Sardis 3

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Sardis 3

La semana pasada vimos, cómo el Señor les dice que vuelvan, que si bien están muertos, ÉL puede y quiere volverlos a la vida. Veamos cómo termina la carta a Sardis. La ciudad de los muertos vivientes.
Todos los que salgan vencedores serán vestidos de blanco. Nunca borraré sus nombres del libro de la vida, sino que anunciaré delante de mi Padre y de sus ángeles que ellos me pertenecen.” (Apocalipsis 3:5, NTV)
Los que salgan vencedores, serán vestidos por alguien, yo creo que por el Señor mismo. El que vence recibirá el mismo galardón que los que no han ensuciado sus vestiduras; en SU presencia, lo único que verás serán personas con vestiduras blancas, no podrás saber, quién había tenido tan manchada su ropa anterior y quién la tenía casi limpia.
NOMBRES ESCRITOS EN EL LIBRO Además, sus nombres están escritos en el libro de la vida. En las ciudades antiguas se guardaba un registro de sus ciudadanos, los nombres de los muertos eran borrados. Así los que creen que viven pero están muertos, son borrados de la lista de Dios de los ciudadanos, herederos de la vida eterna. Aclaramos, no que alguna vez estuvieron en SU libro, pero para que lo entendamos nosotros, los que tenían buena fama de piedad, se supondría estaban en el libro y estaban entre los que estaban en el camino de la salvación, pero esos privilegios y el hecho que podrían haber sido salvos, no les aprovecharán de nada. El hubiera no existe.
Hay ejemplos en la Palabra
Ahora, si sólo perdonaras su pecado; pero si no, ¡borra mi nombre del registro que has escrito!” (Éxodo 32:32, NTV)
En el sentido de los llamados, muchos son alistados entre los llamados a la salvación, pero no serán hallados al fin entre los elegidos. La salvación está abierta para todos y está pendiente (humanamente hablando) en el caso de los aquí mencionados.
DELANTE DE MI PADRE Y ÁNGELES. La misma promesa de la confesión por Cristo delante de Su Padre.
»Todo aquel que me reconozca en público aquí en la tierra también lo reconoceré delante de mi Padre en el cielo; pero al que me niegue aquí en la tierra también yo lo negaré delante de mi Padre en el cielo.” (Mateo 10:32–33, NTV) [1]
AL VENCEDOR
Al vencedor Jesús prometes 3 bendiciones. Primera, serán vestido de vestiduras blancas.
Al vencedor, Jesús promete tres bendiciones. Primera, “será vestido de vestiduras blancas”, que es la justicia de Dios que los hace aceptos delante de él. En segundo lugar, Cristo promete: “de ninguna manera quitaré su nombre del libro de la vida”. Es una promesa de la seguridad de la salvación. Algunos interpretan que sólo los nombres de los creyentes están escritos en ese libro, y que no hay peligro de que alguno sea borrado de él. Sin embargo, otros intérpretes sugieren que el libro tiene los nombres de todas las personas por las cuales Cristo murió—de toda la humanidad. Entonces, los que no creen en Cristo son borrados del libro. Pero los que son creyentes tienen la seguridad de que sus nombres estarán siempre en el libro del Cordero.
La tercera bendición es que Cristo confesará el nombre del vencedor delante del Padre y de sus ángeles (comp. Mateo 10:32; Lucas 12:8–9). Esta promesa sugiere que algunos miembros de la iglesia de Sardis, o tal vez muchos que habían profesado ser cristianos, se habían rendido a las presiones de la cultura y de otras religiones.
Quienes visten las prístinas vestiduras de la sangre y justicia del Cordero tienen sus nombres escritos en el libro de la vida (versículo 5). La certeza de la elección eterna se reafirma con la promesa de Jesús: “No borraré su nombre del libro de la vida” (versículo 5). El Padre nos escogió por causa de su Hijo desde la eternidad (Efesios 1:4). Por esa razón Jesús nos asegura: “Mi Padre, que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:29).
El libro de la vida simboliza el registro que hace Dios de los escogidos. El salmista escribe que los nombres que fueron borrados de este libro perdieron su salvación eterna: “¡Pon maldad sobre su maldad y no entren en tu justicia! ¡Sean borrados del libro de los vivientes y no sean inscritos con los justos!” (Salmo 69:27, 28; compare con Éxodo 32:32). Los que aparecen en el libro tienen la seguridad de una eternidad junto a Dios: “En aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro” (Daniel 12:1). El libro de la vida se menciona en diversas partes de Apocalipsis (13:8; 17:8; 20:12; 21:27).
Jesús confesará delante de su Padre y de sus ángeles a sus escogidos (versículo 5). Nuestro Señor declarará en voz alta que nos conoce. El acto de “confesar” significa dar un testimonio público y formal del nombre de los creyentes. El reconocimiento que Jesús hace de los escogidos será una admisión de la fe de ellos en él. Jesús prometió: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:32). De los que no admitieron abiertamente su fe en Cristo durante su vida terrenal, Jesús confesará en el último día: “Nunca os conocí” (Mateo 7:23).
Esta carta termina con otra urgente exhortación a escuchar el mensaje que le da Espíritu Santo a la congregación de Sardis.[2]
Los dedicados seguidores de Jesús caminarán con él y se visten con ropa blanca. El color blanco en este texto significa pureza y santidad. Sus ropas blancas son una envoltura que el Señor les da como un manto de justicia (véase Is. 61:10). Estos pocos fieles son dignos. Es decir, a los ojos de Jesús se los declara dignos, no por sus propios logros sino por los de él. Sus así llamadas buenas obras propias no son nada más que harapos sucios (Is. 64:6). Pero al escuchar en obediencia la voz de Jesús y al seguir sus huellas (véase Ap. 14:4), son declarados dignos, gracias a la expiación de él.
5. «Quien triunfe será pues vestido con ropas blancas. Nunca borraré su nombre del libro de vida, y confesaré su nombre delante del Padre y delante de sus ángeles. 6. Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias».
a. «Quien triunfe será pues vestido con ropas blancas». Resulta evidente el típico paralelismo hebreo, ya que el escritor relaciona la referencia anterior a la ropa blanca con el concepto de triunfar (véase 2:7). La persona que resiste hasta el fin será salvada y triunfará en Cristo (Mt. 24:13). Los pocos cristianos fieles en Sardis son los que vencen las tentaciones y pruebas en el curso de la vida. Pero ¿cuál es la importancia de la palabra pues? Parece natural tomar el adverbio en su contexto del versículo anterior (v. 4b) y decir que «pues» debería asociarse con las ropas blancas como consecuencia de caminar con Jesús.
Nótese la voz pasiva en el verbo será vestido, que denota que Dios ha dado las ropas al vencedor. Las ropas son los actos justos de los santos (19:8). El color blanco denota pureza, y así los santos que van vestidos con ropas blancas son santos en la presencia de Dios (7:9, 13).
b. «Nunca borraré su nombre del libro de vida». He aquí una promesa que se redacta en fuertes términos negativos para dar tranquilidad a los cristianos fieles en Sardis. Les asegura que están absolutamente a salvo y seguros. Sus nombres han sido inscritos en el libro de vida y nuca serán borrados. En otra parte, Dios da testimonio a su pueblo, «Grabada te llevo en las palmas de mis manos» (Is. 49:16). Está vinculado en forma inseparable con ellos, porque son la niña de sus ojos. (Dt. 32:10; Sal. 17:8; Zac. 2:8). Juan revela que los nombres inscritos en ese libro de vida lo han estado desde la fundación de la tierra (17:8).
El pueblo judío mantenía un registro minucioso de estadísticas vitales. Cuando los judíos regresaron del exilio, se elaboraron listas para inscribir a las familias (Neh. 7:5–6; 12:22–24). En tiempos de Ezequiel se practicaba la exclusión de ciertas personas de los registros de la casa de Israel. A los falsos profetas se los excluía por completo y se los expulsaba de la tierra de Israel (Ez. 13:9). Los romanos borraban de los registros el nombre de un criminal antes de darle muerte; a los cristianos que se negaban a rendir culto al César como Señor se los consideraba como convictos, por lo que debían perder su ciudadanía. Jesús asegura a los fieles en Sardis que sus nombres nunca serán borrados del libro de vida. Los que habían profesado el nombre de Jesús pero cuyo estilo de vida no estaba acorde con dicha profesión nunca tuvieron los nombres inscritos en el «libro de vida». Jesús les dice que nunca los conoció y les manda que se aparten de él (Mt. 7:21–23).
La frase «libro de vida» es significativa porque difiere de la de «registro civil»; aquel está en el cielo, éste en la tierra. En Apocalipsis, el libro de vida es donde están escritos los nombres de quienes han recibido el don de la vida eterna (3:5; 13:8; 17:8; 20:12, 15; 21:27; y ver Lc. 10:20; Fil. 4:3; Heb. 12:23). En el Antiguo Testamento, «ser borrado del libro» en la tierra significa «morir», o sea, suprimirlo del registro civil (Éx. 32:32, 33; Sal. 69:28; Dn. 12:1).
c. «Confesaré su nombre delante del Padre y delante de sus ángeles». Se trata de una palabra de Jesús que pronunció durante su ministerio terrenal y repitió con pequeñas variaciones:
- «A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo» (Mt. 10:32).
- «Les aseguro que a cualquiera que me reconozca delante de la gente, también el Hijo del hombre lo reconocerá delante de los ángeles de Dios» (Lc. 12:8).
- «A quien me confiese delante de los hombres, lo confesaré delante de mi Padre» (2 Clem. 3.2).
Un himno cristiano primitivo afirma que Jesús repudiará a quien lo repudie (2 Ti. 2:12), y el paralelo es que, delante de Dios Padre, Jesús honra a quienes lo honran (1 S. 2:30). En los tribunales más elevados del cielo delante de Dios y de sus ángeles, Jesús confiesa los nombres de aquellos que confiesan su nombre en la tierra. Jesús es uno con su pueblo y no se avergüenza de llamarlos sus hermanos y hermanas (Heb. 2:11).
d. «Quien tenga oído escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias». Es el estribillo que se repite en cada una de las siete cartas. El Espíritu Santo habla a todas las iglesias y no sólo a la congregación de Sardis.[3]
«Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas». Unos pocos nombres. El Padre Celestial conocía por nombre a estas personas. Él las conocía individual y separadamente. Dios sabía precisamente quiénes eran y lo que eran. Él conoce a los suyos. Son como luces resplandecientes en medio de las tinieblas de este mundo. Estas pocas personas que no ensuciaron sus vestiduras de gracia aquí, luego serían vestidas de las vestiduras blancas de gloria. Blanco significa santidad, pureza, perfección y alegría (Is. 61:10; Ap. 19:8).
Cuando los habitantes terrenales mueren, se borran sus nombres de los registros; los nombres de los vencedores espirituales jamás serán borrados; su gloriosa vida permanecerá. ¡Cristo mismo los confesará públicamente como suyos! Hará esto delante del Padre y delante de sus ángeles. (Véase Mt. 10:32; Lc. 12:8, 9).[4]
Beneficios de los Vencedores
De esta manera, el que venza será vestido con vestidura blanca; y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
3:5a El que venza está vestido de “blanco” (definido en 3:18 como un vestido justo) y su nombre será conocido frente al Padre y los ángeles. El verbo “nunca borraré” (ou me, es la forma de negación más fuerte en el Griego Koine) o nunca le eliminaré del Libro de la Vida. Esta es una declaración categórica, que no tiene una amenaza implícita que sugiera que alguien podría ser borrado. Juan se refiere seis veces al Libro de la Vida (13:8; 17:8; 20:13, 15; 21:27), lo cual reitera su existencia. Los no salvos son aquellos que nunca han sido inscritos en el Libro (Ro 13:8; 16:8), no que han sido borrados. Moisés hizo referencia a alguien que había “pecado contra Mí, Yo lo borraré de Mi libro” (Ex 32:33). El Libro de la Vida no es mencionado por Moisés, sino más bien habló del libro o “rollo de la vida” (Sal 69:28).17 La “presciencia” de Dios (1 Pe 1:2) conocía desde la eternidad pasada a todos aquellos que responderían a Cristo por fe y escribió sus nombres en el Libro antes de que el tiempo comience. ¡Asombroso!
Reflexión: ¿Cómo nos preparó para la eternidad según He 12:23?
3:5b Si Dios nos hace “perfectos” eso debe ser suficiente. La confesión frente al Padre es el más grande evento. Jesús había prometido “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt 10:32). Para los creyentes verdaderos, la salvación está eternamente asegurada en las promesas de las Escrituras.
Reflexión: ¿Cómo se compara esto con Ro 8:31–39?
3:5b Sin embargo, algunos escucharán las palabras, “Nunca te conocí”, aunque aparentemente ellos habían sido “Cristianos” nominales haciendo buenas obras (Mt 7:21). Esta iglesia es como otras grandes iglesias que habían pasado su mejor momento de bendición, teniendo unos pocos que eran creyentes verdaderos, pero que estaban llenos de Cristianos nominales que venían para sentirse bien por sí mismos. Vance Havner enseñaba que los ministerios pasan por cuatro etapas: como un hombre, un movimiento, una máquina y luego un monumento. Sardis estaba en la etapa de “monumento”, pero había un rayo de esperanza.
Reflexión: ¿Cuán importante es conocer y seguir los principios y mandamientos verdaderos de las Escrituras?[5]
(B) La segunda promesa del Señor a dichas personas de Sardis es (v. 5b): «No borraré jamás su nombre del libro de la vida, sino que reconoceré su nombre en presencia de mi Padre y de sus ángeles» (NVI). El original repite, en sus dos formas, el adverbio simple de negación: ou me. Esta repetición como sabemos (v. por ej. Jn. 6:37), es enfática y equivale a «de ninguna manera», «en absoluto», «jamás». La promesa se halla primero en forma negativa («no borraré …») y después en forma positiva («reconoceré …»).
(a) La primera parte de la promesa requiere una explicación. Sería equivocado, un grueso error, contrario al conjunto de la Palabra de Dios, deducir de aquí que los que han sido escritos en el libro de la vida del Cordero pueden ser borrados de él y perder así la salvación adquirida. La frase ha de entenderse en el contexto histórico en que se redactó. Se alude aquí, lo mismo que en 22:19 (según el Sinaítico y unos pocos códices unciales)—compárese con 13:8; 20:12, 15; 21:27—, a la descripción personal en los registros de los respectivos municipios; en esos registros se iban añadiendo los nombres de los que nacían o venían a residir en la localidad, y se iban borrando los de los que morían o se marchaban a residir en otro lugar; poco más o menos, como suele hacerse hoy en el censo.
(b) Es probable que haya aquí una especial alusión al registro del pueblo de Israel, pues los que eran inscritos en él adquirían derecho a las promesas de prosperidad mesiánica (v. Éx. 32:32; Sal. 69:28; Is. 4:3) y, después, a los bienes escatológicos (v. Dn. 12:1 y comp. con Lc. 10:20; Fil. 4:3; He. 13:23). En conclusión, «ser borrado» de este registro, lo mismo que «no estar inscrito», equivale a «quedar excluido».
(c) Finalmente, el Señor les asegura: «confesaré (gr. homologuéso), es decir, reconoceré, no negaré (comp. con Jn. 1:20), su nombre delante de (mejor, a los ojos de) mi Padre y a los ojos de sus ángeles» (lit.). Los nombres de estos adalides de la fe, de estos verdaderos discípulos del Crucificado, no serán olvidados; Cristo los reconocerá delante de Dios Padre y de sus ángeles, como Él mismo prometió en Lucas 9:26.
7. El versículo 6 contiene el estribillo común, que, en estas cuatro últimas cartas, aparece al final, como ya lo hemos visto en 2:29.[6]
e. La bendición prometida: Recibir nuevas vestiduras, un nuevo nombre y una confesión eterna, 3:5, 6. Al vencedor se le hace una promesa triple que también se relaciona con la vestidura blanca (v. 5). Las tres promesas significan en esencia la misma cosa, a saber, la vida eterna. (1) De esta manera, el que venza será vestido con vestidura blanca (v. 5a). Al igual que los creyentes fieles que recibirán del Señor Jesucristo las vestiduras blancas, el que sea vencedor de la suciedad de la sociedad pagana será vestido con vestidura blanca. Las vestiduras blancas se mencionan siete veces en Apocalipsis, sin establecer ningún patrón particular (3:18; 4:4; 6:11; 7:9, 13; 19:14). Por lo tanto, se puede entender que la vestidura blanca prometida al vencedor aquí representa un atuendo apropiado para el estado celestial.[7]
La promesa al vencedor de Sardis concuerda con lo que acaba de decir: El que venciere será vestido de vestiduras blancas. En el mejor texto griego el que venciere es “así pues”; es decir, como se ha mencionado en el versículo anterior. Charles dice: “Estas vestiduras son los cuerpos espirituales con que los fieles han de ser revestidos en la resurrección.” Halla sostén para esto en 2 Corintios 5:1, 4 y en la literatura intertestamentaria. Swete da a la expresión una connotación más amplia: “En la Escritura las vestiduras blancas denotan (a) festividad… (b) victoria… (c) pureza… (d) el estado celestial.” Y agrega: “Todas estas asociaciones se encuentran aquí: la promesa es la de una vida libre de contaminación, brillante con alegría celestial, coronada con la victoria final.”89 Esta parece una explicación más adecuada.
Al que venciere, que permanezca fiel hasta el fin de su vida, se le promete: no borraré su nombre del libro de la vida. Esto es lo que significan las palabras de Jesús en Mateo 10:22—“el que persevere hasta el fin, éste será salvo”; esto es, eternamente. No sólo su nombre está seguro en el registro celestial, sino que confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. Cristo no se avergonzará de reconocer a los suyos. Aquí el lenguaje recuerda el de Mateo 10:32—“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”[8]
Apocalipsis 3:6 »Todo el que tenga oídos para oír debe escuchar al Espíritu y entender lo que él dice a las iglesias.
El que Escucha
3:6
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
3:6 La exhortación final, como a todas las iglesias, era de que escuchen lo que el Espíritu está diciendo a las iglesias. Los “zombies” espiritualmente muertos necesitan prestar atención a las palabras de Jesús. Los cinco mandamientos eran su única esperanza: “Sé vigilante”, “esfuérzate”, “acuérdate”, “arrepiéntete” y “obedece”.
Reflexión: ¿Cómo “oír” y “obedecer” son el mismo acto?[9]
3:5, 6. Todas las ciudades griegas y romanas tenían registros oficiales de sus ciudadanos a los que se añadían los nuevos ciudadanos y de los que se removía a los expulsados. El “libro de la vida” aparece en el AT y figura notablemente en la *apocalíptica judía. Ver el comentario sobre Filipenses 4:3. Con respecto a confesar el nombre del creyente ante el tribunal de Dios, compare Mateo 10:32 y Lucas 12:8.[10]
7. Invitación (3:6)
Esta frase recurrente enfatiza la responsabilidad de oir. Estas cartas debían ser leídas en voz alta en las iglesias.[11]
(2) Y nunca borraré su nombre del libro de la vida (v. 5b). La pura relación con Cristo el Señor queda garantizada eternamente. En las ciudades de la antigüedad, los nombres de los ciudadanos quedaban registrados en un libro hasta su muerte; luego, sus nombres eran borrados o quitados del libro de los vivientes. Esta misma idea está presente en el AT (comp. Éxo. 32:32, 33; Sal. 69:28; Isa. 4:3); la idea de estar registrado en el libro de Dios de los vivientes o de los justos posteriormente llegó a significar el pertenecer al reino eterno de Dios el poseer la vida eterna (Dan. 12:1; Luc. 10:20; Fil. 4:3; Heb. 12:23; Apoc. 13:8; 17:8; 20:15; 21:27). Algunos temen que el texto abre la posibilidad de que una persona pierda su salvación. Según los principios de interpretación bíblica es impropio basar doctrinas únicamente en parábolas o imágenes apocalípticas. Es mejor permitir que el texto, aun con toda su dificultad, presente su propia figura. Con la enfática doble negación el texto afirma que Dios nunca borrará el nombre del creyente fiel del libro de la vida.
(3) Y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles (v. 5c). Finalmente, el Señor Jesucristo promete al vencedor que confesará o reconocerá su nombre delante de su Padre y de sus ángeles, a saber, el tribunal divino. Esta frase sin duda es una réplica de lo que Jesús menciona en los Evangelios (Mat. 10:32; Luc. 12:8). La fidelidad en las pruebas de hoy será recompensada más allá de toda medida en la vida por venir. El creyente tiene que confesar, es decir, testificar fielmente de Cristo, para que sea reconocido igualmente en la presencia de Dios y de los ángeles. En resumen, la esencia de esta promesa triple es que a los mártires se les asegura vida eterna, sin tener que experimentar el juicio final.
De nuevo está la exhortación: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias (v. 6). Se recuerda que el énfasis sobre oír más que en leer indica que el mensaje de Apocalipsis era leído en el culto público. El Espíritu que habla a las iglesias es probablemente el espíritu profético enviado por el Señor para guiar a sus seguidores fieles.[12]
Vv. 1—6. El Señor Jesús es el que tiene al Espíritu Santo con todos sus poderes, gracias y operaciones. La hipocresía y un lamentable deterioro de la religión son los pecados de que acusa a Sardis, Aquel que conocía bien a esa iglesia y todas sus obras. Las cosas externas parecían bien a los hombres, pero ahí había sólo la forma de la piedad, no el poder; un nombre que vive, pero no un principio de vida. Había gran mortandad en sus almas y en sus servicios; cantidades que eran totalmente hipócritas, otros que estaban viviendo en forma desordenada y muerta. Nuestro Señor los llamó a ponerse alertas contra sus enemigos y activos, y fervientes en sus deberes; y a proponerse, dependiendo de la gracia del Espíritu Santo, a revivir y fortalecer la fe y los afectos espirituales de los aún vivos para Dios, aunque en decadencia. Perdemos terreno cada vez que bajamos la guardia. —Tus obras son huecas y vacías; las oraciones no están llenas de santos deseos, las limosnas no son obras llenas de caridad verdadera, los días de reposo no están llenos de devoción del alma adecuada para Dios. No hay afectos internos adecuados para los actos y expresiones externas; cuando falta el espíritu, la forma no permanece por mucho tiempo. Al procurar un avivamiento en nuestra alma o en las de otros, debemos comparar lo que profesamos con la manera en que vivimos, para ser humillados y vivificados y tomar firmemente lo que queda. Cristo enfatiza con una temible amenaza su consejo, si fuera despreciado. —Sin embargo, nuestro amado Señor no deja a estos pecadores sin algo de aliento. Hace una honrosa mención del remanente fiel de Sardis, formula una promesa de gracia para ellos. El que venza será vestido con vestiduras blancas; la pureza de la gracia será recompensada con la pureza perfecta de la gloria. Cristo tiene su libro de la vida, un registro de todos los que heredarán la vida eterna; el libro de memorias de todos los que viven para Dios, y mantienen la vida y el poder de la piedad en los malos tiempos. Cristo sacará este libro de la vida y mostrará los nombres de los fieles, ante Dios, y ante todos los ángeles en el gran día.[13]
3:4–6. Mientras que la congregación como un todo estaba ya muerta o a punto de fenecer, Cristo reconoce que había unas pocas personas en la iglesia de Sardis, un remanente fiel que no había manchado sus vestiduras con el pecado. A esos fieles creyentes les promete: andarán conmigo en vestiduras blancas (cf. v. 18), que son símbolo de la justicia de Dios. Además, les dice que sus nombres permanecerían escritos en el libro de la vida, y que el Señor los reconocería como propios delante de su Padre, y delante de sus ángeles.
La declaración de que sus nombres no serían borrados del libro de la vida representa un problema para algunos. Pero una persona que en verdad ha nacido de nuevo, permanece regenerada, como dijo Juan en otros lugares (Jn. 5:24; 6:35–37, 39; 10:28–29). Mientras que este pasaje puede implicar que un nombre puede borrarse del libro de la vida, en realidad sólo expresa una afirmación positiva de que sus nombres no serían borrados de él (cf. Walvoord, Revelation, “Apocalipsis”, págs. 82, 338). En seis ocasiones, Juan se refirió al libro de la vida (Ap. 3:5; 13:8 [cf. el comentario que aparece ahí]; 17:8; 20:12, 15; 21:27).
La carta también concluye con una exhortación a oir lo que el Espíritu dice a las iglesias. La carta a Sardis es un inquietante mensaje a las iglesias de la actualidad que están llenas de actividades y que ocupan hermosos edificios, pero que tan a menudo carecen de evidencias de la vida eterna. La palabra de Cristo para ellas es: “acuérdate”, “obedece” y “arrepiéntete”, así como dijo a la iglesia de Sardis.[14]
[1] Jamieson, R., Fausset, A. R., & Brown, D. (2002). Comentario exegético y explicativo de la Biblia - tomo 2: El Nuevo Testamento (pp. 774–775). El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones.
[2] Mueller, W. D. (2002). Apocalipsis. (J. A. Braun, A. J. Panning, & R. J. Koester, Eds.) (pp. 44–49). Milwaukee, WI: Editorial Northwestern.
[3] Kistemaker, S. J. (2004). Comentario al Nuevo Testamento: Apocalipsis (pp. 176–178). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
[4] Hendriksen, W. (2005). Más que vencedores. (B. Galán, Trad.) (pp. 74–76). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
[5] Fanning, D. (2012). Apocalipsis: El retorno de Cristo en poder y gloria (pp. 64–65). Forest, VA: Branches Publications.
[6] Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bı́blico de Matthew Henry (pp. 1935–1936). 08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.
[7] Cevallos, J. C. (2009). Comentario Bíblico Mundo Hispano, Tomo 24: 1, 2 y 3 Juan, Apocalipsis. (p. 175). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.
[8] Earle, R. (2010). El Libro de Apocalipsis. En Comentario Bíblico Beacon: Hebreos hasta Apocalipsis (Tomo 10) (pp. 536–537). Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones.
[9] Fanning, D. (2012). Apocalipsis: El retorno de Cristo en poder y gloria (p. 65). Forest, VA: Branches Publications.
[10] Keener, C. S. (2014). Comentario del contexto cultural de la Biblia: Nuevo Testamento. (N. B. de Gaydou, A. Canclini, G. de la Rocha, R. Ericson, M. A. Mesías, E. Morales, … R. Zorzoli, Trads.) (Octava edición, p. 760). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.
[11] Earle, R. (2010). El Libro de Apocalipsis. En Comentario Bíblico Beacon: Hebreos hasta Apocalipsis (Tomo 10) (p. 537). Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones.
[12] Cevallos, J. C. (2009). Comentario Bíblico Mundo Hispano, Tomo 24: 1, 2 y 3 Juan, Apocalipsis. (pp. 175–176). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.
[13] Henry, M. (2003). Comentario de la Biblia Matthew Henry en un tomo (p. 1044). Miami: Editorial Unilit.
[14] Walvoord, J. F., & Zuck, R. B. (2006). El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Nuevo Testamento, tomo 4: Hebreos-Apocalipsis (pp. 210–211). Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C.
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