Jesús bendice a los niños

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Los niños son de Jesus

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Jesús bendice a los niños

Le fueron presentados.

Los judíos acostumbraban a llevar a sus hijos pequeños a algún rabino para que los bendijera (DTG 472).

Les reprendieron.

Los discípulos no comprendieron en absoluto a Jesús.
Consideraron que este pedido significaba una pérdida de tiempo para su Maestro y pensaron que era una interrupción innecesaria en lo que para ellos era la tarea más importante, la de predicar el Evangelio a los adultos.
Pensaron que estaban protegiendo a Jesús de quienes lo molestaban.
Según Marcos, Jesús se indignó por la actitud de los discípulos (cap. 10:14).
Dejad a los niños.
Es evidente que Jesús amaba a los niños y que ellos lo amaban a él.
Apreciaba su amor sincero y su afecto sin artificios.
Se interesaba en ellos y los quería.
En más de una ocasión hizo referencia a las características y a los intereses de los niños a fin de ilustrar alguna verdad espiritual (cap. 11:16–17; 18:2–4; etc.).

No se lo impidáis.

Literalmente, “no sigáis impidiéndolos”.
Cualquiera que haga que a los niños les resulte difícil encontrar al Maestro, sin duda será objeto del desagrado divino y de la severa reprensión de Cristo.
Hay lugar para los niños en el reino de la gracia divina.
En el hogar, en la escuela, en la iglesia, las necesidades y los intereses de los niños siempre deben tenerse en cuenta como de la mayor importancia.
Todos los que tienen alguna relación con los niños, o que puedan tener voz en las decisiones que los afectan, deben cuidarse de no hacer nada que pueda dificultar que lleguen hasta Jesús.

De los tales. Ver com. cap. 18:3.

Los discípulos estaban discutiendo quién sería el mayor en el reino de los cielos porque no comprendían la verdadera naturaleza del reino de la gracia divina (Mat. 18:1; DTG 402).
Pero había una razón más importante por la cual discutían: no estaban verdaderamente convertidos (DTG 402).
Si no se volvían para seguir a Cristo, si no se negaban a sí mismos como lo había hecho él (Fil. 2:6–8), sus deseos se identificarían cada vez más con los del maligno (Juan 8:44).
Por eso Jesús procuró hacerles entender el principio de la verdadera grandeza (ver com. Mar. 9:35).
Si los discípulos no aprendían este principio, ni siquiera entrarían en el reino, y mucho menos tendrían elevados puestos en él.

Puesto sobre ellos las manos. Cf. com. Mar. 10:16.

El toque de Jesús que tantas veces había impartido salud a los enfermos, fue en esta ocasión una fuente de bendición para los niños.
Jesús no bautizó a los niños sino que sencillamente los encomendó al amor y al cuidado del Padre.
Dedicación de niños
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