Consagración a y en la iglesia

Consagración a la iglesia

Desde siempre aún en los tiempos bíblicos hemos cursado estos tiempos difíciles, aunque pareciera que desde hace algunos años atrás se ha intensificado esta etapa.

Parece que muy a menudo a lo largo de las distintas generaciones hemos contado con miembros de iglesia fieles a Dios, a su Palabra, a su misión, a la iglesia misma como institución.

Pero también parece que muy a menudo hemos contado con miembros que son todo lo contrario.

Desde el comienzo de la historia humana encontramos a personas que por alguna razón, algunos de ellos inclusive sin saberlo ni pensarlo, otros más a sabiendas con alevosía y ventaja. Han hecho caso omiso y en algunas veces hasta se han rebelado a indicaciones del mismo Dios, a través de sus profetas portavoces en el Antiguo Testamento, de Jesús y sus apóstoles portavoces en el Nuevo Testamento, de pastores y dirigentes de iglesia a quienes Dios ha colocado para dirigir a su pueblo.

El resultado siempre ha sido el mismo, desobediencia que trae dolor, sufrimiento, enemistad, pleitos, división y finamente no haciendo larga la lista la muerte y varias de ellas (por no ser más contundente) la perdición eterna.

En esa lista encontramos a Lucifer mismo rebelándose contra el gobierno de Dios, a Eva desobedeciendo la indicación del Señor, al mundo antediluviano no escuchando al portavoz de Dios en aquella época y muchos de ellos sufriendo la terrible consecuencia de la muerte y muchos de ellos la muerte eterna.