caracter cristiano
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CARÁCTER CRISTIANO.
LECTURA .2 Pedro 1:3-5
Este pasaje debería ser de gran interés para cada cristiano, porque nos dice cómo podemos ser guardados de la caída en esta vida, y cómo podemos tener la seguridad de una entrada triunfal en la vida venidera.
Primero tenemos la confianza de que Dios ha dado todas las herramientas para que podamos vivir una vida de santidad. La biblia dice que esta provisión que es una evidencia de su poder. Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder. Así como Su poder en primer lugar nos salva, Es Su poder que nos da capacidad para vivir vidas santas. El orden es: primero vida, luego piedad. El evangelio es el poder de Dios para salvarnos. ¿DE QUE NOS SALVA? de la pena del pecado y de su poder, de la contaminación y de la condenación
La frase todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad incluye la obra sumo sacerdotal de Cristo, el ministerio del Espíritu Santo, la actividad de los ángeles en nuestro favor, la nueva vida que recibimos en la conversión, y la instrucción de la palabra de Dios.
El poder para vivir una vida santa proviene mediante el conocimiento de aquel que nos llamó. Así como su divino poder es la fuente de la santidad, así el conocimiento de aquel que nos llamó es su canal. Conocerle es vida eterna (Jn. 17:3), y crecer en Su conocimiento es crecer en santidad. Cuanto mejor le lleguemos a conocer, tanto más nos parecemos a Él.
Nuestro llamamiento es uno de los temas favoritos de Pedro. Nos recuerda que: (1) Hemos sido llamados de las tinieblas a Su luz maravillosa (1 P. 2:9). (2) Hemos sido llamados a devolver bien por mal (1 P. 3:9). (3) Hemos sido llamados a devolver bendición por maldición (1 P. 3:9). (4) Hemos sido llamados a su gloria eterna (1 P. 5:10). (5)
Hemos sido llamados por su gloria y excelencia (2 P. 1:3). Esta última referencia significa que Él nos llamó revelándonos las maravillas de Su Persona. Saulo de Tarso fue llamado en el camino de Damasco cuando vio la gloria de Dios. Un discípulo más posterior testificaba: «Miré a Su rostro y quedé para siempre perdido para todo lo que no fuese de Él». Fue llamado por Su gloria y excelencia.
1:4 Incluidas entre «todas las cosas» que el poder de Dios ha dado para desarrollar una vida de santidad tenemos Sus preciosas y grandísimas promesas en la palabra. Se calcula que hay al menos treinta mil promesas en la Biblia. John Bunyan dijo una vez: «El camino de la vida está tan cubierto con las promesas de Dios que es imposible dar un paso sin pisar una de ellas».
Las promesas de Dios son la última de siete cosas preciosas que menciona Pedro en sus Cartas. Nuestra fe es más preciosa que el oro (1 P. 1:7). La sangre de Cristo es preciosa (1 P. 1:19). Cristo, la Piedra Viva, es precioso a los ojos de Dios (1 P. 2:4). Él es precioso también como la Piedra Angular (1 P. 2:6). Para todos los que creen, Él es de gran valor (1 P. 2:7). La joya imperecedera de un espíritu manso y apacible es de gran precio delante de Dios (1 P. 3:4). Y, finalmente, las promesas de Dios son preciosas (2 P. 1:4).
Pensemos en algunas de las promesas que se relacionan con la vida de santidad. (1) Libertad del dominio del pecado (Ro. 6:14). (2) Una gracia suficiente (2 Co. 12:9). (3) Poder para obedecer Sus mandamientos (Fil. 4:13). (4) Victoria sobre el diablo (Stg. 4:7). (5) Camino de salida cuando se es tentado (1 Co. 10:13). (6) Perdón cuando confesamos nuestros pecados (1 Jn. 1:9) —y también el olvido (Jer. 31:34)—. (7) Respuesta cuando clamamos (Sal. 50:17).
¡No es sorprendente que Pedro diga que las promesas de Dios son preciosas y grandísimas! Estas promesas capacitan al creyente a huir de la corrupción que hay en el mundo a causa de los deseos y pasiones desordenados. Dios ha prometido todo lo que necesitamos para resistir a la tentación. Cuando nos sobrevienen anhelos deseos y apasiones desordenadas, podemos recordar las promesas de Dios que nos capacitan para huir de la corrupción del mundo
El lado positio de esto es que por medio de estas mismas promesas podemos llegar a ser participantes de la naturaleza divina. Esto tiene lugar principalmente el momento de la conversión. Luego, al vivir en el goce práctico de lo que Dios ha prometido, nos vamos amoldando más y más a Su imagen. Por ejemplo, Él ha prometido que cuanto más pensemos en Él, tanto más nos asemejaremos a Él (2 Co. 3:18). Cuando damos forma real a esta promesa al leer la palabra, al estudiar a Cristo que es revelado en ella, y al seguirle. Al actuar así, el Espíritu Santo nos transforma a Su semejanza de un grado de gloria a otro.AMEN