bautismo
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Transcript
El bautismo
+ ¿Quién debe bautizarse?
+ ¿Cómo se debe hacer?
+ ¿Qué significa?
I. Explicación y Base Bíblica
En este capítulo y el siguiente trataremos del bautismo y de la Cena del Señor, dos ceremonias que Jesús le ordenó a su Iglesia que realizara. Pero antes de empezar a repasarlas, debemos observar que hay desacuerdo entre los protestantes sobre el término general que se les debería aplicar. Debido a que la Iglesia Católica Romana llama «sacramentos» a estas dos ceremonias, y debido a que la Iglesia Católica Romana enseña que estos sacramentos en sí mismos conceden gracia a las personas (sin requerir fe de los que participan de ellas), algunos protestantes (especialmente bautistas) no han querido referirse al bautismo y a la Cena del Señor como «sacramentos». Han preferido la palabra ordenanzas. Se piensa que este es un término apropiado porque Cristo «ordenó» el bautismo y la Cena del Señor. Por otro lado, otros protestantes, tales como los anglicanos, los luteranos y los de tradiciones reformadas han estado dispuestos a usar la palabra sacramentos para referirse al bautismo y a la Cena del Señor, sin que por ello endosen la posición católica romana.
No parece muy importante la cuestión de si se le llama «ordenanzas» o «sacramentos» al bautismo y a la Cena del Señor. Puesto que los protestantes que usan ambas palabras claramente explican lo que significan al usarlas, el argumento en realidad no es respecto a doctrina sino en cuanto al significado de una palabra. Si estamos dispuestos a explicar bien lo que queremos decir, no parece haber ninguna diferencia si usamos la palabra sacramento o no. En este texto, al referirnos al bautismo y a la Cena del Señor en la enseñanza protestante, usaré «ordenanzas» y «sacramentos» intercambiablemente, y los consideraré como sinónimos en significado.
Antes de empezar a hablar del bautismo, debemos reconocer que históricamente, al igual que hoy, entre los creyentes evangélicos ha habido fuertes diferencias de puntos de vista respecto a este asunto. La posición que aboga este libro es que el bautismo no es una doctrina «principal» que debería ser base de división entre creyentes genuinos, pero es de todas maneras un asunto de importancia para la vida ordinaria de la Iglesia, y es apropiado que le demos plena consideración.
La posición que se aboga en este capítulo es «bautista»; es decir, que el bautismo es administrado apropiadamente sólo a los que hacen una creíble profesión de fe en Jesucristo. Durante la consideración, interactuaremos particularmente con la posición paidobautista («bautistas de infantes») abogada por Louis Berkhof en su Teología sistemática, puesto que esta es una presentación responsable y cuidadosa de la posición paidobautista, y es un texto de teología sistemática ampliamente usado.
A. Modo y significado del bautismo
La práctica del bautismo en el Nuevo Testamento tenía lugar sólo de una manera: La persona a la que se bautizaba era sumergida, o puesta completamente bajo agua, y luego sacada de nuevo. El bautismo por inmersión es por consiguiente la «forma» de bautizar, y la manera en que se llevaba a cabo en el Nuevo Testamento. Esto es evidente por las siguientes razones:
Primero, la palabra griega baptizo significa «sumergir, hundir, inmergir, sumir» algo en agua. Este es el significado comúnmente reconocido y regular del término en la literatura griega antigua tanto dentro como fuera de la Biblia.
Segundo, el sentido de «sumergir» es apropiado y probablemente necesario según aparece esta palabra en varios pasajes del Nuevo Testamento. En Marcos 1:5, Juan bautizaba a la gente «en el río Jordán» (el texto griego tiene «en», y no «junto», ni «cercano» ni «próximo» al río). Marcos también nos dice que cuando Jesús fue bautizado, «subió del agua» (Mr 1:10). El texto griego especifica que él «salió del» (ek) agua, no que se alejó de ella (esto lo hubiera expresado con el gr. apó). El hecho de que Juan y Jesús bajaron al río y salieron de él sugiere fuertemente que hubo inmersión, puesto que rociar o derramar agua se pudiera haber hecho mucho más fácilmente junto al río, particularmente debido a las multitudes que acudían para ser bautizadas. El Evangelio de Juan nos dice, además, que Juan el Bautista «estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque allí había mucha agua»
Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.
(Jn 3:23). De nuevo, no se requeriría «mucha agua» para bautizar a la gente si la rociaban, pero si se necesitaba mucha agua para bautizar por inmersión. (Vea también Hch 8:36.)
Tercero, el simbolismo de la unión con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección parece requerir el bautismo por inmersión. Pablo dice: «¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva» (Ro 6:3–4).
¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
De modo similar, Pablo les dice a los Colosenses: «Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos» (Col 2:12).
El bautismo por inmersión simboliza claramente esta verdad. Cuando se sumerge al candidato al bautismo en el agua, se simboliza que desciende a la tumba y es sepultado. La salida del agua simboliza la resurrección con Cristo para andar en una vida nueva. El bautismo da de este modo un cuadro muy claro de la muerte a la vieja vida y la resurrección a una nueva clase de vida en Cristo. Pero el bautismo por rociamiento o derramamiento descarta este simbolismo.
A veces se objeta que lo esencial que se simboliza en el bautismo no es la muerte ni la resurrección con Cristo sino la purificación y el lavamiento de pecados. Por supuesto que es cierto que el agua es un símbolo evidente de lavado y limpieza, y las aguas del bautismo en efecto simbolizan lavamiento y purificación de pecados así como muerte y resurrección con Cristo (cf. Tit 3:5; Hch 22:16).
Pero decir que lavar pecados es lo único (o incluso lo más esencial) que se simboliza en el bautismo no se ajusta fielmente a la enseñanza del Nuevo Testamento. El bautismo simboliza tanto el lavamiento como la muerte y resurrección con Cristo, pero Romanos 6:1–11 y Colosenses 2:11–12 ponen un énfasis claro en morir y resucitar con Cristo. Incluso el lavamiento se simboliza mucho más efectivamente por una inmersión que por salpicar o derramar, y a la muerte y a la resurrección con Cristo sólo las simbolizan una inmersión, y de ningún modo salpicar o rociar.
¿Cuál es, entonces, el significado positivo del bautismo? En toda la consideración sobre el modo del bautismo y las disputas sobre su significado, es fácil que los creyentes pierdan de vista el significado y belleza del bautismo y desdeñen la enorme bendición que acompaña a esta ceremonia. Las asombrosas verdades de morir y resucitar con Cristo y de tener nuestros pecados lavados son verdades de proporciones gigantescas y eternas, y deben ser una ocasión de dar gran gloria y alabanza a Dios. Si las iglesias enseñaran más claramente estas verdades, los bautismos serían una ocasión de mucha bendición en la iglesia.
B. A quiénes se debe bautizar
El patrón que se revela en varios lugares del Nuevo Testamento es que se debe bautizar sólo a los que han dado una profesión creíble de fe. A este criterio a menudo se le llama «bautismo de creyentes», puesto que sostiene que sólo los que han creído en Cristo (o, más precisamente, los que han dado una evidencia razonable de creer en Cristo) deben recibir el bautismo. Esto se debe a que el bautismo, que es símbolo de empezar la vida cristiana, debe recibirlo sólo el que en efecto ha empezado la vida cristiana.
1. Argumento de los pasajes narrativos del Nuevo Testamento sobre el bautismo. Los ejemplos narrativos de los que fueron bautizados sugieren que el bautismo se administró sólo a los que dieron una profesión creíble de fe. Después del sermón de Pedro en Pentecostés, leemos: «los que recibieron su mensaje fueron bautizados» (Hch 2:41). El pasaje especifica que el bautismo fue administrado a «los que recibieron su mensaje» y por consiguiente confiaron en Cristo para la salvación. Asimismo, cuando Felipe predicó el evangelio en Samaria, leemos: «Cuando creyeron a Felipe, que les anunciaba las buenas nuevas del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, tanto hombres como mujeres se bautizaron» (Hch 8:12). De igual manera, cuando Pedro predicó a los gentiles en la casa de Cornelio, permitió que se bautizara a los que habían oído la palabra y recibido el Espíritu Santo; es decir, a los que habían dado evidencia persuasiva de una obra interna de regeneración. Mientras Pedro predicaba, «el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje» y Pedro y sus compañeros «los oían hablar en lenguas y alabar a Dios» (Hch 10:44–46). La respuesta de Pedro fue que el bautismo es apropiado para los que habían recibido la obra regeneradora del Espíritu Santo: «¿Acaso puede alguien negar el agua para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo» (Hch 10:47–48). El punto de estos tres pasajes es que lo apropiado es bautizar a los que han recibido el evangelio y han confiado en Cristo en cuanto a salvación.
2. Argumento del significado del bautismo. Una segunda consideración que aboga por el bautismo de creyentes surge del significado del bautismo: El símbolo externo del comienzo de la vida cristiana se debe dar solamente a los que muestran evidencia de haber empezado la vida cristiana. Los autores del Nuevo Testamento escribieron como si dieran claramente por sentado que todos los que fueron bautizados habían confiado personalmente en Cristo y experimentado la salvación. Por ejemplo, Pablo dice: «Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos» (Gá 3:27, RVR). Aquí Pablo da por sentado que el bautismo es una señal externa de una regeneración interna. Esto no sería cierto en cuanto a los infantes; Pablo no podía haber dicho: «Todos los infantes que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos», porque los infantes todavía no han llegado a la fe que salva ni han dado evidencia alguna de regeneración.
Pablo habla de la misma manera en Romanos 6:3–4: «¿No sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo». ¿Podría Pablo haber dicho esto de infantes? ¿Podría haber dicho que «todos los infantes que han sido bautizados en Cristo Jesús, han sido bautizados en su muerte?» y «son sepultados juntamente con él para muerte»? Si Pablo no podía haber dicho esas cosas de los infantes, los que abogan por el bautismo infantil deben decir que el bautismo significa algo diferente para los infantes de lo que Pablo dice que significa para «los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús». Los que arguyen por el bautismo de infantes en este punto recurren a lo que me parece ser lenguaje vago en cuanto a que los niños son adoptados «en el pacto» o «en la comunidad del pacto», pero el Nuevo Testamento no habla de esa manera en cuanto al bautismo. Más bien, dice que todos los que han sido bautizados han sido sepultados con Cristo, y han sido resucitados con él, y se han revestido de Cristo (cf. también Col 2:12).
3. Alternativa # 1: La enseñanza católica romana. La Iglesia Católica Romana enseña que se debe administrar el bautismo a los infantes, y a menudo se refieren al acto como «cristianización». Esto es porque la Iglesia Católica Romana cree que el bautismo es necesario para la salvación y que el acto del bautismo en sí mismo produce regeneración. Por consiguiente, según este punto de vista, el bautismo es un medio por el que la Iglesia concede gracia salvadora a las personas. Y si es esta clase de canal de gracia salvadora, hay que dárselo a toda persona.
Ludwig Ott, en su Fundamentals of Catholic Dogma, explica que mediante el sacramento del bautismo una persona «renace espiritualmente». Luego añade que el bautismo es necesario para la salvación y deben realizarlo sólo los sacerdotes.5 Es más, aunque los infantes no pueden ejercer por sí mismos fe que salva, la Iglesia Católica Romana enseña que el bautismo de infantes es válido porque «la fe que al infante le falta … la suple la fe de la Iglesia ».
Esencial en la enseñanza católica romana sobre el bautismo es la enseñanza de que los sacramentos obran aparte de la fe del que participa en el sacramento. Si esto fuera así, el bautismo conferiría gracia incluso a los infantes que no tienen la capacidad de ejercer fe. Creen que los sacramentos funcionan ex opere operato («por la obra hecha»); o sea, que los sacramentos obran en virtud de lo que se ha hecho, y el poder de los sacramentos no depende de ninguna actitud subjetiva de fe de los que participan en ellos.
Al dar una respuesta a la enseñanza católica romana debemos recordar que la Reforma se centró en este asunto. Lo que más le interesaba a Martín Lutero era enseñar que la salvación depende solo de la fe, no de la fe más las obras. Pero si el bautismo y la participación en los demás sacramentos son necesarios para la salvación debido a que son necesarios para recibir la gracia que salva, la salvación en realidad se basa en la fe más las obras. En contraste a esto, el mensaje claro del Nuevo Testamento es que la justificación es solamente por la fe: «Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte» (Ef 2:8–9). Es más, «la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Ro 6:23).
El argumento católico romano de que el bautismo es necesario para la salvación es muy similar al argumento de los que se oponían a Pablo en Galacia, que decían que la circuncisión era necesaria para la salvación. La respuesta de Pablo es que los que exigían la circuncisión estaban predicando «un evangelio diferente» (Gá 1:6). Dice: «Todos los que viven por las obras que demanda la ley están bajo maldición» (Gá 3:10), y habla muy severamente a los que intentan añadir alguna forma de obediencia como requisito para la justificación: «Aquellos de entre ustedes que tratan de ser justificados por la ley, han roto con Cristo; han caído de la gracia» (Gá 5:4). Por consiguiente, debemos concluir que no es necesaria ninguna obra para la salvación. Por tanto el bautismo no es necesario para la salvación.
Pero, ¿qué de 1 Pedro 3:21, en donde el apóstol dice: «El bautismo que … los salva»? ¿No da esto claro respaldo a la enseñanza católica romana de que el bautismo en sí mismo da gracia que salva al que lo recibe? No, porque cuando Pedro usa esta frase continúa en la misma oración a explicar exactamente lo que quiere decir con ella. Dice que ese bautismo que los salva «no consiste en la limpieza del cuerpo (o sea, no como un acto externo, físico, que lava la suciedad del cuerpo; esta no es la parte que los salva), sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios» (o sea, como una transacción interna, espiritual, entre Dios y el individuo, transacción simbolizada por la ceremonia externa del bautismo). Podríamos parafrasear la afirmación de Pedro diciendo: «El bautismo ahora los salva, no la ceremonia externa física del bautismo, sino la realidad interna espiritual que ese bautismo representa». De esta manera Pedro vigila contra toda enseñanza en cuanto al bautismo que atribuiría poder salvador automático a la ceremonia física en sí misma.
En conclusión, las enseñanzas católicas romanas de que el bautismo es necesario para la salvación, que el acto del bautismo en sí mismo confiere gracia que salva, y que por lo tanto es correcto administrarlo a los infantes, no son persuasivas a la luz de las enseñanzas del Nuevo Testamento.
4. Alternativa # 2: La enseñanza paidobautista protestante. Aparte de la posición bautista que se defiende en la primera parte de este capítulo y con la enseñanza católica romana que acabamos de considerar, otra importante es la de que es correcto administrar el bautismo a todos los niños pequeños de padres creyentes. Esta es una enseñanza muy común en muchos grupos protestantes (especialmente en las iglesias presbiterianas y reformadas). A esta enseñanza a veces se le conoce como el argumento del pacto para el paidobautismo. Se le llama argumento «del pacto» porque depende de ver a los infantes nacidos como creyentes como parte de la «comunidad del pacto» del pueblo de Dios. La palabra paidobautismo quiere decir bautizo de infantes (el prefijo paido significa «niño» y se deriva de la palabra griega pais, «niño»). Consideraré primordialmente los argumentos que presenta Louis Berkhof, quien explica claramente y defiende la posición paidobautista.
El argumento de que los infantes de los creyentes deben ser bautizados depende primordialmente de los siguientes tres puntos:
a. En el antiguo pacto se circuncidaba a los niños. En el Antiguo Testamento, la circuncisión fue la señal externa de entrada en la comunidad del pacto, o comunidad del pueblo de Dios. La circuncisión se administraba a todos los varones israelitas a los ocho días de nacidos.
b. El bautismo es paralelo a la circuncisión. En el Nuevo Testamento la señal externa de entrada en la comunidad del pacto es el bautismo. Por consiguiente, el bautismo es la contraparte de la circuncisión en el Nuevo Testamento. Se entiende que el bautismo se debe administrar a todos los niños pequeños de padres creyentes. Negarles este beneficio es privarles de un privilegio y beneficio que les corresponde por derecho, la señal de pertenecer a la comunidad del pueblo de Dios, la «comunidad del pacto». El paralelo entre la circuncisión y el bautismo se ve muy claramente en Colosenses 2: «Además, en él fueron circuncidados, no por mano humana sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos» (Col 2:11–12). Aquí se dice que Pablo hace una conexión explícita entre la circuncisión y el bautismo.
c. Bautismo de familias. Adicional respaldo a la práctica de bautizar niños se halla en los «bautismos de familias» que se informan en Hechos y en las epístolas, particularmente el bautismo de la familia de Lidia (Hch 16:15),
Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.
la familia del carcelero de Filipos (Hch 16:33) y la familia de Estéfanas (1 Co 1:16). También se aduce que Hechos 2:39 respalda esta práctica cuando declara que la bendición prometida del evangelio es «para ustedes, para sus hijos».
En respuesta a estos argumentos a favor del paidobautismo, enumeramos los siguientes puntos:
1. Es cierto que el bautismo y la circuncisión son similares de muchas maneras, pero no debemos olvidar que lo que simbolizan también es diferente en varias maneras importantes. El antiguo pacto tenía un medio físico, externo, de entrada a la «comunidad del pacto». Uno llegaba a ser judío al nacer de padres judíos. Por tanto, todos los varones judíos eran circuncidados. La circuncisión no estaba limitada a los que tenían una verdadera vida espiritual interior, sino más bien se la daba a todos los que vivían entre el pueblo de Israel. Dios dijo: «Todos los varones entre ustedes deberán ser circuncidados.… Todos los varones de cada generación deberán ser circuncidados a los ocho días de nacidos, tanto los niños nacidos en casa como los que hayan sido comprados por dinero a un extranjero y que, por lo tanto, no sean de la estirpe de ustedes. Todos sin excepción, tanto el nacido en casa como el que haya sido comprado por dinero, deberán ser circuncidados» (Gn 17:10–13).
Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros.
Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo.
No fueron sólo los descendientes físicos del pueblo de Israel los que fueron circuncidados, sino también los siervos comprados y que vivían entre ellos (véase Gn 17:23; cf. Jos 5:4). La presencia o ausencia de la vida interior espiritual no hacía ninguna diferencia en la cuestión de si a uno lo circuncidaban o no.
Entonces tomó Abraham a Ismael su hijo, y a todos los siervos nacidos en su casa, y a todos los comprados por su dinero, a todo varón entre los domésticos de la casa de Abraham, y circuncidó la carne del prepucio de ellos en aquel mismo día, como Dios le había dicho.
Debemos darnos cuenta de que la circuncisión se aplicaba a todo varón que vivía entre el pueblo de Israel, aunque la verdadera circuncisión es algo interior y espiritual. «La circuncisión es la del corazón, la que realiza el Espíritu, no el mandamiento escrito»
sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.
(Ro 2:29). Es más, Pablo en el Nuevo Testamento explícitamente indica que «no todos los que descienden de Israel son israelitas» (Ro 9:6). Pero aunque en tiempos del Antiguo Testamento (y más completamente en tiempos del Nuevo Testamento) se daban cuenta de la realidad interior espiritual que la circuncisión debía representar, no se hacía nada por restringir la circuncisión sólo a las personas cuyos corazones en realidad habían sido circuncidados espiritualmente y tenían genuina fe que salva. Incluso entre adultos varones, la circuncisión se aplicaba a todo mundo, y no sólo a los que daban evidencia de fe interna.
2. Pero bajo el nuevo pacto la situación es muy diferente. El Nuevo Testamento no habla de una «comunidad del pacto» conformada por los creyentes y sus hijos inconversos, así como parientes y criados inconversos que vivieran con ellos. En la iglesia del Nuevo Testamento la única cuestión que importaba era si uno tiene fe que salva y ha sido incorporado espiritualmente al cuerpo de Cristo, la verdadera Iglesia. La única «comunidad del pacto» de que se habla es la Iglesia, la comunión de los redimidos.
Pero, ¿cómo llega uno a ser miembro de la Iglesia? Los medios de entrada a la Iglesia son voluntarios, espirituales e internos. Uno llega a ser miembro de la verdadera Iglesia al nacer de nuevo y al tener fe que salva, no por nacimiento físico. No viene por un acto externo, sino por la fe interna en el corazón. Es cierto que el bautismo es la señal de entrada a la Iglesia, pero esto quiere decir que se debe administrar sólo a los que dan evidencia de membresía en la Iglesia, sólo a los que profesan fe en Cristo.
Este cambio en la manera en que se entraba a la comunidad del pacto entre el Antiguo Testamento (nacimiento físico en la nación de Israel) y el Nuevo Testamento (nacimiento espiritual en la Iglesia) se ve en paralelo en numerosos cambios entre el pacto antiguo y el nuevo. El antiguo pacto tenía un templo físico al cual acudía Israel para adorar, pero en el nuevo pacto los creyentes son edificados para ser un templo espiritual (1 P 2:5). Los creyentes del antiguo pacto ofrecían sacrificios físicos de animales y cosechas sobre un altar, pero los creyentes del Nuevo Testamento ofrecen «sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo» (1 P 2:5; cf. He 13:15–16).
En estos y muchos otros contrastes vemos la verdad de la distinción que Pablo enfatiza entre el antiguo y el nuevo pacto. Los elementos físicos y actividades del antiguo pacto eran «una sombra de las cosas que están por venir», pero «la realidad» se halla en la relación del nuevo pacto que tenemos en Cristo (Col 2:17). Por tanto, es lógico al considerar este cambio de sistemas que los infantes (varones) fueran automáticamente circuncidados en el antiguo pacto, puesto que su descendencia física y presencia física en la comunidad del pueblo judío quería decir que eran miembros de esa comunidad en la que la fe no era un requisito de entrada. Pero en el nuevo pacto es apropiado que no se bautice a los infantes, y que el bautismo se aplique solamente a los que muestran evidencia de genuina fe que salva, porque la membresía en la Iglesia se basa en una realidad espiritual interna, no en descendencia física.
3. Los ejemplos de bautismos de familias en el Nuevo Testamento no son realmente decisivos para una posición o la otra. Cuando miramos más de cerca los ejemplos que se dan, vemos que en algunos de ellos hay indicaciones de fe que salva en todos los que fueron bautizados. Por ejemplo, es cierto que bautizaron a toda la familia del carcelero de Filipos (Hch 16:33), pero también es cierto que Pablo y Silas «les expusieron la Palabra de Dios a él y a todos los demás que estaban en su casa» (Hch 16:32). Si la Palabra del Señor fue dicha a todos en la casa, se da por sentado que todos tenían edad suficiente para entender la Palabra y creer en ella. Es más, después de que bautizaron a la familia, leemos que el carcelero filipense «se alegró mucho junto con toda su familia por haber creído en Dios» (Hch 16:34). Así que no sólo tenemos un bautismo de familia sino también una recepción de la Palabra de Dios por parte de la familia y un regocijo de toda la familia en su fe en Dios. Estos hechos sugieren muy fuertemente que la familia entera había llegado en forma individual a la fe en Cristo.
Con respecto al hecho de que Pablo bautizó a «a la familia de Estéfanas» (1 Co 1:16), debemos también observar que Pablo dice al final de 1 Corintios que «los de la familia de Estéfanas fueron los primeros convertidos de Acaya» (1 Co 16:15). Así que no solo se habían bautizado, sino que también se habían convertido y trabajaban sirviendo a otros creyentes. De nuevo, el ejemplo de bautismo de familias da indicación de una fe de familia.
De todos los ejemplos de «bautismos de familias» del Nuevo Testamento, el único que no tiene indicación alguna de fe de la familia es Hechos 16:14–15, donde se dice de Lidia: «El Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo. Cuando fue bautizada con su familia …» El texto no contiene ninguna información sobre si hubo infantes en esa familia o no. Es ambiguo y por cierto no es evidencia de peso para el bautismo infantil. Por consiguiente, debe considerarse poco convincente en sí mismo.
4. Un argumento adicional en objeción a la posición paidobautista se puede hacer al formular una pregunta sencilla: «¿Qué hace el bautismo?» En otras palabras, podríamos preguntar: «¿Qué no da? ¿Qué beneficios produce?»
Los católicos romanos tienen una respuesta clara a esta pregunta: El bautismo produce regeneración. Los bautistas tienen una respuesta clara: El bautismo simboliza el hecho de que ha tenido lugar la regeneración interna. Pero los paidobautistas no pueden adoptar ninguna de esas respuestas. No quieren decir que el bautismo produce regeneración, ni tampoco pueden decir (con respecto a los niños) que simboliza una regeneración que ya ha sucedido. La única alternativa parece ser decir que simboliza una regeneración que ocurrirá en el futuro, cuando el niño tenga edad suficiente para llegar a una fe que salva. Pero incluso eso no es muy acertado, porque no es cierto que el niño recibirá la regeneración en el futuro; algunos niños que se bautizan nunca llegan más tarde a una fe que salva. Así que parece que la explicación más acertada es que lo que el bautismo simboliza para un paidobautista es una regeneración futura probable. No produce regeneración, ni simboliza una regeneración real; por tanto, se debe entender como símbolo de una regeneración probable en algún momento en el futuro.
Pero en este punto parece evidente que la comprensión paidobautista del bautismo es muy diferente de la del Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento nunca ve al bautismo como algo que simboliza una probable regeneración futura. Los autores del Nuevo Testamento no dicen: «¿Puede alguien negar el agua para que se bauticen estos que quizás algun día serán salvos?» (cf. Hch 10:47), ni «Todos ustedes que fueron bautizados en Cristo probablemente un día se revestirán de Cristo» (cf. Gá 3:27),
galatas 3.27
porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
ni «¿No saben que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús probablemente un día seremos bautizados en su muerte?» (cf. Ro 6:3). Esta no es sencillamente la manera en que el Nuevo Testamento habla del bautismo. En el Nuevo Testamento el bautismo es una señal de haber nacido de nuevo, de haber sido limpiado del pecado, y de haber empezado la vida cristiana. Parece apropiado reservar esta señal para los que dan evidencia de que eso es de veras cierto en sus vidas.
5. Finalmente, los que abogan por el bautismo de creyentes a menudo expresan preocupación por las consecuencias prácticas del paidobautismo. Arguyen que la práctica del paidobautismo en la vida de la iglesia frecuentemente lleva a los que son bautizados en la infancia a dar por sentado que han sido regenerados, y por lo tanto no sienten la urgencia de llegar a tener una fe personal en Cristo. Con el paso de los años, esta tendencia es probable que resulte en que cada vez haya más miembros inconversos en la «comunidad del pacto», miembros que no son verdaderamente miembros de la iglesia de Cristo. Por supuesto, esto no hace de una iglesia paidobautista una iglesia falsa, pero sí la hará una iglesia menos pura y una iglesia que con frecuencia tendrá que luchar contra las tendencias a inclinarse hacia doctrinas liberales u otras clases de enseñanzas que pueda introducir el sector no regenerado de la membresía.
C. Efecto del bautismo
Hemos explicado arriba que el bautismo simboliza regeneración o renacimiento espiritual. Pero, ¿sólo simboliza? ¿Acaso hay alguna otra manera en que también es un «medio de gracia», o sea, un medio que el Espíritu Santo usa para dar bendición a las personas? Parece apropiado decir que cuando se realiza el bautismo como es debido, por supuesto que también da cierto beneficio espiritual a los creyentes. Hay la bendición del favor de Dios que se recibe mediante la obediencia, así como la alegría que produce la profesión pública de la fe del creyente, y la seguridad que da tener un cuadro físico claro de lo que es morir y resucitar con Cristo y el lavamiento de los pecados. Es cierto que el Señor nos dio el bautismo para fortalecer y animar nuestra fe; y debe ser así para todo el que es bautizado y para todo creyente que presencia un bautismo.
D. Necesidad del bautismo
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
Si bien reconocemos que Jesús ordenó el bautismo (Mt 28:19), como también lo hicieron los apóstoles (Hch 2:38),
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
no debemos decir que el bautismo es necesario para la salvación.1 Este asunto ya se consideró antes con alguna extensión bajo la respuesta a la enseñanza católica romana del bautismo. Decir que el bautismo u otra acción cualquiera es necesaria para la salvación es decir que no somos justificados por la fe sola, sino por la fe más una cierta «obra», la obra del bautismo. El apóstol Pablo se habría opuesto a la idea de que el bautismo es necesario para la salvación tan firmemente como se opuso a la idea similar de que la circuncisión era necesaria para la salvación (véase Gá 5:1–12).
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!
Los que arguyen que el bautismo es necesario para la salvación a menudo señalan Marcos 16:16:
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
«El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado». Pero la respuesta muy evidente es que el versículo no dice nada de los que creen y no son bautizados. El versículo sencillamente está hablando de casos generales sin hacer una pedantesca calificación del caso nada común de alguien que cree y no se bautiza. Pero por cierto que no se debe forzar al versículo a que diga algo que no está diciendo.1
Más al punto es la afirmación de Jesús al ladrón que moría en la cruz: «Hoy estarás conmigo en el paraíso»
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
El ladrón no pudo bautizarse antes de morir en la cruz, pero ciertamente fue salvo ese día. Todavía más, la fuerza de este punto no se puede evadir arguyendo que el ladrón se salvó bajo el antiguo pacto (bajo el cual el bautismo no era necesario para la salvación), porque el nuevo pacto tomó efecto en la muerte de Jesús (vea He 9:17), y Jesús murió antes que los dos ladrones que fueron crucificados con él (vea Jn 19:32–33).
Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él.
Otra razón por la que el bautismo no es necesario para la salvación es que nuestra justificación de pecados tiene lugar cuando se llega a tener la fe que salva, no cuando uno se bautiza en agua, lo que por lo general tiene lugar más tarde.1 Pero si la persona ya es justificada y sus pecados perdonados eternamente en el momento que llega a tener la fe que salva, el bautismo no es necesario para el perdón de pecados ni para la concesión de nueva vida espiritual.13
El bautismo, entonces, no es necesario para la salvación, pero sí es necesario para ser obedientes a Cristo, porque él ordenó que se bautizaran todos los que creen en él.
E. Edad para el bautismo
Los que están convencidos de los argumentos a favor del bautismo de creyentes deben empezar a preguntarse: «¿Cuántos años debe tener un niño o niña para poder ser bautizado?»
La respuesta más directa es que deben tener edad suficiente para hacer una creíble profesión de fe. Es imposible fijar una edad precisa que se aplique a todo niño, pero cuando los padres ven evidencia convincente de una genuina vida espiritual y también cierto grado de entendimiento respecto al significado de confiar en Cristo, el bautismo es apropiado. Por supuesto, esto exigirá una administración cuidadosa de parte de la Iglesia, así como una buena explicación de parte de los padres en la casa. La edad exacta para el bautismo variará de niño a niño, y los dirigentes de la iglesia pueden también dar dirección sabia respecto a lo que se piensa que es apropiado en su iglesia.