¿Y ahora qué?
Profecías por cumplir • Sermon • Submitted
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· 32 viewsJesús empieza a advertir a sus discípulos en cuanto a los tiempos por venir
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Introducción:
Introducción:
Si haces una búsqueda en Google con las palabras “Segunda Venida de Cristo” puede producirte 3.290.000 resultados en 0,56 segundos. ¿Los contenidos? De lo más variado, desde estudios y mensajes de lo más equilibrados y sensatos hasta locuras como: “Cristo vendrá en la carne para convencer a la iglesia de que tiene que pagar impuestos”.
Si buscas “Fin del Mundo”, te puede producir 1.170.000.000 en 0,74 segundos. ¿Observas la diferencia? La convicción de que las cosas como están no permanecerán para siempre ocupa un lugar en el corazón de las personas y es algo muy vigente.
Es bastante interesante investigar una página de Wikipedia dedicada a las fechas propuestas para el fin del mundo. Según esta página, ya hemos sobrevivido a algunos cientos de predicciones de cuándo el mundo terminaría. ¡Y aun estamos aquí!
1. Escuchando hablar a Dios en persona
1. Escuchando hablar a Dios en persona
37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! 38 He aquí vuestra casa os es dejada desierta. 39 Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
37 »¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste! 38 Pues bien, la casa de ustedes va a quedar abandonada. 39 Y les advierto que ya no volverán a verme hasta que digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”»
37 »¡Oh, Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste. 38 Y ahora, mira, tu casa está abandonada y desolada. 39 Pues te digo lo siguiente: no volverás a verme hasta que digas: “¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor!”».
Los discípulos, humildes hombres en algunos casos sin estudios o preparación formal, presenciaron diferentes momentos en la vida de Jesús durante su ministerio. Vieron sus milagros, escucharon sus poderosas enseñanzas, lo vieron caminar sobre el agua y enfrentar la oposición del sistema. Y a eso podemos añadir que lo escucharon hablar, no en nombre de sino como el Dios todopoderoso.
Sí, quisiera que esto resultara bien claro para todo el que lo pueda entender. Los apóstoles escucharon a Jesús hablar como Dios, sin lugar a dudas. Este es uno de los pasajes donde eso sucede.
Este pasaje constituye la despedida de Jesús -- y de Dios -- del templo y del pueblo de Israel, hasta el momento en que les vuelvan a ser abiertos los ojos.
Jesús aquí se dirige a Jerusalén, lamentándose por ella. Observa cómo recuerda eventos que ocurrieron en las calles de esta ciudad. Está claro que aquellos eventos no fueron hechos por la ciudad en sí, sino por sus habitantes. ¿Cuáles fueron esos eventos?
“...matas a los profetas...” - Diferentes profetas habían sido rechazados, puestos en prisión, torturados y asesinados en aquella ciudad.
“¡...y apedreas a los que te son enviados!” - Otra vez, varios enviados de Dios habían sido rechazados y apedreados por los habitantes de Jerusalén.
Esto tenía que ver con la actitud que los hijos de Dios, los integrantes de su pueblo escogido, habían tenido hacia aquellos a quienes el Padre había enviado para corregirles, orientarles y transmitirles su Palabra y sabiduría. Una y otra vez, los hijos de Dios, los israelitas, habían cerrado sus oídos y corazones ante la revelación de Dios.
La siguiente exclamación de Jesús, Dios mismo hecho carne, refleja su amor y ternura hacia su pueblo: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”. ¡Qué poderosa declaración de amor! Allí estaba Dios mismo, el que se había revelado a Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David y los profetas, declarando lo que había hecho y cómo había sido rechazado.
Estas palabras de Jesús nos traen ecos de la profecía y experiencia de Oseas, que comunica la voz de Dios acusando a Israel de haberse prostituido, aun luego de que su Esposo, Dios, la tratara bien, la perdonara y restaurara.
Dios siempre fue bueno con su pueblo. Lo cuidó, lo buscó, lo protegió, le dió victorias contra sus enemigos. ¡Quiso juntar a sus hijos como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas! Esta es una imagen muy poderosa que revela la grandeza del amor de Dios y el desastre del rechazo humano. Las palabras finales de la exclamación proclaman el dolor de Dios: “¡...y no quisiste!”.
No deja lugar a dudas en cuanto a algo muy doloroso: el rechazo a Dios, a su presencia, su amor y su voluntad es el resultado de la decisión humana, el puro ejercicio del libre albedrío de los hombres y mujeres a quienes Dios ama.
Jesús -- Dios -- le anuncia a Israel (a Jerusalén) que su casa os es dejada desierta. Aquel momento en que Jesús salía del templo por última vez antes de ser crucificado representaba su abandono de su pueblo. Recordemos que tres días después, cuando el Maestro exhaló su último suspiro en la cruz, el velo del templo, la cortina que separaba el Lugar Santísimo del resto del templo, se rasgó en dos. La presencia de Dios salió de allí, quedando disponible para todo aquel que cree en Jesús y es lavado por su sangre.
La historia lo confirma. A Israel la casa le quedó desierta. Desde aquel momento en adelante, el Israel que hasta el día de hoy espera la manifestación del Mesías no tuvo más profetas ni revelación. Para ellos, a no ser que reconozcan a Jesús como Salvador, el cielo se quedó en silencio, sin más revelación.
Habrá un día de reconciliación de Dios con su pueblo, aquel día en que vuelvan a decir (como habían dicho aquella misma semana cuando Jesús entrara en la ciudad): “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Pablo enseña (Romanos 11) que llegará el momento en que Israel reconocerá que Jesús es el Salvador. Esto ocurrirá cuando se complete el número de los gentiles que han de ser salvos, justo antes de la Segunda venida.
Entonces, una señal más en cuanto a la divinidad del Hijo, un argumento más señalando que Jesús es la encarnación del propio Dios: habla como Dios, con total conocimiento de la historia, pasado, presente y futuro.
¡Poderosas palabras!
2. No confíes en lo material
2. No confíes en lo material
1 Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.2 Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
1 Jesús salió del templo y, mientras caminaba, se le acercaron sus discípulos y le mostraron los edificios del templo.
2 Pero él les dijo:
—¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra, pues todo será derribado.
1 Cuando Jesús salía del terreno del templo, sus discípulos le señalaron los diversos edificios del templo. 2 Pero él les respondió: «¿Ven todos esos edificios? Les digo la verdad, serán demolidos por completo. ¡No quedará ni una sola piedra sobre otra!».
Todas las enseñanzas de Jesús son importantes pero, ¡qué especiales son las de Mateo 23! Son las palabras más duras pronunciadas por el Maestro, y no son dedicadas contra los asesinos, ni contra los gobernantes corruptos, ni contra los opresores… Las enseñanzas más duras transmitidas por Jesús son contra los religiosos, los que alejan a las personas de Dios confundiéndoles con su doble discursos y su hipocresía.
Esas enseñanzas parecen adquirir todavía más relevancia cuando reflexionamos en el hecho de que fueron pronunciadas en el propio templo de Jerusalén. ¡Qué momento tan especial!
El templo era un lugar muy especial para cada israelita. Observa que hasta el día de hoy los judíos conservadores se dedican a la oración en el Muro de los Lamentos, la pared de aquel templo que ha permanecido en pie hasta el día de hoy. Era el lugar en el que Dios había manifestado su presencia y había mostrado el brillo de su gloria -- aunque según las profecías de Ezequiel, aquella gloria había abandonado el templo ante el insistente quebrantamiento del pacto por parte de los israelitas.
Pero los israelitas del tiempo de Jesús seguían sintiendo justificadamente orgullosos de aquel lugar, el lugar en el que celebraban los pactos y buscaban la presencia de Dios.
El Maestro acababa de pronunciar palabras muy fuertes contra la religión establecida, contra los que se sentían representantes de Dios, como si estuvieran por encima de los otros en su situación espiritual, y lo había hecho en los atrios de aquel lugar tan especial. Al salir, sus discípulos le señalan la belleza y grandeza de los edificios dedicados a Dios.
“Mira, Señor”, le deben haber dicho, “¡estos edificios son tan especiales y significan tanto para nosotros!”
Y Jesús tuvo una respuesta que es muy probable que los haya sorprendido: “¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Mateo 24.2).
¡Qué impacto debe haber sido para los discípulos, orgullosos de aquel templo!
Al mismo tiempo, aquella declaración contradecía, de alguna manera, el concepto que muchos en aquel tiempo tenían acerca del rol del Mesías. ¿No iba a venir el Salvador a establecer el reino eterno como heredero de David? ¿No significaba eso la restauración del brillo de Israel como nación independiente?
Jesús demuestra que estaban equivocados. A veces no es lo mismo lo que uno desearía que sucediera que lo que Dios tiene preparado. La vida cristiana no se trata de que nuestros sueños se hagan realidad, sino de que nosotros vivamos en la voluntad de Dios.
Jesús les señaló a ellos, y queda la enseñanza para nosotros, que no debemos aferrarnos a estructuras materiales. No se trata de los edificios. El énfasis no está en ellos. Son símbolos, no realidades permanentes.
En el año 70 dC., bajo el gobierno del emperador Tito, los romanos invadieron Jerusalén con su ejército y destruyeron el templo. La profecía de Jesús no tardó en cumplirse.
¿De qué se aferrarían los que tenían al templo como base de su fe? Ese fue parte del desafío.
Lo interesante es que este breve diálogo generó más preguntas, y más respuestas de parte de Jesús, y son respuestas que nos han dejado mucho de lo que hablar, y mucho en lo que pensar.
3. ¿Cómo podemos reconocer las señales?
3. ¿Cómo podemos reconocer las señales?
3 Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
3 Más tarde estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, cuando llegaron los discípulos y le preguntaron en privado:
—¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?
Al parecer, Jesús y los discípulos se dirigieron al Monte de los Olivos, uno de sus lugares de reunión favoritos, luego del discurso del Maestro en el templo contra la hipocresía de los religiosos.
Las enseñanzas de Jesús, una vez más y por no variar, habían generado muchas preguntas en el corazón de los discípulos, en especial aquella declaración de que el templo sería destruido. ¡Muchos de ellos habrían creído que el templo sería eterno!
Entonces, “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”.
Sí, muy bien que hayan preguntado. El problema consiste en que dentro de esta pregunta hay por lo menos dos y tal vez tres preguntas en una.
¿Cuándo serán estas cosas? “Estas cosas” se referiría especialmente a lo último que el Señor había afirmado, el hecho de que en cierto momento no iba a quedar piedra sobre piedra de aquel templo tan hermoso. ¿Qué señal habrá de tu venida? Lo tenían presente ante ellos, pero lo habrían escuchado mencionar que todavía vendría, sin saber ellos que se estaría refiriendo a lo que nosotros conocemos como la Segunda Venida. ¿Qué señal habrá del fin del siglo? Sabían que llegaría un momento en que la situación espiritual/social/histórica como la conocemos llegaría a su fin. Habría un “fin del siglo” del que habían hablado los profetas y al que habían escuchado a Jesús referirse.
Es probable que para la forma de entender de aquellos discípulos todo esto estuviera encapsulado en una sola cosa. Si el templo iba a ser destruido, seguro que esto estaría asociado con la venida del Maestro y el fin del siglo, ¿no es así? Bueno, ese es el detalle, que tal vez no.
Cuando los romanos invadieron Jerusalén con sus ejércitos en el año 70 dC., durante el gobierno del emperador Tito, destruyeron el templo. Pero eso no coincidió con el resto de los cumplimientos.
¿Te das cuenta de qué manera nosotros mismos -- tal como aquellos discípulos -- podríamos confundir los eventos por venir, simplemente porque no comprendemos todo lo involucrado? ¡Cuánto sabe el Señor más que nosotros! ¡Cuánta es nuestra pequeñez e ignorancia!
Dios nos conceda una actitud de humildad ante Él para aprender todo lo que tiene para enseñarnos.
Jesús, a pesar del punto de vista limitado de sus discípulos, proveyó enseñanzas que debe haber considerado esenciales para que ellos supieran en cuanto a lo que vendría.
Conclusión:
Vivimos tiempos de mucha confusión. Solíamos creer lo que nos decían los medios de comunicación, pero ese ya no es el caso. Los que se ofrecen como servicios noticiosos se han inclinado tanto en un sentido u otro de la balanza política e ideológica que ya no sabemos a quién creerle. Bueno, en realidad sí sabemos: podemos creerle a Jesús.
Gracias a Dios por aquel momento tan sensible para la historia de la humanidad en que los discípulos pudieron hacer estas preguntas que llaman también nuestra atención. En Jesús, los apóstoles escucharon personalmente la voz de Dios, el Creador del universo, y nosotros también tenemos que escucharlo en Jesús. Dios nos quiere hablar.
¿Reconoces la confusión y la incertidumbre en este tiempo? ¡Necesitamos volver a Jesús! ¡Necesitamos traerle a Jesús nuestras preguntas! ¡Necesitamos entregarle a Jesús nuestra inquietud y nuestra ignorancia! ¡Necesitamos rendir ante Jesús nuestra inseguridad!
¿Qué te inquieta personalmente?
¿Qué te hace dudar?
¿Cuáles son tus temores en cuanto a lo que va a pasar?
Prepárate para recibir las profundas lecciones que Jesús tiene para enseñarte.
(Opcional)
4. No se dejen engañar
4. No se dejen engañar
4 Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. 5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. 6 Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. 7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. 8 Y todo esto será principio de dolores.
4 —Tengan cuidado de que nadie los engañe—les advirtió Jesús—. 5 Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos. 6 Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin. 7 Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes. 8 Todo esto será apenas el comienzo de los dolores.
4 Jesús les dijo:
—No dejen que nadie los engañe, 5 porque muchos vendrán en mi nombre y afirmarán: “Yo soy el Mesías”, y engañarán a muchos. 6 Oirán de guerras y de amenazas de guerras, pero no se dejen llevar por el pánico. Es verdad, esas cosas deben suceder, pero el fin no vendrá inmediatamente después. 7 Una nación entrará en guerra con otra, y un reino con otro reino. Habrá hambres y terremotos en muchas partes del mundo. 8 Sin embargo, todo eso es sólo el comienzo de los dolores del parto, luego vendrán más.
Jesús le empieza a responder a los discípulos. La inquietud de ellos era parecida a la nuestra: ¿cuándo ocurrirían los eventos finales? ¿Cómo iban a saber identificar el cumplimiento de los anuncios del Maestro en cuanto acontecimientos relacionados con el fin, su venida, la destrucción del templo y otros?
Tal como ellos, nosotros también tenemos inquietudes. Miles de cosas están ocurriendo, en nuestras vidas y a nuestro alrededor. La humanidad entera se encuentra sacudida por situaciones imprevistas, sorprendentes y muchas veces preocupantes. ¿Qué tenemos que encontrar en ellas? ¿Podemos “leer” en ellas el cumplimiento de lo anunciado por Jesús?
Veamos, ¿qué responde nuestro Salvador?
“Mirad que nadie os engañe.” Esta parece ser su preocupación principal. A lo largo de este capítulo -- y en otros pasajes del Nuevo Testamento -- vemos la insistencia en esta advertencia. Tanto a aquellos discípulos como a nosotros, sus herederos en la fe, se nos hace un llamado a la vigilancia, porque recibiremos ataques directos de los engañadores. ¿Puedes identificar los intentos de engaño que han afectado o están afectando tu vida? Esto es algo serio. A lo largo de nuestras vidas recibimos, casi constantemente invitaciones, propuestas, sugerencias e iniciativas de diferente índole, y si nos descuidamos podríamos aceptar como buenas y ciertas muchas que nos inducirían al error o dirigirían nuestras vidas y las de quienes nos rodean al desastre. Es por eso que estas palabras de nuestro Señor están llenas de seriedad, señalándonos que debemos tener cuidado, porque las indicaciones hacia el mal camino están por todas partes.
“Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.” Jesús no predijo con exactitud cuándo sucedería esto. Cuando miramos a la historia, podemos constatar que ha sucedido en muchas ocasiones. Muchos se han levantado con la presunción de señalar el camino correcto, presentándose como salvadores o maestros, dueños y transmisores de una revelación que otros no han recibido. Sus enseñanzas han sonado bien, y muchos les dedicaron su confianza, desviándose del camino hacia la salvación. Sucede todavía hoy, y mucho más todavía, en la época en que todo el conocimiento humano es de libre acceso para la inmensa mayoría. ¡Cuidado! Los falsos mesías siguen apareciendo y engañando.
“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.” Casi en cada ocasión en que una nueva guerra ha teñido las páginas de la historia de la humanidad también se han levantado las voces apocalípticas que conectaban las vivencias con profecías y aparente sabiduría. ¡Qué interesante lo que dice el Maestro! Nos invita a no inquietarnos con lo que a todos inquieta. De alguna manera nos quiere transmitir sobriedad en medio de pánico general. ¡Sí, Señor! ¡Quiero escuchar tu voz y mantenerme firme, con mi mirada en ti! ¿Te das cuenta de lo que Jesús dice? Anuncia que es necesario que estas cosas, las guerras y los rumores de guerra, sucedan. Son parte de lo que Dios permite en el desarrollo de su plan. De ninguna manera representan el descontrol de parte del Altísimo ni que todo esté expuesto al azar. Piénsalo: a Dios no le sorprende lo que a nosotros nos sorprende, y tampoco considera incontrolable el resultado de lo que a nosotros se nos va de las manos. Lo considera necesario. Dios está desarrollando su plan, un plan perfecto y cuidadoso, diseñado para la salvación y bendición de los que creen en Jesús. Pero algo deja bien claro: estos levantamiento armados y violentos, estos momentos históricos que sacuden familias y naciones, no implican la culminación del plan: “aún no es el fin”. ¿Necesitas equilibrio y paz en tu vida? Busca a Dios, con todo tu corazón, porque Él no ha perdido la calma. Esto me recuerda a Jesús, levantándose de su siesta en medio de la tormenta en el Mar de Galilea para darle órdenes al viento y al mar. ¡Ese es nuestro Señor y Salvador! ¡Confía! ¡No te dejes amedrentar por lo que pasa! ¡Dios está en su santo trono! ¡Calle delante de Él toda la tierra!
“Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores”. Trato de imaginar a los primeros oyentes de estas palabras, escuchando con asombro lo que Jesús está diciendo. Imagino un profundo silencio en el que aquellos humildes discípulos procuraban asimilar de alguna manera aquellas verdades saliendo de la boca del Verbo de Dios. ¡Qué tremendo! ¡No se trataba solamente de guerras! Considera las noticias de este tiempo, y las verás llenas de más de lo mismo: terrorismo, inequidad económica, la creación reaccionando con eventos poderosos como grandes tormentas o terremotos, nuevas y amenazantes enfermedades, y más. Y Jesús ya lo sabía. Lo que vas a leer o escuchar en el noticiero de hoy ya era del conocimiento de nuestro Señor en el siglo I, y antes también. A Él no lo sorprende, no lo toma desprevenido, y nos advierte para que nosotros encontremos nuestro equilibrio en Él. Y, ¿cómo lo llama? “Y todo esto será principio de dolores”. Nada más que principio, parte, una muestra. Cosas peores van a ocurrir. No se trata de ser pesimistas sino sensatos en cuanto a lo que se viene. Lo de darle la espalda a Dios, ya sea personalmente o como raza, no es un juego y trae sus muy severas consecuencias. ¿Te das cuenta, realmente, de las implicaciones? Así que, ¿sorprendido o asustado por lo que pasa? Míralo al Señor y recupera la paz. El poseedor de esta sabiduría, este conocimiento y este control del devenir de la historia tiene el poder para orientar tu vida, conforme a su voluntad, para que llegues al buen destino en su presencia.