La cuarta dimensión del amor
El Último Congreso • Sermon • Submitted
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12 Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
Amar para transformar
Amar para transformar
En la lección anterior, la primera del Congreso, Jesús nos enseñó que para cambiar al mundo debíamos desarrollar el liderazgo. Ese no era el tipo de liderazgo común, sino uno muy diferente que tenía entre sus características el amor.
Sin embargo, el amor al que Jesús se refería era uno que iba más allá, uno que en sí mismo debía ser replanteado para sus discípulos una vez que emprendieran la misión para la que estaban siendo preparados.
Jesús les demuestra el amor y además lo explica más adelante en el Congreso. Es tan importante que no lo mencionó superficialmente sino que hizo énfasis en él y lo acentuó como un mandamiento.
La única manera para transformar al mundo es a través del poder del amor. Sin amor no hay transformación. El amor no es una opción sino una condición y hasta que no comprendamos esto no podremos cumplir adecuadamente la misión que se nos encomendó.
Jesús les mostró a sus discípulos a qué se refería cuando hablaba de amor diciéndoles que les estaba mostrando un nuevo mandamiento. Él usa aquí un adjetivo (kainós) que significa que algo que existía antes adquiere ahora una mejor condición, o una renovación.
El mandamiento de amar a otros ya existía, pero miremos cómo adquiere una nueva dimensión cuando Jesús lo renueva.
Las cuatro dimensiones del amor
Las cuatro dimensiones del amor
Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Esta parece ser la manera más simple y conveniente del amor.
Ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Qué pasa si alguien no se ama a sí mismo?
Ámense unos a otros. Aquí se quitan las condicionantes y solo muestra la interacción, pero ¿y si unos aman más y otros menos?
Ámense como yo los he amado. Aquí Jesús eleva el nivel del amor a uno que pone a prueba toda nuestra capacidad.
¿Cómo nos amó Jesús?
Amor más allá de la traición
Amor más allá de la traición
27 Tan pronto como Judas tomó el pan, Satanás entró en él. —Lo que vas a hacer, hazlo pronto—le dijo Jesús.
El Último Congreso inicia con los discípulos participando de una cena con Jesús, en medio de la cual les lavó los pies; hasta este punto Jesús no les ha hablado con palabras acerca del amor, pero la práctica había ya iniciado desde hace mucho.
El capítulo 13 inicia diciendo que Jesús amó a los suyos hasta el fin y que él sabía que ya el diablo había puesto en el corazón de Judas traicionarlo.
Jesús amó a pesar de la traición. Tuvo el dominio propio para inclinarse y lavarle los pies a su traidor. No le pagó como a lo mejor nosotros lo hubiéramos hecho.
Hasta parece que lo trata con cortesía y condescendencia. Comparte la mesa con él.
El versículo 21 no nos muestra a Jesús enojado por la hipocresía de Judas sino angustiado.
21 Dicho esto, Jesús se angustió profundamente y declaró: —Ciertamente les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar.
El poder del amor de Jesús es más grande que el poder del rencor, la desilusión o la traición. ¿Conoces poder más grande que aquel capaz de aplastar y subyugar los más lógicos sentimientos de auto-protección y defensa del yo?
Lo que Jesús estaba demostrando no era debilidad sino poder. El único poder con el que podemos transformar el mundo.
Debemos comprender que el amor es esencial para cumplir nuestra misión porque seguramente seremos traicionados, mal entendidos y juzgados severamente, pero debemos mostrar el amor de la cuarta dimensión.
Los primeros discípulos de Jesús comprendieron esta dimensión tan bien que entregaron sus vidas amando a quienes les hacían daño.
En la historia de la Iglesia se registran experiencias donde los cristianos se sacrificaban unos por otros y estaban dispuestos a morir solo por no dejar solo a uno de sus hermanos en la fe. Preferían morir abrazados que andar separados. ¿Poseemos esa clase de amor?
Amor más allá de las palabras
Amor más allá de las palabras
38 —¿Tú darás la vida por mí? ¡De veras te aseguro que antes de que cante el gallo, me negarás tres veces!
Para este momento de la historia ya Jesús había dado la primera parte de la lección del amor, les había explicado el nuevo mandamiento.
Pedro estaba más preocupado por separarse de Jesús que no puso énfasis en el amor sino en la distancia; le dijo a Jesús que él podía seguirlo y defenderlo en donde fuera.
La lección que Jesús le da a Pedro es también para nosotros. Él lo amó a pesar de que lo negaría, diría que no lo conocía. Pero esa falla del discípulo le dejaría claro que el amor al que Jesús se refería era más que palabras, se trataba de un amor puesto en práctica.
Para que podamos cambiar al mundo debemos poner en ejercicio el poder del amor, no tan solo predicar de él o estudiarlo, conocerlo y explicarlo; debemos ponerlo en práctica, debemos mostrarlo.
Pedro podía decir lo que fuera, su mensaje fue apasionado, directo, sincero. Cualquiera que escuche algo así podría quedar convencido de esa lealtad. Pero Jesús nos está enseñando que se trata de algo más que lindas palabras, se trata de mostrar ese amor.
Es fácil decir que amamos a los demás cuando no tenemos contacto con ellos, es difícil cuando nos toca interactuar con ellos y seguirlos amando a pesar de pensar y vivir diferente.
Jesús dice que este amor va más allá de las palabras a tal punto que, por esta causa, el mundo nos reconoce como sus discípulos.
Amor perseverante
Amor perseverante
10 Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
El amor al que Jesús se refiere es un amor que no se rinde.
Jesús no solo nos da la característica del amor sino que nos dice cómo desarrollarla.
Seguramente todos preferimos un amor perseverante, uno que no se acabe, uno que no se aplaque con el tiempo o se debilite debido a las circunstancias. Pero ¿cómo lo desarrollamos?
Jesús dice que la única manera es obedeciéndole. Haciendo lo que él dice. Estando pegados a él.
Si intentamos obtener las características del amor verdadero a través de las vías del amor humano acabaremos desilucionados. Solo en Jesús nuestro amor puede ser perfeccionado, solo en él aprendemos del amor perseverante.
Jesús nos da la fuente de esta clase de amor que necesitamos para transformar al mundo. Nos dice que solo con esa clase de amor se logra cumplir la misión. Solo en con el poder del amor de Dios.
Tu amor imperfecto aunque bien intencionado es insuficiente para cumplir la misión que Dios te dio.
Amor sacrificial
Amor sacrificial
13 Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.
La clase de amor que Jesús está enseñando es una en la que la atención no está puesta en nosotros sino en los otros. No es un amor egoísta sino uno sacrificial.
Si le preguntamos a la mayoría de las personas que buscan pareja, dirán que quieren alguien que los ame, que los consienta, que los cuide, que les dé cariño. Son pocos los que quieren estar con alguien para compartirle del amor que tienen.
El amor que transforma al mundo es generoso, no egoísta.
Jesús les está hablando de su propio ejemplo, porque en las próximas horas se sacrificará por ellos; no pensará en su comodidad, seguridad o dignidad; pensará en cada ser humano que necesita salvación y que no puede llegar a Dios, estará pensando en el Pedro que lo negó y en los discípulos que corrieron como gallinas cuando llegó la hora de la verdad.
Esta clase de amor se sacrifica por quienes no se lo merecen y por quienes no podrán pagarlo.
Nosotros rechazamos esta clase de amor porque nos parece injusto pero si queremos transformar al mundo debemos tenerlo. Si tu mente rechaza esa posibilidad no hay problema, recuerda que esa clase de amor no está en ti desarrollarlo, eres incapaz; esa clase de amor solo se consigue en Cristo, pegándose a él.
Todavía no tienes esa clase amor
Todavía no tienes esa clase amor
Estoy seguro de que todavía no has llegado a amar con Jesús. Ese nivel que él puso es inalcanzable para nosotros. Solo podrás amar así cuando ames con su amor. Es así como necesitamos depender de Jesús para amar como él amó.
A medida que te mantengas pegado a Jesús amarás como él (a tu cónyuge, a tus hijos, a tu Iglesia, a tus compañeros de trabajo o de estudio) y a medida que te alejes de él empezarás a notar cómo cada una de las imperfecciones de los que te rodean te alejan.
La segunda lección que Jesús les da a sus discípulos es una lección de dependencia, la única dependencia saludable es hacia él. No podrás cumplir la misión más importante de la historia a menos que tengas amor y la única forma de tener ese amor es acercándose a quien es el amor: Jesús.