Muerte de Lazaro
Juan 11.1-16
Introduccion
por qué se permite el mal y el sufrimiento. Dios podría evitarlo. A Dios no le gusta hacer que sus criaturas sufran. Pero Dios considera que hay lecciones que el ser humano no aprendería a menos que se permita el mal: por ello, Dios lo permite. El sufrimiento de algunos contribuye al bien de muchos: “El que creyere, no se apresure” (Isaías 28:16). En el día postrero veremos que todo se hizo bien. Hasta los retrasos y las demoras que nos desconciertan en la relación de Dios con nosotros están dispuestos con sabiduría y obran para bien. Igual que los niños, juzgamos deficientemente las cosas a medio acabar.
Adviértase que nuestro Señor no dice “me alegro por Marta, María y Lázaro de no haber estado allí”, sino: “Me alegro por vosotros”. No le agrada ver sufrir, llorar y morir a los miembros de su cuerpo, pero sí se regocija en contemplar el bien de muchos que se deriva del sufrimiento de unos pocos. De ahí que permita el sufrimiento de algunos, a fin de que muchos sean instruidos a través de ese sufrimiento. Esa es la clave de que se permita el mal en el mundo: es para el bien de muchos. Debemos recordarlo cuando Dios permita que nosotros mismos suframos. Debemos creer que existen motivos sabios para que Dios no acuda en ayuda nuestra y alivie nuestros sufrimientos.
Conclusion
En estos verso podemos ver que los cristianos verdaderos pueden enfermar exactamente de la misma forma que los demas
Esta es una lección que no debiéramos olvidar jamás. Viviendo como vivimos en un mundo plagado de enfermedades y muertes, tarde o temprano la necesitaremos. La enfermedad, por la propia naturaleza de las cosas, siempre es una prueba para la carne y la sangre. Nuestros cuerpos y nuestras almas se encuentran extrañamente entrelazados y, casi con toda certeza, lo que aflige y debilita al cuerpo también afligirá la mente y el alma. No obstante, debemos recordar que la enfermedad no es señal de que Dios esté enojado con nosotros; no, es más, por regla general la sufrimos para bien de nuestras almas. Propende a apartar nuestra mirada de este mundo y dirigirla hacia las cosas de arriba. Nos lleva a nuestras biblias y nos impulsa a orar más. Pone a prueba nuestra fe y paciencia y nos muestra el verdadero valor de nuestra esperanza en Cristo. Nos hace ver a tiempo que nuestras vidas no son eternas y prepara nuestros corazones para el gran cambio que experimentaremos. Tengamos paciencia y ánimo, pues, cuando suframos una enfermedad. No creamos que nuestro Señor Jesús nos ama menos cuando estamos enfermos que cuando disfrutamos de salud.