La Humildad.

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Introducción:

¿Cuántas veces no se nos ha hecho difícil soportar a alguien? ¿Te ha pasado que te es fácil ver los defectos en los demás? ¿No te es fácil servir o hacer un favor a otros? ¿Cuando te piden que hagas algo te molesta? ¿Sientes que otros no valoran tus capacidades? Todas estas son señales de una enfermedad espiritual causada por la falta de un elemento importante que sin el cual no podemos crecer correctamente en nuestra vida. Es la falta de humildad.
Richard Baxter: “La h. no es solo un adorno para el cristiano, sino una parte esencial de una nueva criatura. Ser cristiano y no ser humilde es una contradicción de términos”
Definición:

HUMILDAD. Aquella actitud que reconoce el propio lugar bajo la condición de criatura de Dios, opuesta a la presunción, afectación u orgullo. La persona humilde reconoce su dependencia de Dios, no busca el dominio sobre sus semejantes, sino que aprende a darles valor por encima de sí mismo (Job 22:29; Sal. 10:17; Pr. 3:34; 29:23; Is. 57:15; Ro. 12:16). Dios mismo atiende a los humildes (2 Co. 7:6), y les da gracia (1 P. 5:5). A su tiempo, Dios exaltará a los humildes sobre los soberbios que los oprimen (Sal. 147:6; Lc. 1:52). El Señor Jesús es el paradigma de la humildad, pues siendo Dios de gloria, se humilló asumiendo naturaleza humana, y dio en todos sus pasos el verdadero ejemplo de humildad en todos sus tratos con los que le rodeaban (Mt. 11:29; cfr. Jn. 13:2–14; Mt. 23:8–12; Mr. 10:42–45). La verdadera humildad se distingue de la forma falsa de humildad que lleva a una hipocresía. Se trata, más que de un voluntario desprecio de uno mismo, de una honesta valoración de uno mismo como criatura y de la adquisición de la consciencia de que nada somos ni tenemos que no nos haya sido dado por Dios, y que todo ello es a fin de que podamos servir con la actitud de corazón regida por el Espíritu Santo, y descrita, bajo el nombre de «fruto del Espíritu», en su multiformidad en Gá. 5:22, 23.

1. Es aceptar nuestro lugar delante de Dios.

1 Pedro 5:5–6 RVR60
5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. 6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
Marcos 10:35–45 RVR60
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. 36 El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? 37 Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. 38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? 39 Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; 40 pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado. 41 Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan. 42 Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. 43 Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 44 y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. 45 Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

2. Es ser fiel en servir a nuestro prójimo.

Juan 13:1–17 RVR60
1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase,3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. 12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
Filipenses 2:3–11 RVR60
3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

3. Es tener un correcto concepto de nosotros mismos.

Romanos 12:3–5 RVR60
3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. 4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

Algunas cosas que nos ayudarán a ser humildes:

1. Escuchar: recuperar la capacidad de sentir la gloria y la majestad de Dios al escuchar la Palabra de Dios predicada o leída. La escucha y la lectura de la Palabra de Dios es la forma principal en la cual Dios obra la humildad y nosotros la manifestamos.

2. Relacionarse: la H. enriquece la comunión y la comunión alienta la humildad. Muy a menuda la compañía incita nuestro orgullo; reunirnos con los que están en soledad o angustia puede enseñarnos humildad.

3. Sufrir: someternos bajo la mano de Dios en enfermad, aflicciones, pruebas y persecución. No procures que se vayan estas cosas hasta que hayas aprendido bien acerca de tu debilidad y te hayas apoyado en la fuerza de Dios.

Conclusión:

A.W. Tozer: “es dudoso que Dios pueda bendecir a un hombre hasta que no lo haya herido profundamente”
CH. Spurgeon: “La H. nos hace estar preparados para ser bendecidos por el Dios de toda gracia y nos prepara para tratar eficientemente con nuestro prójimo”
Isaías 66:1–2 RVR60
1 Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo?2 Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.
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