Sermón sin título (2)

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REALMENTE CRISTIANO?
(Primera parte)
#4
NO ERES CRISTIANO SI TE GUSTA PECAR
1 Juan 3.8
El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el p rincipio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
⦁ Llamarse a sí mismo “cristiano” significa que has cambiado de equipo. Es ponerse una camiseta nueva, con el logo del nuevo equipo que le dice a todo el mundo que tienes nuevas lealtades.
⦁ Pero, ¿qué pensarías de alguien que se puso una camiseta nueva, pero siguió jugando para el equipo de antes? Eso es lo que estamos haciendo como cristianos cada vez que pecamos. Estamos jugando para el equipo antiguo, a pesar de estar usando la nueva camiseta. El pecado de alguien que dice ser cristiano es una extraña clase de traición. Es colocarse del lado de Satanás en rebelión contra Dios, a pesar de estar diciendo que estás al lado de Dios.
⦁ Todos los cristianos continúan luchando contra el pecado. Pero la Biblia también indica que, si tu vida se sigue caracterizando por una actitud casual y cómoda hacia el pecado, debes detenerte y pensar en lo que realmente eres. No importa la camiseta que creas llevar, sino ¿para quién estás jugando realmente? Si estás jugando más bien para el otro equipo, tal vez, después de todo, realmente pertenezcas a ellos.
⦁ LOS HIJOS DE SATANÁS Y LOS HIJOS DE SALVACIÓN
⦁ Toma unos minutos para leer este pasaje lentamente 1 Jn. 3.1-10.
⦁ El apóstol utiliza la imagen una familia. Algunos son hijos de Dios, Él es su Padre y son parte de su familia. Otros son hijos del diablo, pertenecen a Satanás.
⦁ Una forma de determinar a qué familia pertenecemos es haciéndonos una auto evaluación del pecado en nuestra vida. El pecado es la especialidad del diablo. Él es enemigo de Dios, y pecador desde el principio (1 Jn. 3.8)
⦁ Desde el Edén, Satanás de ha ocupado de esparcir el pecado por todo el mundo que Dios ha creado. Él mintió y tentó a Adán y a Eva para que se revelarán contra la autoridad de Dios. Este pecado se extendió a las próximas generaciones (Gn. 6.5).
⦁ En Génesis, vemos, desde una creación que agrada a Dios a una creación que Dios quiere destruir (Gn. 1:31; 6:7). Ese es el fruto del trabajo de Satanás. Él ha estado pecando desde el principio, y aún está pecando hoy.
⦁ La llegada de Jesús fue el gran golpe de Dios a su adversario.
⦁ La razón por la que el Hijo de Dios apareció, fue para terminar las obras del diablo (1 Jn. 3:8). Otra forma de decir esto es que él apareció para quitar nuestros pecados (1 Jn. 3:5).
⦁ Con su muerte expiatoria, Jesús solucionó el problema del pecado. Él no tenía pecado propio que pagar (1 Jn. 3:5), lo que le permitió llevar los pecados de su pueblo sobre sí mismo y pagar por ellos por completo.
⦁ Ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, porque Jesús fue plenamente condenado en nuestro lugar (Ro. 8:1). Satanás ya no tiene ninguna base para acusarnos ante Dios, porque nuestros pecados han sido borrados (1 Jn. 1:7; Ap. 12:10).
⦁ Puesto que nuestros pecados han sido borrados, ya no somos más hijos del diablo. Se nos ha concedido una nueva identidad, una nueva familia (1 Jn. 3:1).
⦁ Ya no somos más de Satanás. Pertenecemos a Dios. Ya no estamos atrapados en el dominio de las tinieblas, sino que hemos sido llamados a su luz admirable (1 P. 2:9, Col. 1:13- 14). Ya no estamos bajo el poder de Satanás, sino bajo el poder de Dios (Hch. 26:17-18). Una vez fuimos hijos de ira, pero ahora somos hijos de Dios (Ef. 2:3). Ser cristiano implica un cambio radical de identidad.
⦁ HACES LO QUE ERES
⦁ La Biblia dice que hay dos clases de personas: los siervos de Satanás y los siervos de Dios. Eres uno o el otro. La forma de saberlo es viendo qué papel juega el pecado en tu vida.
⦁ El pecado caracteriza a los hijos de Satanás “El que practica el pecado es del diablo” (1 Jn. 3:8). El pecado es la marca distintiva de un hijo del diablo. Como un sello en una vaca, es una marca de propiedad.
⦁ Juan incluso enfatiza esto con palabras ligeramente diferentes (1 Jn. 3:10).
⦁ Los hijos del diablo hacen del pecado una práctica, porque eso es lo que su padre el diablo hace. Es que no hay otra: es un parecido de familia. Antes de convertirnos en seguidores de Cristo, todos somos esclavos del pecado. No podemos hacer otra cosa, porque el pecado es parte de quienes somos.
⦁ Jesús enseñó lo mismo. (Jn. 8:44). Las multitudes pecaban porque querían hacer los deseos de su padre.
⦁ El poder del pecado sobre los hijos de Dios está roto
⦁ Sucede todo lo contrario con un cristiano. Cuando somos transferidos de la familia de Satanás y adoptados en la familia de Dios, nuestra relación con el pecado cambia.
⦁ Antes, estábamos motivados y controlados por el deseo de pecar. Ahora, vivimos por el Espíritu de Dios. El pecado no tiene el mismo poder para movernos. Su poder está roto.
⦁ Pablo explica que el poder del pecado está roto debido a la muerte de Cristo (Ro. 6:6).
⦁ El viejo hombre ha sido crucificado con Cristo. El viejo esclavo del pecado está muerto. En su lugar hay un hombre nuevo, un hombre que está muerto con respecto al pecado, pero vivo con respecto a Dios (Ro. 6.11-14).
⦁ El pecado es incompatible con la realidad de la identidad del cristiano. Un cristiano, recuerda, es alguien que ha cambiado de vida. Así que cuando Pablo dice a los cristianos que no pequen, él no está diciendo: “Pretende ser algo que no eres”. Todo lo contrario, está diciendo: “¡Juega para el equipo que de verdad te ha incluido en su alineación!”.
⦁ Pablo quiere que los cristianos hagan en la vida diaria lo que ya son en Jesús (Ro. 6:2).
⦁ UNA NUEVA OBEDIENCIA
⦁ El cristiano tiene un nuevo principio de control. El principio de control ya no es el pecado. Es lo que Thomas Schreiner llama “una nueva obediencia”.
⦁ ¿A qué se parece esta nueva obediencia? Positivamente, se ve como un nuevo fruto que comienza a aparecer. Negativamente, implica abandonar antiguos pecados. Pablo aquí describe ambas partes (Gá. 5:22-24).
⦁ Los que son de Cristo han crucificado la carne. Lo han hecho. O por lo menos podemos decir que lo están haciendo. El verdadero cristianismo cambia a la gente.
⦁ Debes entender esto: Cristo apareció para quitar los pecados, y vino a destruir las obras del diablo. Eso significa que no hay manera de ser cristiano y seguir amando las cosas que Cristo odia (aquellas que vino a destruir).
⦁ No es posible ser un hijo de Dios y seguir abrazando el pecado que complace al diablo.
⦁ La Escritura nos advierte
⦁ Este es el motivo por el cual la Escritura advierte regularmente a aquellos que continúan pecando felices y complacidos (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:5-6).
⦁ Cada uno de estos pasajes nos aconseja específicamente a no ignorar su advertencia. A Pablo le preocupa que vayamos a ser engañados, o que alguien nos convenza de algo distinto, o que nos olvidemos de su amonestación.
⦁ Nuestros corazones a menudo quieren poner excusas fingiendo que nada de esto es cierto. Así que estos pasajes son como luces rojas intermitentes que nos indican: “¡No vayas por este camino!” El pecado es incompatible con la nueva identidad del cristiano. Los pecadores no heredarán el Reino de Dios.
⦁ Conclusión
⦁ Juan resume todo esto planteando una nueva prueba de obediencia.
⦁ Haz esta prueba tú mismo o con un amigo. Hazla en la iglesia o en casa
⦁ En cualquier caso, aquí está la prueba de Juan (1 Jn. 2:4-6).
⦁ La prueba es para cualquiera que diga: “Yo le conozco”.
⦁ Si es así, solo debe contestar esta pregunta. ¿Guardas la Palabra de Cristo y andas como él anduvo? Si no es así, entonces necesitas volver atrás y mirar las advertencias de Pablo. Son especialmente relevantes para ti.
1 Jn. 1.8
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”.
⦁ Si decimos que no tenemos pecado, hacemos una falsa suposición y esto es peor que mentir; es autoengaño. Es autodestructivo a no ser que uno descubra su error y se arrepienta.
⦁ Usted podrá preguntar; ¿Quién puede ser cristiano si todo el mundo peca?
⦁ Cualquiera que tenga la más mínima conciencia de sí mismo sabe que peca todo el tiempo. Los cristianos luchan con toda clase de pecado imaginable.
⦁ Sin pensar mucho, podemos recordar momentos específicos en los que hemos sido irritables, egoístas, perezosos, orgullosos y codiciosos. Y todo ello considerando solo las últimas cuatro horas.
⦁ PERO... ¿NO PECA TODO EL MUNDO?
⦁ En ninguna parte la Biblia sugiere que un creyente vivirá una vida libre de pecado.
⦁ Juan nos dice explícitamente: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros... Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Jn. 1:8-10).
⦁ Al parecer, había falsos maestros en la Iglesia primitiva que decían que no habían pecado desde que se hicieron seguidores de Cristo. Estos maestros estaban auto engañados y, peor todavía, implícitamente estaban afirmando que Dios mismo era un mentiroso ya que Dios dice que todo el mundo peca.
⦁ Entonces, ¿cómo podemos encajar las piezas? Por un lado, la Biblia dice que los cristianos han muerto al pecado y han sido liberados de su poder.
⦁ Los creyentes están vivos para Cristo y son fortalecidos por su Espíritu para dar buen fruto de obediencia. El pecado es incompatible con nuestra nueva identidad como hijos e hijas de Dios. Por otro lado, la Escritura dice que cualquiera que afirme que no peca es un mentiroso. Entonces, ¿se contradice la Biblia a sí misma?
⦁ Veamos más de cerca lo que 1 Juan 3 dice realmente. Recuerda lo que leímos la semana pasada.
⦁ Ninguno puede permanecer en él y seguir pecando; el que sigue pecando, ni le ha visto ni le ha conocido (1 Jn 3.6) El que practica el pecado es del diablo (1 Jn 3.8)
⦁ Ninguno nacido de Dios practica el pecado, no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios (1 Jn 3.9) El que no practica la justicia no es de Dios (1 Jn. 3.10).
⦁ Los verbos en cada uno de estos ejemplos están en el tiempo presente: “permanece”, “práctica”, y así sucesivamente. Todos estos verbos apuntan a una acción permanente y continua.
⦁ Juan no está hablando del cristiano que cae en pecado. Más bien, está hablando de la persona cuya trayectoria de vida se caracteriza por el pecado. Está hablando de la persona que, podríamos decir, conscientemente permanece en el pecado, manteniéndose deliberadamente en él, y que felizmente lo convierte en una práctica.
⦁ El patrón y la dirección de la conducta diaria de un cristiano reflejarán un deseo de amar y obedecer a Jesús, no a Satanás. Un cristiano no puede caracterizarse por un estilo de vida pecaminoso.
⦁ ¿CÓMO SE PUEDE SABER?
⦁ ¿Cómo podemos diferenciar entre un verdadero cristiano y alguien que dice ser cristiano pero que está engañado?
⦁ Para responder a esto, echemos un vistazo a una de las parábolas de Jesús que encontramos en el evangelio de San Lucas 15:11-24 y leamos lentamente.
⦁ Esta parábola es particularmente útil para nosotros cuando pensamos en cómo un cristiano responde al pecado.
⦁ Este joven era un pecador. Insultó a su padre, derrochó su herencia viviendo perdidamente, y cayó a lo más bajo. Esa es la situación en la que muchos cristianos se han encontrado.
⦁ Pero tres cosas caracterizan la respuesta del hijo pródigo a su pecado, y son las que deben caracterizar la respuesta de cualquiera que sea un verdadero creyente.
⦁ Repugnancia
⦁ El cambio del hijo comenzó cuando vio la realidad de su pecado con claridad. Se dio cuenta de lo tonto que había sido, de lo ofensivo de su comportamiento y actitudes, y cuán repulsivos eran los placeres del pecado en comparación con las alegrías de la casa de su padre. En las palabras de Jesús, volvió en sí.
⦁ Puesto que un cristiano está muerto al pecado y vivo para Cristo, cuando peca, se da cuenta de que algo no encaja. No puede sentirse cómodo viviendo en el pecado. Aunque el pecado puede proporcionarle un momento de placer y disfrute, después se encuentra plagado de sentimientos de arrepentimiento, decepción y vergüenza.
⦁ Si un verdadero seguidor de Jesús se enreda en el pecado, al final tendrá un momento —como el que tuvo el hijo pródigo en la suciedad e inmundicia— en el que llegará a odiar su pecado. El cristiano no crece indefinidamente en amor por el pecado, sino que lo odia a medida que pasa el tiempo.
⦁ Arrepentimiento
⦁ Cuando el hijo volvió en sí, dejó su insensatez y regresó a casa. ¡Qué imagen tan maravillosa de arrepentimiento! El arrepentimiento genuino es más que sentirse mal o admitir que estábamos equivocados. Incluso, es más que confesar nuestra culpa.
⦁ Se trata de darle la espalda al pecado y volvernos a Jesús en fe con la determinación de obedecerle.
⦁ Los cristianos debemos renunciar y condenar nuestros comportamientos pecaminosos y comprometemos a obedecer a Jesús de todo corazón.
⦁ Reprensión
⦁ Ningún cristiano verdadero puede terminar prosperando en el pecado. El Padre celestial, con gran bondad, se niega a dejar que ninguno de sus hijos se sienta cómodo en su rebelión.
⦁ Así como el hambre ayudó al hijo pródigo a tocar fondo y volver en sí, así el Señor amorosamente enviará circunstancias, oportunidades, dificultades y corrección para ayudar a sus hijos a arrepentirse y abandonar su pecado.
⦁ El libro de Hebreos nos dice que esta disciplina es una de las maneras por las que podemos saber que somos hijos de Dios (He. 12:7-11).
⦁ Dios disciplina a los suyos, porque los ama demasiado como para dejarlos en su pecado.
⦁ Todos somos pecadores. Cada uno de nosotros ha hecho más que suficiente para merecer una eternidad en el infierno. Y ninguno de nosotros logrará una santidad plena a este lado de la eternidad.
⦁ Pero no te dejes engañar, un cristiano verdadero no puede continuar en una trayectoria ininterrumpida de pecado. Debe haber evidencia genuina de repugnancia, arrepentimiento y reprensión.
⦁ ENTONCES, ¿ERES UN CRISTIANO VERDADERO O FALSO?
⦁ Hay que reconocer que no hay una ciencia exacta para responder a esta pregunta.
⦁ No se trata de determinar la cantidad de pecado que puedes cometer y aun así seguir siendo cristiano. Tampoco se trata de llevar a cabo ciertos rituales después de haber pecado con el fin de asegurar el perdón de Dios.
⦁ En lugar de eso, se trata de cosas mucho más difíciles de evaluar: las actitudes del corazón y las intenciones y compromisos de tu alma. Esta es la razón por la cual la vida cristiana debería vivirse con otros hermanos y hermanas en una iglesia local fiel.
⦁ No somos buenos jueces de nuestros propios corazones. Algunas personas son demasiado complacientes con sí mismas. Se imaginan que dan evidencia de arrepentimiento verdadero por su pecado, cuando en realidad no lo hay.
⦁ Otros tienen una conciencia sensible y son demasiado duros con sí mismos. Toman cada debilidad y fracaso como evidencia de que son unos hipócritas y falsos cristianos.
⦁ Estar involucrado en una iglesia local es inmensamente útil para estos dos tipos de personas en al menos tres maneras.
⦁ En primer lugar, escuchar la predicación de la Palabra de Dios nos ayuda a alinear nuestros valores y medidas con las de Dios. Cuando descubrimos lo que Dios quiere decir con santidad, empezamos a perder nuestro amor por nuestras propias ideas de justicia e injusticia. Oír la Palabra nos enseña lo que agrada a Dios y lo que no.
⦁ En segundo lugar, ver el ejemplo de otros creyentes hace que la obediencia a Dios parezca normal y posible en un mundo donde el pecado es mayoritariamente aceptado e incluso celebrado.
⦁ En tercer lugar, dejar que otros cristianos nos conozcan —nuestras actitudes, nuestra conducta, nuestras luchas— les da a ellos la oportunidad de hablar a nuestras vidas.
⦁ De esta forma, nos pueden advertir acerca de patrones preocupantes de pecado o animarnos cuando nos sintamos abrumados por nuestras luchas. Nos pueden ayudar a ver aquello que no vemos.
⦁ CONCLUSIÓN
⦁ Debemos mantener el equilibrio bíblico entre la realidad de la gran santidad de Dios y su increíble misericordia.
⦁ Recuerda la bondad que Jesús muestra a los suyos. Su muerte es suficiente para borrar toda tu culpa y renovarte. Cuando caigas en pecado, corre a Jesús.
⦁ Como leemos en el libro de Hebreos: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4:15-16).
⦁ Esto es lo que realmente importa: Al llamarte a ti mismo cristiano, te has puesto la camiseta cristiana.
⦁ Sin embargo, ¿para qué equipo estás jugando realmente? ¿Para el tuyo propio o para el de Cristo? ¿Qué dirían tus familiares, tus amigos y los miembros de la iglesia más cercanos?
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