la predestinación es la determinación de Dios de que ellos llegarán a ser sus hijos.
Cuando Dios te escogió, él tenía un propósito, así que predestinó que ese propósito se realizara, es decir, que te convirtieras en hijo de Dios. Que fueras parte de su familia. Que te convirtieras en heredero de todo lo que Dios posee. Que adquirieses la semejanza de la familia.
Tu destino de ser hijo de Dios se menciona en el verso 5: “nos predestinó para adopción como hijos.” Y uno de los significados de esto, la semejanza familiar, se menciona al final del verso 4: “nos escogió en El antes de la fundación del mundo (¿Por qué? ¿Para qué destino?) para que fuéramos santos y sin mancha delante de El en amor.” Este es el contenido práctico de nuestro destino como hijos de Dios. Somos destinados a adoptar el carácter de Dios nuestro Padre, el carácter de santidad y pureza. Ese es nuestro destino.
Ahora observen donde pongo la pequeña frase “en amor.” Estoy haciéndola parte del final del verso 4, no el inicio del verso 5.(1*)
La diferencia es la siguiente: sugiero que el verso cuatro dice, “nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El en amor.” “En amor” va con santidad y sin mancha y nos muestra lo que es la santidad.
La otra forma de leerlo asocia “en amor” con predestinar en el verso 5 y dice, “En amor nos predestinó para adopción como hijos.” Aquí se refiere al amor de Dios y nos dice en qué forma nos predestinó. El orden de las palabras en griego permite hacer ambas lecturas.
La razón principal por la cual sigo la versión King James y coloco la frase en el verso 4 y hago al amor la esencia de nuestra santidad se halla en el texto paralelo en 1 de Tesalonicenses 3:12–13 que dice así:
Que el Señor los haga crecer para que se amen más y más unos a otros…para que, cuando nuestro Señor Jesús venga con todos sus santos, la santidad de ustedes sea intachable [sin mancha] delante de nuestro Dios y Padre.
Me resulta sumamente notorio que hay por lo menos cuatro paralelos con nuestro texto: la palabra “amor” (“Que el Señor los haga crecer para que se amen más”), la combinación de sin mancha y santidad (“la santidad de ustedes sea intachable [sin mancha]”), la frase “delante de Él” (“la santidad de ustedes sea intachable delante de nuestro Dios”) lo que corresponde con la frase “santos y sin mancha delante de El” en Efesios 1:4; y la referencia a Dios como nuestro Padre reflejando el énfasis en nuestra adopción como hijos en Efesios 1:5.
Todo esto me dice que, así como el amor es el camino a la santidad en 1 Tesalonicenses 3:12, así el amor es también el camino a la santidad en Efesios 1:4. Así que vivir en amor y andar en amor es parte de nuestro destino en Efesios 1:4–5. Dios nos predestinó para que seamos sus hijos y esto significa que él nos destinó a ser como él – ser santos, sin mancha, o sea vivir en amor unos con otros y para con todos los hombres.
Juan lo expresa así en 1 Juan 3:10, “Así distinguimos entre los hijos de Dios…el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano.”
Tu destino es ser santo como tu Padre es santo, y eso significa que tu propia esencia ha de ser amar, porque Dios, tu Padre, es amor (1 Juan 4:8). Estás predestinado a ser como tu Padre.
Pero ese no es tu máximo destino. Tu destino supremo está descrito en el verso 6. ¿Por qué nos predestinó Dios para ser hijos y ser santos e intachables y amor? El verso 6 dice: “para alabanza de la gloria de su gracia.” Ser santos e intachables y nuestro amor y adopción como hijos no son fines en sí mismos. Existen para algo mayor: la alabanza de la gloria de la gracia de Dios.
La meta final de Dios al elegir y predestinar es que Dios pueda ser alabado por su gloria. Y el punto más alto de esa gloria es la gracia. Esta es la meta final de nuestro destino. No existe mayor esperanza, no existe un mañana más grande, no existe un futuro más significativo, no existe una causa más valiosa por la cual vivir, que reflejar y alabar la gloria de la gracia de Dios por siempre y siempre.
La certeza de ese destino se halla cimentada en la libertad de Dios y en la completa suficiencia del trabajo de su Hijo Jesús.
2. Así que para concluir, consideremos brevemente la base de nuestro destino. Hemos visto la meta. Ahora miremos hacia la base o fundamento. En el verso 5 Pablo dice, “nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo.” Veamos lo que significa a través de Efesios 5:25–27.
25 Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella 26 para hacerla santa… 27 para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable.
¡Las mismas dos palabras de Efesios 1:4! Dicho en otras palabras, la base para volverse santo y sin mancha delante Dios es el amoroso auto sacrificio de Cristo en tu lugar. La base de nuestro destino para ser santos e intachables en amor como hijos de Dios es la muerte de Jesús en nuestro lugar.
Significa que cuando Dios te escogió antes de la fundación del mundo, y te predestinó para que fueses su hijo santo, sin mancha, amoroso, él también predestinó a su Hijo a morir por ti. La base de tu destino no es sólo que el Hijo de Dios murió por ti, sino que Dios lo planificó así desde el principio. “Nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo.” El fin fue predestinado y los medios fueron predestinados. Nuestra santidad y la muerte de Jesús.
Pero la razón final, el fundamento más profundo para ser intachables y santos en amor no es la muerte del Hijo de Dios. El verso cinco nos señala una base aun más profunda, la libre y soberana voluntad de Dios.
El verso 5 dice, “Dios nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad.” El punto de este texto es enseñar a cada creyente esta mañana que debemos nuestra adopción en la familia de Dios al “beneplácito de la voluntad de Dios.” Fuimos escogidos antes de la fundación del mundo; fuimos predestinados para ser adoptados como hijos y a ser santos y a amar no por lo que habíamos hecho, o de acuerdo a lo que entendimos, o por quiénes fueron nuestros padres, o según nuestra raza, o por nuestro trasfondo religioso, o según donde vivíamos o conforme a nuestro trabajo o nuestro estatus o fortuna, o de acuerdo a nuestra voluntad. Fuimos escogidos y predestinados de acuerdo al beneplácito de la voluntad de Dios.
Y el motivo de la doble frase (no solo “por su voluntad” sino) “el beneplácito de su voluntad”, es para hacernos entender que Dios nos escogió y predestinó sin estar atado a ningún punto de referencia que no sea su propia voluntad soberana.
En resumen: la base de nuestra predestinación es el beneplácito de la voluntad de Dios, la meta de nuestra predestinación es la alabanza de la gloria de Dios, y los vínculos predestinados que conectan el beneplácito de su voluntad con la alabanza de su gloria son la muerte de su Hijo y la santidad de su pueblo.
Si estás confiado en Jesucristo en esta mañana las raíces de tu vida se plantaron en los eternos consejos de Dios, y las ramas de tu vida están creciendo hacia un futuro absolutamente seguro y glorioso con Dios. No hay días sin importancia en tu vida. Nunca tendrás que ir a la cama en la noche sintiendo que tu vida no va a ningún lado. Nunca tendrás que rendirte a la mentira de que no estás conectado a un propósito asombroso.
Porque Dios te escogió en Cristo desde antes de la fundación del mundo para que seas santo y sin mancha delante de él en amor; te predestinó para adoptarte como hijo para sí mediante Jesucristo de acuerdo al beneplácito de su voluntad para alabanza de la gloria de su gracia. Amén