Sermón sin título (3)

Sermon  •  Submitted
0 ratings
· 85 views
Notes
Transcript
pecar
(Segunda parte)
1 Jn. 1.8
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”.
Si decimos que no tenemos pecado, hacemos una falsa suposición y esto es peor que mentir; es autoengaño. Es autodestructivo a no ser que uno descubra su error y se arrepienta.
Usted podrá preguntar; ¿Quién puede ser cristiano si todo el mundo peca?
Cualquiera que tenga la más mínima conciencia de sí mismo sabe que peca todo el tiempo. Los cristianos luchan con toda clase de pecado imaginable.
Sin pensar mucho, podemos recordar momentos específicos en los que hemos sido irritables, egoístas, perezosos, orgullosos y codiciosos. Y todo ello considerando solo las últimas cuatro horas.
PERO... ¿NO PECA TODO EL MUNDO?
En ninguna parte la Biblia sugiere que un creyente vivirá una vida libre de pecado.
Juan nos dice explícitamente: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros... Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Jn. 1:8-10).
Al parecer, había falsos maestros en la Iglesia primitiva que decían que no habían pecado desde que se hicieron seguidores de Cristo. Estos maestros estaban auto engañados y, peor todavía, implícitamente estaban afirmando que Dios mismo era un mentiroso ya que Dios dice que todo el mundo peca.
Entonces, ¿cómo podemos encajar las piezas? Por un lado, la Biblia dice que los cristianos han muerto al pecado y han sido liberados de su poder.
Los creyentes están vivos para Cristo y son fortalecidos por su Espíritu para dar buen fruto de obediencia. El pecado es incompatible con nuestra nueva identidad como hijos e hijas de Dios. Por otro lado, la Escritura dice que cualquiera que afirme que no peca es un mentiroso. Entonces, ¿se contradice la Biblia a sí misma?
Veamos más de cerca lo que 1 Juan 3 dice realmente. Recuerda lo que leímos la semana pasada.
Ninguno puede permanecer en él y seguir pecando; el que sigue pecando, ni le ha visto ni le ha conocido (1 Jn 3.6) El que practica el pecado es del diablo (1 Jn 3.8)
Ninguno nacido de Dios practica el pecado, no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios (1 Jn 3.9) El que no practica la justicia no es de Dios (1 Jn. 3.10).
Los verbos en cada uno de estos ejemplos están en el tiempo presente: “permanece”, “práctica”, y así sucesivamente. Todos estos verbos apuntan a una acción permanente y continua.
Juan no está hablando del cristiano que cae en pecado. Más bien, está hablando de la persona cuya trayectoria de vida se caracteriza por el pecado. Está hablando de la persona que, podríamos decir, conscientemente permanece en el pecado, manteniéndose deliberadamente en él, y que felizmente lo convierte en una práctica.
El patrón y la dirección de la conducta diaria de un cristiano reflejarán un deseo de amar y obedecer a Jesús, no a Satanás. Un cristiano no puede caracterizarse por un estilo de vida pecaminoso.
¿CÓMO SE PUEDE SABER?
¿Cómo podemos diferenciar entre un verdadero cristiano y alguien que dice ser cristiano pero que está engañado?
Para responder a esto, echemos un vistazo a una de las parábolas de Jesús que encontramos en el evangelio de San Lucas 15:11-24 y leamos lentamente.
Esta parábola es particularmente útil para nosotros cuando pensamos en cómo un cristiano responde al pecado.
Este joven era un pecador. Insultó a su padre, derrochó su herencia viviendo perdidamente, y cayó a lo más bajo. Esa es la situación en la que muchos cristianos se han encontrado.
Pero tres cosas caracterizan la respuesta del hijo pródigo a su pecado, y son las que deben caracterizar la respuesta de cualquiera que sea un verdadero creyente.
Repugnancia
El cambio del hijo comenzó cuando vio la realidad de su pecado con claridad. Se dio cuenta de lo tonto que había sido, de lo ofensivo de su comportamiento y actitudes, y cuán repulsivos eran los placeres del pecado en comparación con las alegrías de la casa de su padre. En las palabras de Jesús, volvió en sí.
Puesto que un cristiano está muerto al pecado y vivo para Cristo, cuando peca, se da cuenta de que algo no encaja. No puede sentirse cómodo viviendo en el pecado. Aunque el pecado puede proporcionarle un momento de placer y disfrute, después se encuentra plagado de sentimientos de arrepentimiento, decepción y vergüenza.
Si un verdadero seguidor de Jesús se enreda en el pecado, al final tendrá un momento —como el que tuvo el hijo pródigo en la suciedad e inmundicia— en el que llegará a odiar su pecado. El cristiano no crece indefinidamente en amor por el pecado, sino que lo odia a medida que pasa el tiempo.
Arrepentimiento
Cuando el hijo volvió en sí, dejó su insensatez y regresó a casa. ¡Qué imagen tan maravillosa de arrepentimiento! El arrepentimiento genuino es más que sentirse mal o admitir que estábamos equivocados. Incluso, es más que confesar nuestra culpa.
Se trata de darle la espalda al pecado y volvernos a Jesús en fe con la determinación de obedecerle.
Los cristianos debemos renunciar y condenar nuestros comportamientos pecaminosos y comprometemos a obedecer a Jesús de todo corazón.
Reprensión
Ningún cristiano verdadero puede terminar prosperando en el pecado. El Padre celestial, con gran bondad, se niega a dejar que ninguno de sus hijos se sienta cómodo en su rebelión.
Así como el hambre ayudó al hijo pródigo a tocar fondo y volver en sí, así el Señor amorosamente enviará circunstancias, oportunidades, dificultades y corrección para ayudar a sus hijos a arrepentirse y abandonar su pecado.
El libro de Hebreos nos dice que esta disciplina es una de las maneras por las que podemos saber que somos hijos de Dios (He. 12:7-11).
Dios disciplina a los suyos, porque los ama demasiado como para dejarlos en su pecado.
Todos somos pecadores. Cada uno de nosotros ha hecho más que suficiente para merecer una eternidad en el infierno. Y ninguno de nosotros logrará una santidad plena a este lado de la eternidad.
Pero no te dejes engañar, un cristiano verdadero no puede continuar en una trayectoria ininterrumpida de pecado. Debe haber evidencia genuina de repugnancia, arrepentimiento y reprensión.
ENTONCES, ¿ERES UN CRISTIANO VERDADERO O FALSO?
Hay que reconocer que no hay una ciencia exacta para responder a esta pregunta.
No se trata de determinar la cantidad de pecado que puedes cometer y aun así seguir siendo cristiano. Tampoco se trata de llevar a cabo ciertos rituales después de haber pecado con el fin de asegurar el perdón de Dios.
En lugar de eso, se trata de cosas mucho más difíciles de evaluar: las actitudes del corazón y las intenciones y compromisos de tu alma. Esta es la razón por la cual la vida cristiana debería vivirse con otros hermanos y hermanas en una iglesia local fiel.
No somos buenos jueces de nuestros propios corazones. Algunas personas son demasiado complacientes con sí mismas. Se imaginan que dan evidencia de arrepentimiento verdadero por su pecado, cuando en realidad no lo hay.
Otros tienen una conciencia sensible y son demasiado duros con sí mismos. Toman cada debilidad y fracaso como evidencia de que son unos hipócritas y falsos cristianos.
Estar involucrado en una iglesia local es inmensamente útil para estos dos tipos de personas en al menos tres maneras.
En primer lugar, escuchar la predicación de la Palabra de Dios nos ayuda a alinear nuestros valores y medidas con las de Dios. Cuando descubrimos lo que Dios quiere decir con santidad, empezamos a perder nuestro amor por nuestras propias ideas de justicia e injusticia. Oír la Palabra nos enseña lo que agrada a Dios y lo que no.
En segundo lugar, ver el ejemplo de otros creyentes hace que la obediencia a Dios parezca normal y posible en un mundo donde el pecado es mayoritariamente aceptado e incluso celebrado.
En tercer lugar, dejar que otros cristianos nos conozcan —nuestras actitudes, nuestra conducta, nuestras luchas— les da a ellos la oportunidad de hablar a nuestras vidas.
De esta forma, nos pueden advertir acerca de patrones preocupantes de pecado o animarnos cuando nos sintamos abrumados por nuestras luchas. Nos pueden ayudar a ver aquello que no vemos.
CONCLUSIÓN
Debemos mantener el equilibrio bíblico entre la realidad de la gran santidad de Dios y su increíble misericordia.
Recuerda la bondad que Jesús muestra a los suyos. Su muerte es suficiente para borrar toda tu culpa y renovarte. Cuando caigas en pecado, corre a Jesús.
Como leemos en el libro de Hebreos: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4:15-16).
Esto es lo que realmente importa: Al llamarte a ti mismo cristiano, te has puesto la camiseta cristiana.
Sin embargo, ¿para qué equipo estás jugando realmente? ¿Para el tuyo propio o para el de Cristo? ¿Qué dirían tus familiares, tus amigos y los miembros de la iglesia más cercanos?
Related Media
See more
Related Sermons
See more