LA HOSPITALIDAD CRISTIANA 1

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texto bíblico: LBLA 2 JUAN 5-13
1 El anciano al amado Gayo, a quien yo amo en verdad.
2 Amado, ruego que seas prosperado en todo, así como prospera tu alma, y que tengas buena salud.
3 Pues me alegré mucho cuando algunos hermanos vinieron y dieron testimonio de tu verdad, esto es, de cómo andas en la verdad.
4 No tengo mayor gozo que éste: oír que mis hijos andan en la verdad.
5 Amado, estás obrando fielmente en lo que haces por los hermanos, y sobre todo cuando se trata de extraños;
6 pues ellos dan testimonio de tu amor ante la iglesia. Harás bien en ayudarles a proseguir su viaje de una manera digna de Dios.
7 Pues ellos salieron por amor al Nombre, no aceptando nada de los gentiles.
8 Por tanto, debemos acoger a tales hombres, para que seamos colaboradores en pro de la verdad.
Proposición Exegética: El Apóstol Juan le escribió a su amigo y hermano Gayo aprobando su lealtad a la verdad y su consecuente hospitalidad.
Proposición Homilética: El Espíritu Santo nos muestra que el amor y la verdad son los ingredientes que deben marcar nuestra hospitalidad.
BOSQUEJO. La hospitalidad cristiana es testimonio del amor y la verdad que residen en el corazón de un creyente verdadero.
1. Gayo el amigo amado (vv. 1-2)
2. El amor en la verdad (vv. 3-4)
3. La hospitalidad en el amor y la verdad. (vv. 5-8)
REFERENCIAS CRUZADAS:
2 Jn 4 | Mucho me alegré al encontrar algunos de tus hijos andando en la verdad, tal como hemos recibido mandamiento del Padre.
2 Jn 1 | El anciano a la señora escogida y a sus hijos, a quienes amo en verdad, y no sólo yo, sino también todos los que conocen la verdad,
2 Jn 12 | Aunque tengo muchas cosas que escribiros, no quiero hacerlo con papel y tinta, sino que espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que vuestro gozo sea completo.
Gl 6.10 | Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe.
Hch 1.15 | Por aquel tiempo Pedro se puso de pie en medio de los hermanos (un grupo como de ciento veinte personas estaba reunido allí), y dijo:
DESARROLLO: La hospitalidad cristiana es testimonio del amor y la verdad que residen en el corazón de un creyente verdadero.
1. Gayo el amigo amado (vv. 1-2) 1 El anciano al amado Gayo, a quien yo amo en verdad. 2 Amado, ruego que seas prosperado en todo, así como prospera tu alma, y que tengas buena salud.
a. Las primeras preguntas que seguramente surgen en tu cabeza al leer estos versículos son quien es al Anciano, pero ya lo sabes, es Juan a quien se la daba ese nombre por su edad y su función de autoridad en la iglesias de Asia Menor.
b. La siguiente pregunta seguro sería quien es Gayo y aquí te dejo con la investigación que hizo el Comentarista Historiador William Barclay que dice y cito: “En el mundo del Nuevo Testamento Gayo era uno de los nombres más corrientes. En el Nuevo Testamento hay otros tres con ese nombre. Está Gayo, el macedonio que juntamente con Aristarco estuvo con Pablo en el motín de Éfeso (Hechos 19:29). Está el Gayo de Derbe, que fue el delegado de su iglesia para llevar la colecta para los pobres de Jerusalén (Hechos 20:4). Está el Gayo de Corinto, que había sido el anfitrión de Pablo y que era una persona tan hospitalaria que se le podría llamar el hospedador de toda la iglesia (Romanos 16:23), y que fue una de las pocas personas que Pablo bautizó personalmente (1 Corintios 1:14), y que, según la tradición, llegó a ser el primer obispo de Tesalónica. Gayo era un nombre de lo más corriente; y por tanto no hay necesidad de identificar este Gayo con ninguno de los otros tres. Según la tradición, Juan le consagró obispo de Pérgamo. Aquí se nos presenta como un hombre que tenía siempre abiertas las puertas de su casa y de su corazón.”[1]
c. ¿Y por qué le dice Amado a Gayo? Te preguntarás. Y ve la respuesta que encontré también con Barclay y lo cito: “Dos veces en los primeros dos versículos utiliza Juan la palabra querido, en griego agapêtos. En este grupo de cartas Juan usa agapêtos no menos de diez veces. Este es un hecho muy notable. Estas cartas son cartas de advertencia y reprensión; y sin embargo su acento es el del amor. Un gran erudito y predicador aconsejaba: «No le eches nunca la bronca a tu congregación». Aunque tenga que reprender, Juan nunca habla con rabia. Toda la atmósfera de su carta es la del amor.”[2]
Este último comentario es importante porque la tónica de estas cartas es el amor de Juan por las iglesias y sus hermanos en particular. Y esto es una clara enseñanza para los ancianos-pastores y líderes de la iglesia en cuanto a la tónica que debe regir nuestra comunicación con los hermanos y la iglesia en general: Un tono de amor y cuidado
d. Y qué mejor muestra de amor de Juan por su amado hermano Gayo que desearle, como vemos en el versículo 2 2 Amado, ruego que seas prosperado en todo, así como prospera tu alma, y que tengas buena salud.
Para mi como Pastor la enseñanza es clara: debo estar interesado tanto en la salud física como en la salud espiritual de mis ovejas y mis hermanos en general. Juan era como Jesús: nunca se olvidaba de que las personas tenemos cuerpos y no solo almas, y que los cuerpos también son importantes.[3]
De ello tenemos un claro ejemplo en el evangelio de Juan capítulo 11 del versículo 32 al 45 cuando conmovido por el dolor y siguiendo el plan perfecto que el Padre había establecido para Él, consuela a las hermanas y Glorifica a Su Padre resucitando a Lázaro, su amigo.
e. “… es claro que Gayo era un hombre cuya “salud espiritual” era evidente para todos. “Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16).
f. La salud física es el resultado de la nutrición, el ejercicio, la limpieza, el descanso apropiado y la disciplina de una vida equilibrada.
g. La salud espiritual es el resultado de factores similares.
i. Debemos alimentarnos con la Palabra de Dios y, luego, sacar provecho de esa nutrición en un ejercicio santo (1 Timoteo 4:6, 7 6 Al señalar estas cosas a los hermanos serás un buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. 7 Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad;).
ii. Debemos mantenernos limpios (2 Corintios 7:1 1 Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.) y evitar la contaminación del mundo (2 Pedro 1:4; Santiago 1:27).
iii. En tanto que el ejercicio y el servicio son importantes, también lo es que descansemos en el Señor y recuperemos la fuerza mediante la comunión con él (Mateo 11:28–30 28 Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar.
iv. 29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS. 30 Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.).
h. Una vida equilibrada es una vida saludable y feliz, una vida que honra a Dios.[4]
2. El amor en la verdad (vv. 3-4) 3 Pues me alegré mucho cuando algunos hermanos vinieron y dieron testimonio de tu verdad, esto es, de cómo andas en la verdad. 4 No tengo mayor gozo que éste: oír que mis hijos andan en la verdad.
a. Un buen testimonio (vs. 3, 4). A Gayo se lo reconocía como un hombre que obedecía la Palabra de Dios y “andaba en la verdad” (ve 2 Juan 4). Algunos de los hermanos habían hecho varias visitas a Juan y, con alegría, le habían informado que Gayo era un ejemplo reluciente de lo que el creyente debe ser. En mi propia experiencia pastoral, debo confesar que a veces he sentido cierto recelo cuando la gente me ha dicho: “¿Es la señora fulana de tal miembro de su iglesia?”. O, incluso peor: “¡Conozco muy bien a una de las integrantes de la congregación!”. Juan nunca temía cuando surgía el nombre de Gayo.
i. ¿Qué hacía que Gayo tuviera tan buen testimonio? La verdad de Dios. La verdad estaba “en él” y eso le permitía andar en obediencia a la voluntad de Dios. Gayo leía la Palabra, meditaba y se deleitaba en ella, y entonces, la ponía en práctica en su vida diaria (ve Salmo 1:1–3). Lo que la digestión es al cuerpo, la meditación es al alma. No basta meramente oír o leer la Palabra. Debemos “digerirla” y hacerla parte de nuestro ser interior (ve 1 Tesalonicenses 2:13).
ii. Es claro que toda la vida de Gayo estaba envuelta en la verdad. La vida verdadera proviene de la verdad viviente. Jesucristo, la verdad (Juan 14:6), se revela en la Palabra de Dios, que es su verdad (Juan 17:17). El Espíritu Santo también es verdad (1 Juan 5:6) y nos la enseña. El Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios para revelar al Hijo de Dios, y entonces, nos capacita para obedecer la voluntad de Dios y “andar en la verdad”.[5]
b. 4 No tengo mayor gozo que éste: oír que mis hijos andan en la verdad.
i. Juan habla de sí aquí como si fuese un padre y, por consiguiente, nosotros concedemos a los padres el derecho de usar las palabras del texto. Seguro estoy de que muchas personas presentes, madres y padres, pueden decir realmente: “No tenemos nosotros mayor gozo que este, el oír que nuestros hijos andan en la verdad.” Pero Juan no era el padre, según la carne, de aquellos sobre quienes escribía. Sin embargo, era el padre espiritual de ellos, pues fue por medio de su ministerio que habían sido llevados a la vida nueva; su relación con ellos consistía en que había sido el instrumento de su conversión, y, posteriormente, había mostrado el cuidado de un padre suministrándoles alimento celestial y provechosa enseñanza.
ii. Primero, entonces, diremos que uno de los deleites supremos de un PADRE es que sus hijos anden en la verdad. No tiene mayor gozo. Y aquí debemos comentar inicialmente que es un gozo peculiar para los padres y madres cristianos. No es posible que los padres digan verazmente: “No tenemos nosotros mayor gozo que este, el oír que nuestros hijos andan en la verdad,” a menos que ellos mismos anden en la verdad. Ningún lobo ora porque su lobezno se convierta en una oveja. El impío asigna poco valor a la piedad de sus hijos, puesto que no le da ninguna importancia a la suya propia. Quien no valora su propia alma no está inclinado a valorar las almas de sus descendientes. Quien rechaza a Cristo a nombre propio, no está inclinado a enamorarse de Él a nombre de sus hijos. Abraham oró por Ismael, pero no leo en ninguna parte que Ismael orara por su hijo Nebaiot. Me temo que muchas personas, incluso entre quienes profesan la religión, no podrían repetir de manera sincera mi texto; buscan un gozo diferente en sus hijos, y poco les importa si andan en la verdad o no. Se deleitan en los hijos si gozan de salud corporal, pero no se entristecen cuando la lepra del pecado permanece en ellos. Se gozan de su aspecto atractivo, pero no investigan si han encontrado favor delante del Señor. Cubran los pies de la señorita con zapatillas de plata y muchas cabezas de familia nunca preguntarían si anduvo ella en el camino espacioso o en el angosto. Es muy aflictivo ver cómo algunos padres que profesan ser cristianos se sienten satisfechos en tanto que sus hijos demuestren talento en el aprendizaje, o habilidad en los negocios, aunque no muestren ningún signo de tener una naturaleza renovada. Si pasan sus exámenes con honores y prometen estar bien preparados para la batalla del mundo, sus padres olvidan que hay un conflicto superior que involucra una corona más excelsa, un combate para el cual el hijo necesitará ser preparado por la gracia divina, y estar armado con toda la armadura de Dios. Ay, si nuestros hijos pierden la corona de la vida, será sólo una ínfima consolación que hubieren ganado los laureles de la literatura o del arte. Muchas personas que deberían tener un mejor criterio se consideran bendecidas superlativamente en sus hijos si éstos se vuelven ricos, si casan bien, si se lanzan a proyectos rentables en los negocios, o si alcanzan la eminencia en la profesión que hubieren elegido. Sus padres van a sus lechos gozándose, y despiertan estando perfectamente satisfechos, aunque sus muchachos estén precipitándose en el infierno, siempre y cuando estén haciendo también mucho dinero. No tienen mayor gozo que el que sus hijos tengan su porción en esta vida, y acumulen tesoros donde el orín los corrompe. Hay padres que están contentos con la condición de sus hijos, aunque ni ellos ni sus hijas muestren algún signo de un nuevo nacimiento, ni den evidencia alguna de ser ricos para con Dios, o no manifiesten señales del amor que elige o de la gracia que redime ni del poder regenerador del Espíritu Santo.[6]
iii. (Al contrario de lo anterior) Es un gran gozo para nosotros cuando nuestros hijos profesan que sienten la verdad, cuando, habiendo conocido y sentido la verdad, tienen por fin el valor de decir: “queremos unirnos al pueblo de Dios pues estamos convencidos de que pertenecemos a él.” ¡Oh, feliz cual día de bodas es aquel día en el que el progenitor contempla a su hijo siendo entregado al pueblo de Dios, habiendo dado primero su corazón al Cristo de Dios! El bautismo de nuestros hijos creyentes es siempre una dichosa ocasión para nosotros, y así debería ser. Nuestros padres antes que nosotros magnificaron al Señor cuando nos oyeron decir: “estamos del lado del Señor,” y no podemos sino agradecer abundantemente cuando nos es concedido el mismo privilegio en las personas de nuestros hijos.[7]
iv. Nos deleita ver a nuestros hijos convertidos, porque amamos a Dios. Por amor a Él, por medio de Su gracia, nos entregamos a Él, y ahora, en años posteriores, el mismo amor nos impulsa a presentar a nuestros hijos.[8]
v. Spurgeon dice y cito: En los años venideros, ¿cómo habremos de ver una simiente de piedad floreciendo en la tierra, y el mundo siendo conquistado para Cristo? Pues lo veremos por medio de los jóvenes de Israel. Nosotros estaremos durmiendo en paz bajo el verde césped del cementerio; otras voces serán oídas en medio de las asambleas de los santos, y otros hombros transportarán el arca del Señor a través del desierto. ¿Dónde están nuestros sucesores? ¿De dónde vendrán esas voces sucesoras, y de dónde provendrán esos indispensables hombros vigorosos? Nosotros creemos que surgirán de entre nuestros hijos, y si Dios nos concede que así sea, no necesitaremos ningún otro gozo mayor.[9]
vi. Y para finalizar cito esta profunda reflexión de Spurgeon sobre el amor natural de los padres sobre los hijos: En ninguna parte te encuentras con reproches al amor natural de los padres a menos que disimule el pecado. Incluso la amarga lamentación de David: “¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!,” no es censurada por el Señor; tampoco le vemos reprochando a Abraham por decir: “Ojalá Ismael viva delante de ti.” Estos deseos son tan consistentes con los instintos naturales que Él mismo ha implantado, que, incluso si no son concedidos siempre, nunca son reprendidos. Aun si nuestro hijo se convirtiera en un Esaú, o en un Ismael, o en un Absalón, las oraciones del padre por ese hijo no están prohibidas. ¿Cómo podrían estarlo? No tengan miedo en ningún momento cuando están pidiendo por las almas de sus hijos; sean importunos, sean vehementes, sean denodados, no por la vida del hijo, pues eso han de dejarlo en manos de Dios; no por la salud del hijo, pues pueden considerar eso un asunto secundario; sino por el alma del hijo. No escatimen en esto, y luchen tan denodadamente como quieran, y digan: “¡No te dejaré, si no bendices a mis hijos, a cada uno de ellos! Su estado irredento es mi más profunda aflicción: oh Señor, te pido que te dignes rescatarlos de ese estado.”[10]
3. La hospitalidad en el amor y la verdad. (vv. 5-8) 5 Amado, estás obrando fielmente en lo que haces por los hermanos, y sobre todo cuando se trata de extraños; 6 pues ellos dan testimonio de tu amor ante la iglesia. Harás bien en ayudarles a proseguir su viaje de una manera digna de Dios. 7 Pues ellos salieron por amor al Nombre, no aceptando nada de los gentiles. 8 Por tanto, debemos acoger a tales hombres, para que seamos colaboradores en pro de la verdad.
a. Aquí llegamos al propósito principal de esta carta. Hay un grupo de misioneros que van de camino a la iglesia de la que es miembro Gayo, y Juan le exhorta a recibirlos, a darles su apoyo y a despedirlos cristianamente.
i. La hospitalidad era un deber sagrado en el mundo antiguo. Los extranjeros estaban bajo la protección de Zeus Xenius, el dios de los extranjeros (xenos es la palabra griega para extranjero, que ha dado algunos derivados en español, como xenofobia). En el mundo antiguo las posadas eran notoriamente deficientes. A los griegos les disgustaba instintivamente cobrar dinero a cambio de la hospitalidad; y por tanto la profesión de mesonero era muy poco apreciada. Las posadas estaban sucias e infestadas de pulgas. Los posaderos eran célebres por su rapacidad, hasta el punto de que Platón los comparaba con piratas que retuvieran a los huéspedes como rehenes hasta cobrar el rescate. En el mundo antiguo había un sistema de amistades de hospedaje mediante el cual distintas familias de partes distintas del país se comprometían a darse hospitalidad cuando fuera necesario. Esta relación de familias se prolongaba a través de generaciones, y cuando se solicitaba, el solicitante tenía que presentar un symbolon o señal que le identificaba ante su anfitrión. Algunas ciudades tenían un proxenos al que acudían por hospitalidad o protección los que tenían que emprender viajes.
ii. Si el mundo pagano aceptaba la obligación de la hospitalidad, era de esperar que los cristianos la tomaran aún más en serio. Pedro recordaba: «Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones» (1 Pedro 4:9). «No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles» (Hebreos 13:2). En las Epístolas Pastorales se dice que hay que respetar a una viuda que haya practicado la hospitalidad (1 Timoteo 5:9). Pablo exhorta a los romanos a «practicar la hospitalidad» (Romanos 12:13).
iii. La hospitalidad iba a ser una de las características de los responsables de la iglesia. Un obispo debía ser hospedador (1 Timoteo 3:2; cp. Tito 1:8). Cuando llegamos al tiempo de Justino Mártir (170 d.C.) encontramos que el Día del Señor las familias acomodadas contribuían conforme a su voluntad y posibilidades, y el presidente de la congregación estaba obligado «a socorrer a los huérfanos y a las viudas, y a los que tuvieran necesidades por causas de enfermedad u otras, y a los que estaban presos y a los forasteros que se encontraban entre nosotros» (Justino Mártir, Primera Apología 1.67).
iv. En la Iglesia Primitiva, un hogar cristiano tenía siempre la puerta abierta y estaba dispuesto para recibir al forastero. Habrá pocas obras más nobles que la de darle hospitalidad a un forastero en un hogar cristiano. El círculo familiar cristiano debería ser siempre lo suficientemente amplio como para hacerle sitio a un extranjero, independientemente de su origen o del color de su piel.[11]
b. En el versículo 7, Juan dice que se han puesto en camino por causa del Nombre, y no aceptan ayuda de los paganos. (Es posible que este versículo se refiera a los que dejaban el paganismo sin llevarse nada consigo, los que por causa de su fe habían dejado su hogar y trabajo y amigos, y no tenían medios de subsistencia.) En el mundo antiguo eran muy conocidos «los frailes mendicantes», con su bolsita. Hay referencias, por ejemplo, a uno que se denominaba «el esclavo de la diosa siria», que salía a pedir limosna y aseguraba que nunca volvía con menos de setenta bolsas de dinero para su diosa. Pero los predicadores ambulantes cristianos no aceptaban nada de los paganos, aunque se lo ofrecieran.
c. Juan recomienda a estos aventureros de la fe a la hospitalidad y generosidad de Gayo. Dice que es un deber ayudarlos para mostrar que somos colaboradores de la verdad (8).[12]
d. Gayo no solo abrió su casa, sino también su corazón y su mano para ayudar económicamente a sus invitados. La frase “harás bien en encaminarlos… para que continúen en su viaje” quiere decir ayudarlos en su viaje. Esto tal vez haya incluido proveerles dinero y comida, así como lavar y remendar la ropa (ve 1 Corintios 16:6; Tito 3:13). Después de todo, nuestra fe debe demostrarse por nuestras obras (Santiago 2:14–16), y nuestro amor debe expresarse del mismo modo, no solo con palabras (1 Juan 3:16–18). ¿Qué motiva este ministerio práctico para los santos?
i. Primero, honra a Dios. Cuanto más nos sacrificamos para servir a otros, más nos “parecemos a Dios”. “Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo” (Colosenses 1:10). Como estos ministros itinerantes representaban el nombre del Señor, cualquier servicio a favor de ellos era un servicio a Jesucristo (Mateo 10:40; 25:34–40).[13]
ii. Un segundo motivo es que sustentar a los siervos de Dios es un testimonio a los perdidos (v. 7). Ten presente que había muchos maestros itinerantes en esa época, que hablaban de sus ideas y pedían dinero. En tanto que el Señor Jesús enseñó claramente que los siervos de Dios merecen sustento (Lucas 10:7), la norma en el Nuevo Testamento es que este viene del pueblo de Dios. “Sin aceptar nada de los gentiles” quiere decir que estos obreros itinerantes no pedían ayuda a los incrédulos. Abraham tenía la misma norma (Génesis 14:21–24), aunque él no impuso a sus compañeros que adoptaran esta norma. Cuando se colecta la ofrenda, muchos pastores dicen claramente que no están pidiendo nada a los incrédulos de la congregación.[14]
iii. La tercera motivación para servir es obediencia a Dios. “Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas” (v. 8). Este ministerio de hospitalidad y sostenimiento no es solo una oportunidad, sino también una obligación. Gálatas 6:6–10 dice con claridad que los que reciben bendiciones espirituales del ministro de la Palabra de Dios también deben compartir con él las bendiciones materiales; 1 Corintios 9:7–11 explica más este principio. Como un diácono me lo expresó en la primera iglesia en que fui pastor: “¡Uno paga por la alimentación donde recibe la comida!”. Es contrario a la Biblia que los miembros de la iglesia envíen sus diezmos y ofrendas por todo el mundo y descuiden el sustento del ministerio de su propia iglesia local.[15]
iv. Juan da una cuarta motivación en el versículo 8: “para que cooperemos con la verdad”. Gayo no solo recibió la verdad y andaba en ella, sino que también era un “cooperador” que ayudaba a promoverla. No sabemos cuáles eran sus dones espirituales ni cómo servía en la congregación, pero sí sabemos que Gayo cooperaba para extender y defender la verdad al ayudar a los que la enseñaban y predicaban.[16]
e. Una cosa es luchar contra la apostasía y rehusarse a recibir a los falsos maestros, pero otra muy distinta es abrir nuestras casas (y billeteras) para promover la verdad. Necesitamos tanto lo negativo como lo positivo. Hacen falta más personas como Gayo que gozan de salud espiritual, son obedientes a la Palabra y comparten lo que tienen para promover la verdad. Pero, ay, ¡no todos son como él! Ahora pasamos a una clase completamente diferente de creyente.[17]
[1] William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2006), 1077.
[2] William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2006), 1077.
[3] William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2006), 1077.
[4] Warren W. Wiersbe, Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas, (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2013), 131–132.
[5] Warren W. Wiersbe, Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas, (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2013), 132–133.
[6] C. H. Spurgeon, Sermones de Spurgeon—Volumen 2, 1148.a ed., (Mexico: Allan Román, 2011), 19:1–2.
[7] C. H. Spurgeon, Sermones de Spurgeon—Volumen 2, 1148.a ed., (Mexico: Allan Román, 2011), 19:3.
[8] C. H. Spurgeon, Sermones de Spurgeon—Volumen 2, 1148.a ed., (Mexico: Allan Román, 2011), 19:4.
[9] C. H. Spurgeon, Sermones de Spurgeon—Volumen 2, 1148.a ed., (Mexico: Allan Román, 2011), 19:5.
[10] C. H. Spurgeon, Sermones de Spurgeon—Volumen 2, 1148.a ed., (Mexico: Allan Román, 2011), 19:8.
[11] William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2006), 1077–1078.
[12] William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2006), 1078.
[13] Warren W. Wiersbe, Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas, (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2013), 134.
[14] Warren W. Wiersbe, Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas, (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2013), 134–135.
[15] Warren W. Wiersbe, Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas, (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2013), 135.
[16] Warren W. Wiersbe, Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas, (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2013), 135–136.
[17] Warren W. Wiersbe, Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas, (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2013), 136.
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