Jesús el Rey

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En medio de una elecciones trascendentales, como en las que estamos, nos cae bien recordar dónde está nuestra verdadera ciudadanía, y quien es nuestro verdadero soberano.

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Todos ellos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.
(Hechos 17.7)
El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían:
«Los reinos del mundo han venido a ser
de nuestro Señor y de su Cristo;
y él reinará
por los siglos de los siglos»
(Apocalipsis 11.15)
En su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.
(Apocalipsis 19:16)
Hay en mi tierra una parroquia llamada Cristo Rey, es más bien pequeña y es más conocida porque a su lado está una prestigiosa universidad, y por la cancha de fútbol ubicada en el parque justo en frente de ella.
Cristo Rey no significa mucho en el argot popular de la gente de Bucaramanga, pero es de Cristo como rey que quiero hablarles unos minutos en esta mañana.
En medio de una elecciones trascendentales, como en las que estamos, nos cae bien recordar dónde está nuestra verdadera ciudadanía.
Todo el alboroto que se generó en Jerusalén, con el nacimiento de Cristo en Belén, tenía que ver precisamente con que él iba a reinar, que sería el rey tan anunciado por los profetas y añorado por los fieles israelitas:
Porque un niño nos ha nacido,
hijo nos ha sido dado,
y el principado sobre su hombro.
Se llamará su nombre
“Admirable consejero”, “Dios fuerte”,
“Padre eterno”, “Príncipe de paz”.
Lo dilatado de su imperio
y la paz no tendrán límite
sobre el trono de David
y sobre su reino,
disponiéndolo y confirmándolo
en juicio y en justicia
desde ahora y para siempre. (Is 9:6–7).
Las profecías anunciaban un rey que establecería la justicia en la tierra:
Vienen días,
dice Jehová,
en que levantaré a David renuevo justo,
y reinará como Rey, el cual será dichoso
y actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra.
En sus días será salvo Judá,
e Israel habitará confiado;
y este será su nombre con el cual lo llamarán:
“Jehová, justicia nuestra”. (Je 23:5–6).
En la anunciación, el ángel le dijo a María, la virgen, respecto a su hijo:
—María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin. (Lk 1:30–33).
Cuando nació aparecieron en Jerusalén unas personalidades provenientes del oriente preguntando por el Rey que había nacido, nótese que no preguntaron por un príncipe, sino por el rey:
Cuando Jesús nació, en Belén de Judea, en días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos sabios, preguntando:
—¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo. (Mt 2:1–2).
Y la tormenta política se acrecentó precisamente porque los que estaban gobernando sintieron que su puesto tambaleaba…
Al oir esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. (Mt 2:3).
Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios y se cercioró del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. (Mt 2:7).
Pero los sabios fueron a Belén y adoraron al niño.
Después que partieron ellos, un ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Permanece allá hasta que yo te diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo».
Entonces él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: «De Egipto llamé a mi Hijo».
Herodes entonces, cuando se vio burlado por los sabios, se enojó mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo indicado por los sabios. (Mt 2:13–16).
El rey Herodes el grande, que ni siquiera era judío, y por lo tanto no tenía derecho legítimo al trono, mandó matar al niño Jesús, porque no quería dejarle el puesto que había estado usurpando con el beneplácito de los romanos.
Y es que la cosmovisión de la sociedad, y específicamente en cuestiones de gobierno de política en tiempos de Jesús, era muy distinta a la que nos han metido en la cabeza a nosotros, la democracia participativa.
En ese entonces lo operante era la monarquía absoluta: todo el poder centrado en el soberano. Ahí no había división de poderes ni nada de eso. El legislativo, el ejecutivo, el judicial, estaban centrados en un solo personaje, el rey. Y los romanos le habían añadido el poder religioso al hacer al emperador el Sumo Pontífice, y añadiéndole el título de Augusto: divino, sagrado, el hijo de los dioses.
Si nos metemos un poquito en ese contexto histórico podemos imaginarnos lo que significa que en una pequeña aldea haya nacido alguien que había sido esperado por milenios, y que comenzara a llamarse no solo el ungido, el Cristo, el Rey, sino también como el Hijo de Dios, y que comenzara a ejercer ciertas atribuciones religiosas, no solo como Sacerdote, sino como el mismísimo Dios en persona.
¡Eso era una revolución!
Y eso es lo que precisamente es el reino de Dios.
El evangelio de Mateo inicia con el establecimiento de la legitimidad dinástica del Jesús como monarca, era el hijo de David, pero su genealogía se remonta hasta en Abraham, porque con Abraham inició el pueblo del pacto, y eso era muy importante tenerlo bien claro, especialmente para los judíos.
Pero Lucas, que no es judío, se interesa por demostrar que Jesús no es solo rey de los judíos, sino del mundo entero, por eso en su genealogía llega hasta Adán, que fue hijo de Dios.
Este inicio de los evangelios con genealogía es muy importante para demostrar que Jesucristo tiene derecho legal al trono.
Pero asombroso que Juan, el evangelista, se remonte hasta antes de Adán, hasta El Principio, antes de que todo existiera ya existía el Rey del Universo, que no es otro sino el mismo que se hizo carne y apareció entre los hombres.
Pero volviendo a la monarquía…
Un rey lo podía ser rey por su ascendencia, por ser el heredero al trono, el principe heredero. O por ejercer su poderío y obtener conquistas militares, porque con sus victorias en las guerras, hacían súbditos a los conquistados, sometiendo a sus enemigos vencidos.
Del primer modo es Jesús presentado en el inicio del N.T. es el rey que los judíos estaban esperando ¿Dónde está el Rey?
Los hermanos de Jesús le decían, quizás en tono burlesco, si quieres ser rey tienes que darte a conocer…
Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos, y le dijeron sus hermanos:
—Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.
Ni aun sus hermanos creían en él. (Jn 7:2–5).
Pero cuando él se manifestó públicamente sí hablaba de un reino:
Después que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!». (Mk 1:14–15).
El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: “Helo aquí”, o “Helo allí”, porque el reino de Dios está entre vosotros. (Lk 17:20–21).
En las parábolas el tema era el reino:
Otra parábola les refirió, diciendo: «El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Esta es a la verdad la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas».
Otra parábola les dijo: «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado». (Mt 13:31–33).
La pregunta final de los discípulos antes de la ascensión fue:
—Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Ac 1:6).
Porque como todos los que esperaban el Mesías, tenían la esperanza en un rey que se sentara en el trono de David y reinara sobre Israel.
De eso hablaban los dos que iban camino a Emaús, cuando Jesús e les acercó y les preguntó de qué hablaban. Cuando ellos le preguntaron si él era el único forastero que no sabe los ue había pasado esos días…
Él les preguntó:
—¿Qué ha pasado?
Le dijeron:
—Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. teníamos la esperanza de que él sería el que había de libertar a la nación de Israel. (Lk 24:19–21).
Pero Jesús dijo: Mi reino no es de este mundo.
Recuerden el dialogo de Jesús con Pilato:
Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
—¿Eres tú el Rey de los judíos?
Jesús le respondió:
—¿Dices tú esto por ti mismo o te lo han dicho otros de mí?
Pilato le respondió:
—¿Soy yo acaso judío? Tu nación y los principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Respondió Jesús:
—Mi Reino no es de este mundo; si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.
Le dijo entonces Pilato:
—Luego, ¿eres tú rey?
Respondió Jesús:
—Tú dices que yo soy rey. (Jn 18:33–37)
 Los soldados entretejieron una corona de espinas y la pusieron sobre su cabeza, y lo vistieron con un manto de púrpura, y le decían:
—¡Salve, Rey de los judíos!—y le daban bofetadas.
Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo:
—Mirad, os lo traigo fuera para que entendáis que ningún delito hallo en él.
Y salió Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo:
—¡Este es el hombre!
Cuando lo vieron los principales sacerdotes y los guardias, dieron voces diciendo:
—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
—Tomadlo vosotros y crucificadlo, porque yo no hallo delito en él.
Los judíos le respondieron:
—Nosotros tenemos una ley y, según nuestra ley, debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús:
—¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le respondió. Entonces le dijo Pilato:
—¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte y autoridad para soltarte?
Respondió Jesús:
—Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te fuera dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.
Desde entonces procuraba Pilato soltarlo, pero los judíos daban voces diciendo:
—Si a este sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone.
Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado El Enlosado, en hebreo, Gábata. Era la preparación de la Pascua y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos:
—¡Aquí tenéis a vuestro Rey!
Pero ellos gritaron:
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
—¿A vuestro Rey he de crucificar?
Respondieron los principales sacerdotes:
—¡No tenemos más rey que César!
Así que entonces lo entregó a ellos para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús y se lo llevaron.
Él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, en hebreo, Gólgota. Allí lo crucificaron con otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: «Jesús Nazareno, Rey de los judíos». Muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos:
—No escribas: “Rey de los judíos”, sino: “Este dijo: Soy rey de los judíos”.
Respondió Pilato:
—Lo que he escrito, he escrito. (Jn 19:2–22).
El Reino de Dios no es simplemente una monarquía establecida en la tierra, es mucho más que eso, es una Teocracia, es el gobierno absoluto y exclusivo de Dios.
Ellos esperaban el reino material, pero el rey inauguró el gobierno en el corazón de los hombres, inauguró un gobierno espiritual, pero el reino material ya vendrá…
Y atención porque hay una razón de ser de esa inauguración del reino primero en el área espiritual.
Ahora que les hablaba de la introducción del Evangelio de Juan, les mencionaba de la existencia del Rey desde el principio, antes que todas las cosas existieran.
Y es que cuando Dios creó todo lo que vemos visible e invisible, él era el rey, el rey Jehová de los ejércitos, era el único soberano del universo. Pero hubo una sublevación en el mundo espiritual, el pecado no se originó en Edén, en Edén entró el pecado en el mundo, pero donde inició el pecado, donde primero se llegó a cuestionar el gobierno soberano de Dios no fue en el planeta tierra, fue en ese mundo de los espíritus.
Y la rebelión fue precisamente por no estar conformes con el gobierno soberano de Dios. El rebelde cuestionó la autoridad del Soberano, le cuestionó su plan de gobierno, y le presentó un programa de gobierno alterno:
Satanás, que en ese entonces era uno de los principales subalternos del único soberano Jehová de los ejércitos, se llenó de orgullo y dijo: yo seré como Dios, yo puedo ser igual a él, así que no tengo porque esperar a que él me diga qué hacer y qué no hacer. Yo también puedo decidir lo que es bueno y lo que es malo. Y armó la revuelta!
Su slogan de gobierno fue: “Nosotros todos podemos ser como Dios y el libre albedrío debe incluir el ser libres de la voluntad de Dios, que cada quien haga lo que bien quiera.”
¿Les suena conocido ese argumento?
Tenga en cuenta que lo que se cuestionaba era el gobierno soberano y absoluto de Dios.
Y la sublevación fue tan grande que un tercio de la creación espiritual siguió al rebelde.
Pero el programa de Dios sigue siendo el mismo: Él es soberano, él decide porque su conocimiento y sabiduría es infinita, y le debemos estar sujetos porque nos ama de tal modo que lo único que desea para nosotros es el bien.
Entendamos bien eso. Porque ser cristiano es convetirnos del libre albedrío, de la anarquía total a la dependencia absoluta de Dios. Que lleguemos de verdad a ser verdaderos súbditos del rey.
Pero así como el rebelde armó la revuelta en el mundo espiritual, también se presentó una vez en la creación física con el mismo argumento y logró que la humanidad se sublevara contra Dios.
Así que tanto en lo espiritual como en lo material hay un gobierno subversivo, un gobierno ilegítimo y engañoso.
¡Pero cuidado porque apareció el rey verdadero!
Pero si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
»Mientras el hombre fuerte y armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. Pero cuando viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas las armas en que confiaba y reparte el botín. (Lk 11:20–22).
¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra,
que trastornaba los reinos,
que puso el mundo como un desierto,
que asoló sus ciudades,
que a sus presos nunca les abrió la cárcel? (Is 14:16–17).
Así que un día Jesús se paró en una sinagoga y comenzó a leer en voz alta:
El espíritu de Jehová, el Señor, está sobre mí,
porque me ha ungido Jehová.
Me ha enviado a predicar buenas noticias a los pobres,
a vendar a los quebrantados de corazón,
a publicar libertad a los cautivos
y a los prisioneros apertura de la cárcel;
a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová. (Is 61:1–2).
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oir la sabiduría de Salomón, y en este lugar hay alguien que es más que Salomón. (Lk 11:31).
Porque de tanta mayor gloria que Moisés es estimado digno este, cuanto mayor honra que la casa tiene el que la hizo. Toda casa es hecha por alguien; pero el que hizo todas las cosas es Dios. (Heb 3:3–4).
La luz verdadera que alumbra a todo hombre
venía a este mundo.
En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por medio de él;
pero el mundo no lo conoció.
A lo suyo vino,
pero los suyos no lo recibieron.
Mas a todos los que lo recibieron,
a quienes creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Estos no nacieron de sangre,
ni por voluntad de carne,
ni por voluntad de varón,
sino de Dios.
Y el Verbo se hizo carne
y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad;
y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre. (Jn 1:9–14).
El rey vino en persona, pero no le reconocieron…
Pero eso sí, el rey sí dejó ver sus credenciales de autoridad, los milagros fueron sus credenciales:
conversión del agua e vinoalimentación de las multitudessanidad a los enfermosel viento y el marvida a los muertospero recuerde que lo primero que hizo fue mostrar su autoridad en el mundo espiritual. Puso a cada demonio en su puesto.
Lo que estaba haciendo era conquistándolo todo, sujetando todo bajo sus pies.…
Y en gran manera se maravillaban, diciendo:
—Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oir y a los mudos hablar. (Mk 7:37).
¡Él tiene el cetro en su mano!
Él ya conquistó el mundo espiritual:
Y despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (Col 2:15).
Y el mundo material también se doblegará ante Jesucristo. Espere siete añitos no más, después de que nos arrebate Jesucristo con Él, y lo verá..,
Usted tal vez no le presta atención a esto, pero el diablo sí, el diablo sí sabe que le queda poco tiempo.
Pero las estrategias del diablo no le sorprenden a Jesús.
Cristo ya lo venció.
¿Para qué el milenio?
para que en el nombre de Jesús
se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre. (Php 2:10–11).
El milenio se inaugurará con la manifestación gloriosa del Rey de Reyes y Señor de Señores.
El milenio es la respuesta al sublevado, que va estar preso durante mil años.
Se demostrará cómo ese plan original del rey sí funciona. Mil años de paz!
El rey Jesús puede administrar verdadera justicia porque él conoce perfectamente bien lo que hay en el corazón del hombre.
La capacidad administrativa y de gobierno de Jesús para ser el rey del universo entero, quedará más que demostrada durante mil años en esta tierra.
¡Y nosotros vendremos y reinaremos con él!
Termino con esto:
Hermanos: ¡Jesús no tuvo que esperar a resucitar para ser declarado Señor!
Su resurrección confirmó lo que él es, y eso sí, sirvió además para conquistar la muerte misma, pero Jesús nació siendo el Señor y Rey.
¿Recuerda lo que dijeron los ángeles a los pastores?
—No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. (Lk 2:10–11).
Conozca bien a quién es a quien servimos, quién es el que nos gobierna.
Él ya ha establecido su reino en el corazón de los que le reconocemos como Señor y Rey… Cosa que al final todos harán: ¡Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará!
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