Efesios 6.1-4 (4)
La relación entre padres e hijos
1. Los hijos deben obedecer y honrar
2. Los padres no deben provocar a ira sino criadlos
exigiendo cosas irritantes o irrazonables que no toman en cuenta la inexperiencia o inmadurez de los niños; o yendo a extremos de dureza y de crueldad por un lado, y favoritismos y excesos de indulgencia por el otro; o humillándolos y anulándolos; o con esas dos armas vengativas que son el sarcasmo y el ridículo
Los padres deberían sopesar cuidadosamente el posible impacto de sus palabras y acciones antes de responder a sus hijos. Este pasaje efectivamente descarta las reacciones arrebatadas, las palabras exageradamente duras, los insultos, el sarcasmo, los gruñidos, los comentarios humillantes, las bromas inadecuadas, las exigencias irracionales y cualquier otra cosa que se pueda percibir como provocación.
Algunas formas en que los padres pueden llegar a ser culpables de este error al criar a sus hijos son las siguientes:
1. Por exceso de protección. Los padres, y también las madres, tienen tanto temor que a los hijitos les pueda suceder algo, que los encierran con cerca a todos lados: “No hagas esto y no hagas lo otro. No vayas a este lugar, no vayas al otro”, hasta que este proceso de mimar llega al punto donde casi podemos oírles decir a su vástago, “No intentes entrar en el agua hasta que hayas aprendido a nadar”. ¡Pero deben nadar! Por supuesto que los hijos deben recibir advertencia con relación a grandes peligros. Por otro lado, cierta cantidad de riesgo es necesaria para su desarrollo moral y espiritual. Si el pajarito permanece en la seguridad de su nido jamás aprenderá a volar. Además, la actitud sobreprotectora tiende a privar a los niños de confianza y a infundir en ellos el airado estado de ánimo, especialmente cuando se comparan a sí mismos con otros niños que no reciben este tratamiento especial.
2. Por favoritismo. Isaac prefirió a Esaú antes que a Jacob. Rebeca prefirió a Jacob (Gn. 25:28). Los tristes resultados de tal parcialidad son bien conocidos.
3. Por desaliento. He aquí un ejemplo tomado de la vida diaria: “Papá, estudiaré con dedicación y seré medico”, o tal vez abogado, profesor, mecánico, ministro, o qué sé yo. La respuesta del padre fue: “Más vale que lo olvides. Tal cosa nunca sucederá”.
4. Por no reconocer el hecho de que el hijo está creciendo, y por tanto tiene derecho a ideas propias, y que no es necesario que sea una copia exacta de su padre para tener éxito en la vida.
5. Por descuido. En el conflicto que se produjo entre David y su hijo Absalón, ¿fue el error solamente de Absalón? ¿Acaso no fue también David, en parte, culpable por descuidar a su hijo? (2 S. 14:13, 28).
6. Por medio de ásperas palabras y crueldad física directa. Nos hallamos frente a un padre que le gusta hacer gala de su autoridad y fuerza superior. Reta a sus hijos y les inflige duros castigos físicos, y esto ha llegado a ser un hábito en él. Los registros de los juzgados están llenos de casos de increíble crueldad hacia niños, niñas, y aun bebés.
En el pasaje del matrimonio, Pablo utilizaba el mismo verbo que usa aquí (ἐκτρέφετε) para referirse al tierno y fortalecedor cuidado que los esposos cristianos tienen la responsabilidad de dar a sus esposas (5:29).
Paideia’ (disciplina) es el entrenamiento que pone énfasis en la corrección de los jóvenes
Por tanto, “admonición” es la acción formativa por medio de la palabra hablada, sea ella la enseñanza, de advertencia, o de aliento. Se refiere primariamente a lo que se dice al niño. Parecería que “admonición” es una forma más suave que “disciplina”. Sin embargo, debe ser intensa, no sólo una débil observación como, “No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo” (1 S. 2:24). En realidad, se da a entender claramente que Elí “no los amonestó (a sus hijos)” (1 S. 3:13).
El término “amonestación” (νουθεσία) tiene un enfoque más estrecho que “instrucción” (παιδεία) y se refiere a la consejería verbal, que incluye exhortaciones al comportamiento adecuado, advertencias e incluso reprimendas